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Capítulo 20

•|12 de octubre de 2020, Mónaco|•

Anoto rápidamente las palabras en la pequeña libreta, mientras mi hermano sigue gritándome. Ignoro sus palabras y su enfado por dejarle plantado en mitad de la discusión, pero es que ha dicho algo que me ha dado una idea para una letra.

- ¿Me puedes escuchar al menos un segundo? - Gruñe frustrado.

- Un momento - murmuro escribiendo frenéticamente.

Él suspira y se acerca a mí para mirar lo que estoy escribiendo. Cuando pongo el punto y final a la canción respiro hondo y sonrío como una tonta.

- La tengo - anuncio girándome para mirarle con una sonrisa.

- Tienes que dejar de hacer eso, Alli - se queja Daniel pasándose la mano por el rostro. - Es... Indignante.

- Hay una teoría que dice que las ideas no nos pertenecen, sino que están a nuestro alrededor y que las atrapa el más rápido, así que si yo no escribo las ideas que se me vienen a la cabeza, me da la sensación de que otros se las quedarán. Por eso escribo enseguida todo - le cuento calmadamente a mi hermano, que escucha atento mis palabras.

- Es una teoría estúpida - decide resoplando, y yo ruedo los ojos.

- La gente te toma por un tipo muy divertido, pero a veces eres un pesimista de campeonato - bufo cerrando la libreta.

- Ya, lo que tú digas... Esa canción, ¿para quién es? - Inquiere enarcando una ceja, y yo me muerdo el labio.

Empecé a escribirla hace unas semanas, pero no he podido continuarla hasta ahora, hasta que mi hermano ha soltado una frase que me ha calado en el corazón mientras discutíamos sobre lo idiota que es.

"A veces, aunque estemos enamorados, no estamos dispuestos a realizar el sacrificio que la otra persona nos exige".

Viene muy bien para la canción, que, aunque intente negármelo a mí misma, es para Carlos. La he modificado un poco para que encaje, y ha quedado algo así:

"Y si este es el precio para tenerte
El sacrificio pendiente
Merecerá la pena aunque sea mi propia muerte"

Me niego a aceptar que estoy tan enamorada de Carlos, porque por primera vez en mi vida siento las letras que escribo salir de mi corazón y no de mi mente. Por primera vez, las letras van cantadas con sentimientos que comprendo y que siento. Porque, a diferencia de mi hermano, yo sí estoy dispuesta a sacrificar lo necesario por la persona de la que estoy enamorada.

- Es para Carlos - confieso en voz baja, y mi hermano sonríe un poco.

- Espérate, que me hago el sorprendido - se burla, y yo le doy un pequeño empujón.

- Calla, idiota - bufo riendo. - Mira, Dan, no puedo obligarte a estar en una relación que no quieres tener, pero no le hagas daño, no se lo merece... - añado retomando el tema de conversación por el que discutíamos.

- Lo sé, Minion. Aunque tampoco es que ella quiera una relación - se excusa encogiéndose de hombros.

- Hombre idiota... ¡Está loca por ti! Pero es cabezota como ella sola, y si no das tú el paso, sus sentimientos la acabarán consumiendo - reprocho con cansancio.

- ¿Sabes qué? Que lo que sea que pase es cosa nuestra, así que olvídalo - declara saliendo por la puerta con los puños apretados.

Me temo que no soy la única Ricciardo cobarde que está perdidamente enamorada...

•|14 de octubre de 2020, Mónaco|•

Daniella chilla feliz cuando ve a su padre a través de la pantalla. La sonrisa de Carlos casi no le cabe en el rostro, aunque logro percibir cierta tristeza en su mirada.

- Hola, preciosas - saluda acomodando el teléfono en alguna superficie lisa y sentándose de modo que podemos verle de pecho para arriba.

- Hola, bonito - respondo sonriendo. - Te echamos de menos - admito haciendo un puchero con mis labios.

- Y yo a vosotras...

