21. Refugio de esperanza
"La verdadera riqueza no se mide en posesiones materiales, sino en la calidad de los lazos que creamos y en el apoyo que brindamos a quienes nos rodean. Encontrar fortaleza en nuestros corazones y en el apoyo mutuo es el verdadero tesoro que nos enriquece a todos."
Kimberly, vestía un conjunto de ropa de marca, compuesto por una blusa de seda rosa pálido y una falda ajustada a juego. Sus zapatos de tacón alto completaba su apariencia elegante y sofisticada. Por otro lado, Dennis, su novio, llevaba unos jeans desgastados y una camiseta casual, mostrando su estilo relajado pero moderno.
Ambos se encontraban en la sala de estar de su lujoso apartamento, con muebles de diseño y una decoración impecable. Dennis, con una sonrisa en el rostro, intentaba convencer a Kimberly de acompañarlo a un refugio para ayudar a los necesitados.
— Vamos nena, será divertido y de paso podrás superar tu trauma —comentó Dennis, con entusiasmo en su voz.
Kimberly, con una expresión de desagrado en su rostro, cruzó los brazos y respondió con frialdad:
— No, no lo haré. Yo te apoyo desde aquí, si quieres te mando un cheque.
Se acomodó en el sofá, acariciando suavemente las suaves sábanas de seda rosa que cubrían el mueble. Su mirada reflejaba su desdén hacia la idea de ayudar a los menos afortunados.
Dennis, visiblemente decepcionado, se acercó a Kimberly y trató de mantener la calma mientras le respondía:
— Verás que no será igual, hacer algo por tu cuenta te hace sentir importante, verás que te sentirás bien contigo misma, amor.
Kimberly, con una mirada desafiante, interrumpió a Dennis con un comentario hiriente:
— Yo me siento genial conmigo misma, Dennis. No necesito hacer esas cosas para sentirme bien, estoy perfecta tal y como soy.
Dennis frunció el ceño, visiblemente afectado por las palabras de Kimberly. Se acercó aún más a ella, buscando su mano, pero ella se apartó con desdén.
— No puedo creer que no estés dispuesta a hacer algo por los demás, Kimberly. Pensé que eras diferente, que tenías empatía. Pero parece que solo te importa tu comodidad y tu egoísmo.
Kimberly se sintió herida por las palabras de Dennis. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras respondía con voz entrecortada
— No es eso, Dennis. Solo me siento obligada de hacer algo que no deseo hacer y tú te molestas por lo mismo.
La tensión en la habitación era palpable. Ambos se miraron en silencio, sintiendo la brecha que se había formado entre ellos. El amor que una vez los unió ahora parecía desvanecerse en medio de sus diferencias.
Dennis, con voz suave pero firme, intentó encontrar una solución:
— Kimberly, entiendo que no te gusta nada de eso pero debes tener más empatía, por favor haz esto por mi. No todos tienen el privilegio que tú y tu familia tienen ¿No te importa en absoluto?
Kimberly se mordió el labio inferior, luchando contra sus emociones encontradas. Finalmente, suspiró y miró a Dennis a los ojos.
— Está bien, Dennis. Iré contigo al refugio. Pero no prometo mucho, sabes que no es lo mío, solo un rato y ya.
Dennis sonrió, aliviado por la decisión de Kimberly. Tomó su mano con ternura y la abrazó. — No sabes lo que significa para mí que hagas eso por mi. Verás lo bien que te vas a sentir y lo feliz que me acabas de hacer.
Dennis y Kimberly llegaron al refugio, un lugar modesto y humilde. El edificio era antiguo y desgastado, con paredes descascaradas y ventanas rotas. El ambiente dentro del refugio era sombrío y lleno de tristeza.
A medida que caminaban por los pasillos, Kimberly no podía evitar sentir una mezcla de incomodidad y desprecio hacia el lugar y las personas que allí se encontraban. Las miradas cansadas y desesperanzadas de los residentes del refugio parecían penetrar en su alma, recordándole la realidad de la pobreza y la necesidad.
Las personas que vivían en el refugio llevaban ropas desgastadas y sucias, reflejando la difícil situación en la que se encontraban. Algunos de ellos estaban sentados en sillas viejas, mientras que otros se acurrucaban en rincones oscuros. El olor a humedad y desinfectante llenaba el aire, creando una atmósfera aún más deprimente.
Kimberly no pudo contener su disgusto y lanzó un comentario despectivo hacia las personas que estaban allí.
— Mira a estas personas, Dennis. No hacen nada por ayudarse a sí mismas. Están conformes con su situación y no tienen ambición alguna. Es triste ver cómo desperdician sus vidas.
