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Capítulo 15

•|8 de septiembre de 2020, Mónaco|•

Me despierto totalmente descansada, sintiéndome perfectamente, como si hubiese dormido 10 horas al menos.

Me levanto de la cama y subo las persianas, esperando ver al sol apenas saliendo, y casi me da un patatús al ver que brilla con fuerza y mucho más alto de lo que debería. Frunzo el ceño y me acerco a mi mesita de noche, donde está mi teléfono. De nuevo casi me desmayo al ver la hora. Las 10 AM. ¿Y Dani? ¿No se ha despertado?

Decido bajar a la cocina, y entonces todo cobra más sentido.

Dani está sentada en su sillita, con un biberón entre las manitas, mientras Carlos me da la espalda, probablemente cocinando algo. Me tomo mi tiempo de analizar su musculosa espalda desnuda. Le hago un gesto a Dani para que no haga ruido cuando me ve y me sonríe. Me acerco con cuidado al español y me asomo para ver que está preparando gofres.

- Tienen buena pinta - murmuro sobresaltándole.

- Joder, Al, qué susto - se queja girándose para verme, y yo sonrío, mordiendo mi labio para no reírme. - Buenos días - suspira sonriéndome.

- Buenos días - respondo besando su mejilla.

Me acerco a mi hija, que ya casi tiene vacío el biberón, y la tomo en brazos para ayudarla a acabárselo.

- ¿Llevas mucho despierto? - Inquiero acercándome de nuevo.

- Unas cuatro horas. La escuché llorar y fui yo, así tú podías seguir durmiendo - explica dejando los gofres en un plato.

- ¿Cuatro horas? - Casi grito, sorprendida.

- Sí - asiente tranquilamente. - Le cambié el pañal, le di el biberón, salimos a comprar los ingredientes para los gofres y luego le di un baño. La dejé en el parque-cuna y mientras me duché. Y por último empezó a llorar así que le di otro biberón y mientras empecé a preparar todo esto - narra mientras deja las cosas en la encimera de la isla de la cocina.

Le miro, asombrada, y sonrío sin darme cuenta.

- ¿De verdad has hecho todo eso? - Digo sin creérmelo.

- Sí, y nos lo hemos pasado muy bien, ¿verdad, Dani? - Responde acercándose a nosotras y besando la frente de nuestra hija, que chilla de alegría.

La perfección existe y no me lo va a negar nadie.

- Wow... Una mañana productiva - bromeo riendo, dejando a la pequeña en su silla de nuevo.

- Ajá... Pero necesito un favor.

Ya lo ha arruinado. Hombres.

Asiento con la cabeza y suspiro decepcionada.

- Si no te importa, luego podemos salir a comer fuera y tal vez tomar helado, sólo si no tienes que trabajar - explica sorprendiéndome de nuevo.

Vale, lo ha arreglado. Vuelve a ser perfecto.

- Me parece estupendo, Carlos... - admito sonriendo como una boba.

- Bien - dice felizmente, sentándose y echándole sirope de chocolate a su gofre.

- ¿Nuestras dietas? - Pregunto sonriendo divertida.

- No veo a ninguno de nuestros entrenadores por aquí... - murmura mirando a todas direcciones, haciéndome reír. - Hoy podemos saltarnos las reglas un poco - añade guiñándome un ojo para luego llevarse a la boca el gofre.

He caído por él, lo sé, y cada vez es más evidente. Cada vez, me da más motivos para estar totalmente loca por él.

°°°

Me río y ruedo los ojos, escuchando atenta la historia de Carlos. Además, tengo que fingir que su acento al hablar inglés no me hace gracia, y eso es realmente difícil.

- ... y cuando mi madre se enteró casi nos asesina, pero nuestro padre, sorprendentemente, nos cubrió - relata riendo.

- Eso sí que es suerte - señalo dándole una lamida a mi helado de cucurucho.

- Un poco sí - asiente sonriéndome. - Moraleja: nunca te fíes de tu hermana pequeña para conducir, por muy lista que sea.

