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9. Recuerdos

Jungkook había cumplido su promesa. Había pasado casi una semana y podía afirmar que prácticamente no había visto al corredor, este se aseguraba de que así fuera. Ya no se sentaba con nosotros ni en el desayuno ni en la cena; nunca llegaba a la misma hora del laberinto, aunque seguía siendo el último en atravesar las puertas, y jamás pasaba cerca de la enfermería. Se había vuelto casi un fantasma en el Claro, y podía notar que su ausencia entristecía a sus amigos. Cada día me sentía más culpable y vacía; mis días eran monótonos desde entonces. Había tratado de buscarlo muchas veces, o de coincidir con él en el desayuno, pero siempre se aseguraba de alternar sus horarios para que nunca nos cruzáramos. Sabía que mantenía aún contacto con Minho, Newt y Alby, pero estos evitaban cualquier pregunta que les hiciera sobre él, comentando que el propio Jungkook les había pedido que me mantuvieran al margen de su vida. Era duro, y no podía evitar que me doliera el haberlo perdido, pero aún incluso tratando de superarlo no había logrado reponerme de su ausencia. Algo me decía que esa vez era de verdad, que ya no volveríamos a llevarnos bien.

Unos golpes en mi puerta interrumpieron mis pensamientos y me encogí más en la cama, tratando de ignorarlos. Sabía quién estaba detrás de esa puerta y porqué, pero no me sentía preparada para hablar con alguien.

—¿Bells? —El rubio se asomó por la puerta y abracé mi almohada con fuerza. Casi no quedaba nada de olor al azabache, eso solo logró recordarme que jamás podría volver a sentirlo cerca ni a oler su aroma y apreté mis párpados para no llorar—. Dios, Bella, me preocupas. Nos tienes a todos preocupados.

—Estoy bien, Newt —mi voz salió más tajante de lo que pretendía y se me revolvió el estómago al ver de reojo como el rubio daba un paso hacia atrás, algo dolido por mi tono—. Vete, por favor.

—Bella, por favor, déjanos ayudarte... Déjame ayudarte.

Un leve sollozo se escapó de mis labios y el rubio relajó su expresión, mirándome con sorpresa y tristeza. Ojalá hubiera podido irme con él sin más, pero no podía. El dolor que sentía era tan grande que no quería compartirlo, solo quería estar sola con mis pensamientos y mantenerme alejada de todos los demás.

La culpabilidad me superó y me levanté de la cama tan rápido como pude para salir corriendo por la puerta, escapando del rubio que tan solo intentaba ayudarme. Mis piernas se movían a gran velocidad guiándome a través del Claro hacia un destino que desconocía, tan solo corrí y corrí hasta que el límite me detuvo. Las grandes puertas del laberinto se alzaban ante mí y no pude evitar preguntarme qué pasaría si entraba. Tal vez nunca saldría, pero en el fondo tampoco me importaba. Di un paso en dirección al interior, pero una imagen me detuvo: se trataba de un recuerdo de mis amigos poco después de que llegara al Claro, nuestras risas y complicidad mientras Minho hacía una de sus bromas. Me deslicé hacia el suelo y caí de rodillas en este, sintiendo el peso de los recuerdos hacer añicos mi mente. Mi respiración comenzó a acelerarse a medida que me faltaba el aire y me levanté a trompicones antes de comenzar a correr de nuevo, pero esta vez hacia la enfermería. Casi había llegado cuando un pinchazo nubló mi mente y caí al suelo sujetándome la cabeza adolorida. El dolor se volvió insoportable y grité en el momento en el que todo a mi alrededor se volvía oscuridad, y mis recuerdos me trasladaban a un lugar muy diferente.

...

—Tienes que dejar de hacer eso, Jk. Así solo empeoras las cosas.

—Las cosas ya están mal, Bella.