- Sólo lleváis tres días separados. Dramáticos - se burla mi hermano, entrando al salón para coger su teléfono de la mesita en la que está el portátil. - Hola, cuñadito - sonríe a Carlos, que rueda los ojos.

- Hola, Dan - responde riendo un poco.

Mi hermano sale del salón y de nuevo quedamos Dani y yo solas.

- ¿Qué te pasa ya, Sainz? - Inquiero sonriendo levemente, y él me sonríe algo triste.

- No paro de pensar que debería estar ahí con vosotras... - murmura mordiéndose el labio. - Siento que le fallo a Dani como padre.

- Es normal que tengas que trabajar, cariño - replico quitándole importancia. - Sé que estás con nosotras el mayor tiempo que te es posible, no te preocupes por nosotras - le tranquilizo sonriendo.

- Pa - chilla Daniella revolviéndose en mi regazo y señalando la pantalla.

- Sí, mi niña, papá está ahí - me río y Carlos hace igual.

- Dame un sólo motivo para que no coja el primer vuelo a Mónaco para abrazarla - me dice Carlos, claramente afectado. - Cada día que pasa soporto menos teneros lejos.

- Tienes que trabajar, bonito, y tampoco sería justo quitarte todo tu tiempo. Tienes que entrenar, y aquí no puedes hacerlo bien...

- Veniros a vivir conmigo - espeta dejándome muda.

- ¿Qué?

- Ya me has oído. Veniros conmigo.

Su proposición va totalmente en serio y yo me quedo pasmada. Su forma de mirarme me pone nerviosa, y simplemente no encuentro forma de negarme. Pero, ¿cómo puedo aceptar eso? Hace un mes que forma parte de nuestras vidas oficialmente, ¿no sería ir muy rápido?

- Carlos, yo... - se me forma un nudo en la garganta y Daniella se hecha a llorar cuando toca la pantalla del ordenador y no puede abrazar a su padre.

- Por favor, Al, te lo estoy rogando - murmura el español, mirando a nuestra hija a través de la pantalla, y gracias a la buena calidad de imagen consigo apreciar la forma en que sus ojos brillan.

Abrazo a mi hija y la intento calmar, pero no se calla, chilla más y más y me empiezo a agobiar. Si así es como va a ponerse cada vez que esté lejos de su padre, ¿cómo lo vamos a llevar adelante?

- Está bien - asiento finalmente. - Nos... Nos mudamos contigo - titubeo un poco, pero la sonrisa que se forma en el rostro de Carlos merece la pena por todo.

- Gracias, amor - suspira aliviado.

Le sonrío y sigo tratando de calmar a la niña, que sigue en pleno berrinche. No me da tiempo de asimilar nada cuando el español añade:

- ¿Cuándo empezamos la mudanza?

•|20 de octubre de 2020, Woking, Inglaterra|•

- Soy ingeniera, no necesito instrucciones para montar una puta cuna - bufa Irene apartando el librito que le tiende Lando.

- Vale, simpática - responde con sarcasmo el de pelo rizado rodando los ojos.

Se gira para verme y me hace un gesto insinuando que está loca, haciéndome reír. Daniella se cuela en la habitación corriendo, seguida por su padre, que se ríe a carcajadas. La niña va a los brazos de Lando. O como ella dice, "tete Dodo". Sólo sabe decir cuatro palabras sueltas, pero se le entiende. En realidad, va adelantada a su edad.

- Tú, dame a mi hija - dice Carlos acercándose al inglés, que se aleja del español.

- Es mi sobrina, así que también tengo derecho a estar con ella - replica besando su cabeza. - ¿A que sí, bonita? - Le dice a la pequeña, que se ríe, chilla y le agarra la nariz.

- ¿Necesitas ayuda con algo, peque? - Inquiere Carlos agachándose junto a su hermana e ignorando al inglés.

La de ojos grises le asesina con la mirada y él retrocede despacio, como si temiese que si hace movimientos bruscos ella le fuese a atacar.