Dennis, visiblemente molesto por el comentario de Kimberly, se acercó a ella y le susurró al oído en tono firme pero calmado:
— Kimberly, no tienes idea de las circunstancias por las que estas personas han pasado. No juzgues sin conocer sus historias. Todos merecen compasión y respeto, independientemente de su situación.
La discusión entre ellos comenzó a elevarse, con palabras cargadas de frustración y desacuerdo. Dennis intentaba abrir los ojos de Kimberly a la realidad de las personas que vivían en el refugio, mientras que ella se aferraba a sus prejuicios y privilegios.
El drama se intensificaba en los diálogos, con Kimberly defendiendo su postura egoísta y Dennis luchando por transmitirle empatía y comprensión a Kimberly, mientras ella se aferraba a sus prejuicios y privilegios.
— No entiendes, Dennis. Estas personas podrían salir de esta situación si tan solo se esforzaran más. No necesitan nuestra ayuda, solo necesitan motivarse y trabajar duro —dijo Kimberly con desdén en su voz.
Dennis, frustrado pero determinado, se acercó a una mujer mayor que estaba sentada en una silla, con la mirada perdida en el horizonte. Con amabilidad, le preguntó sobre su historia y cómo había llegado al refugio.
La mujer, con voz temblorosa, comenzó a contarle a Dennis sobre su vida llena de dificultades y pérdidas. Habló de cómo había perdido su trabajo, su hogar y a su familia. Sus palabras estaban llenas de dolor y desesperación, pero también de resiliencia y esperanza.
Dennis miró a Kimberly, buscando que escuchara las palabras de la mujer y comprendiera la realidad que enfrentaban. Sin embargo, Kimberly desvió la mirada, negándose a escuchar.
— No me importa su historia, Dennis. No puedo relacionarme con ellos. No puedo cambiar mi forma de pensar —dijo Kimberly con frialdad.
Dennis, sintiendo una mezcla de tristeza y decepción, se alejó de Kimberly y se acercó a un grupo de niños que jugaban en un rincón del refugio. Los niños, con sus ropas desgastadas pero con sonrisas radiantes, le contaron sobre sus sueños y esperanzas para el futuro.
Mientras observaba a los niños, Dennis se dio cuenta de la fuerza y la resiliencia que existía en aquel lugar.
Mientras observaba a los niños, Dennis se dio cuenta de la fuerza y la resiliencia que existía en aquel lugar. A pesar de las dificultades que enfrentaban, estos niños encontraban alegría y esperanza en las pequeñas cosas de la vida.
Dennis se acercó a Kimberly una vez más, pero esta vez con una mirada de determinación en sus ojos.
— Kimberly, entiendo que te resulte difícil comprender esta realidad, pero te pido que abras tu mente y tu corazón. Estas personas merecen nuestra empatía y apoyo. No podemos juzgarlas sin conocer sus circunstancias y luchas.
Kimberly, sintiéndose un poco abrumada por la insistencia de Dennis, decidió bajar la guardia y escuchar lo que tenía que decir.
Dennis continuó: — Todos estamos en diferentes etapas de la vida y enfrentamos desafíos únicos. No podemos generalizar ni asumir que todos tienen las mismas oportunidades. Es importante recordar que la compasión y el apoyo pueden marcar una gran diferencia en la vida de alguien.
Kimberly reflexionó sobre las palabras de Dennis y comenzó a ver las cosas desde una perspectiva diferente. Observó a las personas del refugio con nuevos ojos, reconociendo su valentía y su lucha diaria.
Decidió acercarse a una mujer que estaba sentada sola en un rincón y le ofreció una sonrisa amable. La mujer, sorprendida por el gesto, respondió con gratitud y comenzaron a conversar.
A medida que Kimberly escuchaba la historia de la mujer, su corazón se ablandaba y su comprensión se ampliaba. Comprendió que cada persona tenía una historia única y que, a veces, solo necesitaban un poco de apoyo y compasión para encontrar su camino hacia una vida mejor.
Kim se encuentra con una pequeña niña, de unos ojos azules y una cabellera negra larga aún que bastante mal cuidada.
— Hola cielo, ¿Cómo te llamas?
— Soy Heder, tienes unos ojos muy bonitos.
— Ven Heder, come algo.
La joven llevo a la niña a la pequeña mesa donde el refugio proporcionaba algunos alimentos. No comprendía cómo alguien de su edad estaba en un sitio así.
— ¿Tus padres están aquí?
— No tengo padres, mi tía me trajo aquí, hoy es mi cumpleaños.
Las palabras de la pequeña hicieron que si corazón se estrujars un poco. Había cosas que no entendía y su mente se sentía confundida con respecto a la idea con la que había llegado.
— Lo siento, a veces soy algo... Hablo sin pensar por así decirlo. Y feliz cumpleaños
— No te preocupes, mis papás se fueron porque no me querían y gracias.