Fruncí el ceño ante el azabache que se encontraba frente a mí y volví a concentrarme en colocar suavemente un algodón con alcohol sobre su herida en el labio inferior. El joven puso una mueca ante el doloroso contacto. —No puedes seguir enfrentándote a ellos, Jungkook, ¡te hacen daño!

No pude evitar que mis ojos se aguaran y el azabache me miró con tristeza, probablemente sintiéndose culpable por ser la causa de mi sufrimiento. Odiaba que siempre se revelara contra Cruel, ellos siempre acababan dándole un castigo por su comportamiento. Siempre pasaba lo mismo, y aún así el azabache nunca se rendía.

—No puedo dejar que le hagan daño a nadie más.

—¡Esa no es tu responsabilidad! —Me alteré. Él nunca me escuchaba, siempre actuaba por libre. El rostro del azabache cambió a uno cargado de frialdad y se levantó para darme la espalda, dirigiéndose a la ventana—. Solo somos unos críos, Kook. Y-yo solo tengo dieciséis años y tú diecinueve, esto es demasiado para nosotros.

—Nunca te he pedido ayuda —bufó.

Odiaba cuando se ponía a la defensiva, se volvía tan frío que podía llegar a herirte con la frase más mínima que pudiera soltar. Sabía que era su forma de protegerse, no había tenido una vida fácil, solo por eso nunca se lo tenía en cuenta y trataba de calmarlo. Ese chico era todo un rebelde cabezota, pero me había defendido y cuidado desde el día en el que nos presentaron. Probablemente aquel día él solo viera a una niña obediente y asustada en manos de unos doctores que la herían, por eso desde entonces había actuado como si yo fuera su responsabilidad. Se añadía demasiada carga a los hombros. —Nunca te la habría negado. —Me levanté de la cama en la que me encontraba sentada y me acerqué a su espalda, la cual aún se encontraba tensa debido a su enfado—. Lo único que quiero es que estés bien... me da igual lo demás, solo quiero llegar un día de esas malditas pruebas y no tener que sufrir al ver que la única persona que realmente me importa en este sitio está herida.

Los hombros del azabache se destensaron y soltó un suspiro antes de darse la vuelta para abrazarme por los hombros, de forma protectora. Rodeé su torso con mis brazos y me permití relajarme ante el contacto de nuestros cuerpos. Lo único que le agradecería a Cruel toda mi vida era que me hubieran juntado con el azabache. Cruel me había arrebatado una familia, pero me había dado una nueva con ese chico impulsivo. Sabía que mientras estuviera a mi lado siempre me protegería de todo y de todos.

La puerta se abrió de un golpe y ambos nos separamos asustados; aunque tan solo estuvimos alejados unos escasos segundos antes de que Jungkook me agarrara de la cintura y me colocara detrás suya, protegiéndome con su cuerpo. Unos guardias nos apuntaron con sus armas y tras ellos apareció un hombre que me hizo comenzar a temblar, asustada. Cruel solo lo enviaba cuando la situación requería violencia, y supe que Jungkook lo sabía cuando me obligó a retroceder aún más detrás de el.

—Oh, no te molestes, Jungkook, ella también nos acompañará. —El hombre le hizo una seña a uno de los guardias y este se acercó directo hacia mí. Como esperaba, Jungkook se interpuso y trató de alejarlo, pero el otro guardia lo agarró y lo inmovilizó contra la cama que había en la habitación.

El guardia que había venido hacia mí en un principio volvió a dar un paso en mi dirección, amenazante. 

—¡Corre, Bella! Miré a Jungkook, el cual estaba completamente inmovilizado por el guardia, y tragué con fuerza. No podía dejarlo solo, y todos los presentes lo sabían. 

—Hagamos esto por las buenas, niña.

Finalmente, permití que el guardia me agarrara y fulminé con la mirada al hombre que me sonreía desde la puerta. Su sonrisa era verdaderamente sádica, como si disfrutara del dolor ajeno. 

—Tócala y te juro que te mato, Janson —escupió Jungkook, sin dejar de luchar contra el agarre del guardia.