- Está con la regla - susurra Lando pasando por nuestro lado y saliendo de la habitación.

- Me lo imaginaba - comenta Carlos siguiendo a su amigo y cuñado.

- Os he oído, capullos - gruñe la española sin levantar la vista de las partes de la cuna desmontada.

Me río y me siento a su lado, viendo atenta cómo sus ojos se mueven por todas las piezas. Intenta juntar dos, pero no encajan. Maldice en español y yo me vuelvo a reír.

- Puedes usar las instrucciones, Irene - le digo con suavidad, y cuando me mira, sus ojos grises están llorosos.

¿Va a llorar por no poder montar la cuna?

- No me puedes quitar eso también, Allison - murmura apartando la mirada y secándose rápidamente un lágrima que se le escapa del ojo.

- ¿Qué dices? - Frunzo el ceño e intento hacer contacto visual con ella de nuevo.

- Nada - su voz suena temblorosa, pero cuando me mira de nuevo, su mirada es totalmente inexpresiva, - es una tontería - hace un gesto con la mano y se encoge de hombros. - Dame el libro.

Le hago caso y observo en silencio cómo va armando la cuna, dándole las piezas que va necesitando. No hablamos y yo aprovecho para pensar sobre qué podría estar hablando. Recuerdo que Carlos mencionó algo de broma sobre que Irene estaba celosa de mí. ¿Sería eso?

Al cabo de un rato, la cuna está montada a la perfección. Sin decir nada aún, ponemos el colchón y las mantas para prepararla para que Dani pueda usarla. Acabamos y yo sonrío satisfecha.

- ¿Ves como así era más fácil? - Le digo usando mi tono más dulce.

Ella me mira, y su expresión es de desgana y abatimiento. Me hecha un vistazo de arriba a abajo y aparta la mirada.

- Sí, claro - murmura saliendo de la habitación.

Pero no. No voy a dejar que me hable y me mire así. Somos familia y no pienso estar a malas con ella. Así que la sigo y la tomo del brazo, haciéndola girarse para emfrentarla.

- No es una competición para ver quién puede más, Irene. No estoy intentando quitarte a tu hermano...

- Es lo que estás haciendo. Cuando está contigo ya ni me escribe. Antes lo hacía todos los días - bufa con sus ojitos llenándose de lágrimas de nuevo. - No me hagas caso, estoy hormonal por mi periodo - le resta importancia y va al salón.

Yo suspiro y la sigo. No deja de ser una niña, por muy mayor que se vea, no es más que eso.

Cuando llegamos al salón, Lando, Carlos y Dani duermen en el gran sofá, y tanto Irene como yo reímos.

- Estarán cansados de la mudanza - sugiero yo, y la castaña asiente con la cabeza.

- También es tarde - señala el reloj de la pared y me da un vuelco al corazón al ver que son más de las 11PM.

- Voy a acostar a Daniella - me acerco para cargar a mi hija, quitándosela al inglés de los brazos. Ni se inmuta y sigue durmiendo.

Llevo con cuidado a Dani hasta su nueva habitación, y ya no sé qué más pasa en el salón, sólo que cuando regreso, Carlos está sentado en el sofá con la cara tapada con las manos. Se pasa las manos por el pelo, un gesto muy típico de él, y cuando me mira una tierna sonrisa se dibuja en su rostro.

Me siento a su lado, y él pasa su brazo por mis hombros acercándome más a él. Yo escondo mi cara en el hueco de su cuello, aspirando su aroma y abrazándole por la cintura. Siento cómo besa mi cabeza y sonrío tontamente por el gesto.

- Sigo asimilando todo esto, ¿sabes? - Susurra con la voz algo ronca. - Llámame loco, pero llevaba mucho soñando con esto...

- Dicen que la vida nos prepara mejor para afrontar la situaciones negativas, que las positivas - susurro en respuesta, besando su cuello.

- No lo dudo - responde moviendo su cabeza de modo que me da más acceso a su cuello.

