O1. Conversión
│C A P Í T U L O 1: Conversión
—Te podemos ayudar a pagar la deuda—suspiró la mujer, tomando el borde del barandal de las escaleras mientras seguía los pasos de su hija mayor—. Hija... solo hablemos.
Con fuerza, la rubia cerró la puerta detrás de sí al entrar en su habitación. Aunque odiaba gritarle a su madre, en ese momento todo su mente se encontraba cubierta de una neblina que la hacía olvidar muchas cosas. Conocía a las personas a las que les debía dinero y sabía que, sino pagaba su deuda, a ellos les importaría muy poco que tuviera hermanos pequeños. Por eso decidió irse de su hogar antes de tiempo.
—No podrás hacerlo—la voz de su madre atravesó la puerta. Adelaine se detuvo en medio de la habitación antes de tomar una maleta y empacar la poca ropa que tenía, que se notaba desgastada.
Con fuerza, pasó una de sus manos por la cara, sintiendo la picazón en los ojos y el nudo en la garganta.
—No es algo que vayamos a discutir, madre...
Escuchaba los golpes en la puerta de su habitación; su madre estaba llorando, era obvio, su hija de 19 años estaba abandonando su hogar.
La joven trabajaba en burdeles en el año 1665 y pedía dinero prestado continuamente a hombres peligrosos, lo cual ocasionó su huida repentina.
—Hija, por favor... Ady, hermosa, podremos arreglar esto—escuchaba cómo lloraba detrás de la puerta. Ya había guardado la poca ropa que tenía—. Pediré más dinero al banco...
Sentía un nudo en la garganta. Con un suspiro, aferrándose a la maleta, se colocó un abrigo y salió de la habitación. Observó a su madre llorar y tomarle del abrigo tratando de detenerla. Con una sacudida algo fuerte logró zafarse de las manos de la mujer mayor y, antes de alejarse por completo, regresó y tomó entre sus manos el rostro de su madre, plantando un beso en su frente y acariciando su mejilla.
Cuando salió de su hogar, escuchó los gritos desgarradores de su madre. Soltando una última lágrima, limpió su rostro y caminó con paso firme hacia los barcos. Las miradas de hombres y mujeres siempre se posaban en ella, por lo que no era diferente ese día. Sentía las miradas y los murmullos a medida que caminaba. Por un momento creyó que había ganado, pero todo se derrumbó al sentir un fuerte jalón en el brazo, tan fuerte que sintió un dolor agudo. La tomaron con tal fuerza que no pudo soltarse, aunque se resistiera.
Soltó la maleta, escuchando romperse varias cosas que contenía. La arrastraron y, como el lugar era poco transitado, nadie podía ayudarla.
Reconoció de inmediato de quiénes se trataban. Eran aquellos hombres asquerosos que la habían amenazado. Dejó de resistirse y patalear al reconocer que no podía hacer mucho.
Se dejó llevar, escuchando las carcajadas de los hombres a su alrededor.
—La pequeña zorra pensó que podía irse sin pagarnos—le tomaban del cabello, causando dolor en su cuero cabelludo—, pero vas a aprender que nadie hace eso y sale vivo...
Después de aquellas palabras, quizás se desconectó, reconociendo lo que sucedería. No quería ver nada de lo que hacían con ella. Escuchaba los gritos de emoción de ellos, sentía el dolor de su cabeza al impactar contra el suelo, las manos de cada uno arrancaban la ropa que llevaba, aspirando el olor asqueroso de alcohol y sangre. Pudo sentir las navajas en su piel y el dolor entre las piernas.
Sentía dolor en todo el cuerpo...
Después de lastimar cada parte de su cuerpo y jugar con ella, la dejaron tirada.
No quiso reaccionar, pero escuchaba que se reían a carcajadas hasta que algo hizo que no se escuchara nada. Pensó que se habían ido hasta que uno de ellos habló temblorosamente. No entendía ninguna palabra, pero notaba que el tono de su voz era de verdadero miedo.
—Tranquila—escuchó la ronca voz de un hombre y sintió algo cubrirle del frío de aquella cruda noche—, todo estará bien... pequeña.
