2. Larga espera
Me desperté con un fuerte dolor de cabeza que hizo eco en cada rincón de mi mente. Solté un ligero gruñido por el dolor y me incorporé como pude mientras las imágenes de lo ocurrido la noche anterior empezaron a aparecer en mi cabeza.
Oh mierda.
Me vestí con una camiseta ancha y larga que me llegaba un poco por encima de las rodillas, junto a un pantalón corto negro debajo. Até mi pelo en un desordenado moño y bajé corriendo las escaleras dirigiéndome a donde me habían dicho el día anterior que estaba la cocina.
Aprecié el Claro vacío y recé porque los corredores aún no hubieran salido.
—¡Fritanga! —me acerqué al cocinero del claro, el cual me había caído muy bien el día anterior en la fiesta—. ¿Han salido ya los corredores?
Me acerqué al desgastado mostrador que separaba la cocina del comedor y le sonreí al moreno esperanzada. Este se encontraba preparando varios platos para el desayuno mientras ordenaba los estantes. Cuando me oyó, levantó la cabeza con rapidez y me dedicó una sonrisa compasiva.
—Lo siento, Bella, se fueron hace unos minutos. Si hubieras llegado unos instantes antes-
—No, tranquilo, está bien, de verdad —le interrumpí—. De todos modos creo que no habría podido mirarle a los ojos —murmuré lo último, agachando la mirada mientras jugaba con el borde de mi camiseta.
—Jungkook ha sido el primero en salir, hoy parecía tener muchas ganas de entrar. Nunca lo había visto tan apurado y serio a la vez —Fritanga pareció darse cuenta de mi reacción dolida y cargada de sorpresa, abriendo la boca con arrepentimiento—. Oh, venías a hablar con él... ¡Perdona, Bella! Estoy seguro de que se le pasará.
—Sí, seguro... —Cogí una manzana con desgana y me despedí del cocinero con un asentimiento de cabeza.
Decidí acercarme a la abertura del gran muro y me senté enfrente para comerme la manzana.
La noche anterior se les había escapado que nos encontrábamos en un laberinto y me explicaron la función de los corredores. Además de enterarme de que Jungkook era uno de los «afortunados» que arriesgaban su vida todos los días y que casi nunca estaban por el Claro.
Suspiré rendida y le di un gran mordisco a la manzana.
El día no empezaba muy bien.
—¿El primer día y ya estamos en el modo dramático? Yo habría esperado al menos al segundo día, Bella.
Me giré con una gran sonrisa hacia Newt, el cual venía alegremente hacia mí. Siempre tan sonriente. Su sonrisa podía hacer que el ambiente más triste pudiera volverse alegre.
—¿Cómo estás?
Newt se sentó a mi lado y se acomodó poniendo un plato con huevos revueltos y tocino en sus piernas.
—Viva.
Me miró con reproche pero le duró muy poco cuando le sonreí.
—Tienes la sonrisa más bonita que he visto.
Le miré algo cohibida y sonrojada, sin poder evitar sonreír en su dirección.
—Entonces no habrás visto muchas —bromeé.
Ambos reímos y Newt empezó a comer con la vista en la entrada del laberinto. Aunque nos conocieramos de un día se sentía como si fuera de toda la vida. Nos rodeaba un ambiente cómodo, nada espeso, más bien liberador. Una parte de mí sentía que podía confiarle incluso mi vida al rubio de al lado.
—Supongo que estás aquí por Kook.
Miré a Newt con una mueca al ver que estaba hablando con la boca llena en un tono despreocupado. Algo que tenía claro desde que había llegado era que la educación y el buen comportamiento no eran los fuertes de los habitantes del claro.
—Sí, quiero esperarle, le debo una disculpa —a pesar de las inmensas ganas que tenía de regañarle por tan asqueroso acto, le contesté sin inmutarme.
—No te preocupes, te perdonará —volvió a hablar con la boca llena.
Entrecerré los ojos en su dirección, estaba a punto de regañarle cuando nos interrumpieron dos chicos que pasaban cerca nuestro.
—Eh, novata, muy bueno lo de anoche. Nunca había visto a alguien plantarle cara así a Gally.
—Y no digamos a Jungkook. Nadie nunca lo había humillado, debe de estar súper resentido.
—¡Cierto! Haría falta un milagro para que la perdonase por eso.
Miré a Newt con amargura y le di un mordisco a mi manzana sintiendo como mis esperanzas empezaban a derrumbarse con rapidez.
—Qué oportunos —exclamé con derrota.
—Ten fe. No creo que Jungkook vaya a estar resentido toda la vida —habló una voz a nuestras espaldas. Me levanté rápidamente y miré a Alby nerviosa.
¿Había escuchado todo?
—Vamos, novata, cuando termine el recorrido podrás seguir sentada esperando a tu amado —bromeó.
Me giré un segundo hacia Newt, el cual me miraba divertido, y tras poner una mueca de frustración seguí a Alby.
Hicimos el recorrido y me explicó muchas cosas acerca del Claro, del laberinto y de los clarianos. Cuando terminó su explicación vi oportuno preguntar.
—¿Quién es... el guardián de los corredores? —la curiosidad me consumía por dentro y Alby pareció notarlo ya que soltó una sonora carcajada.
Al menos lo he hecho reír, eso es bueno, ¿no?
—¿Acabo de explicarte que estamos atrapados, que hay un laberinto, que no recordamos nada y lo único que se te ocurre preguntar es "quién es el guardián de los corredores"?
Observé su mirada cargada de diversión y le miré con el ceño fruncido.
—¿Puedes responder esa pregunta o no?
Alby suspiró negando y se apoyó en el extremo del extraño balcón.