Vuelvo a besar la cálida piel del español, subiendo poco a poco hasta su mandíbula.

- Es tarde - comento sin dejar de besar a Carlos. - Y aún no nos hemos duchado - añado besando sus labios, cerrando los ojos ante el roce, sintiendo cómo él devuelve el beso con más intensidad.

- Eso lo podemos arreglar... - se levanta y agarra mi mano, tirando de mí para que le siga.

Nos guía hasta el baño principal de la casa, en el que hay una gran ducha con la mampara de cristal totalmente transparente. El baño está exquisitamente decorado, y tanto el suelo como los azulejos de las paredes combinan a la perfección, yendo en una escala de grises, llegando al blanco y con pequeños toques negros.

- ¿Qué haces? - Pregunto entrando en pánico cuando el español empieza a desvestirse.

Siento mi cara arder de la vergüenza y aprieto mis muslos al sentir la excitación apoderarse de mí. Ver el torso descubierto de Carlos no debería prenderme, no tanto como lo hace. Le odio, le odio por hacerme desearle así. No es normal en mí y no lo entiendo, no sé gestionarlo. Desde aquella noche en el hotel no hemos vuelto a hacerlo, y por falta de interés de su parte no ha sido. Pero a mí... Me da miedo, por decirlo de alguna manera.

- ¿Tan inocente eres, Al? - Su risa ronca es música para mis oídos y cuando se acerca a mí, tomándome por la cintura y besándome de forma posesiva, me rindo a él.

- Puede ser - reconozco avergonzada.

- No te preocupes. Sólo ten claro que te va a gustar - sonríe de esa forma arrogante que tanto me gusta y mientras me sigue besando desabrocha su pantalón.

Dios bendito.

Empiezo a desvestirme igual, impulsada por la calor que se forma en mi vientre, sintiendo como la temperatura sube por sí sola con tan sólo ver el cuerpo desnudo del español.

Bueno, más que su cuerpo en general, su pequeño gran amigo. Trago saliva con tan sólo ver el enorme miembro del castaño, que está erecto y lleno de venas marcadas.

Me sonrojo al darme cuenta de que tal vez me he quedado embobada mirándolo y cuando alzo la mirada veo al español observándome con una sonrisa socarrona en el rostro. Le beso para romper el contacto visual y poder dejarme llevar más fácilmente, porque si pienso demasiado las cosas me moriré de vergüenza antes que otra cosa.

Enredo mis dedos en su sedoso y abundante cabello, sintiendo cómo presiona sus caderas contra mí, clavándome su erección en el estómago, haciéndome soltar un gemido.

- Joder - jadeo justo antes de sentir cómo la lengua del español invade mi boca.

Se encarga de desprenderse del resto de mi ropa, dejándome desnuda en cuestión de segundos, paseando sus manos por todo mi cuerpo, deteniéndose especialmente en mis pechos, mi trasero y por último...

- Aahh, sí - gimo cuando su dedo presiona mi clítoris y arqueo mi espalda hacia él.

Me toma por los muslos y nos adentra en la ducha, abriendo el grifo, que empieza a liberar agua que, a pesar de estar helada, arde en mi piel. Apoya mi espalda en la mampara y besa mi cuello, sosteniéndome por el trasero y restregando su polla contra mí, haciéndome gemir tan desesperada y necesitada que podría volverme loca.

Clavo mis uñas en sus hombros y mi espalda se arquea más sin yo poder controlarlo. La masa de nervios que Carlos no deja de estimular me palpita con fuerza, rogándome un alivio, y yo no puedo hacer más que gemir y restregarme más contra Carlos, que sigue jugando conmigo, haciendo su pene rozar con mi entrada, separando mis pliegues y besando mi cuello, con una de sus manos entretenida con uno de mis pechos.

- Eres tan jodidamente caliente, Allison - gruñe el español, y siento cómo cada vez le cuesta más controlarse. - Dime que quieres que te folle. Dímelo. Dime que quieres que lo haga duro - exige en tono demandante.