- Ey, que en mi casa la hermana pequeña soy yo - me quejo frunciendo el ceño.

- Pero ya sabes conducir - cavila encogiéndose de hombros. - A mí me costó todos mis ahorros - recuerda con una mueca.

- ¿A quién se le ocurre dejarle conducir a una niña de 12 años? - Me río yo.

- ¡A mí! - Dice soltando una carcajada. - Pero ya sabes cómo es... Es muy persuasiva cuando quiere, y de pequeña lo era más - se queja y yo asiento.

- Pues sí. Hizo que aunque no me fiara de ella, pensase que Daniella era tuya - comento mirando a la pequeña.

- Creo que era demasiado obvio y no queríamos verlo - opina suspirando. - Se parece mucho a mí y a Irene.

- No me lo recuerdes - bromeo rodando los ojos, y escucho su hermosa risa.

- Hablando de familia y eso... - murmura poniéndose algo más serio, y yo le miro atenta. - Tengo que decírselo a mis padres.

- Y yo a los míos... Quiero decir, que Dani es tuya. Creo que lo tuyo es peor, de ti no esperan esto para nada - intento arreglarlo y lo acabo empeorando, pero él me sonríe un poco y mira a Daniella.

- ¿Cómo le dices a tus padres que tienes una hija de diez meses y te acabas de enterar? - Inquiere con la mirada perdida y el ceño fruncido.

- Pues les pides que se sienten y se lo dices con tacto - respondo poco convencida.

- Me van a asesinar - dice riendo con amargura. - O tal vez les hace ilusión tener nieta... No sé. Creo que primero me querrán matar y luego lo aceptarán - se encoge de hombros.

- ¿Cuándo se lo dirás? - Pregunto con cuidado.

- La semana que viene es la boda de Blanca, mi hermana mayor. Creo que aprovecharé los días que me quede allí para contárselo. Supongo que al día siguiente de la boda, para no chafarles el gran día de mi hermana - explica con seguridad. - Si no regreso, pide que busquen mi cadáver - bromea mirándome con una sonrisa, y yo me río.

- Vale, lo haré - asiento.

Nos quedamos en silencio un rato, ambos comiendo de nuestros helados mientras Daniella se bebe otro biberón. Lo que me sorprende de cuando estoy con Carlos es que no necesitamos hablar todo el tiempo, el silencio es cómodo y no siento la necesidad constante de hablar o distraerme, simplemente disfruto de la calma y la seguridad que siento con él.

Mientras más lo pienso, más claro tengo que tal vez todo esto es lo correcto, que por una vez no me he equivocado. Mientras más vueltas le doy al asunto, más claro tengo que lo de Jon fue una pérdida de tiempo y por fin estoy donde debería. Mientras los segundos pasan junto al español, más sencillo me resulta sentirme como en casa. Esto era lo que tal vez llevaba esperando toda mi vida y apenas me doy cuenta. No me quejaré si este es mi destino, por difícil que sea a veces.

Carlos es un buen hombre y confío cada vez más en él y en sus intenciones con nosotras. Prometió estar aquí y lo está cumpliendo, así que de momento sé que es de fiar. Y me quiero fiar de él, porque me gusta un montón y no quiero arruinarlo.

- ¿Cuándo te vas a Italia de nuevo? - Inquiero por sacar tema de conversación.

- Mañana por la tarde - responde acabándose su tarrina de helado. - ¿Y tú?

- El jueves por la mañana - murmuro dándole un bocado a la galleta del cucurucho.

- Podéis venir conmigo, mejor - propone distraídamente, aunque sé que ha estado meditando la propuesta bastante tiempo.

- ¿No puedes vivir sin nosotras? - Me burlo de broma, y él sonríe.

- Podría, pero no quiero - replica, guiñándome un ojo.

- Odio que seas tan tierno - me quejo haciendo un puchero.

- Y yo odio que seas tan perfecta - contraataca haciéndome sonrojar y tener que controlarme para no llorar.

Soy muy llorona y de lágrima fácil, lo sé y lo admito.