Solo escuchó los gritos de aquellos malnacidos, gritaban tratando de huir. El abrigo que el desconocido le había colocado le calentaba lo suficiente. Con las fuerzas que recuperó, abrió los ojos y observó aquella masacre del hombre, aquel vampiro; sus cabellos oscuros y su ropa no se veían diferentes ni sucios. Había vaciado completamente los cuerpos de los que la habían dejado allí.
Sonrió y finalmente se dejó ir. No necesitaba vivir más.
—Lo siento mucho... pero es la única opción...
Al escuchar aquello, se confundió, hasta que sintió agujas atravesar su cuello, escuchando cómo se abrían paso los colmillos en su piel.
Ardía como veneno en su sangre; se retorcía al sentir fuego pasar por su cuerpo, se agitaba y gemía de dolor.
El dolor del cuello se esparció por toda su anatomía, llamas debajo de su piel le hacían suplicar que detuviera el dolor. Reconoció que la había levantado del suelo sucio donde había muerto esa misma noche. Después de varios minutos, pudo sentir la suavidad de una cama, distrayéndola un par de momentos del ardor.
Escuchaba la voz de aquel hombre, pero a ratos lo único que escuchaba era un zumbido constante y profundo. Sentía que moría, pensaba muchas cosas; tal vez ya habían pasado años y ese dolor seguía o así lo sentía. Sabía que solo pasaban segundos, aunque el dolor le hacía vivir los momentos más largos.
Empezó a sentir pánico.
El fuego convirtió la noche en una especie de cámara de privación de los sentidos: no percibía nada que no fuera dolor, ni la cama debajo de ella.
—El dolor pasará, chiquilla—sentía cómo poco a poco se acostumbraba al fuego en su ser—. Te deberé explicar muchas cosas, así que lo haré cuando despiertes. Tranquila, nadie volverá a dañarte, nadie podrá destruirte fácilmente...
Sentía el tiempo pasar y la voz de aquel hombre le había dicho que ya había pasado un día de aquel suceso y que la conversión tardaba tres días.
Escuchó sobre la única regla: la existencia de los vampiros debía permanecer en secreto.
Eso significaba que él debía controlarla, una vampira neófita.
—Yo te enseñaré, te mantendré a salvo, te lo prometo. No podrás decirle a nadie lo que eres—escuchaba suspiros de parte de él—, no podrás volver a ver a tu familia. Les podrías causar daño y deduzco que, por ese mismo motivo, te encontrabas huyendo... para mantenerlos a salvo.
Escuchó sobre los Vulturis, la realeza de los vampiros. Le explicó cómo iniciaron una campaña milenaria para llevar la paz y el orden al mundo vampírico. En sus inicios habían sido seis integrantes; ahora ellos vivían en Volterra, Italia. Por un momento trató de recordar los mapas que había visto en el despacho de su padre alguna vez, pero no recordaba dónde se encontraba aquel lugar. Se mantuvo atenta, oyendo sobre los dones y que podría portar uno ella —si obviamente tuviera la oportunidad—. Existían distintos dones y él le explicó el suyo: consistía en ser veloz, más rápido que el vampiro promedio.
Le habló de que los Vulturis habían inventado todas las historias sobre las cruces, el agua bendita y los espejos. Los vampiros debían mantenerse en las sombras... o de lo contrario deberían hacer frente a las consecuencias.
Habló sobre su conversión en los años 1300, admitiendo que le había ayudado porque le recordaba a su hermana fallecida. Habló y habló durante los tres días. Jamás se había alejado de Adelaine —solo cuando compró ropa para ella e hizo que una mujer la ayudara a limpiarse sin hacer preguntas por una buena cantidad de dinero—.
—Jamás volverás a dormir. La comida te resultará desagradable, si lo haces, es como ingerir tierra—con cada cosa que el hombre susurraba, le sorprendía mucho más aquello—. Nunca volverás a tener hambre, solo sed. Te enseñaré a cazar o asesinar, tú decidirás cuando esto acabe—se mantuvo en silencio por un tiempo y por un momento pensó que se había retirado hasta que siguió explicándole sobre los vampiros—. No te enfermarás nunca, ni tampoco volverás a sentir cansancio. Serás capaz de correr velozmente, tendrás una fuerza mayor que cualquier otra especie del planeta. No necesitas respirar, podrás ver con mayor claridad y escuchar incluso el sonido más sutil y, lo más perturbador, tu corazón dejará de latir.
