8. Caminos separados
El sol de la mañana ya hacía presencia en el Claro y aunque me habría encantado despertarme por los rayos de sol y maldecir lo brillantes que se veían tan temprano lamentablemente llevaba horas despierta. No había podido dormir después de mi discusión con Jungkook, no sentía ni ira ni tristeza, tan solo vacío. Había temido que el sol saliera desde hacía horas pues significaba que tendría que decidir si madrugar para desayunar junto a mis amigos o esperar a que el resto de clarianos se despertaran y los corredores se fueran. En ese momento habría elegido la segunda opción sin siquiera dudarlo, pero me recordé que mi vida no giraba en torno al azabache y mis amigos también madrugaban para estar juntos. Ese día haría las pruebas como médico, por lo que no podría pasar tiempo con Newt; casi se había vuelto una costumbre el desayunar juntos y luego charlar a cada rato que podíamos. Se lo debía por no haber cenado con ellos la noche anterior, por lo que me levanté refunfuñando y comencé a asearme para después salir de la habitación.
Nada más estar fuera observé los avances de mi nueva cabaña y deseé que el proceso fuera lo más breve posible. Ya no me parecía tan buena idea quedarme en la habitación de Jungkook. A decir verdad, nada relacionado con el azabache me parecía buena idea después de nuestro distanciamiento.
—¡Bells!
Giré sobre mis talones al oír un grito a mis espaldas y le di una cálida sonrisa al rubio que se acercaba medio corriendo medio cojeando hacia mí.
—¡Newtie!
No me lo pensé dos veces y corrí en su dirección también, para después abalanzarme sobre él en un abrazo. El rubio me rodeó con sus brazos al instante y ambos sonreímos, alegres de estar en compañía del otro. Sentía que todo sería muchísimo más fácil siempre que tuviera al rubio a mi lado.
—Tienes que explicarme muchas cosas, Bells, no creas que me he olvidado. —Me separó levemente de él y me observó con una mirada de amenaza fingida. El rubio podía ser muy dramático si se lo proponía.
—Lo sé, lo sé —rodeé los ojos divertida—. Charla en el mirador esta noche ¿de acuerdo?
Newt asintió feliz con mi respuesta y pasó un brazo por encima de mis hombros para comenzar a caminar hacia la cocina. Desde que había llegado al Claro habíamos creado la tradición de quedarnos en el mirador charlando algunas noches, como una forma de seguir en contacto en el caso de que no hubiéramos pasado mucho tiempo juntos durante el día. Nos encantaba contarnos las anécdotas que habíamos vivido en ausencia del otro, sobretodo Newt, quién al ser el segundo al mando se enteraba de todo lo que ocurría entre los habitantes.
Ambos nos acercamos a la cocina entre risas, sin romper el medio abrazo con el que caminábamos, y pude notar que los corredores ya se encontraban sentándose en las mesas listos para desayunar. Newt y yo cogimos un plato cada uno, separándonos, y nos dirigimos a la mesa en la que se encontraban Minho y Jungkook. Lamentablemente yo siempre comía frente al azabache por lo que me fue difícil evitar su presencia, aunque él tampoco parecía interesado en la mía.
—Vaya, los bellos durmientes se han despertado por fin, ya era hora —Minho miró a Newt sonriente y luego dirigió su vista hacia mí apoyando sus codos sobre la mesa para estar más cerca—. No creas te vas a a librar, novata, espero que me cuentes todos los detalles de tu noche con Ben ayer.
Minho me guiñó un ojo, insinuando algo más con sus palabras, pero antes de que pudiera negarlo Jungkook levantó su mirada del plato y observó a su compañero con frialdad.
—Cállate, Minho.
El mencionado pareció ofendido por sus palabras, pero decidió no poner a prueba su paciencia. Algo nos decía a todos que Jungkook estaba al límite de su autocontrol.
—Buenos días, Bella, ¿qué tal has dormido?