—Son la única excepción. La única excepción en la que hay dos guardianes, que supongo ya sabes quienes son.
—Jungkook y Minho —Alby asintió en respuesta y continué—. ¿Por qué? ¿Por qué dos?
—El trabajo de corredor no es el más solicitado que digamos. Necesitábamos a ambos, se manejan bien juntos. Son como dos lobos solitarios que se unen para guiar a la manada.
Asentí algo distraída y observé la puerta abierta del laberinto.
Oí a Alby suspirar y este se giró hacia mí.
—Ya es tu hora, novata —ante mi mirada de confusión siguió—. Los corredores están a punto de llegar.
Sin esperar su aprobación o consentimiento me acerqué corriendo a las escaleras y bajé lo más rápido que pude. Avancé a la carrera, esquivando a varios clarianos en el proceso, hasta que me situé frente a la entrada por la que ya se podía divisar a una persona acercarse. Supuse que había corredores que por miedo volvían antes de la hora puntual.
Me senté de nuevo donde me había sentado por la mañana, en ese momento siendo consciente de que había pasado todo el día con Alby en el recorrido. Incluso había olvidado comer.
Suspiré al pensar en que los días eran más cortos de lo que parecían en realidad. El tiempo era oro.
Los corredores comenzaron a llegar, ninguno a la vez. Fue cuando vi a Minho llegar el penúltimo cuando me alteré y me levanté.
—Minho, ¿dónde está Jungkook?
Venía completamente sudado y cansado, parecía que lo último que le apetecía era ponerse a entablar una conversación. Mi ánimo decayó al pensar en que Jungkook estaría peor o igual, y la idea de que me ignorara se cruzó por mi mente.
—Suele llegar el último, le gusta apurar el tiempo todo lo que puede. No te preocupes, llegará a tiempo.
—Gracias, Minho.
—De nada, novata —me sonrió—. Suerte con tu discurso de disculpa.
Chasqueé la lengua con molestia.
Imbécil.
Volví a sentarme en el suelo mientras veía como la luz empezaba a ser cada vez más naranja. Las puertas empezarían a cerrarse en pocos minutos, quizás dos, por lo que Alby me había contado.
¿Dónde estás, Jungkook?
Por suerte su figura apareció en mi campo de visión. Corría sin apuros, aunque sudando más aún que Minho. En el momento en el que pisó la hierba del Claro las puertas comenzaron a cerrarse.
Entrecerré los ojos por la corriente que llegó desde el laberinto. Cuando paró, me encontré a Jungkook mirándome serio desde arriba. Se había puesto frente a mí, muy cerca, lo cual resultaba más intimidante.
Me levanté tan rápido como mis piernas me lo permitieron para colocarme frente a él, bajo su atenta y neutra mirada. Esa forma de no expresar emociones me provocaba escalofríos.
—Jungkook —murmuré.
—Así me llamo, sí —su tono de voz era seco y cortante. No parecía muy contento de verme.
Genial.
—Yo... lo siento mucho, en verdad no-
—Vaya parece que ya hablas bien —me interrumpió.
No cambió en ningún momento su expresión fría como el hielo, aunque no le culpaba.
—Sí, creo que no hablaba bien por el estrés post-traumático —sonreí con nerviosismo.
Él me observó con indiferencia y un aburrimiento notorio.
—Oye yo... no te he dado las gracias por salir en mi defensa de esa forma, sé que no me comporté como debía y me pasé —miré mis manos mientras movía mis dedos con frustración—. Es que me dolía que solo me hubieras defendido porque no me creyeras capaz de defenderme por mí misma.
—Si no juzgaras generalizando quizás habrías notado que no lo dije como que no pudieras darle su merecido a ese cara fuco. Sabía que si ganabas o perdías Gally iba a ser tu enemigo e iba a tratar de hacerte la vida imposible, solo quería evitarte ese peligro ya que yo no estaré la mayoría de los días y podría hacerte daño si quiere. Quería provocarle para que te dejara tranquila —sus labios se apretaron en una fina línea recta y su mandíbula se tensó.
—No lo sabía... —Le miré con tristeza y me sentí fatal por haberle tratado de esa forma—. Lo siento mucho, Jungkook —agaché la cabeza abochornada.
—Aunque debo admitir que no sé porque me preocupo, le diste una buena paliza —levanté la mirada sorprendida para ver cómo su cuerpo se relajaba y una expresión risueña reemplazaba su reciente frialdad.
—¿De verdad lo piensas?
—Todos lo pensamos, pero sí. Estoy impresionado, angelito —sonreí cuando me guiñó un ojo y me permití soltar una carcajada—. Oye, oye, ¿cuánto llevas aquí sentada?
—Desde por la mañana, el resto del día lo he pasado en el recorrido y luego he vuelto aquí.
Aparté unas ligeras lágrimas que habían caído de mis ojos y me reí. No podía creerme que había conseguido que me perdonara, había tenido mucho miedo de que él me odiara. Había encontrado a una persona que me había demostrado que me protegería y había estado a punto de perderla.
—No llores anda —su voz se volvió más dulce y pasó un brazo por encima de mis hombros empezando a caminar.
—No quería que tú fueras mi enemigo aquí —reí apenada.
—No lo seré, tranquila. Volveré siempre al atardecer para molestarte y hacerte comer. No sabía que los ángeles eran tan imprudentes —negó con la cabeza, divertido, haciendo énfasis en el hecho de que había olvidado comer por estar esperándolo todo el día.
—Entonces yo te esperaré aquí —le sonreí y por primera vez él me devolvió la sonrisa con la misma intensidad.
—Trato hecho, angelito.
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