Era tan consciente de todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo que percibió inmediatamente el momento en que algo cambió. Empezó en los dedos de sus pies; ya no los sentía. Era como si el fuego por fin hubiera vencido, reduciendo partes de sí a cenizas.
Pudo sentir sus piernas y manos, pero solo quedaba la sensación de que, más que apagarse, se estuvieran desplazando. El fuego, que había abandonado sus extremidades, parecía fluir hacia el centro de su cuerpo, avivando las llamas e intensificando el calor. Era incapaz de creer que pudiera existir un ardor aún más intenso.
Su corazón, que ya latía con gran fuerza, empezó a hacerlo a mayor velocidad. Parecía que allí se concentraba el núcleo del fuego. Este estaba absorbiendo las llamas de sus manos y tobillos, liberándolas del dolor, pero multiplicando el calor y la agonía en su pecho.
El incendio llameó en el centro de su pecho, absorbiendo los restos de llamas del resto de su anatomía para alimentar el más abrasador de los rescoldos. Fue tan intenso que la aturdió. Su espalda se arqueó, doblándose como si el fuego la alzara desde el corazón.
Se inició una batalla en su interior: su corazón desbocado bombardeaba al fuego desatado, y ambos iban perdiendo. El fuego estrechó su cerco, concentrándose en una dolorosa bola del tamaño de un puño con una oleada final insoportable. Esa llamarada fue contestada por un profundo golpe sordo que sonó como un hueco. Su corazón tartamudeó un par de veces y después latió solo una vez más.
Ya no hubo ningún otro sonido.
Ni una respiración, ni siquiera la suya.
—Eres un vampiro...
Por primera vez, pudo ver el rostro de su salvador. Podía ver todo más cerca: las motas de polvo, la madera construida, las partículas en el aire. Sintió la garganta seca, pero con firmeza olvidó el dolor y se levantó, escuchando un jadeo de sorpresa del vampiro a su lado. Sintió una de sus manos envuelta en la suya, ahora con una temperatura similar. La dura piel, sedosa y pálida, era idéntica a la suya.
—¿Te encuentras bien?—La observó, sus rasgos varoniles, el cabello oscuro cayendo sobre su frente y sus ojos carmesíes, mostraban que había visto muchas cosas—. Te salvé de aquellos hombres asquerosos. Si quieres irte de mi lado, puedes hacerlo, pero debo prepararte antes para cualquier momento que puedas pasar. Al haberte convertido, soy como tu padre.
Asintió lentamente, tratando de asimilar lo perfecto que era su rostro.
—Me encuentro bien—Dejó de hablar al escuchar su propia voz—. ¿Esa... era realmente mi voz? Es imposible...
El hombre sonrío y suspiro.
—Con respecto a la sangre...—volvió a hablar titubeando un poco—. Tomaré la que me aconsejes tomar, aunque si es de humano... ¿me ayudarás a decidir qué personas lo merecen?
Él sonrió y asintió, tomando y hundiéndola en un abrazo. Sintió el cariño de un padre, sabiendo que el suyo había desaparecido cuando tenía seis años.
—Vamos a cazar...
La sensación de desplazamiento era extraña, como si su cuerpo se estuviera reajustando. Cada paso que daba, cada movimiento, era más ligero y preciso, como si estuviera aprendiendo a moverse de nuevo. El vampiro, que ahora consideraba su mentor, la observaba con una mezcla de orgullo y preocupación.
—Recuerda, Adelaine, la sed será tu mayor enemigo al principio—le explicó mientras caminaban hacia el bosque cercano—. Debes aprender a controlarla, o perderás tu humanidad por completo.
Adelaine asintió, decidida. Sentía una mezcla de miedo y emoción. El mundo a su alrededor parecía más vivo, más vibrante. Podía escuchar el crujido de las hojas bajo sus pies con una claridad asombrosa, y el olor del bosque era casi abrumador.
—¿Cómo... cómo lo haces?—preguntó, intentando entender cómo su mentor manejaba la sed—. ¿Cómo decides quién merece ser...?