Ben se acercó a nuestra mesa y se sentó en el poco hueco que había a mi lado, invadiendo ligeramente mi espacio personal. Me tensé levemente ante su cercanía, pero mi piel se estremeció al mirar a Jungkook y ver cómo este fulminaba al rubio con la mirada; parecía dispuesto a enterrarlo con los ojos.
—Bien, gracias. —Le sonreí con amabilidad, ocultando lo incómoda que me sentía, antes de llevarme un trozo de tocino a la boca y tratar de actuar con la mayor tranquilidad que pude aparentar. Todos parecían estar en silencio observando la escena.
—Hoy volveré pronto del laberinto para verte. Alby dice que harás la prueba con los médicos, es genial. Así podrás ser tú quien me haga la revisión —me guiñó un ojo y un golpe sordo en la mesa nos hizo dar un brinco a todos.
Jungkook había golpeado el puño que sostenía su tenedor contra la mesa mientras observaba a Ben, empujando con fuerza su lengua contra su mejilla en señal de molestia. Nunca lo había visto con tanto desprecio en su mirada; podía sentir escalofríos recorrerme.
—¿Te perdiste el día de las nuevas reglas, Ben? Está prohibido tocar a la chica.
—No he dicho que vaya a tocarla, de hecho ha sido al revés, ella me tocará a mí. —Jungkook se levantó del asiento tan rápido como el rubio acabó la frase y estampó a Ben contra uno de los postes de madera—. Para la revisión, claro.
El azabache tenía cogido a Ben por el cuello de su camiseta y sus puños se cerraban sobre esta con tanta fuerza que se habían vuelto blancos. La mandíbula de Jungkook estaba tan tensa que parecía que iba a romperse ante las burlas del rubio. Todos nos habíamos levantado en el momento en el que Jungkook había estampado a Ben contra el poste, pero en ese instante sentí como alguien agarraba con suavidad mi brazo y tiraba de mí hacia atrás. Me giré para comprobar que era Newt y me dejé guiar hasta que el rubio me colocó detrás suya, protegiéndome con su cuerpo.
—Ya basta, Jungkook, suéltalo —Newt habló en un tono autoritario y tensó sus músculos al ver que el azabache ignoraba su orden—. No te lo repetiré, Jungkook, suéltalo ahora.
Tras unos segundos de tensión, el azabache terminó soltando al rubio de un empujón; su rostro estaba teñido por la ira y sus facciones se marcaban muchísimo más por la tensión de su cuerpo.
—No quiero que esto vuelva a repetirse, ¿entendido? —Señaló a ambos y vi como miraba durante una milésima de segundo en mi dirección para asegurarse de que seguía detrás de él, a salvo—. Alby fue muy claro con las reglas, nada de peleas.
El ruido sordo de las puertas abriéndose interrumpió el momento de tensión y Jungkook bufó antes de girarse para coger sus cosas y dirigirse hacia la entrada del laberinto. Mi cuerpo comenzó a temblar levemente ante la idea de que el chico hiciera una locura por estar enfadado, sabía que su juicio podría nublarse en ese estado y era peligroso para él estando en el laberinto. Antes de siquiera procesar lo que estaba haciendo mis piernas ya se encontraban corriendo en su dirección, dejando atrás los gritos de Newt que me llamaba para que volviera. Puede que el estado en el que Jungkook se encontraba fuera peligroso, y que nuestra relación no fuera para nada cercana en esos momentos, pero tenía claro que el azabache no me haría daño por muy enfadado que se encontrara.
—¡Jungkook! —Mi grito no lo detuvo, de hecho, creí verlo tensarse para comenzar a acelerar. Su cuerpo ya casi se encontraba dentro del laberinto, por lo que no dudé en correr en su dirección. Tras verlo dar un paso hacia el interior del laberinto logré alcanzarlo, pero chillé sorprendida cuando este se giró de repente agarrándome de la cintura con firmeza, manteniéndome a un paso del laberinto.
—No vuelvas a hacer eso —me miró con enfado y yo le observé con una expresión algo confundida mientras trataba de recuperar el aliento y calmar los latidos de mi corazón ante la cercanía del azabache—. No vuelvas a intentar entrar en el laberinto, ¿entendido?