Dani empieza a llorar, clamando atención, y me obligo a apartar la mirada de los hipnotizantes ojos cafés de Carlos, que me dejan embobada cada vez que me mira con tanta intensidad. Tomo a mi hija en brazos y la intento calmar, pero cuando veo que busca mi pecho me sonrojo.

- Te has bebido un biberón ya - le riño aunque no me entienda.

Miro a Carlos pidiendo ayuda y veo cómo sonríe divertido, así que le fulmino con la mirada.

- No me mires así, yo no tengo leche - se defiende alzando las manos en señal de rendición, y yo suspiro. - No tiene nada de malo, es normal - añade adivinando mis pensamientos.

No me gusta darle el pecho a Dani en público; me miran mal o me miran de forma pervertida y repugnante.

- Pero me da vergüenza - replico yo, mirando a mi hija, que llora queriendo más comida.

No, nunca se cansa de comer.

- Si quieres, volvemos ya a casa - sugiere tranquilamente, y aunque al mirarle espero ver enfado o decepción (como pasaba con Jon), sólo veo preocupación y comprensión.

- Por favor - asiento sonriéndole suplicante.

Él se levanta para entrar a pagar y enseguida está fuera, dispuesto a marcharse sólo por mí. No veo ninguna señal de molestia en su rostro y eso me hace sentir un poco menos estúpida.

°°°

Son las 10 PM y Dani ha caído rendida después de jugar toda la tarde. Voy al salón, y al llegar veo a Carlos tumbado a lo largo del sofá. Le miro durante unos segundos, esperando a que me haga un hueco, pero no lo hace. Carraspeo y consigo captar su atención, y él sólo responde con una pequeña sonrisa antes de volver a mirar la tele. Frunzo el ceño, enfadada, hasta que me doy cuenta de qué pretende. Me debato mentalmente si aceptar su indirecta invitación o si le hago yo misma a un lado.

Todo en mí me ruega hacer lo primero.

Me tumbo con cuidado sobre él, poniendo mi cabeza en su pecho y mis piernas a ambos lados de su cintura. No sé dónde poner las manos, y eso me pone más nerviosa de lo que ya estoy. Mi corazón da un brinco cuando Carlos rodea mi cintura con sus musculosos brazos y, nerviosísima, opto por poner mis manos en su pecho también. Finjo que no me vuelve loca que esté sin camiseta, sin ninguna tela más que la de mi camisón entre nosotros. Siento bajo mi mano los desbocados latidos de su corazón, y escucho los míos propios con fuerza. Nuestras piernas se enredan sin pretenderlo y noto cómo empieza a acariciar mi costado de forma suave. Lo miro y tiene su mirada fija en el televisor, pero sé que no está prestándole atención; sé que está casi tan nervioso como yo.

- He estado pensando y prefiero irnos a Italia los tres juntos, mañana por la tarde - le informo tratando de apartar mis pensamientos y distraerme de la situación en la que estamos.

Él al fin me mira, sonriendo y con los ojos brillantes de ilusión.

- Perfecto, así podré pasar más tiempo con vosotras - declara besando mi cabeza.

Me sonrojo un poco y escuendo el rostro en su pecho, escuchando su leve risa.

- Algún día tendrás que dejar de sonrojarte cada vez que yo haga algo - se burla obligándome a mirarle.

- Es difícil - me quejo infantilmente.

- ¿Por qué? - Inquiere acariciando mi mejilla.

- Porque... - suspiro, organizando mis ideas y planteándome si debo soltarle la verdad sin más. - Por primera vez en mi vida me hacen sentir valiosa y realmente querida, por eso es...

Se queda mirándome un poco serio unos segundos que se me hacen eternos, y yo no paro de pensar que tal vez la he cagado diciendo eso. Debería haberme callado, sí, ya me doy cuenta.

- No te creo - murmura negando con la cabeza. - Es imposible que a alguien como tú no le hagan sentir como la verdadera reina que es - comenta con tranquilidad y... ¿enojo?

- Tonterías - bufo apartando la mirada.