—Es una cuestión de ética y supervivencia—respondió él, deteniéndose para mirarla a los ojos—. Los humanos son frágiles, pero también son nuestra conexión con lo que alguna vez fuimos. No todos merecen morir por nuestra sed. Por eso te enseñaré a cazar animales primero. Es una alternativa menos destructiva.
La rubia asintió nuevamente, agradecida por la guía. Su nueva vida sería un desafío constante, pero con la ayuda de su mentor, sentía que podría enfrentar lo que viniera.
Cazaron esa noche, y aunque la experiencia fue intensa y aterradora, Ady se sintió más conectada con su nueva naturaleza. Mientras bebía la sangre de un ciervo, pudo sentir la fuerza y la vitalidad fluir a través de ella. No era lo mismo que la sangre humana, pero sació su sed lo suficiente para mantener su mente clara.
Después de la caza, regresaron a la cabaña. La vampiresa se sentó frente al fuego, reflexionando sobre todo lo que había sucedido. Su mentor se acercó y le entregó una copa de vino vacía, que ella aceptó con una sonrisa.
—Hay mucho que aprender, Adelaine. Mucho que entender sobre nuestra existencia. Pero no estás sola en esto—dijo él, sentándose a su lado—. Juntos, encontraremos un equilibrio.
Ady lo miró, sintiendo una nueva esperanza crecer dentro de ella. Aunque su vida había cambiado para siempre, ya no tenía miedo. Con él a su lado, estaba lista para enfrentar el futuro.
Después de la cacería, Adelaine notó, tal como había explicado Christian, que todo era distinto ahora a través de sus nuevos ojos; todos los sentidos de su cuerpo habían mejorado. Sentía que toda su vida había tenido una venda en los ojos y que esa mañana se la habían quitado.
Sonrió al recordar cómo, durante varias décadas, habían vagado por todos lados. A veces se cansaban y permanecían un tiempo indefinido en varios lugares del país. Conocieron a varios vampiros que les brindaron un apoyo infinito y ayudaron a muchas personas. Aunque la mayoría de quienes los conocían asumían que eran pareja, ellos solo se veían como padre e hija.
Durante su viaje en medio Oriente, conocieron a unos vampiros que les hablaron sobre las almas gemelas de los vampiros —parejas destinadas— y la Tua Cantante. Les fascinó saber eso y les explicaron que no muchas personas tenían el placer de conocer a su alma gemela en vida.
Después de haber viajado por Sudáfrica, se hospedaron con unos amigos. Cada uno estaba en su respectiva habitación. Ady se encontraba en el balcón cuando una visión se mostró.
"Se encontraba junto a un hombre alto, rubio, que le sostenía de la cintura. Podía notar el amor y la admiración en sus ojos mientras se miraban fijamente. Se sentía plena a su lado. Después de intercambiar miradas, observaron a una familia de vampiros, parecidos a él. Parecían felices juntos.
—Carlisle... eres mi vida y dudo por mi existencia que jamás podré vivir en un mundo donde no estés... te amo.
Entrelazaron una de sus manos, mientras que otra tocaba su mejilla con un toque suave.
—Adelaine, he estado toda mi vida esperando por ti y ahora que estoy contigo, juro que te amo y te amaré para siempre..."
Después de observar la visión, soltó un jadeo sorprendida. Sintió el toque en su mejilla todavía, como si fuera un hierro caliente contra su piel. Sonrió y, con su velocidad vampírica, se encontró en la habitación de Christian, quien parecía esperarla.
—Supongo que no me tienes que contar, tú eres la de las buenas ideas... vamos, pequeña.
Agrandó su sonrisa y, con decisión, partieron de Sudáfrica, tomando el primer vuelo a Seattle. Su pareja destinada la esperaba y sabía a dónde dirigirse.
➥Nota de la autora📦📝
O1. ¡Hello! espero les guste los cambios que he realizado, es una narración diferente y también traemos el libro que anteriormente ya conocieron como Eternal, ahora como Maybe in another life!
O2. Vamos a revivir el romance de Adelaine y Carlisle y espero que estén aquí para cada paso que haga para llegar al final de este primer libro que escribí hace mucho tiempo:)
O3. ¡Les recuerdo que se agradecen los comentarios y votos! Los amo🫶🏻🥰
CARLISLECULLEN, 2024
© maybe in another life fanfic
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