—No lo haré si me escuchas.
Mi mirada no vaciló y Jungkook suspiró, alejándome suavemente para mantenerme más lejos de la entrada. Una vez estuve a una distancia prudente alejó sus manos de mi cintura y se cruzó de brazos frente a mí, expectante. Era la clara señal de que tenía toda su atención.
—Prométeme que no harás una estupidez ahí dentro, Jungkook, prométemelo.
—Bella-
—No —le interrumpí, dando un paso en su dirección. Mi mirada no vaciló ante la suya—. Prométeme que volverás a salvo, que traerás tu maldito culo arrogante de vuelta al Claro antes de que se cierren las puertas.
Su mirada se suavizó al pasearse por mi rostro, pero su mandíbula no dejó de estar tensa mientras me miraba. —¿Pasó algo con Ben anoche?
Su pregunta me dejó descolocada y parpadeé sorprendida. Definitivamente no me esperaba esa pregunta por su parte. ¿Siquiera le importaba?
—No, por supuesto que no. No hay nada entre nosotros —negué con una mueca—. Nunca lo habrá.
Mi respuesta me sorprendió incluso a mí misma por la seguridad con la que mis palabras habían salido de mis labios. Una parte de mí no quería preguntarse qué me hacía estar tan segura porque en el fondo la respuesta era más clara de lo que querría admitir.
El azabache asintió y pude ver que por fin comenzaba a relajarse del todo. Estaba segura de que la conversación no cambiaría nuestra distancia, pero al menos estaría tranquila sabiendo que él seguiría volviendo al Claro cada atardecer.
—Lo prometo.
Y sin más, dio media vuelta y corrió hacia el interior del laberinto.
Suspiré mientras lo veía alejarse y no me moví de la entrada hasta que lo vi desaparecer por uno de los pasillos del laberinto. Tras perder al azabache de vista, me encaminé hacia donde los mediqueros trabajaban, lista para empezar mi prueba con ellos. En el fondo, era el trabajo que más me emocionaba ya que podría ayudar a los clarianos y asegurar la salud de todos. Había tratado de hacer lo mejor posible todas mis pruebas, pero definitivamente esa sería a la que más entusiasmo le pondría, incluso tenía cierta ilusión de que me escogieran para quedarme en el puesto con los mediqueros.
Abrí la puerta del lugar donde trataban las heridas y me encontré con la mirada de Jeff, uno de los dos mediqueros que había en el Claro. El día de la hoguera había hablado bastante con él, de hecho, me resultaba un chico bastante agradable con el que hablar.
—¡Bella! Bienvenida a la enfermería. Me alegra que por fin vayas a hacer las pruebas con nosotros.
Le devolví la sonrisa y observé el alrededor del lugar con curiosidad. —No te voy a mentir, Jeff, tengo muchas ganas de trabajar aquí.
—Eso es genial. Alby empezaba a preocuparse de que no se te diera bien ningún trabajo —bromeó el moreno.
Rodeé los ojos al recordar todas las veces que el moreno había bromeado con que acabaría siendo una deambulante. No había hablado con nadie sobre ello pero tenía una lista de preferencias en cuanto a los trabajos. Por supuesto, mi primera opción era trabajar en la enfermería, pero si no lograba encajar me conformaría con trabajar en el huerto. Odiaba el calor que hacía trabajando allí y el esfuerzo físico que requería, pero al menos podía pasar tiempo con mi rubio favorito, y eso lo hacía mucho más soportable. En parte también me sentía mal dejando a Newt solo, sabía que era amigo de más clarianos pero desde que Alby me había contado que solo había vuelto a sonreír cuando yo llegué temía que estuviéramos separados.
—De acuerdo, Bella, ven conmigo. Te explicaré cómo funciona esto.
La mañana transcurrió en explicaciones y una gran orientación por parte de Jeff quien me explicaba cómo funcionaba todo y cuáles solían ser las heridas más comunes que traían los clarianos. Al parecer, prácticamente dedicaban todo su tiempo vendando a los cortadores o revisando contracturas y golpes por parte de los constructores. También me comentó que solían revisar a los corredores cuando volvían del laberinto, pero al parecer había algunos que preferían evitar ser atendidos; como no podía ser de otra forma, por supuesto Jungkook era uno de esos corredores que trataban de evitar la enfermería.