Un gemido de anticipación y sorpresa se me escapa y me revuelvo en sus brazos, presionando mis piernas alrededor de su cintura.

- Fóllame duro, Carlos, por favor. Necesito sentirte...

Un gran gemido interrumpe mis súplicas cuando siento el gran miembro de Carlos embutirse en mi interior, llenándome por completo. Todo mi cuerpo vibra de emoción y excitación, reaccionando a él con tanta intensidad que resulta abrumador. Me quejo cuando sale de mí de nuevo, y mi corazón se acelera más que antes cuando me gira, tomando mis caderas y situándose detrás de mí, haciendo que note su erección clavarse en mi culo.

Apoyo las manos en la mampara cuando con un brazo rodea mi cintura, y me pierde en el momento en que de nuevo me embiste, llegando tan profundo que duele.

- Mierda - gruño dejando que el placer y el dolor se mezclen.

Sus embestidas son duras, rápidas, desbocadas y casi frenéticas. Mis gemidos llenan el baño y sus jadeos los acompañan. Los cristales de la mampara están empañados por el agua ardiente que cae sobre nosotros, actuando como lubricante, haciendo nuestros cuerpos resbalar de forma idónea.

- Estás tan prieta - ronrenea Carlos a mi oído, mordiendo el lóbulo de mi oreja mientras siento su polla palpitar dentro de mí, dando embestidas cada vez más bruscas. - Tan húmeda... Tan ideal para mí, Al - sus palabras son como acero hirviendo para mí, descargas eléctricas que recorren mi cuerpo, provocándome temblores y escalofríos, además de espasmos de placer inevitables. - Me encanta que gimas mi nombre, preciosa, me pone mucho oírte - sigue hablándome y yo no puedo ni pensar.

Mi mente está nublada y me limito a gemir y balbucear cosas sin sentido, sintiendo el orgasmo acechar, listo para atacar y estallar en cualquier momento.

Los movimientos de Carlos se vuelven erráticos y sus jadeos cada vez más intensos, como si le costase seguir mucho más. Muerde mi hombro, arrancándome un gran gemido, para luego pasar su lengua por la zona adolorida hasta llegar a mi cuello, donde se entretiene besando y chupando.

- Me... Me voy a correr - logro balbucear, sintiendo cómo mi orgasmo empieza a formarse, amenazando con estallar en breve. - C-carlos...

Me embiste con fuerza, haciendo temblar las paredes de mi cavidad y rozando el fondo de ella, y mi cuerpo explota. Al menos, yo lo siento así.

Él me sostiene por la cintura aún, evitando que me caiga o me mueva demasiado. Sus movimientos se vuelven lentos y delicados, como si no quisiese dañarme de repente. Embiste unas cuantas veces más y se corre dentro de mí, llenándome por completo de él y de su esencia.

- Lo siento - jadea el español, separándose y haciéndome gemir al salir de mí.

Me giro para verle, intentando recobrar la respiración, y la imagen que me encuentro de él no son de ayuda. Como siempre hace, se pasa la mano por el pelo empapado.

- ¿Por qué lo sientes? ¿Por darme el mejor orgasmo de mi vida? - Replico sonriendo.

- No... Por ser tan burro contigo. Siento que soy demasiado brusco, me da miedo hacerte daño - explica mirándome con ternura.

Hago un puchero, totalmente enamorada de él y de lo lindo que es.

- No lo haces, y si lo hicieras te lo diría - aseguro acercándome y acariciando su mejilla. - Aparte, a mí me gusta así... - reconozco con picardía, sonrojándome.

Él se ríe y me abraza, besando mi cabeza.

- No me puedes dejar tanto tiempo sin sexo, Al, me vuelvo loco - bromea haciéndome reír.

- Ya veo, sí... - se ríe también y me pongo de puntillas para besar sus labios. - Lo haremos más seguido, en ese caso - susurro cerca de su boca.

- Me parece perfecto - opina sonriendo ampliamente y besándome de nuevo.

