2. Frozen.
Hi~ Ayer me quede dormida y no alcance a subirlo pero sí lo tenía, así que se los aprovecho de tirar altiro, mil gracias por el apoyo, el cariño y pucha, ojala salga bonita la dinamica.
Eiji se muerde el labio sin poderle quitar la mirada de encima, la forma en que posa mientras Ibe aún arregla los implementos artísticos lo deja congelado, sí, de pronto su corazón yace recubierto de una espesa capa de escarcha y su sangre pasa a ser un océano ártico en el escenario donde se despliegan las auroras boreales y por más que las anhele solo puede verlas danzando, entremezclando morados, rosados, azules y verdes en misceláneas inimaginables de colores, ¿realmente Ash elige "conectarse" como lo refirió Golzine? Y si ese es el caso, ¿qué hay de la marca? No es un tatuaje, lo asegura, a esta altura es un experto reconociendo todo lo que orbita alrededor de las almas gemelas, él también las desea.
—Ei-chan, empieza a sacar los colores.
—Sí.
La respuesta es inercia al igual que el movimiento de su cuerpo, Eiji se agacha hacia el cofre de metal que Ibe usa para transportar sus materiales (al menos los de boceto) y empieza a tantear los distintos tonos, los que cree que capten mejor la esencia de aquel extraño, el color de sus ojos, es verde, pero es un tono totalmente distinto al matiz que Golzine les mostró, este es pétreo con pintas esmeraldas, sus pestañas rubias casi de copo de nieve generan un contraste sublime, su iris brillante le da un aire felino que vuelve la combinación aún más indescifrable. Son ojos jades. Los jades más deslumbrantes que deben existir, es una beldad inhumana, al mismo tiempo resulta ocultar algo cotidiano e infantil.
Es hermoso como todas las cosas marchitas.
—¿Usan niños cómo asistentes en Japón? —Le toma un minuto procesar que le está hablando, todas aquellas odas maravillosas que armó en su mente se esfuman ante el tono de burla, Eiji es orgulloso, queda claro en su tensar de hombros y en su ceño fruncido.
—Soy mayor que tú. —Intenta mantenerse cortés, no le dará problemas a Ibe dejando ver su mecha corta.
—¿Eh? —Ash sonríe sentado contra el fondo azulenco—. Vaya, pues discúlpame. Pensé que eras un niño.
Mira quién habla.
Eiji refunfuña y termina de mala gana su tarea, la cara le arde, sus oídos se sienten como si estuvieran arrojando humo al igual que la boca de un dragón, definitivamente es un mocoso mimado, petulante y altanero, aun así, la atmósfera que emana es distinta a la de Dino. Ash no parece mal intencionado.
—Joven Ash Golzine. —El nombrado se tensa como un gato callejero al escuchar el nombre—. Partiré con la pintura.
—Ash Lynx.
—¿Qué?
—Puedes dirigirte a mí como Ash Lynx, no responderé a ningún otro nombre. —Es sospechoso.
—O-Oh. —Ibe traga duro, constipado—. Lamento mi error, no volverá a pasar.
Y Eiji queda totalmente intrigado por el misterioso heredero de Dino, ¿por qué? No puede explicarlo.
Pero hay algo.
Sí.
Existe algo familiar en Ash, algo ininteligible que es incapaz de descifrar, sin embargo, hace que sienta que lo conoce de toda su vida, quizás es la manera en que sus cabellos dorados se sacuden con suma ferocidad encima de las cortinas platinadas que posee en vez de pestañas, por cómo su piel luce casi traslúcida con los juegos de luz y sombras que yacen en la habitación, por cómo debe mezclar nuevos colores para plasmar los detalles que van apareciendo y forjando dichosa belleza, pétalo a pétalo en una rosa o rocío a rocío en una llovizna, Ibe se mantiene abstraído pintando, no se detiene en ningún instante para no perder el hilo, aunque Eiji solo está haciendo de asistente cambiando e higienizando los materiales, Ash no es capaz de quitarle la atención de encima.
Lo pone nervioso, lo hace sentir como una presa.
—Yo pedí la secuencia de retratos. —Su voz es clara como un río—. Por eso están acá.
—Oh. —Ibe frena el pincel sobre el lienzo, el acrílico gotea como lágrimas hacia el suelo—. ¿Eres fan de mi trabajo?
—No te confundas, anciano.
—¿A-Anciano? —El alma se le va del cuerpo—. ¡Solo tengo 28 años!