—De acuerdo, Bella, haremos una pausa para comer. Coge tanta energía como puedas, los heridos suelen llegar sobretodo por la tarde y ahora que ya conoces el funcionamiento de todo quiero ver cómo atiendes las heridas.
Asentí hacia el moreno y me encaminé hacia la cocina, donde la mayoría de los clarianos ya se encontraban sentados. Nada más acercarme, Fritanga me recibió con una cálida y divertida sonrisa que le devolví al instante.
—Vaya, vaya, pero ¿qué ven mis ojos? Bella llegando la última para comer, sin duda esto es un milagro. —El moreno agarró un plato ya preparado de comida y me lo extendió con una sonrisa burlona. La verdad era que sí se podía considerar un acontecimiento extraño, ya que siempre era la primera en salir corriendo hacia la cocina cuando llegaba la hora de comer.
—He estado muy ocupada con mi última prueba, Fritanga. —Le guiñé un ojo y me giré para caminar hacia la mesa donde siempre comían mis amigos, dejando atrás las risas del cocinero.
—Buenas tardes, gente bella —me senté junto a Newt y atraje la mirada de todos los de mi mesa. Chuck masticaba su comida mientras compartía miradas de diversión con Newt y Alby.
—¿A qué se debe este buen humor? —El rubio me robó una patata y me guiñó un ojo cuando le miré sorprendida por su acción.
—¿Deberíamos asustarnos?
Le di una mirada divertida al más joven del grupo y mastiqué mi comida sin borrar la sonrisa de mi rostro. —Tranquilo, Chuckie, simplemente se podría decir que no me desagrada el trabajo de mediquero.
Alby aplaudió con fingido dramatismo y todos reímos ante su acción, sin duda les hacía felices ver que había encontrado mi lugar en el Claro. No pude evitar mirar a Newt, quién me sonreía contento por mis palabras.
—¿Eso significa que abandonarás a Newt?
—Claro que no, enano, yo nunca me separaré de mi rubio favorito. —Guiñé un ojo en dirección a Newt y este amplió su sonrisa por mis palabras—. Simplemente, si todo sale bien, tendremos trabajos distintos; pero seguiremos siendo tan inseparables como siempre.
El rubio extendió su puño en mi dirección y lo choqué con el mío. Sin duda era imposible que algo nos mantuviera alejados, así que no me preocupaba trabajar en un área distinta a la de mi mejor amigo.
Me metí la comida restante de mi plato en la boca lo más rápido que pude y me levanté para irme, bajo la mirada sorprendida de mis amigos por la prisa que llevaba. —Os veo en la cena, chicos.
Y sin dejarles responder, salí disparada hacia la enfermería con una sensación increíble de adrenalina recorriéndome el cuerpo. Tenía muchísimas ganas de ponerme a trabajar, por lo que había decidido adelantarme a Clint y Jeff para llegar antes y repasar todo lo que había aprendido hasta ahora. Si quería que me escogieran para ese trabajo tenía que demostrar que era lo suficientemente competente para trabajar ahí. Repasé en mi cabeza los nombres de todos los objetos a mi alrededor y sus usos, cuando un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.
—¿Te importa, verducha? —Gally apareció en el marco de la puerta y me miró expectante con algo de tensión. Se notaba que estaba algo inquieto por la situación, pero me abstuve de comentar algo cuando vi que agarraba su mano donde parecía haber un corte profundo.
—No, por favor pasa —le invité, señalando una de las camillas para que se sentara y pudiera atenderle.
El constructor no puso objeciones y se dirigió a la camilla para sentarse en ella y extender ligeramente su mano hacia mí. Era un corte profundo, pero a pesar de la sangre que salía de la herida no era nada grave. Coloqué la palma de mi mano bajo la suya y observé el corte con delicadeza para no hacerle daño. —Tranquilo, no parece grave.