El mencionado ignoró la amenaza de mi amigo y le indicó al guardia que me acercara hasta él. Una vez me tuvo en frente me observó durante unos instantes e hizo una seña para que me pusieran de rodillas dándole la espalda, lo que alertó a Jungkook.

—¿Está todo en orden?

Ava apareció por la puerta y observó la situación con calma.

—Así es, doctora. ¿Seguimos con lo acordado?

—Sí. Castígalo, Janson, y que la chica esté presente.

Sus palabras alteraron al azabache, quién volvió a removerse con violencia bajo el agarre del guardia. —No la metas en esto, Ava.

—Te lo advertí, Jungkook, tus acciones tienen consecuencias. —La rubia se dirigió a la puerta y comencé a llorar, sospechando lo que tendría que experimentar a continuación—. Si no te comportas por nosotros, lo harás por ella.

Nada más acabar la frase se marchó, y el guardia tiró a Jungkook al suelo al mismo tiempo que Janson le disparaba una gran ola de electricidad. Mi mundo entero se derrumbó cuando el primer grito de agonía salió de los labios del azabache.

...

Narra Jungkook

Volví a suspirar por cuarta vez en un minuto y me pasé las manos por el rostro, sintiéndome enfermo tanto por dentro como por fuera. El calor que hacía ese día era insoportable, pero aún así eso no mitigaba el dolor que crecía en mi interior desde hacía días. Por primera vez, correr no me estaba haciendo olvidarme de mis problemas; y ya llevaba un tiempo así. La última conversación que había tenido con cierta rubia me atormentaba al repetirse en bucle una y otra vez en mi cabeza. Sus ojos cristalizados por mi culpa me hacían odiarme a mí mismo y recordarme que había hecho lo correcto al alejarla de mi lado. Sin embargo, por otro lado la echaba muchísimo de menos, y vivía la agonía de su ausencia como una tortura. Había necesitado perderla para darme cuenta de lo hondo que había calado en mi ser, volviéndose prácticamente imprescindible en mi vida. Ella no lo sabía, pero yo aún la observaba; desde la distancia. Podía verla buscarme cada mañana, probando a diferentes horas cada día; era capaz de apreciar como su rostro cambiaba cuando notaba que no me encontraba cerca suyo, la decepción cubría completamente sus rasgos. No podía mentir, no había pasado ni un solo día en el que no hubiera estado admirándola desde las sombras; lo que ella no sabía era que cada vez que se decepcionaba al no verme desayunando o cenando yo me entristecía al no poder mostrarle que sí estaba con ella, aunque de una forma mucho más ausente. Los últimos días me había preocupado, ya casi ni se esforzaba en buscarme y la que había comenzado a aislarse era ella. El primer día que la vi tratar mal a Newt y alejarlo fue el día que dejé de mirarla a escondidas, me odiaba por ser la razón por la cual se estaba aislando de sus amigos. Le había pedido a Newt que intentara hablar con ella esa misma mañana, y él había prometido hacerlo aún afirmando que ella no le escucharía. Ese día odiaba tener que ser corredor, ya que no podía saber si Newt había logrado que Bella entrara en razón. Era injusto, pero yo sabía prácticamente todo lo que pasaba en su día mientras que ella no podía saber nada del mío.

Antes de que me diera cuenta ya estaba atravesando las grandes puertas del laberinto, como siempre a tiempo pero al límite. Comencé a desacelerar cuando vi a varios clarianos correr en distintas direcciones, alarmados; algo no iba bien. Corrí hacia el Claro y busqué a Alby entre el caos que parecía empezar a propagarse.

—¿Crees que la han picado?

—Es imposible, los laceradores no salen de día y mucho menos entran en el Claro.

—Tal vez entrara al laberinto.

Mis sentidos se pusieron alerta al oír la conversación entre un grupo de cortadores y me acerqué hasta ellos, provocando que se callaran mirándome con los ojos muy abiertos. Parecían sorprendidos y asustados de verme allí, la situación comenzaba a ponerme muy nervioso. —¿Alguien me puede explicar qué coño pasa aquí?