Se incorpora en el sofá, llevándome con él y obligándome a sentarme en su regazo a horcajadas, con sus brazos aún rodeándome y su rostro frente al mío. Me fijo en cómo frunce los labios, esos carnosos y deliciosos labios...

Concéntrate, Allison.

- ¿Qué es una tontería? - Inquiere.

- Que pienses que soy una reina - respondo tranquilamente.

No, no lo soy. Soy una chica insegura y que no sabe lo que hace con su vida. Soy una niña que intenta ser una mujer y cuidar de una bebé. Soy una persona que tiene miedo hasta de su sombra y que no se fía ni de su reflejo. No soy una reina, pero es que ni siquiera llego a bufón.

- ¿Por qué una verdad sería una tontería? - Replica él, por su parte, llevando sus manos a mi cintura.

Maldigo a todos los dioses que existen y trato de concentrarme en la conversación.

Me encojo de hombros ante su interrogante y él suspira, cansado.

- Vamos a tener que arreglar esa autoestima tuya... - comenta besando mi hombro. - Empezando con decirte y tratar de convencerte de que eres una de las mujeres más increíbles que he conocido en mi vida.

Muerdo mi labio y asiento levemente con la cabeza. Enamorada como una adolescente, así estoy. Y lo que más me gusta de Carlos es que no solo me dice esas cosas lindas, sino que me las demuestra con gestos.

- Me temo que nos queda mucho trabajo por delante respecto a eso, Carlos - admito agachando la mirada.

- Tenemos todo el tiempo del mundo, ¿o no, Al? - Pregunta para luego tomar mi barbilla, alzando mi cabeza hacia él, para después besarme con cuidado, como si yo estuviera hecha de cristal.

- Supongo que sí - asiento contra sus labios, volviendo a besarle por necesidad.

•|9 de septiembre de 2020, Toscana, Italia|•

En cuanto pisamos el aeropuerto, al menos una docena de fans aparecen pidiendo autógrafos. Algunos son fans míos, otros de Carlos, y un par de ellos de ambos. Así que la tarea que normalmente ocuparía unos diez minutos, tarda más de media hora. Pero no me quejo, ya estoy más que acostumbrada.

- Qué pesadilla - bromea Carlos mientras metemos las cosas en el maletero del lujoso McLaren gris.

- Son lindos - opino encogiéndome de hombros.

- Hacen demasiadas preguntas - replica rodando los ojos. - "Qué coincidencia que estéis los dos aquí juntos, ¿no?" Ya van a empezar con los rumores - bufa, y parece realmente enojado.

- ¿Y qué tiene eso de malo? - Pregunto con cuidado.

Él cierra el maletero sin mucha delicadeza y suspira. Parece muy molesto a decir verdad.

- Pues que por una vez en mi jodida vida quiero que los medios me dejen en paz y me dejen privacidad, porque literalmente todo lo que hago o dejo de hacer está en un puto periódico que o me halaga o me critica y estoy hasta los cojones - explica manteniendo el tono y las formas, pero sonando brusco.

Cierra los ojos y suspira, y yo le miro en silencio y algo abrumada por su actitud.

- Lo siento, Al, tú no tienes culpa de nada de eso - suspira abriendo los ojos y mirándome. - Olvídalo - murmura acercándose a mí y besando mi frente.

Le sonrío un poco y mientras él sube al coche yo me aseguro de que la sillita de Dani está bien acoplada al auto antes de sentarme en el lado del copiloto.

El trayecto en coche es silencio y no tan cómodo como suele serlo, y miro por la ventanilla distraídamente mientras suena la radio de fondo. Dani no hace ruido, y supongo que es porque se ha dormido. Siempre que vamos en coche se duerme, como si le relajase. Sólo pensar que la sangre de dos pilotos corre por sus venas me asusta. Juro que como Carlos siquiera piense en subirla a un kart lo mato. Y mi hermano también. Pensándolo bien, ¿en qué me he metido? Vivo con un piloto y salgo con otro. Y Dios, Lando adora a Dani, también es piloto, y si es su "tío" también querrá meterla en los karts.

