Capitulo 35 - Críticas
Tenía ya seis meses de embarazo, y mi vientre estaba demasiado hinchado. A veces sentía que mis bebés no paraban de moverse, como si estuvieran jugando entre ellos.
Estaba en la biblioteca de la universidad porque se venían la época de exámenes, tratando de concentrarme en mis estudios, cuando sentí un pequeño golpe desde adentro. Sonreí dolorosamente instintivamente y posé mi mano sobre mi barriga.
Matías: ¿Patearon otra vez? —susurró Matías a mi lado, levantando la vista de su libro.
Asentí con una sonrisa con dolor.
Ocho:Sí, parecen estar practicando fútbol ahí dentro.
Matías rió suavemente.
Matías: O tal vez están peleando por espacio, como buenos hermanos. —megué con la cabeza, riendo.
Ocho: Eso no me sorprendería.
Suspiré y volví a concentrarme en mis apuntes, pero en el fondo, no podía dejar de pensar en lo rápido que estaba avanzando el tiempo. En solo tres meses, tendría a mis hijos en brazos y eso realmente me asustaba.
Seguía concentrada en eso unas chicas vinieron y e hicieron burla por mi embarazo, era la única chica de toda la universidad apunto de ser madre.
Las voces de un par de chicas llegaron hasta mis oídos, primero como un murmullo y luego con una claridad hiriente.
Chica 1: Mírala, ahí está la niña que no sabe cerrar las piernas —dijo una con tono burlón.
Chica 2: Seguro ni sabe quién es el padre —rió otra, sin molestarse en bajar la voz.
Apreté los puños sobre mis apuntes, sintiendo la sangre hervir en mis venas. Matías, que estaba a mi lado, dejó su bolígrafo y las miró con el ceño fruncido.
Matías: ¿Y a ustedes qué les importa? —soltó, con evidente molestia.
Las chicas rieron entre ellas.
Chica 2: Ay, qué lindo, tiene un defensor —dijo una de ellas, fingiendo ternura.
Chica 1b Seguro él también es el padre, o uno de los tantos —añadió otra con una sonrisa maliciosa.
Mi respiración se volvió pesada. Estaba acostumbrada a recibir comentarios hirientes, pero escuchar eso en la universidad, en un lugar donde solo quería estudiar y salir adelante, me calaba hondo.
Matías se puso de pie, claramente molesto pero me pare y le puse la mano en el pecho.
Ocho: ¿Por qué no mejor se preocupan por sus propias vidas en vez de hablar estupideces? —espeté, fulminándolas con la mirada.
Chica 2: Mira saco las garras para defender a sus vástagos o su vástago —dijo ella riendo otra vez.
Chica 1: Pensé que siempre su defensor saldría a defenderla —comentó y siguieron riendo.
En eso me gire a guardar mis cosas rápidamente en mi mochila y me la cargue en el hombro.
Chica 1: Seguro le chantara su bebé a Matías por su dinero —mi sangre me empezó a hervir dentro mio, apreté mis manos en puños y cuando me iba girar para irme.
Chica 2: Trepadora —dijo fuerte y no repare en que camine hacia ella, me acerque y le di un puñetazo en la nariz.
Ocho: Para que dejen de molestar malditas urracas —les dije y me fui caminando, no tenía más clases por hoy así que salí de la universidad con mucha cólera y el calor del momento lo seguía teniendo.
Quise llorar y quise gritar porque estas cosas me pasaban a mi, hace 6 meses atrás vivía cómodamente en esa mansión, tenía a mis hermanos y aunque no era la mejor vida era algo que podía apreciar en ese momento.
Ocho: Tal vez tenga razón debí cerrar las piernas —se sentó en un parque— Maldita sea la hora que quede embarazada, maldito seas Cinco, maldita sea yo.
Me abracé las rodillas, sintiendo el peso de todo sobre mis hombros. El enojo, la humillación, la tristeza… todo me golpeó a la vez. Las palabras de esas chicas se repetían en mi cabeza como un eco cruel, como si mi mente quisiera torturarme aún más.
—¿Por qué me pasa esto a mí? —susurré, sin poder contener las lágrimas.
El parque estaba casi vacío a esa hora, solo algunas personas pasaban sin prestarme atención. No me importaba. Solo quería desahogar todo lo que tenía dentro.
Sentí el teléfono vibrar en mi bolsillo. Lo saqué con manos temblorosas y vi que era un mensaje de Matías:
"¿Dónde estás? No me gusta que te vayas así."
Respiré hondo, limpiándome la cara con la manga. No quería preocuparlo, pero tampoco quería hablar con nadie. Apagué el teléfono y lo guardé.
Me quedé ahí un rato más, mirando la nada, sintiendo el viento frío en mi rostro.
Ocho: Perdonen mis niños, no quise decir eso yo los amo mucho —dije llorando— Pero no era el momento que existieran en mi vida, tal vez era más adelante pero ya estoy muy cerca de conocerlos y los voy a amar toda mi vida y les daré mi vida si es necesario.
Me quede horas sentadas ahí, mi celular marcaba las 12 de la noche y yo seguía ahí hundiendome en pensamientos, recuerdos y sobre todo expectativas en el futuro.
Elena: ¡Cariño! —apareció delante mio, mientras corría hacia mi— ¿Por qué estás aquí hasta esas horas?¡Nos asustaste a todos! —me agarró de mi mano— Está helada.
Matías: ¡Porque apagas el celular, casi pongo a buscar toda la policía y el mundo de cabeza para encontrarte! —me reclamó furioso.
Los miré sorprendida, sin saber qué decir. No esperaba que me buscaran, mucho menos que se preocuparan tanto por mí.
Ocho: Lo siento… solo quería estar sola.
Elena me abrazó con fuerza, frotando mis brazos para darme calor.
Elena: Está bien, cariño, pero no puedes hacer esto. Nos preocupaste demasiado.
Matías suspiró, pasándose una mano por el cabello, todavía molesto.
Matías: No apagues el maldito teléfono. ¿Tienes idea de cuántas cosas pueden pasar a esta hora? Y más en tu estado.
Bajé la mirada, sintiéndome culpable.
Ocho: No pensé…
Matías: ¡Ese es el problema! No pensaste.
Elena: Ya, Matías, no la regañes más. Ahora lo importante es llevarla a casa.
Matías bufó, pero no discutió. Me ayudaron a levantarme y, en cuanto di un paso, un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Ocho: Tengo frío…
Elena rápidamente se quitó su abrigo y me lo puso sobre los hombros, mientras Matías me rodeaba con un brazo para darme apoyo.
Matías: Vámonos antes de que te enfermes.
Me dejé guiar sin decir nada más. No tenía fuerzas para discutir, solo quería descansar… y tratar de encontrar algo de paz.
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