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Capitulo 30 - Cambios

Paso una semana, ella fue a la universidad a regular lo de la identificación que fue aprobado y ahora se encontraba en su habitación comiendo el rico almuerzo que Elena le había invitado. Cuando acabo puso todo en orden y se dispuso a quitarse la ropa para bañarse pero en eso algo en el espejo le llamó la atención, su cuerpo ya tenía ligeros cambios, eran dos bebés y según su tiempo de embarazo 

Ocho se quedó inmóvil frente al espejo, observando con detenimiento su reflejo. Su vientre, aunque aún pequeño, mostraba una leve curva que antes no estaba ahí, ella pasó una mano con suavidad sobre su abdomen, sintiendo una extraña mezcla de emociones: miedo, ternura, incertidumbre y una inmensa responsabilidad.

Ocho: Ya están creciendo... —murmuró con un suspiro.

Según sus cálculos, debía estar entrando en la semana 12 0 11 de embarazo, es decir, tres meses y en un par de  semanas más, podría saber el sexo de los bebés, pero lo más importante ahora era cuidarse.

Ocho Hargreeves...

Había hecho cosas que jamás pensé hacer a esta edad pero aún así estaba contenta porque tendría un futuro para mis bebés.  Mi beca estaba aprobada y con suerte ya en un mes más estaría estudiando y trabajando en la biblioteca de la universidad. La beca era por que en unos meses más tendría a dos bebés a mi lado.

Ahorita ayudaba a Elena a atender en la recepción, vi la hora y supe que ya tenía que irme a comprar mi mochila y algunos materiales para la universidad, me despedí de ella pero no sin antes avisarle a donde iba.

Ocho: Voy a comprar mis cosas para la universidad, no tardo mucho  -sonreí tomando mi bolso.

Elena: Está bien, querida, ten cuidado y no cargues cosas pesadas —me advirtió con dulzura.

Asentí y salí a la calle con una sensación extraña en el pecho era una mezcla de emoción y miedo. Hace unas semanas, ni siquiera tenía un plan de vida, y ahora, estaba a punto de empezar una carrera universitaria mientras esperaba a mis bebés. Caminé con calma hasta una tienda de útiles escolares y entré, recorriendo los pasillos con detenimiento termine escogiendo una mochila espaciosa que no sea cara pero bonita a la vez, cuadernos, bolígrafos y algunos resaltadores. No necesitaba mucho, solo lo básico por ahora ya que luego tendría que comprarme algunos libros o artículos que me pidan en mi carrera

Al salir de la tienda, me detuve un momento a observar a la gente pasar. Adultos con prisa, estudiantes como yo cargando libros, parejas tomadas de la mano que eso me recordó a Cinco pero negué rápidamente sacando su recuerdo de mi cabeza y seguí caminando rumbo a la pensión, en todo este tiempo descubrí que me gustaba caminar y sentir el aire pegar en mi cara pero de un momento a otro mis pasos se detuvieron frente a una tienda para artículos de bebés.

Me acerqué al escaparate y mis ojos se posaron en unos diminutos mamelucos de colores suaves. Había uno amarillo con orejitas de oso y otro celeste con estrellitas bordadas. Eran demasiados adorables  y sin pensarlo, entré a la tienda, mis manos recorrieron las telas con suavidad, sintiendo lo delicadas que eran. Todo era tan pequeño... tan frágil.

Vendedora: ¿Buscas algo en especial? —me preguntó amablemente.

Tragué saliva y miré mi vientre, que apenas comenzaba a notarse.

Ocho: Solo estoy viendo... —murmuré.

Vendedora: Justo esos dos conjuntos te los llevas como si fuera solo uno, están en descuesto y una oferta de 2x1 -me dijo y yo sonreí- Por si deseas llevártelos.

Mi sonrisa se amplió al escuchar la oferta y no pude evitar imaginar a mis pequeños, usando esos mamelucos tan tiernos. La idea de tenerlos pronto me hizo sentir una mezcla de emoción y miedo, pero en ese momento solo quería pensar en lo bueno.

Ocho: ¿En serio? —pregunté, un poco sorprendida por la oferta, aunque mi mente ya estaba comenzando a imaginar cómo quedarían esos conjuntos en mis bebés—. ¡Sí, los tomaré!

La vendedora sonrió y comenzó a envolver los mamelucos con cuidado. Me sentí un poco más tranquila al saber que estaba haciendo algo por mis bebés, algo que los haría sentir bien cuidados.

Vendedora: ¡Qué bueno! Estoy segura de que les quedarán perfectos. ¿Algo más que te gustaría ver? —me preguntó, mientras me entregaba los conjuntos con delicadeza.

Ocho: No, eso está bien por ahora —respondí, mirando las prendas con una leve sonrisa. Ya no me importaba cuánto costaran; en ese momento lo único que quería era asegurarme de que mis hijos tuvieran todo lo que necesitaran, aunque fuera solo un pequeño primer paso.

Cuando me giré hacia la caja, algo dentro de mí se sintió más en paz. Estaba haciendo lo mejor para mis bebés, y eso era lo único que importaba ahora, los compré y salí pero mientras caminaba perdida en mis pensamientos, una sombra apareció frente a mí de la nada.

Ocho: ¿A dónde crees que vas? —dijo una voz firme.

Mi corazón se detuvo no, no podía ser y por instinto di un paso atrás, con el pulso acelerado. ¿Me habían encontrado? ¿Acaso...? pero cuando estuve a punto de correr para escapar reconocí esos ojos oscuros y esa expresión entre seria y burlona.

Ocho: ¡DIEGO! —exclamé, pasando del miedo al enojo en un segundo— ¡Maldito idiota, casi me matas del susto!

Diego: ¿Y esa es la forma en la que saludas a tu hermano favorito? —sonrió con arrogancia.

Rodé los ojos, pero no pude evitarlo. Me lancé a sus brazos con fuerza, sintiendo un alivio inmenso al verlo después de tanto tiempo.

Diego: ¡No escribiste! —me reclamó con la voz algo seria— ¡Prometiste que lo harías, Ocho!

Él suspiró, apretándome un poco más en el abrazo.

Ocho: Lo sé, lo sé... pero no podía arriesgarme a que me rastrearan aparte tenía que asegurarme de que estuviera bien primero o al menos estar en el intento

Me alejé solo un poco, cruzándome de brazos.

Ocho : Pues lo logré, estoy viva... sobreviviendo.

Diego me miró con seriedad por unos segundos, y luego sonrió de lado.

Diego: Bueno, eso va a cambiar desde hoy -Fruncí el ceño, confundida.

Ocho: ¿De qué hablas? -Él sacó unas llaves de su bolsillo y las agitó frente a mí.

Diego: Hoy te tengo una sorpresa -dijo y mi curiosidad se disparó.

Ocho: ¿Qué sorpresa? —pregunté con recelo.

Diego sonrió de lado y, sin decir nada más, me hizo seguirlo. Caminamos unas cuadras hasta que nos detuvimos frente a un edificio moderno.

Ocho: ¿Diego... qué es esto? —murmuré, sintiendo un presentimiento en el pecho y él me entregó las llaves con una media sonrisa.

Diego: Bienvenida a tu nuevo hogar, Ocho.

Ocho: ¿Qué...? -Mis ojos se abrieron como platos.

Diego: Es un departamento completamente amoblado —dijo con calma—. Con comida en la nevera y todo lo que necesitas para ti y para el bebé  -el no sabía que eran dos.

Sentí un nudo en la garganta y mi visión se volvió borrosa.

Ocho: ¿Cómo... cómo hiciste esto? -pregunté mientras miraba todo con asombro.

Diego: No importa, lo que importa es que ya no tienes que preocuparte por dónde dormir o qué comer y aquí estarás segura, es una zona media cara pero es tuyo no tienes que pagar nada salvo el agua y la luz pero de eso me encargó yo hasta que estés bien con el dinero.

Mis piernas temblaban, era demasiado demasiado bueno para ser verdad.

Pero cuando entré más adentro del living, vi cada rincón, la sala cálida, la cocina impecable, la habitación para mi y la otra con una cuna preparada aunque tenía que comprar otra del mismo modelo que esa... las lágrimas finalmente cayeron por la emoción.

Me giré y abracé a Diego con todas mis fuerzas.

Ocho: Gracias... gracias... —susurré contra su hombro y él solo acarició mi cabello en silencio.


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¿Quién sabe de donde Diego saca dinero? pero bueno el, el mejor hermano para Ocho junto a Allison.

Espero y les guste

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