Virgen Santísima de los coches, ¿en qué lío me he metido? Rezaré para que mi niña sea más de cantar, como yo.

¿De qué estaba hablando yo? Ah, sí, Carlos y su enfado y la situación un pelín incómoda.

Me sorprende que se haya enfadado con tanta facilidad. Por lo que sé (porque él y yo hemos hablado mucho en estos tres días), se supone que sabe mantener la compostura y que rara vez muestra si está enfadado. Y es verdad, más de una vez lo he visto por la tele después de una pésima carrera actuar con normalidad y tranquilidad, como si nada hubiese pasado. Creo que es hora de preguntarle por qué se ha enfadado tanto.

- Bonito - lo llamo, y él sonríe por el mote.

Se lo he dicho esta mañana y le gustó, así que pienso seguir usándolo.

- Dime, Al - responde mirándome de reojo durante un segundo para devolver la vista a la carretera.

- ¿Por qué te has puesto así? - Inquiero mirándome las uñas, las cuales piden una manicura a gritos.

- Porque las noticias y yo es un tema sensible - explica vagamente.

- Necesito más información, bonito - insisto mirando por la ventana.

- No me gusta que estés tomando tanta confianza de golpe - bromea haciéndome reír. - Antes hacías menos preguntas.

Su risa ronca me provoca un escalofrío y sonrío genuinamente. Carlos, por favor, deja de hacer todo de forma tan jodidamente sexy.

- No desvíes el rumbo de la conversación - replico alborotando su cabello, y él sigue conduciendo en silencio.

Me quedo mirándolo durante algunos minutos, esperando a que hable, sin querer presionarle, y cuando finalmente suspira sé que se ha dado por vencido.

- Toda mi vida he tenido un paparazzi siguiéndome. Primero por el mero hecho de ser hijo de Carlos Sainz, luego por estar en los kartings, luego por empezar a competir en cosas importantes, y luego por entrar en la F1. Estoy harto de que critiquen y sigan todo lo que hago y estoy harto de que persigan a mi familia. ¿Sabes cuántas mierdas he tenido que leer sobre Blanca o Irene? Y ahora que sois mi familia no quiero que pase lo mismo, no quiero tener que leer nada malo sobre vosotras o sobre nuestra familia.

Le escucho atenta y tengo que fingir que el corazón no me da un vuelco cuando se refiere a nosotras como su familia. Me trato de centrar en sus palabras y no más allá.

- Lo entiendo, Carlos - murmuro tratando de reconfortarlo un poco. - Mi hermano es Daniel Ricciardo y yo soy más o menos una cantante famosa, estoy acostumbrada. No te tienes que preocupar por esas cosas, simplemente, aprender a hacer oídos sordos.

- Supongo que tienes razón - suspira y cambia de marcha. - Mi madre siempre dice eso de "a palabras necias, oídos sordos". Es más fácil decirlo que hacerlo - confiesa pasándose la mano por el rostro cuando paramos en un semáforo en rojo.

- Sí que lo es - asiento cruzándome de brazos. - Pero prométeme que no te vas amargar por eso.

- Lo intentaré - asegura tranquilamente.

El semáforo se pone en verde y el coche de nuevo se pone en marcha. Le veo conducir y regreso a la cuestión que me obligué a ignorar hace unos instantes: Dani y yo somos de su familia. Nos considera de su familia. Intentaré no entrar en pánico. Es más, considera que los tres somos una familia. Necesito una almohada para chillar contra ella de la emoción que siento.

Una tonta sonrisa se forma en mi rostro ante esa perspectiva: los tres, en una casa, como una familia de verdad. Creo que estoy queriendo ir demasiado lejos en muy poco tiempo. Pero con un hombre como él, ¿quién no se haría ilusiones? Joder, si es que después de pasar dos minutos a solas con él cualquiera querría tener dos hijos y un gato con él. Al menos es lo que mi yo enamorada quiere. Pero mi yo adulta madura me dice que eche el freno. Sin prisa pero sin pausa, como Scottie dice siempre.