—Puff, pues te ves mucho más deteriorado. —Juguetea—. He estado intentando que me pinten esta secuencia durante varios meses pero nunca he conseguido al pintor correcto, no eres el primero que viene con intención de hacerse millonario con un par de obras, aunque eres el que más... —Sus jades se clavan en Eiji con tal ferocidad que los siente atravesarlo. Es intenso. Indomable. Hipnótico—. Eres el que más ha captado mi atención.
—Ni siquiera ha visto cómo están quedando los cuadros.
—Lo sé.
—Ni siquiera he terminado el primer boceto, ¿cómo podría elegirme así?
—Tu trabajo es irrelevante. —Ibe impresiona confundido—. Tengo nulo acceso al mundo fuera de la mirada de Dino, la única manera de poder entablar una conversación con alguien sin su vigilia es que sean tutores o algo relacionado a mi educación, pero todos los pintores anteriores emanaban el aura similar a los sujetos de acá adentro, por eso no pude confiar en ellos.
—¿Y acaso confías en mí?
—En ti no. —Ash mira a Eiji con aún más intensidad—. Pero has venido con alguien interesante como asistente.
—¿Alguien interesante? —A Eiji se le hace un nudo en la garganta, no ha venido a América para esto.
—Creo que contigo las cosas podrían funcionar. —¿Pero entonces para qué?—. ¿Cómo dijiste que te llamabas?
—Eiji. —Musita embobado—. Eiji Okumura.
—Eiji Okumura. —Cada letra se derrite en su lengua y le da un significado distinto, como si su nombre cobrara sentido por primera vez, se siente renacido. Nítido. Visto. Importante—. Lo tendré en cuenta.
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—¿Y bien? Muéstreme lo que lleva.
—No está terminado aún.
—No le estaba preguntando.
Dino golpea la punta del bastón contra el piso, el movimiento resulta tan violento que agujerea hasta la alfombra de piel, Ibe traga duro sacando el bosquejo del caballete y extendiéndoselo como si fuera una especie de prisionero a la espera de un veredicto, Golzine ni siquiera se molesta en examinar de manera meticulosa la obra, su mueca de desagrado lo dice todo. Cruel. sádico. Frío. Ash no se parece en nada a su padre.
—¿Qué piensa? Aunque recién lo estoy partiendo.
—Es de los peores que he visto. —Sentencia—. No es digno de mi hijo. —El golpe hace trizas al pintor.
—Ya veo. —Pero no lo demuestra, sabe separar sus emociones de su vida laboral y tiene mucho que perder si se enfrenta a alguien como Dino—. Lamento no haberlas cumplido.
—Bueno, tendremos que seguir buscando, gracias por su tiempo, se lo compensaré generosamente.
—A mí me gustó. —La voz de Ash irrumpe como un rayo en una tormenta—. Quiero que se encargue del resto de la colección.
—¿Él? —Dino se da vueltas, altivo, imponente, hambriento. Descontento.
—Él. —Ash es desafiante, aunque se ha mantenido al margen acomodado en los bordes de la puerta con los brazos cruzados sobre el vientre, deja en claro que esta es su decisión—. Ellos. —Lo clarifica.
—Piensa muy bien en lo que estás haciendo.
—Dijiste que yo podía escoger a quien quisiera, ese fue nuestro trato.
—Siempre que fuera una persona competente.
—Yo lo considero competente. —Ríe—. Además me estuviste trayendo al mismo perfil de artista por meses, es casi como si quisieras que me diera por vencido con la idea.
—Cuida tus palabras, Ash.
—Tenemos un trato. —Su actitud cambia, de cristal se convierte en un muro insondable—. Heredaré y tomaré tu lugar pronto, déjame tener esto una última vez, nunca me has dejado tener nada.
—Sabes que lo pagarás con creces ¿verdad?
—Ja. —Ash se encoge debajo de la chaqueta como si ansiara esconderse dentro de la prenda, es ahí que Eiji capta los vestigios de marcas sobre su piel blanquecina ¿cómo no lo notó mientras Ibe estaba pintándolo? Probablemente quedó embelesado por la belleza sublime—. Ya lo he pagado con creces.
—No. —Dino golpea el piso con el bastón, Eiji e Ibe se miran fuera de lugar mientras que los guardias se quedan congelados, están acostumbrados a que los traten como muebles de la casa—. Aún no ha sido suficiente.