¿Realmente alguien había entrado al laberinto? ¿Por qué? Me parecía un auténtico suicidio si no eras un corredor, lo más seguro es que acabaras completamente perdido, pero la conversación entre los cortadores aún rondaba en mi mente preocupado por si realmente habían picado a alguien y, si había pasado, a quién había sido.

—J-jungkook...

Fruncí el ceño por su tartamudeo nervioso, pero antes de que pudiera preguntar de nuevo un grito de agonía irrumpió en el aire. Todos mis músculos se tensaron al instante y mi corazón comenzó a volverse loco.

No, no, no, no, por favor.

Salí corriendo tan rápido como me lo permitieron mis piernas y me dirigí hacia donde creía que provenía el grito. —¡Bella!

Me importaba una mierda que no hubiéramos hablado en más de una semana, que ni siquiera me hubiera visto o que le hubiera prometido alejarme de ella para siempre; todo importaba una mierda si su vida estaba en peligro, eso siempre valdría para mí mucho más que cualquier promesa o juramento.

Varias voces comenzaron a llegar a mis oídos a medida que me acercaba a donde se encontraba la enfermería, cuando estuve lo suficientemente cerca vi a los guardianes discutir por algo que se encontraba tras ellos. Alby y Minho empujaban a los demás guardianes a la vez que los amenazaban con que retrocedieran, parecían estar protegiendo algo... o a alguien. La discusión entre ellos era enorme, pero mi llegada pareció captar la atención del líder, quién pareció ponerse aún más a la defensiva.

—¿Qué narices pasa?

—Jungkook —Minho se colocó frente a mí y me obligó a retroceder—. No te acerques.

Le fulminé con la mirada, pero mi expresión cayó al ver lo que había cerca de la entrada de la enfermería; aquello que los dos guardianes parecían estar protegiendo, impidiendo que nadie se acercara. Bella estaba tirada en el suelo de rodillas sujetándose la cabeza y llorando de dolor; sus ojos se encontraban cerrados con fuerza como si la agonía que sentía fuera insoportable. Di un paso en su dirección de forma inconsciente y Minho me empujó. Newt se encontraba cerca de la chica, tratando de acercarse, pero cada vez que trataba de tocarla esta parecía sufrir más, por lo que el rubio se encontraba a una distancia prudente sin saber cómo ayudar a su amiga.

—Apártate, Minho.

—Ella ya no es tu amiga, Jungkook, ¿lo recuerdas? La alejaste de ti.

—Por favor, Minho, necesito estar con ella. Tengo que ayudarla.

—¿Por qué? ¿Por qué ahora y no antes? —Mi amigo parecía realmente cabreado—. ¿Sabes lo que pasa, Jungkook? Que mientras tú campabas a tus anchas, nosotros somos los que hemos tenido que consolar a Bella porque un cara fuco cobarde le hizo más daño del que te puedas imaginar. Así que no me culpes si algo me dice que tú tienes parte de la culpa de lo que está pasando.

Un nuevo grito de la rubia inundó el aire y vi como a Minho le recorría un escalofrío. Le entendía, claro que lo hacía, estaba muy preocupado por su amiga y tenía miedo de que yo lo empeorara. Él llevaba viéndola mal demasiados días, y yo solo aparecía cuando la situación se había salido de control. La había observado tanto tiempo... y ni siquiera había podido ver la cantidad de dolor que estaba acumulando. Era un jodido egoísta. —Tienes todo el derecho a culparme, yo lo hago, y Bella tiene todo el derecho a odiarme, pero ahora su salud está en juego y si puedo hacer algo para detener su dolor haré lo que sea. Podéis odiarme todos después, pero no me pidas que la deje sola ahora porque no puedo hacerlo. Por favor, Minho...