Además, tengo una hija. Bueno, tenemos. No podemos tomarnos la libertad de comportarnos como adolescentes hormonales y locamente enamorados. Hablando claro: no podemos permitirnos hacer como Lando e Irene. Su historia es preciosa y los dos son lindísimos juntos, pero en mi situación no puedo permitirme ese drama de por medio. Tengo que ir despacio y asegurarme mi "felices para siempre".

•|13 de septiembre de 2020, Toscana, Italia|•

Suspira por milésima vez y se pasa las manos por el rostro y luego por el pelo, denotando la frustración que siente.

La carrera no ha sido dura, es que simplemente no la ha acabado. Y yo no sé qué hacer. Cuando a mi hermano le va mal le mando un mensaje diciéndole que la próxima vez irá mejor y ya está. Y no es que yo sea mala persona, cuando a mí me va mal en algún concierto hace lo mismo.

Sin embargo, con Carlos, es distinto. Siento la necesidad de hacerle sentir mejor. El rato que ha estado jugando con Dani, han sido todo risas, pero ahora que se ha dormido y sabe que tiene que irse, todo son caras largas.

- Lando te espera - le recuerdo acercándome a él, que está postrado frente a la cuna de Daniella, viéndola dormir.

- Lo sé, pero no quiero lidiar con Lando ni con nadie ahora... Rupert me va a torturar en cuanto pise Inglaterra, Caco me sermoneará sobre lo irresponsable que soy y me recordará lo que dicen los medios, Irene está hecha mierda por la muerte de su perrita, y yo, simplemente, me quiero quedar con vosotras - explica mirándome con tal tristeza en los ojos que me podría poner a llorar.

A veces odio ser tan empática y tan llorona.

- Lo sé, bonito - acaricio su brazo y me pongo de puntillas para besar su mejilla. - Yo tampoco quiero ir a Mónaco con mi hermano y lidiar con Scottie o Liv... Es lo que toca.

- Y luego tendré que contarle la noticia a mi familia - me recuerda frunciendo los labios. - Eso es lo peor sin duda. Por no hablar de la tortura de escuchar a mi padre reprochándome lo de hoy - cierra los ojos y sacude la cabeza.

- Se te han juntado todas las desgracias - bromeo haciéndole sonreír, y él niega con la cabeza.

- No sois una desgracia, Al - niega tomando por la cintura y besándome con ternura. - Nunca lo seréis.

Estoy por responder cuando tocan a la puerta y lo que sucede a continuación nos indica quién podría estar al otro lado.

- ¡Perderemos el avión, Carlous! ¡No es momento de hacerle otro hermanito a Dani! Aunque por mí perfecto... - sigue hablando solo al otro lado de la puerta y los dos rodamos los ojos.

- Me voy antes de que se haga ilusiones - bromea Carlos besando mi frente.

- ¿Quieres que Dani sea hija única? - Sigo con la broma y él enarca una ceja.

- Por ahora sí, pero podemos ir practicando para más adelante - sugiere guiñándome un ojo y caminando hasta la puerta, para luego abrir y mostrarnos a Lando con una sonrisa de lado.

- Wow, tenéis ropa - se burla ganándose un empujón del español.

- ¡Adiós, Al! - Se despiden a la vez, y yo me río cuando escucho la colleja que Carlos le da al inglés.

- ¡Yo le llamo Al! - Se queja el español.

La puerta se cierra y yo río y niego con la cabeza.

Sí. Quiero ser parte de esa familia.

Nota de la autora:

Eyy. ¿Todo bien? ¿Todo correcto? Y yo que me alegro. Yo no estoy en mi mejor momento, pero eh, vamos tirando. Nada que no pueda sacar adelante.

Estos capítulos están siendo más suaves, pero prometo que poco a poco esto va a ir adquiriendo un tono más cómico y picante... O tal vez dramático *música de suspense*. ¡Ojalá os esté gustando de todos modos!

Postdata: si hay alguien que no entienda algo relacionado con Lando e Irene, no se quiera leer la historia y quiera saberlo para entender esta historia, que me lo diga y así puedo ayudar <3.

Os ama muchísimo,

A💛.

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