•|26 de octubre de 2020, Woking, Inglaterra|•

Vivir en Woking es sinónimo de tener a Lando e Irene aquí casi todo el tiempo. O nosotros en su apartamento. Tampoco me quejo, he vivido con mi hermano durante varias semanas interesantes, pero es raro ver a los tórtolos ir de aquí para allá. Eso sí, Irene está la pobre dando vueltas como un pollo sin cabeza todo el día. Lando es más... El segundo hijo de Carlos.

A Dani no le molesta eso en absoluto, está encantada de tener a cualquiera de sus tíos cerca. Pero extraña a Daniel. Y yo también lo hago, no voy a mentir. Antes de irme a vivir con él era más secundario, no me molestaba tanto tenerlo lejos, pero desde que compartimos casa siento que nos hemos unido más.

Ahora mismo, el inglés y mi... Carlos, preparan una salida para jugar al golf, mientras yo le doy de comer a Daniella, que los mira atentamente, como si les entendiera.

- ¿Te apuntas? - Me dice Lando, sacandome de mis pensamientos.

- ¿Yo? ¿Al golf? - Me río ante la sola idea y niego con la cabeza.

- Será divertido - asegura el de ojos verdes.

- Pero no sé jugar - replico encogiéndome de hombros mientras limpio a Dani, que se ha manchado la mejilla de papilla.

- Lando tampoco, no te preocupes - se burla Carlos, ganándose un insulto del inglés.

- El tonto que tienes por novio puede enseñarte - sugiere alzando y bajando las cejas.

Me río y vuelvo a negar con la cabeza, escuchando cómo los dos supuestos hombres se pelean infantilmente.

- Irene vendrá, y no quiero estar de sujetavelas - se queja Carlos haciendo un puchero.

Les miro a los dos y luego a Dani, como si ella fuede a darme la respuesta.

- Está bien, está bien. Iré. Pero si os reís de mí...

- Nos castrarás, sí, ya lo sabemos - interrumpe Lando rodando los ojos.

- No iba a decir eso - me río yo.

- Pero es lo que Irene dijo - murmura el inglés sonriendo. - Tranquila, ella tampoco sabe jugar. Puede que vaya obligada.

- Maldito machista opresor - se burla Carlos dándole un codazo.

- Ya ves, soy malísimo - responde el otro, y yo me río y ruedo los ojos.

Dos niños pequeños totalmente.

Me levanto con Daniella en brazos y voy a su cuarto para dormirla, puesto que ya es la hora de que se duerma. Me siento en un sillón que hay y la mezo despacio, cantándole suavemente, y poco a poco sus ojitos se van cerrando.

- Te quiero muchísimo, mi niña - susurro besando su cabecita cuando la canción acaba.

Ella suspira medio dormida y yo sonrío. Mi preciosa niña... Mi pequeña Sainz, porque aunque se apellide Ricciardo, queda claro a quién se parece más.

Lando toca en la puerta sutilmente y asoma la cabeza por la puerta.

- Voy a recoger a Irene del trabajo. Adiós cuñadita - me sonríe y luego mira a Dani. - Dile de mi parte que la quiero mucho - susurra guiñándome un ojo.

- Lo haré - asiento riendo un poco.

Se despide con la mano y cierra la puerta, dejándome a solas con mi hija de nuevo. Alcanzo a oír las voces de los dos hombres en el salón y luego la puerta de la casa cerrarse. Cuando me quiero dar cuenta, Dani está dormida, así que la dejo en su cuna y cuando estoy por salir, mi teléfono vibra en mi bolsillo.

- ¿Diga?

- ¿Has visto las noticias? - Inquiere Scottie claramente alterada.

- No... ¿Qué pasa?

- Te he mandado un link - murmura para después colgarme.

Gruño por su brusquedad y nerviosa reviso mi bandeja de mensajes. Me aparece un mensaje de mi manager, que efectivamente es un enlace. Poncho en él y me comduce a una noticia.