Mi amigo parecía derrotado por la situación, y tras mirarme unos instantes asintió, apartándose. Casi se me cortó la respiración cuando por fin tuve vía libre hasta la rubia. Me acerqué rápidamente a su cuerpo encogido y me tiré al suelo frente a ella.

—Bella, ¿puedes oírme?

La rubia se tensó en el momento en el que hablé, pero no parecía reaccionar. Su cuerpo temblaba de forma violenta y las lágrimas no dejaban de surcar sus mejillas. —Bella, por favor, tienes que reaccionar...

—Basta... No le hagáis más daño por favor. —Logré oír su murmullo y la miré con confusión, era como si su mente no se encontrara en ese lugar. No sabía que podía estar viendo, pero si la estaba haciendo daño haría lo que fuera por devolverla a la realidad.

Hice mi mayor esfuerzo por calmarme y me acerqué cuidadosamente a ella, tratando de no alterarla más. —No sé si puedes oírme, ángel, pero estoy aquí. —Avancé un pequeño paso hacia ella, de rodillas—. Siento muchísimo que estés sufriendo por mi culpa. Creí que te salvaba al alejarte de mí...

Bella seguía temblando y llorando, pero parecía hacerlo un poco más bajo que antes, como si realmente estuviera escuchando mis palabras desde donde fuera que se encontrara.

—Vuelve conmigo, por favor. —Acerqué mi mano a la suya, casi rozándola—. Todos están muy preocupados. Te necesitan... —Me armé de valor y aparté una de sus manos de su cabeza suavemente, entrelazando nuestros dedos. El contacto pareció devolverla un poco a la realidad—. Yo te necesito.

—Jungkook... —Su voz salió como un susurro débil y triste. Se la veía realmente vulnerable. Apartó su otra mano de su cabeza, sin abrir los ojos ni dejar de temblar, y pareció buscarme con esta. Era como si aún se encontrara en el lugar de su mente donde sufría, pero aún así pudiera sentirme a su lado. Sentía que no podía escapar de ese lugar en su cabeza, pero su cuerpo me buscaba inconscientemente, aterrado.

—Estoy aquí, ángel, estoy aquí —agarré suavemente sus brazos y tiré de ella hacia mí para cogerla entre mis brazos. La chica seguía temblando por lo que la acerqué completamente a mi pecho y rodeé su cuerpo de forma protectora. Mis ojos no abandonaron en ningún momento su rostro y acerqué nuestras frentes para juntarlas. Quería que me sintiera allí, a su lado, y que se sintiera protegida. Su cuerpo empezó a relajarse a medida que mi calor corporal la envolvía. Por primera vez en los tres años que llevaba en el laberinto me sentía completo, como si no me faltara de nada, pero a la vez me sentía vulnerable al mirar a la chica entre mis brazos. Ella parecía llenar ese vacío que había tenido mi vida esos tres años en el laberinto, y en ese momento fui consciente de que tenía tanto miedo de perderla como de separarla de mi lado. No quería que estuviera lejos, quería protegerla y que ella me buscase a mí cada día como yo lo hacía.

Su cuerpo dejó de temblar por completo y sus párpados se relajaron, pero sin llegar a abrirse. —¿Es esto real? —El murmullo triste que salió de sus labios me rompió en pedazos, parecía como si no se creyera que realmente estuviera allí con ella. Me sentía como una auténtica mierda. —¿Eres real?

—Perdóname, ángel... —Fue lo único que logré que saliera de mis labios, con la voz débil por el miedo que había tenido de perderla, pero pareció suficiente para ella.

—¿Desaparecerás cuando despierte? —Se aferró un poco más a mí, mostrando el miedo que tenía de desvanecerse y no volver a verme. La acerqué a mí con más fuerza y apoyé mi barbilla sobre su cabeza, negando.

—Duerme tranquila, mi ángel, te esperaré el tiempo que sea necesario.

La rubia soltó un suspiro y sentí como caía dormida entre mis brazos.




Me encanta este capítulo, no lo negaré ;)

¡Espero que os guste!

Atte. Venus.

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