Le sonreí débilmente y solté su mano con suavidad para acercarme a coger el pequeño bote de alcohol junto a unos algodones y unas vendas. Dejé todo a un lado suyo de la camilla y mojé el algodón con el alcohol para después acercarme de nuevo a su mano.
Su mirada seguía cada uno de mis movimientos con curiosidad, realmente parecía confiar en lo que hacía a pesar de que su mirada intensa me ponía la piel de gallina. Volví a coger su mano con suavidad y pasé el algodón alrededor del corte con delicadeza para desinfectar la herida.
—Esto no se te da nada mal. Clint y Jeff suelen ser menos delicados —rompió el silencio, tratando de bromear. Sonreí levemente por su forma de aligerar la tensión y le miré a los ojos—. Estoy seguro de que te cogerán para el trabajo.
Le di una sonrisa cálida como agradecimiento y apoyé ligeramente el algodón sobre el corte para desinfectar esa parte también. El constructor puso una mueca por el ardor pero no mencionó nada al respecto, lo cual agradecí. Una vez acabé de desinfectar y limpiar los bordes manchados de sangre de la herida agarré la venda y comencé a vendar la palma de su mano con suavidad.
—Lo siento mucho, Bella. —Me detuve en seco ante sus palabras—. He sido un auténtico cara fuco desde que llegaste, lo admito. Espero que puedas perdonarme algún día por haberte tratado de forma tan injusta.
Levanté por fin la mirada y le sonreí agradecida. No esperaba que se disculpara nunca, pero haberle oído hacerlo había sido realmente aliviador para mí. —Tú me salvaste una vez, lo justo es que te perdone como agradecimiento.
Me permití guiñarle un ojo de forma amistosa y el constructor sonrió agradecido. Realmente esperaba poder hacerme amiga del guardián, estaba segura de que podría llegar a ser un gran amigo en realidad.
Tras una última vuelta de la venda en su mano me aseguré de que estuviera bien sujeta y me separé, mostrando el resultado de mi trabajo. Gally parecía bastante satisfecho con mis cuidados, me sonrió con agradecimiento y se despidió para después salir por la puerta del lugar.
—¿Acabo de ver a Gally salir sonriendo de la enfermería?
Jeff y Clint aparecieron por la puerta y el primero me miró con orgullo, contento de ver que había prestado atención a sus indicaciones y había curado a un clariano de forma correcta. Sin duda, lo que había hecho por Gally me sería de mucha ayuda con Clint y Jeff.
La tarde transcurrió tranquila con algunos clarianos acudiendo por cortes o golpes, en su mayoría eran cortadores pero también recibíamos algún que otro constructor herido. Antes de que me diera cuenta ya casi iba a atardecer, lo cual solo podía significar una cosa...
—De acuerdo, chicos, preparaos. Pronto llegarán los corredores —Jeff cogió algunos utensilios por si acaso y se dirigió a la salida, mirándome antes de salir—. Bella, atiende a tantos corredores como puedas. Asegúrate de que estén en buenas condiciones.
Asentí con rapidez y le seguí hasta la entrada del laberinto, donde ya se podía ver una silueta corriendo en dirección a la salida. La reconocí al instante, por su distintivo pelo rubio, y no pude evitar suspirar al saber la razón de su puntualidad. Me sentía mal por Ben, realmente había sentido algo de desilusión al notar que no era cierto azabache.
—¡Bella! Me alegro de verte. —El corredor se acercó resollando por la falta de aire y me acerqué a él, revisando su rostro y cuerpo en busca de algún rasguño o herida que necesitase ser tratada.
—Aparta del camino, cara fuco.
La voz que sonó detrás Ben hizo que mi corazón diera un brinco y este se aceleró al instante al ver a cierto azabache aparecer tras él. Nunca había llegado tan pronto al Claro, y se notaba que hasta los mediqueros parecían sorprendidos por su puntualidad.
El rubio ignoró la fría mirada de Jungkook y se centró en mí, pasando por alto que el azabache se había parado justo a su lado y le observaba amenazante.
