Capitulo 33 - Amenaza
Fuimos a comprar el helado de Matías, el se pidió uno de sabor chicle y para mi me compro uno de vainilla.
Matías: Te compre el clásico -me lo dio y sonreí- No se tu sabor favorito pero pronto lo sabre.
Ocho: No te hubieras molestado - le dije mientras empezaba a comer.
Matías: Vamos no fue molestia si, ahora somos amigos el dúo dinamita - reí ante su ocurrencia- ¿Cómo llevas todo?
Ocho: Referido a que..
Matías: Tu embarazo, ya sabes - me dijo sonriendo- Es como podrás ver nunca estuve embarazado y tampoco tuve un familiar cerca así.
Ocho: Pues bien digamos estoy tratando de adaptarme, al cambio - le sonreí en respuesta- Más ahora que son dos
Matías: Dos eso es ganar la lotería, pero en versión bebés - abrió los ojos con sorpresa y soltó una carcajada.
Reí un poco por su entusiasmo mientras él seguía hablando.
Matías: Eso significa el doble de pañales, el doble de comida, el doble de risas… y el doble de caos. ¡Vas a necesitar ayuda, eh!
Ocho: Lo sé —asentí—. Pero me las arreglaré, se que puedo - él tomó otra cucharada de su helado y luego me miró con curiosidad.
Matías: ¿Y el papá? —preguntó con un tono despreocupado—. ¿Se desmayó cuando le diste la noticia o salió corriendo como en las películas?
Me quedé en silencio por un momento y Matías notó mi incomodidad.
Matías; Oh… espera, ¿lo pateamos juntos? —dijo enseguida—. ¿Hacemos un plan para arruinarle la vida? Porque yo me apunto.
No pude evitar soltar una carcajada.
Ocho: No, no hace falta, pero gracias por el apoyo.
Matías sonrió con satisfacción y volvimos a clases, así transcurrió el día hasta que tuve que irme sola a mi casa.
Era de noche y estaba haciendo demasiado frío aparentemente estaba por llover, así que apreté mi paso más fuerte pero en eso sentí que alguien me intercepto
Me sobresalté al sentir una mano aferrarse a mi brazo con fuerza. Mi corazón se aceleró al instante, y el miedo me recorrió el cuerpo.
X: Sabes que Margot no olvida las deudas, ¿verdad? —la voz áspera del hombre me hizo estremecer.
Traté de soltarme, pero su agarre era firme.
Ocho: No tengo dinero —dije con la voz tensa, intentando sonar segura.
Él soltó una risa burlona.
X: No me hagas perder el tiempo, niña. Sé que acabas de salir de la universidad, seguro llevas algo encima.
Intenté alejarme, pero él me empujó contra la pared de un callejón cercano, bloqueándome el paso.
Ocho: No hagas esto… estoy embarazada —solté con un hilo de voz.
Por un instante, su expresión pareció titubear, pero luego bufó.
X: Eso no es mi problema —respondió antes de arrebatarme la mochila.
Intenté aferrarme a ella, pero un jalón brusco me hizo soltarla. El miedo se convirtió en pánico cuando sentí un leve dolor en mi vientre.
Ocho: Por favor… —murmuré, abrazándome el estómago.
El hombre revisó el contenido de mi mochila, sacando mi billetera y el poco dinero en efectivo que tenía. Luego me lanzó la mochila al suelo sin importarle nada más.
—Dile a Margot que pague, o la próxima vez no seré tan amable.
Pero antes de que se vaya, el me lanzó una ropa de bebé y cuando la tome en la mano, estaba teñida de rojo aparentando ser sangre junto con una nota "Mejor que me vayas pagando y ese mocoso o mocosos lo pagarán, una advertencia".
Mis manos temblaban mientras sostenía la pequeña prenda teñida de rojo. El corazón me latía con fuerza y sentí que el aire se volvía pesado. Mi respiración se aceleró mientras mis ojos recorrían la nota una y otra vez, como si en algún momento las palabras fueran a cambiar.
Un escalofrío recorrió mi espalda, y un nudo se formó en mi garganta.
Ocho: No… —murmuré, sintiendo cómo mis ojos se aguaban.
Apreté la prenda contra mi pecho, sintiendo el temblor en mis manos aumentar. ¿Cómo podían ser tan crueles? No solo querían mi dinero, ahora estaban amenazando a mis bebés, a mis pequeños que ni siquiera habían nacido.
Me apoyé en la pared, intentando calmarme, pero las lágrimas ya resbalaban por mis mejillas. No podía permitir que les hicieran daño. No podía dejar que Margot o sus matones se salieran con la suya.
Con las pocas fuerzas que me quedaban caminé hasta mi departamento. Saqué otra vez la ropita y al verla me dieron muchas ganas de vomitar, demasiadas. Corrí al baño con una mano sobre mi boca, sintiendo el estómago revuelto, apenas alcancé a inclinarme sobre el inodoro antes de que las náuseas me vencieran. Todo mi cuerpo temblaba mientras el pánico y la angustia me oprimían el pecho.
Cuando terminé, me apoyé contra la pared, jadeando. Las lágrimas seguían cayendo sin control, mezclándose con el sudor frío en mi frente.
"¿Por qué tenían que hacer esto? ¿Por qué amenazar a mis bebés?"
Me abracé el vientre con ambas manos, como si así pudiera protegerlos del peligro.
Después de unos minutos, cuando el mareo disminuyó un poco, me levanté tambaleante y fui hasta el lavabo para enjuagarme la boca. Me miré en el espejo: mis ojos estaban enrojecidos, mi rostro pálido. Parecía una sombra de la persona que era antes.
"No puedo dejar que me vean así. No puedo dejar que me gane el miedo."
Respiré hondo varias veces, tratando de calmarme. Luego, volví a la sala y tomé la nota con manos temblorosas.
Ocho: Margot... —murmuré con rabia— No te saldrás con la tuya, lo juro.
Salí del baño y fui al cuarto para lavar, desesperada empecé a lavar esa ropa y tratar de quitar lo rojo que estaba ahí pero no salía.
Ocho: Joder sal maldita sea —refregaba con todas mis fuerzas mientras lágrimas bajaban por mis mejillas— Maldita sea —golpee el lavabo.
Tenía que desaparecer esto no quería seguir viéndolo, así que saque un encendedor y empecé a quemar la ropa junto con la maldita nota.
Ocho: No sabes con quién te has metido —dijo mirando como esas cosas se quemaban.
Las llamas consumieron todo reduciendolo a cenizas. Ahora necesitaba ser fuerte y conseguir al menos un adelanto para que me dejara tranquila hasta que nazcan las bebés, ya que esos 300 dólares qué tenía ahí no eran nada para lo que debía.
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Ahora que pasará?
Ya no es con ella ahora es con los bebés. Y ella está sola en teoría, como podrá solucionar eso.
...
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