—Monsieur. —Blanca interrumpe tocándole el hombro al aludido—. ¿Puedo darle un consejo? —La falta de respuesta se toma como una afirmativa—. Déjelo, es su último respiro de libertad, lo merece.
—No necesito que abogues por mí. —Ash es salvaje. Feroz. Rebelde. Indomable como un lince, nadie es capaz de domesticarlo.
—Mocoso orgulloso. —Más, Blanca solo carcajea—. No le darán problemas, yo me encargaré de eso.
—Bien. —Dino se rinde—. Vamos a discutir los términos de su contrato a mi oficina.
—Ei-chan, espérame aquí y no toques nada.
Eiji se queda quieto en el sillón inmerso en sus pensamientos, incluso si acaba de llegar a Nueva York y no se encuentra familiarizado con la cultura sabe que hay algo mal en esta morada, tal vez se colocó sensible puesto que el tema de las almas gemelas es sagrado, su familia le inculcó desde niño que la única forma de hallar la felicidad era complementándose y odia sentirse como una mitad, ¿en verdad necesita de otro para alcanzar su plenitud? La imagen resulta deprimente no obstante tampoco tiene idea de qué se pierde en realidad, su alma gemela está "muerta" sino existe conexión y eso es...difícil.
Pero ni siquiera es difícil por el propio Eiji, sino por la manera en que el resto lo compadece, como si todos tuvieran acceso a un cosmos extraordinario que solo te proporciona un alma gemela y ante la falta de marca el resto tuviera el derecho de señalarle, restregarle y hacerle saber que su vida carece de sentido sin una y que debería lamentarlo ¿tan grandiosa es la conexión? Le resulta peligroso estar predestinado a un completo desconocido.
—Oye, Eiji. —Pensamientos que flotan como una nube y se esfuman con suma facilidad al sentir una fría mano tocarlo—. ¿Puedes ayudarme?
Ash, es Ash quién le está hablando.
—¿Yo? —Y no solo le está hablando sino que está sosteniendo su palma con fuerza, ¿cuándo se sentó a su lado? Fue tan sigiloso que ni siquiera lo escuchó—. ¿Cómo podría ser de ayuda?
—No puedo decirte en estos momentos. —Sus ojos verdes escanean la habitación con ferocidad, no tardan ni un minuto para volver a los suyos, casi como si fueran un imán, probablemente es Eiji quien aprendió a orbitar alrededor de él, anhelándolo, sintiéndose tocado por esa emoción escondida que sus ojos resguardan. Ayúdame—. Pero necesito a alguien de confianza, no me queda mucho tiempo.
—Lo haces sonar como si fuera una despedida. —Ríe para aligerar el ambiente.
—Probablemente. —Pero no hay nada de gracioso en la escena—. Es lo que estoy tratando de evitar.
—¿Por qué yo?
—¿Eh?
—Me acabas de conocer y parece ser un asunto muy serio, ¿acaso no deberías pedírselo a otro chico en quién sí puedas confiar?, ¿qué pasa si yo te defraudo?, ¿qué pasa si te delato? Eres descuidado.
—Tú... —No obstante, Ash solo ríe, es la risa más bonita que ha escuchado, de pronto, cualquier otro sonido se escucha insípido en comparación—. No me dirías nada de eso si ciertamente te diera igual.
—Tal vez, pero estás arriesgando demasiado.
—Si estuvieras planeando traicionarme no tendría sentido que me lo dijeras.
—Es cierto, pero estás siendo descuidado.
—¿Cómo te lo explico?
Entonces Ash hace algo totalmente inesperado: lo toma de la mano.
Y mierda.
Eiji queda congelado.
Porque lo está tocando como nunca lo han tocado antes, como si esta fuera la primera vez, lo toca y lo hace con la misma inocencia que usaría un niño para juntar sus palmas en un rezo para así poderle pedir un deseo a una estrella fugaz, se pregunta si lo verá cómo eso, una luz en su cielo de oscuridad, un último rayo de esperanza y si eso le impedirá ver que él también está cayendo, Eiji quiere contarle todo eso, explicarle las razones de por qué no se puede apoyar en él, solo ha sido una carga para las personas que ama y por ende, entorpecerá su libertad, sin embargo, sus ojos se entrelazan y es todo.
Paralizado. Congelado. Flechado.