—Bella, ¿me revisas en la enfermería? Así dejaremos más espacio a los demás corredores.
Escuché un bufido por parte del azabache y busqué las palabras adecuadas mientras mis ojos se movían frenéticos por el nerviosismo. No obstante, ignoré la propuesta de Ben en el momento en el que mi mirada se detuvo en un punto fijo.
—¿Bella? —El rubio me miró expectante.
—¿Qué te ha pasado en los nudillos? —Di un paso en dirección a Jungkook y agarré sus manos con delicadeza de forma impulsiva. Estos se encontraban con múltiples cortes y heridas, además de un leve sangrado que salía de ellos. Pude sentir al azabache tensarse ante el contacto, pero mi preocupación omitió cualquier vergüenza que pudiera llegar a sentir y seguí acariciando sus nudillos.
—Jeff le curará —gruñó el rubio.
Mis ojos buscaron los de Jungkook y este me devolvió la mirada de una forma intensa. —Bella... —El azabache dio un paso hacia mí y mi respiración se cortó al ver su mirada casi suplicante. No necesitaba expresarlo con palabras, algo en sus ojos parecía querer obligarme a escoger entre él y Ben, y al mismo tiempo su mirada me suplicaba que lo escogiera a él. Nunca lo había visto tan vulnerable, pero incluso con ese detalle tenía muy claro a quién elegiría siempre por encima.
—Jeff —llamé al moreno y este se colocó frente a mí observando de reojo a los corredores con nerviosismo, por la reciente tensión entre ellos—. ¿Podrías revisar a Ben? Yo me encargaré de curar a Jungkook.
—Claro, no hay problema.
Ben me miró enfadado y se fue, ignorando a Jeff que trataba de seguirlo para revisarlo. Suspiré al mirar la escena y solté las manos del azabache, señalándole la enfermería antes de encaminarme hacia ella. La enemistad entre Jungkook y Ben pronto sería un problema, uno del cual Alby me consideraría ligeramente culpable, y no se equivocaba. Era como si la única razón por la que Jungkook no me ignoraba era porque Ben trataba de acercarse cuando él realmente no quería hacerlo. No sabía si lo hacía por protegerme o si realmente se trataba simplemente de tener alguna razón por la que discutir entre ellos.
Jungkook se sentó en la camilla y me observó ordenar los utensilios que usaría para curar sus nudillos. Había evitado mirarle desde que habíamos entrado, lo cual era complicado teniendo en cuenta que él buscaba mi mirada allá a donde fuera.
Una vez lo tuve todo listo, comencé a pasar el algodón mojado en alcohol sobre sus heridas. Sabía que el azabache no despegaba su mirada de mí, pero hice mi mayor esfuerzo por fingir que no me daba cuenta.
—Bella-
—No —le interrumpí—. Sé lo que estás haciendo, y no es justo.
—Es un cara fuco, Bella, no te conviene.
—¿Cómo lo sabes, Jungkook? Tú ni siquiera estás aquí. No me conoces, así que no sabes lo que me conviene.
El azabache bufó frustrado. Sabía que no quería discutir, pero cada vez que hablábamos parecía que no podíamos hacer otra cosa. —Sé que no te importo. —Sentí su mirada abrasadora en el momento en el que dije esas palabras pero no le miré, sintiendo mis ojos aguarse levemente—. Pero no es justo que no dejes que los demás sí lo hagan.
Levanté la vista y su mirada se suavizó al ver mis ojos ligeramente cristalizados. Los muros que solían cubrir la mirada del corredor se derrumbaron frente a mí. —Lo siento mucho, ángel. —Acercó su otra mano a la mía y detuvo mis movimientos para apartar mi mano, impidiéndome que siguiera curándole—. Te prometo que no volveré a entrometerme en tu vida.
Y sin decir nada más, se levantó y desapareció tan rápido como una ráfaga de viento, dejándome completamente sola.
¡Capítulo bastante largo! Espero que os haya gustado, y tranquilos las cosas mejorarán <3
¡Os leo!
Atte. Venus.
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