Carlos Sainz y su fin de semana de diversiones en Portugal

Se ha podido ver que la carrera de Portugal ha sido una de las más entretenidas para los pilotos, ya que en ausencia del espectáculo de la cantante Allison Ricciardo, se han realizado otras muchas actividades.

Destacan sobre todas ellas la pasarela en la que participaron pilotos acompañados de modelos reales, y fue casi cómico ver la diferencia entre la experiencia de ellas y la de ellos.

Además de risas y un montón de fotos magníficas, la pasarela dio lugar a muchos más grandes momentos, como la fiesta realizada en una de las discotecas más famosas de la ciudad. Lo más destacable de la noche, sin duda son las fotos que se han filtrado del mismísimo Carlos Sainz Jr junto con la modelo Raquel Jiménez, una antigua ex novia.

Lleva un tiempo rumoreándose que el español tiene algo con la cantante que les acompaña casi todas las carreras. ¿Estará ella al tanto de todo esto?

*Fotos*

- Hace 20 minutos.
- Realizado por: Mario Rojas.

El corazón se detiene en mi pecho, y siento cómo el mundo se me cae encima una vez más. ¿Así se sintió Jon? Porque si así fue como se sintió él, definitivamente soy la peor persona que existe.

Las lágrimas brotan de mis ojos por sí solas, y esa sensación de traición y odio que me llenan me abruman hasta el punto de desear matar al puto español.

Apretando el móvil en mi mano, salgo de la habitación de mi hija y voy al salón, donde Carlos está tumbado en el sofá viendo su teléfono tranquilamente. Cuando alza su mirada para verme, frunce el ceño.

- ¿Qué pas...?

- ¿A ti qué mierda te pasa, Carlos? - Le chillo apretando más los puños.

- A mí nada - responde en voz baja, levantándose. - ¿Por qué estás así?

El asco y el odio que me corroen actúan por sí solos, y sin poder controlarme le doy una bofetada.

- ¡No soy una puta a la que te puedes follar y engañar cuando te dé la gana, Carlos! - Gruño fuera de mis cabales.

Él no responde, sólo me mira en silencio, con el ceño fruncido. Veo cómo su mejilla enrojece poco a poco y él no dice nada.

- ¡Habla, mierda! - Grito exasperada.

- No sé qué decir porque no sé de qué hablas, Al...

Le muestro la pantalla de mi teléfono, donde se ven claramente las fotos de él metiéndole mano a esa asquerosa rubia de cuerpo perfecto. Y no se le ve la cara, pero seguramente sea guapísima, mucho más que yo.

- ¿De dónde las has sacado?

Su pregunta es la gota que colma el vaso.

Sin decir una palabra lo dejo ahí plantado, de pie, y camino furiosamente hasta la habitación que hace menos de una semana que compartimos. Es que no me lo creo. Me pide que confíe en él, me pide que le deje formar parte de la vida de Dani y de la mía, me pide que me venga a vivir con él. Me pide todo eso para engañarme con la primera rubia torneada que encuentra.

Agarro mi mochila y empiezo a meter cosas en ella frenéticamente, con el juicio nublado por la rabia que me recorre. Carlos me persigue y me habla, pero yo no le escucho, sólo pienso en irme, aunque no sepa adónde ir. Voy al cuarto de Dani y agarro su bolsa con sus cosas y con cuidado de no despertarla la pongo en su carrito.

- Allison, no hagas esto, por favor - ruega el español mientras yo camino diligentemente hacia la puerta principal de la casa.

- Tú, Carlos Sainz Vázquez de Castro, has sido un error, todo esto ha sido un error, y siempre lo ha sido - digo con toda la rabia que siento, para después salir dando un portazo.

Nota de la autora:

*Huye de los golpes* JAJAJAJAJA. Siento no sentirlo. Ya saben, es por el bien de la trama.

No me matéis, y espero que os haya gustado (AJSKAJSKAJSKA).

Es una hija de puta pero os quiere,

A💛.

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