Eiji abre la boca, sintiendo cómo las cosquillas retumban en su vientre, cómo el sudor perla cada uno de sus poros mientras su torrente sanguíneo se electriza, es una sensación violenta, abrumadora, su corazón se siente como si latiera por primera vez, los vellos se le ponen de punta, quiere alejarlo, no quiere tocarlo más y al mismo tiempo se termina inclinando, cayendo como si Ash fuera su gravedad y él un simple pétalo al viento. Es tan hermoso. Y él se siente tan efímero y pequeño entre sus palmas firmes y ásperas, esos jades son cacofonía, son música, son arte, son libertad, son ambigüedad y son su universo, de repente se siente como si flotara y nada más importara ¿por qué será?, ¿por su toque o esa forma tan intensa que tiene de mirarlo?
Eiji se siente congelado por Ash, sentir su mano sobre la suya es como el beso de una estrella muerta.
—Eres una buena persona. —Finalmente le dice—. Por eso confío en ti, no tengo otra razón, eres un chico bueno.
—O-Oh. —Su cara quema—. ¿Cómo puedes saberlo?
—Cuando llevas tanto tiempo en mi ambiente te das cuenta con facilidad, basta con una mirada para saberlo, la gente me ve como un objeto en este punto, es sucio y egoísta, pero tu mirada es diferente.
—¿Diferente? —Balbucea, está embelesado ya que Ash impresiona brillar con el arrullo del sol y por el bamboleo de las cortinas, tiene glitter por piel, oro por pestañas y coqueteo en la sonrisa. Precioso.
—Eres un niño. —Lo dice con suma tristeza—. Puedo reconocer las cosas que he perdido.
—Ash.
—Además... —El rubio lo suelta—. Acabo de comprobarlo.
—¿Cómo? —Y es acá cuando Eiji mira dónde solía estar su mano, quedó marcada, literalmente existe una marca negra como la tinta ensuciando el interior marmoleado de sus palmas—. ¿A eso se refería tu padre cuando dijo que te quedaban marcas?
—Es poco práctico ¿cierto? Pero cuando me conecto con alguien inevitablemente deja huellas en mi cuerpo.
—¿No te duele?
—¿Qué?
—¿No te duele hacerlo? —Eiji para, intentando volver a formular la pregunta—. ¿Tienes que hacerlo?
—¿Acaso importa si me duele? —Ríe y Eiji odia esa risa.
—¡Claro que importa!
—Pero te sentiste bien cuando lo hice, todos dicen que se siente grandioso, es una sensación adictiva como las drogas duras, por eso a Dino le va tan bien conmigo.
—Sí, me sentí bien. —Le explica—. Pero eso no significa que deba sentirme bien a costa tuya. —Yace tanto dolor en sus ojos cuando escucha eso, Eiji quiere consolarlo—. ¿Dije algo malo?
—No. —Quiere confortarlo—. No lo hiciste. —Pero el temor a ser malinterpretado como si él quisiera otra vez buscar esa satisfacción es mucho mayor que la punzada en su corazón, ¿quién lo ha dañado?
—Ash.
¿Quién te ha lastimado tanto?
—¡Para! ¡Abre la puerta pronto! ¡Me duele!
—Ibe-san.
Los desgarradores gritos de Ibe cortan el aire de angustia, Eiji corre, ni siquiera lo piensa, sus piernas se mueven antes de que su mente racionalice las consecuencias ¿qué podría hacer alguien como él? No tiene idea, no obstante, se niega a dejar a su suerte a la única persona que lo ha acogido, el único que le dio importancia a su dolor, quién intentó salvarlo y prendió una llamita en su alma con la idea de que encontrara una nueva pasión, así que corre. Corre. Dobla la esquina. Se mete en lo que asume que es la oficina de Dino para encontrar a su tutor arrodillado en el piso con los ojos empañados de un sufrimiento indescriptible. Su mano. Su mano está morada. La rompieron.
—¿Qué? —Eiji quiere llorar, sus dedos lucen muy lastimados, es como si les hubiera pasado un auto encima—. ¿Qué pasó?
—Fue un accidente. —Marvin da un paso adelante—. Cerré la puerta justo cuando puso la mano ahí y es una lástima, creo que así no podrá pintar.
Ash cruje los dientes y aprieta los puños sabiendo exactamente lo que trataron de conseguir, dándole una despedida a su oportunidad de volar.
—P-Puedo. —Ibe aguanta el llanto con la cara roja—. Tengo la otra mano todavía, eso basta, ya firmé el contrato y planeo terminar esa serie de retratos.
Nos vemos en la tardecita con más perspectivas porque como se imaginaran~ Esto no se quedara así.
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