— Yo... Ya vengo...
Kim se alejo rápidamente dejando a la niña sola y salió de aquel lugar, Dennis la miro con desaprobación no esperaba menos de ella de cierta forma sabía que esto no era su fuerte y no podía pedirle mucho más a veces era un caso perdido.
Después de un rato, el sonido de un motor se escucha a lo lejos. Todos se acercan a la entrada del refugio y ven cómo un vehículo se detiene frente a ellos. El chófer baja y comienza a sacar cajas y bolsas llenas de regalos, ropa y comida junto a una caja grande.
La alegría se desborda en el refugio mientras los niños y adultos reciben sus regalos con una sonrisa en el rostro.
— ¿Que es todo esto Kimberly?
Pregunto el mayor mirando el vehículo que sabía que pertenecía a su novia. Desde que ella había salido no había vuelto y el no había ido detrás de ella.
— Pues... Me dijiste que había que ayudar ¿No? Bueno la única forma que yo conozco de como funciona el mundo es con cosas materiales. Y aparte hablé con una niña que está de cumpleaños y todos merecen un pastel creo...
— Honestamente pensé que te habías marchado a tu casa o algo así, no esperaba esto viniendo de ti no es muy acordé a tu personalidad pero me alegra que sea así.
Kimberly y Dennis se sienten felices de poder brindar un poco de alegría y esperanza a estas personas que han pasado por tanto.
— ¿Dónde dejo el pastel?
Pregunto el chófer y Dennis miro a su pareja extrañada.
— Te dije. Ven
Tomo su mano y le hizo una señal al chófer para que llevarán la caja a la mesa donde había estado horas atrás, el mayor ayudo a colocar el pastel en la mesa mientras Kimberly buscaba a la niña.
Cuando la encontró la hizo acercarse a la mesa y prendieron las velas para entre todos cantarle el feliz cumpleaños.
El día continúa con risas, juegos y agradecimientos. Kimberly y Dennis se dan cuenta de que, aunque no pueden cambiar las circunstancias difíciles que han llevado a estas personas al refugio, pueden hacer una diferencia en sus vidas al brindarles apoyo y momentos de felicidad.
Este evento fortalece el vínculo entre Kimberly, Dennis y los residentes del refugio. De manera simbólica Kim y Dennis adoptaron a la pequeña haciéndose cargo de algunos aspectos económicos en la vida de la misma
— Fue lindo, eso creo aunque no es algo que vuelva hacer seguido.
La sonora risa de Dennis se hizo presente haciendo que lo mirará, podía ver en sus ojos que aquellas palabras solo le habían dado gracia, no se había molestado, ni decepcionado lo cual era algo que la dejaba más tranquila.
— Lo se princesa, descuida. Solo quería que intentas cosas nuevas me siento bastante orgulloso de ti, y tus hermanos igual.
Su barbilla se fue hacia otra dirección frente a ellos haciendo que mirara hacia aquel sector lo cual me sorprendió el ver a Viktor y Alina, no deseaba que la vieran, sabía que esto se prestaría para varias bromas.
— Vaya, vaya ¿Qué hacen ustedes por aquí? Nunca pensé ver a Kimby por estos lugares.
— Vinimos a pasear.
Respondí a mi hermano mayor de forma cortante, no deseaba que supieran nada de lo que hacía porque eran las personas más molestas del mundo.
— Dennis ¿Que hacen por aquí.?
— Vinimos a un refugio y Kim hizo algunas donaciones.
Mire de mala forma al mayor, no podía creer que les hubiese dicho supuse que se había dado cuenta que no deseaba que nadie supiera nada, no comprendía su necesidad de nunca omitir información.
Las carcajadas de mis hermanos no se tardaron en aparecer suponía que pensaban que era una broma, y ahora que lo meditaba mejor para mí que pensaran aquello, la seriedad por parte mía y de mi novio los hicieron callar notando que no había mentido y por alguna razón me abrazaron ambos aunque dicho gesto no duró mucho ya que me aleje de ellos.
— Vaya, nunca pensé que Kim fuera capaz de algo así, me siento orgullosa de ti hermana, cuñado has hecho un gran trabajo cambiando a mi hermana.
El halago de Alina quedó allí, ya que más que una forma amable lo tomó de forma diferente. Tome la mano de Dennis y lo lleve al vehículo dejando a mi familia allí sin más, el solo pedía explicaciones de mi comportamiento pero ignore aquello, no deseaba hablar.
Al llegar a casa solo suspiré y lo mire con tristeza antes de ingresar a la casa, a este punto parecía que vivíamos juntos pero no sabía si iba a quedarse o irse y honestamente estaba muy molesta para importarme algo así solo me encerré en mi cuerpo, nunca más haría nada así nuevamente y esta vez era una promesa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro