Capitulo 25 - Primer Día
Los rayos de luz se filtraban por la ventana rota e hizo que me despertará, la espalda me dolía demasiado no estaba acostumbrada a dormir en estas condiciones.
Me incorporé con un quejido, estirando un poco mi cuerpo para aliviar el dolor. Era la primera noche fuera de casa, y ya lo estaba sintiendo.
Me pasé las manos por la cara e intenté ordenar mis pensamientos. No podía perder el tiempo.
Me levanté con esfuerzo y revisé mi mochila. Tenía algo de dinero, pero no duraría mucho. Necesitaba encontrar trabajo lo antes posible.
Me puse la ropa más decente que tenía y salí del motel. El aire fresco de la mañana me golpeó de lleno, despertándome por completo.
Las calles ya estaban más activas, con personas caminando apresuradas a sus trabajos y negocios abriendo sus puertas. Me dirigí a una cafetería pequeña que tenía un cartel de "Se busca personal".
Respiré hondo antes de entrar.
Ocho: Buenos días, vengo por el anuncio del trabajo. —dije con la voz firme.
La mujer detrás del mostrador me observó con curiosidad.
Mujer: ¿Tienes experiencia?
Ocho: Puedo aprender rápido.
Me evaluó por unos segundos antes de asentir.
Mujer: Está bien, ven conmigo. Veremos qué puedes hacer.
Era un pequeño comienzo, pero un paso hacia adelante.
Me puse detrás del mostrador mientras la mujer, que se presentó como Margot, me explicaba lo básico del trabajo.
—Es sencillo, —dijo mientras me entregaba un delantal—. Tomas pedidos, sirves café y limpias las mesas. No tolero empleados lentos ni distraídos. ¿Entendido?
Asentí rápidamente. No podía darme el lujo de perder esta oportunidad.
Margot me observó un momento antes de suspirar.
Margot: Puedes empezar ahora, vamos, muévete.
Tomé aire y me puse manos a la obra. Nunca había trabajado antes, pero aprendí rápido. Al principio, mis manos temblaban un poco al servir las tazas de café, pero a medida que pasaban las horas, empecé a sentirme más cómoda.
El lugar no estaba muy lleno, lo que me permitió adaptarme sin problemas. Sin embargo, entre una orden y otra, las náuseas volvieron.
Me apoyé discretamente en el mostrador, cerrando los ojos por un segundo.
Margot: ¿Estás bien? —preguntó levantando una ceja.
Ocho: Sí, solo... no desayuné - era verdad pero a la vez eran lo común de síntomas.
Margot: No seas tonta, ve a la cocina y cómete algo rápido, no necesito empleados desmayándose en medio del trabajo.
Asentí y fui a la parte trasera, donde un cocinero estaba preparando unos sándwiches. Tomé un vaso de agua y respiré hondo para calmar mi estómago.
"No puedo dejar que esto me afecte."
Después de unos minutos, volví al mostrador y seguí trabajando. Tenía que aguantar.
Cuando el turno terminó, Margot me pagó por el día y me miró con una expresión más suave.
Margot: Eres nueva en la ciudad, ¿verdad?
Tragué saliva, sin saber qué responder.
Ocho: Digamos que sí.
Margot suspiró.
Margot: No me importa tu historia, mientras hagas bien tu trabajo. Si mañana vuelves y trabajas igual de duro, consideraré contratarte fijo.
Un pequeño alivio recorrió mi cuerpo.
Ocho: Gracias, lo haré.
Salí de la cafetería con algo de dinero en el bolsillo y una mínima sensación de estabilidad.
Pero cuando doblé la esquina, sentí alguien mirándome, seguro esa paranoia mía. Caminé al motel ese para sacar mis cosas e irme a un lugar más bonito y que quede cerca de la cafetería qué con suerte estaría contratada para mañana.
Recogí mis pocas pertenencias del motel y salí sin mirar atrás. El lugar era deprimente, con paredes descascaradas y un olor a humedad que nunca se iba y no podía quedarme ahí, no con mi condición.
Al salir, aquella extraña sensación de ser observada se desvaneció. Tal vez había sido mi imaginación... o simplemente mi paranoia creciendo cada vez más con todo lo que estaba pasando.
Apreté el bolso contra mi pecho y caminé con paso firme. Necesitaba encontrar un lugar mejor, algo pequeño, pero limpio y seguro para dar un hogar por mientras a mi bebé.
Tras unos minutos de caminar sin rumbo, encontré una pensión modesta pero acogedora. No era un hotel de lujo, pero al menos no olía a cigarro y desesperación.
Entré y hablé con la dueña, una mujer mayor de rostro amable llamada Elena.
Elena: ¿Cuánto tiempo te quedarás? -preguntó con curiosidad.
Ocho: No lo sé, pero puedo pagar por adelantado una semana.
La mujer me miró de arriba abajo, como si intentara descifrar mi historia, pero no hizo preguntas y lo agradecía profundamente.
Elena: Está bien, sígueme te mostraré la habitación es muy bonita y se que podrás acomodarte bien - me sonrió amablemente.
Subí tras ella y, al entrar al cuarto, sentí un alivio inmediato. No era grande, pero tenía una cama cómoda, un pequeño escritorio y una ventana con cortinas limpias, realmente todo estaba limpiom
Ocho: Gracias. —le dije, y ella solo sonrió antes de dejarme sola.
Cerré la puerta y solté un suspiro. Al menos por ahora, tenía un techo seguro.
Me acosté en la cama y cerré los ojos, permitiéndome relajar por primera vez en días.
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