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Capítulo 18

•|2 de octubre de 2020, Mónaco|•

Cierra la puerta y yo me giro para quedar frente a frente. Carlos me mira con los ojos muy abiertos, como si intentara verme mejor. Le doy al interruptor de la luz y aunque por un momento me deslumbra un poco, merece la pena por tan sólo poder ver bien al español.

Me acerco para besarlo, esta vez con cuidado, con calma, despacio. Sus labios marcan el ritmo y su lengua controla la mía. Es un beso lento, uno que parece durar años y aún así se me hace corto. Es uno de esos besos que rogarías para que nunca acabasen. Eso es lo que Carlos consigue en mí. Paso mis brazos por sus hombros y junto mis manos en su nuca, poniéndome de puntillas para que él no tenga que agacharse tanto. Sus manos sujetan mis caderas y me estrechan contra él con delicadeza. Esto no tiene nada que ver con el fuego que se desató en la discoteca hace un rato, pero es igual de maravilloso.

Carlos me toma por los muslos, haciéndome dar un pequeño saltito para rodear su cintura con mis piernas. Camina hasta que siento mi espalda contra una superficie dura, supongo que la pared. Parece encantarle hacer eso. Sus labios de desvían de los míos, bajando por mi mandíbula y luego mi cuello. Mientras me sujeta con tan sólo un brazo, lleva su mano al final de mi vestido, subiéndolo lentamente. Cuando sus dedos entran en contacto con mi zona sensible, aunque sea por encima de la ropa interior, todo dentro de mí se revuelve, por no hablar del fuerte ardor que nace en mi vientre.

- Carlos - gimoteo sin pretenderlo.

Su nombre sale de mi boca sin siquiera poder tomar cartas en el asunto, como si mi cuerpo reaccionara a él de forma automática.

Siento cómo sonríe mientras besa mi cuello, y su mano hace a un lado mi ropa interior para empezar a acariciar la carne directamente. Su dedo sube y baja, desde mi entrada hasta ese punto de puro placer, haciéndome temblar entre sus brazos. Tiro de su cabello, y él vuelve a besarme, esta vez con más intensidad y deseo. Su lengua me invade y yo la recibo encantada mientras su dedo sigue acariciándome exquisitamente. Arqueo mi espalda para empujar mis caderas hacia su mano, y cuando presiona ese punto mágico siento cómo me derrito.

- Joder - gruño besando de forma autoritaria al español y mordiendo su labio inferior como tantas veces he querido hacerlo.

Rápidamente vuelve a tomar el control él, llevando el ritmo del beso, que lo marca a la vez que introduce uno de sus dedos en mí. Cada vez que su lengua se mueve, su dedo también. Muevo mis caderas de forma desesperada mientras mis manos no hacen más que tirarle del pelo, tratando de robarle el control. Pero tampoco es que quiera hacerlo. Me gusta que me domine. Me gusta que él dé las órdenes y yo sólo reciba placer a cambio.

- Maldita sea, Al, estás tan mojada - bufa añadiendo otro dedo a la ecuación, arrancándome un gemido de la garganta.

- Te necesito, Carlos - ruego con la voz impregnada de desesperación.

No obtengo respuesta, en cambio siento como saca sus dedos de mí y me deja en el suelo, cosa que me extraña.

- Car...

- Shh - me calla él, dándome la vuelta.

Me quedo de cara a la pared y siento su aliento en mi nuca, poniéndome nerviosa. Sus dedos recorren mis brazos hasta llegar a mis hombros. Siento un beso húmedo en mi clavícula y cierro los ojos, echándome un poco hacia atrás para apoyarme en él. Pero rápidamente se aparta y noto sus dedos en mi cuello. Desengancha los cierres del cuello del vestido, dejándolo caer a mis pies, dejándome casi totalmente expuesta a él. Sus manos van a mis caderas de nuevo y me aprieta entre su cuerpo y la pared, haciéndome gemir al sentir su erección en mi espalda.

Me agarra de la coleta y tira con suavidad para inclinar mi cabeza hacia atrás, dándole acceso a mi cuello, que besa, lame y muerde haciendo que le desee como no se imagina.

- Bonito - lo llamo empujando mis caderas hacia él.

- Ya voy, pequeña - responde girándome y subiendo sus manos por mis costados hasta mis pechos. - Eres preciosa, Al, ¿lo sabías? - Susurra acariciando mis tetas y pellizcando mis pezones, que hace rato que están erectos por sus toques.

