06
La mañana llega con el canto de los pájaros y la suave luz que se filtra por las cortinas de la habitación de Yoko. Abre los ojos lentamente, sintiéndose extraña en la inmensa cama que parece más un lujo que una necesidad. Se incorpora despacio, el recuerdo de las palabras de Faye la noche anterior pesando sobre ella.
“Responsabilidades”, piensa. No sabe exactamente qué se espera de ella, pero no quiere dar motivos para desagradarle. Sabe que está en una posición frágil, y cada paso en esta casa se siente como caminar sobre un terreno desconocido.
Se cambia con ropa sencilla que encontró en el armario, aún insegura de si está bien tomar lo que aparentemente le han dado. Cuando baja las escaleras, encuentra a la misma empleada que la había llamado a cenar la noche anterior.
─Buenos días, señorita Lertprasert. ─La mujer le sonríe amablemente─. La señora Malisorn la está esperando en la biblioteca.
Yoko asiente, agradeciendo en voz baja, aunque su corazón late con fuerza. Camina hacia la biblioteca, sintiendo cómo el aire parece volverse más pesado con cada paso. Cuando llega, encuentra a Faye de pie junto a una estantería, con un libro en la mano y su expresión tan fría como siempre.
─Puntual. Eso es un buen comienzo. ─Faye cierra el libro y lo deja sobre una mesa cercana antes de girarse hacia Yoko.
Yoko siente la presión de la mirada de Faye, y automáticamente baja los ojos, clavándolos en la alfombra.
─Hoy quiero que me acompañes. Hay asuntos que necesito atender fuera de la casa, y quiero que estés presente.
La declaración sorprende a Yoko. No esperaba ser llevada fuera de la mansión, mucho menos a algo que parece importante para Faye.
─¿Yo? ─pregunta con un hilo de voz, levantando apenas la mirada.
─Sí, tú. ─Faye camina hacia ella, sus tacones resonando suavemente contra el suelo de madera─. Si vas a estar aquí, es hora de que entiendas lo que significa estar bajo mi protección.
La palabra “protección” resuena en la mente de Yoko de una forma extraña. No está segura de si realmente significa lo que debería o si es simplemente una excusa para mantenerla cerca.
Faye no espera una respuesta. Con un gesto rápido, le indica que la siga y sale de la biblioteca, dejando a Yoko sin más opción que apresurarse tras ella.
♡
El auto negro atraviesa la ciudad con una precisión silenciosa. Faye está sentada a un lado, mirando por la ventana mientras sostiene una tablet en sus manos. Sus ojos recorren la pantalla, absortos en información que Yoko no puede ver.
Yoko, en cambio, se siente diminuta en el asiento junto a ella. Mantiene las manos entrelazadas en su regazo, mirando fugazmente a Faye y luego hacia el paisaje que pasa rápidamente.
Después de un rato, Faye rompe el silencio.
─¿Sabes por qué te traje aquí?
La pregunta pilla a Yoko desprevenida. Parpadea, buscando una respuesta que no tiene.
─No… ─admite en voz baja.
Faye aparta la mirada de la tablet y se gira ligeramente hacia ella.
─Quiero que entiendas algo, Yoko. Mi mundo no es sencillo. No es amable. No es un lugar para los débiles. ─Su voz es baja, pero cada palabra está cargada de intensidad─. Lo que viste en esa subasta… solo es una pequeña muestra de cómo funcionan las cosas aquí.
Yoko siente un escalofrío recorrer su espalda. No sabe qué responder, pero algo en el tono de Faye la obliga a asentir lentamente.
─Hoy estarás a mi lado y observarás. No hables a menos que te lo indique, y mantente cerca. ¿Entendido?
─Sí… lo entiendo.
Faye la mira por un momento más antes de asentir, como si evaluara su respuesta. El auto finalmente se detiene frente a un edificio imponente, y Faye abre la puerta sin esperar al chofer.
Yoko la sigue, tratando de mantenerse al ritmo de sus pasos rápidos. Entrar al edificio es como adentrarse en otro mundo: todo es lujo, poder y control. Las miradas de las personas que se cruzan con ellas están llenas de respeto, e incluso temor, hacia Faye.
Mientras caminan, Yoko se siente pequeña otra vez, pero también comienza a entender algo. Faye no es solo fría por elección; su presencia exige autoridad. En este mundo, no hay espacio para las emociones que Yoko siente constantemente a flor de piel.
Cuando llegan a una sala de reuniones, Faye se detiene en la entrada y se gira hacia ella.
─Recuerda lo que te dije. Mantente cerca, observa y aprende.
Yoko asiente, tragando el nudo en su garganta. Por primera vez, siente que está viendo a Faye no solo como una mujer distante y autoritaria, sino como alguien que ha construido un muro para sobrevivir en un mundo que parece implacable.
Y mientras Faye abre la puerta y entra en la sala, Yoko la sigue, preguntándose si realmente podrá adaptarse a ese lugar o si terminará rompiéndose en el intento.
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