Me mira a los ojos mientras habla y yo siento cómo mis rodillas tiemblan. No hay marrón en sus ojos, todo se ha vuelto negro.

Ante mi atenta mirada, empieza a desabrocharse la camisa, y yo trago saliva. Tengo la boca casi seca con tan sólo verle y siento la constante necesidad de tocarlo, pero no me atrevo. Deja su camisa caer al suelo y gimo al ver su bronceado y marcado torso. De nuevo ataca mis labios y me sujeta por la cintura, guiándonos hasta la cama. Cuando mis piernas tocan la cama, me dejo caer sentada, mirándole, y él se inclina hacia mí, haciéndome retroceder a mí. Agarra una de mis piernas y pasa sus manos desde el muslo hasta el pie, desabrochando los tacones y dejándolos caer al suelo. Repite la acción en la otra pierna y yo le miro atentamente, sin perderme la forma en que se relame los labios y se los muerde constantemente.

Se quita los zapatos y luego se sube en la cama, sobre mí, y yo le miro de arriba a abajo. Él es tan grande en comparación conmigo que resulta intimidante. Apoya sus manos a ambos lados de mi cabeza y yo le dejo colocarse entre mis piernas. Deja su cadera apoyada contra la mía suavemente, y empieza a hacer un lento vaivén. Yo, que no sé qué hacer, me agarro a las sábanas, moviendo mis caderas también para buscar un poco de alivio en mi clítoris.

Gimoteo su nombre, rogando por un verdadero alivio, pero él mantiene el sutil y leve roce. Me está torturando, y no sé si le odio por eso o sólo son mis hormonas.

- No tengo ganas de quitarte esa lencería tan bonita, Allison... - murmura mi oído, acariciando mi entrepierna por encima de la ropa.

- Por favor - pido con un nudo en la garganta.

Siento incluso ganas de llorar. Le necesito dentro de mí. Ya. Hace meses que no tengo un orgasmo, que no follo, que ni siquiera me toco. Lo necesito de verdad.

Carlos empieza a besar uno de mis pechos, lamiéndolo y mordiéndolo levemente, mientras con una mano toma el otro y lo masajea de tal manera que me hace poner los ojos en blanco del placer.

Constantemente siento cómo mi orgasmo nace y se extingue, como si estuviese en un limbo en el que no llego a correrme pero tampoco dejo de estar cachonda. Me tiene en el límite y ni siquiera sé cómo lo está haciendo.

- Sé que me quieres matar ahora mismo - murmura besando mi vientre y bajando hasta el borde de mis braguitas. - Pero cuando te corras en mi boca será mil veces mejor - asegura consiguiendo que una fuerte punzada de placer vaya a mi entrepierna.

Aprieto las sábanas y llevo una de mis manos a su abundante cabello, tirando un poco de él.

Sus manos se deshacen de mis bragas, bajándolas poco a poco y lanzándolas al otro lado de la habitación. Sus labios van directos a mi hinchado clítoris, dándole la atención que llevaba ya bastante rato ansiando. Tiro fuerte de su pelo y de las sábanas, maldiciendo por lo jodidamente bien que se siente esto.

- Mierda, Carlos, sigue - gimo cerrando los ojos y arqueándome hacia su boca.

Pasa su lengua por los pliegues de mi entrada de arriba a abajo y viceversa varias veces, para luego regresar a mi clítoris. Mientras su lengua se mueve en círculos sobre la masa de nervios tan placentera, me mete dos dedos sin muchos miramientos. Él ya sabe que estoy más que mojada. Sus dedos entran y salen de mí casi a una velocidad vertiginosa, y siento cómo una cuerda imaginaria se tensa en mi vientre, provocándome escalofríos y temblores. Pierdo la noción del tiempo y mi mente se nubla, volviéndose borrosa. Sólo está Carlos, dándome placer como jamás me lo habían dado.

Por fin llego a mi deseado orgasmo y mi cuerpo se sacude completamente extasiado ante la sensación. No sé cómo he podido vivir tanto tiempo sin sentir esto. Siento que se va a volver una adicción. Mi respiración es entrecortada y me siento liberada, tranquila y extremadamente feliz. Suelto el pelo de Carlos y las sábanas y me quito el sudor de la cara. No sé cuánto ha durado esto, pero podría pasarme así toda la vida.

Carlos pasa la lengua una vez más por mi entrada, limpiando mi flujo y provocándome una cálida sensación. Cuando sube hasta mis labios y me besa con dulzura, sonrío como una imbécil.

- Ey - saluda él acariciando mi mejilla con suavidad.

- Hola, bonito - le respondo cerrando los ojos y derritiéndome ante su toque.

- ¿Cómo estás? - Pregunta con ternura.

- ¿Cómo se dice en español? ¿De puta madre? - Inquiero mirándole con una sonrisa.

- Sí, se dice así - asiente riendo.

- Gracias, Carlos - murmuro de pronto, y las palabras salen de mi boca antes de que pueda pensarlas.

- No tienes que darme las gracias por esto - se ríe él, y yo me siento un poco estúpida.

- Perdón...

- Tampoco te disculpes - dice besando mis labios. - Hago esto porque me gustas y me gusta darte placer. No me debes nada - explica tranquilamente.

- Ya, pero con Jon... Él nunca... - la simple mención de mi ex hace que Carlos frunza el ceño.

- ¿Él nunca qué, Al? - Inquiere con un tono un poco duro.

- Nunca me... - suspiro avergonzada y me muerdo el labio. - Sólo era sexo, ¿sabes? Ni preliminares, ni sexo oral, ni nada.

- Pues te prometo, Allison Rachel Ricciardo, que a partir de ahora lo vas a probar todo - asegura acariciando mi costado. - Nos vamos a divertir mucho, linda - añade sonriendo coqueto, y yo me río nerviosa.

- ¿Entonces a qué esperas? - Murmuro rodeando su cintura con mis piernas, acercándole a mí y dejándome notar su erección. - Tenemos un tema pendiente - susurro besándole de nuevo.

Se ríe contra mis labios y no pierde el tiempo, volviendo a hacer un vaivén de caderas lento y que yo considero una tortura. Abro mi boca un poco para que su lengua pueda unirse a la mía, mientras bajo mis manos a su pantalón y lo empiezo a intentar quitar. Él se apoya en un brazo para no aplastarme mientras su mano va con las mías, para deshacernos de sus pantalones cuanto antes.

Me separo de sus labios sólo para poder ayudarle mejor a quitarse el pantalón y un gemido se me escapa al ver el tamaño del bulto bajo su bóxer.

- Hostia puta - susurro sintiendo el fuego de mi vientre revivir en cuestión de segundos.

Empiezo a recordar un poco cómo fue esa noche en Australia. Al principio dolió. Era tan grande que dolió...

- ¿Qué pasa? - Jadea Carlos, que lleva demasiado rato esperando a ser aliviado.

- Es enorme - responde mi boca sin poder controlarla yo. Él se ríe y se frota contra mí, haciéndome gemir con fuerza. - Hazlo ya, por Dios - gruño dejando caer mi cabeza sobre ma almohada.

Sus besos van a mi cuello y yo llevo mis manos a sus bíceps, tocando bien los músculos y deleitándome con el hermoso y formado cuerpo del español. Gimo cuando Carlos libera su pene del bóxer y éste se presiona contra mi estómago, totalmente erecto.

Dios santísimo.

Saca un condón de la mesita de noche y abre el sobre con la boca, sacando el preservativo y poniéndoselo bastante rápido. Frota su miembro directamente contra mi clítoris, haciendo que gima con fuerza y clave mis uñas en sus brazos. Muevo mis caderas pata acentuar el roce y pongo los ojos en blanco cuando encuentro el punto perfecto.

- Ahh... Sí, así - jadeo cuando Carlos toma uno de mis pechos con su boca.

Pero ya no quiero más juegos. Le necesito dentro de mí. Así que tiro de su cabello para atraerlo a mi boca. Él lleva su mano hasta nuestras entrepiernas y alinea la punta de su pene con mi entrada, haciéndome temblar con anticipación.

- Ya - ordeno con desesperación y determinación a partes iguales.

Carlos no necesita más señales. Se hunde en mí y yo gimo tan fuerte que siento mi garganta arder. Me llena por completo, y noto cómo roza el fondo de mi cavidad. Se empieza a mover despacio, haciendo movimientos lentos y profundos, mientras me besa para ahogar mis gemidos. Aprieto mis piernas alrededor de su cintura y él me agarra por los muslos, sujetándome para poder penetrarme mejor.

- Me encantas, Allison - gruñe el español embistiendo con algo más de brusquedad. - Estás tan prieta y tan caliente - susurra a mi oído haciéndome temblar.

- Sigue hablándome - ruego entre gemidos, con mi respiración descontrolada y la excitación en aumento.

- Adoro que tu cuerpo responda así al mío - una embestida más fuerte me arranca un fuerte gemido y él sonríe satisfecho. - Me encanta oírte gemir mientras te follo - murmura jadeando, con sus caderas chocando contra las mías sin cesar.

- Mierda, eres un puto dios, Carlos - grito sintiéndome cerca del orgasmo una vez más, arqueando mi espalda y tirando del pelo de Carlos para que me bese de nuevo.

Su lengua invade mi boca por millonésima vez en la noche y yo me dejo hacer, encantada por recibir sus atenciones mientras no deja de embestirme con precisión, haciendo temblar las paredes de mi cavidad.

- Es tan grande - ronroneo mordiendo mi labio.

- Es toda tuya - responde él empujando su polla con fuerza dentro de mí una vez más.

Me estremezco y gimoteo, sintiendo mi garganta adolorida de tanto gemir. Los labios del español se encargan de mi cuello y yo acaricio su nuca, cerrando los ojos y concentrándome únicamente en el placer.

El segundo orgasmo me ataca con fuerza, dejándome tan aturdida y embobada que siento que Carlos lo tiene que hacer todo. Respondo a sus besos vagamente y él no se detiene, pero empieza a hacerlo más suave. Sus movimientos se vuelven erráticos pero más lentos, calmados. Él también está cansado. Sus jadeos se vuelven más sonoros e incluso deja escapar algún que otro gemido que es música para mis oídos.

Su pulgar masajea mi clítoris mientras su otra mano masajea mi pecho, haciendo un combo absolutamente perfecto. No soy capaz de reprimir los gemidos y sus besos son los únicos que me pueden acallar. Vuelvo a apretar mis piernas alrededor de su cintura, notando una vez más cómo llega hasta el fondo de mí.

El tercer orgasmo arrasa conmigo y gimo tan fuerte que siento que me he quedado afónica. Carlos se corre a la vez que yo, gimiendo fuerte y dejándose caer a mi lado, respirando agitadamente y lleno de sudor por el esfuerzo.

Cierro los ojos y pongo mi mano en mi pecho, sintiendo mis fuertes latidos contra la palma de mi mano. Poco a poco me voy tranquilizando y siento cómo la calma se transforma en sueño.

Carlos se levanta de la cama y yo disfruto de las vistas a su trasero mientras camina hacia el baño de la habitación. Me muerdo el labio, conteniendo una sonrisa, y me apoyo en los codos cuando sale con unos boxers nuevos puestos y una camiseta en la mano.

- Para que estés más cómoda - murmura sonrojado, dándome la camiseta y sentándose a mi lado en la cama.

Me incorporo en la cama, sentándome como él, le sonrío agradecida y me pongo la camiseta. Otra sonrisa se me escapa cuando me doy cuenta de que huele a él y me acerco para darle un beso en la mejilla.

- Gracias, bonito - murmuro acomodando su cabello.

- De nada, Al - responde sonriéndome y besando mi cabeza.

Me abrazo a él y el español se abraza a mí, quedándonos en silencio durante varios minutos. Apoyo mi cabeza en su pecho y suspiro, escuchando sus lentos latidos. Él apoya su cabeza sobre la mía y vuelvo a sonreír. La realidad es que sólo me sale sonreír ahora mismo.

- Ha sido genial - opino mirándole.

- Sí, lo ha sido - asiente él apartándose para tumbarse bien. - Pero estoy muy cansado.

- Yo también - admito riendo un poco y recostándome sobre su pecho.

Como hace calor, no nos tapamos con las sábanas, y Carlos alarga el brazo hasta el interruptor que hay junto a la cama y apaga la luz, dejando que la oscuridad invada la habitación.

- Descansa, Al - susurra para después bostezar.

- Descansa, bonito - respondo acurrucándome contra él.

Nota de la autora:

Capítulo más cortito de lo normal pero muyyyy especial AJAJAJAJ. Sé que lo habéis disfrutado, así que buen provecho.

Postdata: recordad que yo nunca os dejaría sin detalles, soy la primera que los necesita JAJAJA.

Os ama,

A💛.

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