Maybe, I Miss You
Lo primero que logró observar Kazutora al momento en que consiguió realmente despertar fue lo taciturno que se hallaba su departamento aquella mañana.
Sin el fastidioso sonido de la licuadora resonando por todo el lugar porque Chifuyu se encontraba preparando su desayuno. Sin Chifuyu circulando irritado de un lado a otro porque no podía encontrar su tan apreciada corbata azul medianoche. Sin las pesadas reprensiones de Chifuyu hacia su persona, porque dejaba que Peke J durmiera junto a él, en lugar de obligarlo a dormir en su correspondiente casa, que tanto trabajo le había costado hacer de pequeño.
Sin Chifuyu en general
Rasco sus ojos con fastidio. Realmente lo menos que deseaba esa mañana era pararse de su cama, sin embargo y por más que quisiera no podía permanecer sobre su cama desecho por la depresión que la eterna ausencia del azabache le causaba.
Ya había derrochado muchos años de su vida tras las rejas de una asquerosa cárcel de segunda. No planeaba seguir desperdiciando más de ello.
Un pequeño maullido lo saco de su estupor. Peke j se encontraba a su lado, observándolo con la cabeza ladeada, como si de alguna manera se encontrase consciente de su amarga situación actual. Acaricio su cabeza con una de sus callosas manos, ganándose a cambio, un alegre ronroneo de parte del felino.
Luego de una, ciertamente larga, sección de caricias, el pequeño gato decidió abandonar su mano, para así dirigirse a la salida de la habitación. Hanemiya solo optó por seguirlo.
– De igual manera tendrían que levantarse al final. – Deliberó, echando la sabana hacia un lado.
Se colocó unas antiguas pantuflas verdes que había conseguido desvalijarle a uno de los imbéciles guardias de seguridad que solían cuidarlo, o mejor dicho maltratarlo, en sus primeros días dentro de prisión.
Aún recuerda ese repugnante momento en el que cumplió dieciocho años y por ende fue transferido del reclusorio a la cárcel. El inmundo trato con el que era, valga la redundancia, tratado tanto por los guardias como por sus mismos camaradas vándalos.
El solo repaso de todo ese dinero que tenía que mantener salvaguardado sobre si, o en distintas esquinas del recinto, junto a una que otra paliza para lograr no ser una nueva víctima de las infernales molestias a los que sometían a los pobres diablos.
Porqué él por menos gozaba de experiencia apaleando a las personas que lo hicieran molestar y de sustento económico por parte de la billetera de la mierda de su padre cada tres o cuatro meses que lo venía a visitar.
Dinero el cual siempre se hallaba escoltado por alguna frase insultante y/o réplica agresiva, debido a la gran mancha que había dejado sobre el apellido de su familia. Y claro, tenía que aguantarlo sin rechistar, porque un guardia con pistola eléctrica se encontraba detrás de él, vigilando determinadamente todas sus acciones.
Sin duda alguna, todo ello era bastante tedioso.
Sin mencionar, por supuesto, todas esas veces que estuvo a punto de arrebatarse la vida. Dejar toda esa grotesca existencia repleta de maltrato, sangre, muerte, traición, tristeza e infelicidad. Y es que Dios, por más que las personas acudieran a visitarlo para llevarle distintas anécdotas y experiencias simplemente no era lo mismo.
No era igual que estar junto a ellos viviendo todas aquellas cosas que tiempo después vienen a contarle.
Las ideas de arremeter contra su propia vida nunca abandonaron sus pensamientos nocturnos. Las heridas que decoraban de forma bastante horripilante sus muñecas, pecho y antebrazos siendo pruebas suficientes de esto mismo. Sin embargo, logró estabilizar de mejor modo sus pensamientos, antes de cometer alguna estupidez.
– Yo... voy a cumplir con mi condena.
Sus propias palabras lo golpearon directamente en el rostro. Si es que se llegaba a provocar algún daño severo, que lograra infringir en contra de sí mismo, lo único que estaría haciendo sería contradecirse a sí mismo... Nuevamente.
Le había hecho una promesa al alma fallecida de su mejor amigo, Keisuke Baji y tenía que centrarse en efectuarla, sin importar nada.
El sonido constante de los rasguños lo alertaron. Sus pies se arrastraron camino hacia la salida de su habitación, encontrándose con una escena ya bastante cotidiana para sus mañanas dentro de la mediana vivienda.
Peke j se encontraba rasguñando con sus afiladas garras la puerta que conducía a la habitación de Chifuyu, como solía hacer todas las mañanas, dando a entender que tenía hambre y deseaba que su dueño le proporcionará un poco de alimento. Un acontecimiento clásico.
Observó la escena con melancolía, un pinchazo justo en su corazón.
¿Cómo le explicaba al hambriento e impaciente gato que aquel dueño que acostumbraba alimentarlo a tempranas horas de la mañana no saldría en absoluto por más que rasque y rasque su puerta?
Se dispuso a entrar al baño y arreglar aunque sea un poco su antiestético aspecto. Hoy iría a visitar la tumba de Matsuno por primera vez, desde que fue enterrado hace unas tres semanas.
Desde que el infeliz de Kisaki le arrebató la vida de un disparo en la cabeza, para posteriormente dejarlo tirado sobre el suelo, como si nada se tratase, como si no importase que su cuerpo marchito se encontrase desangrándose justo al frente de él.
El agua helada se desplazó sobre su piel blanca, los vellos de su piel erizándose ante el repentino contacto frío. En realidad no deseaba ir al cementerio, no quería ir a ver a Chifuyu y solo chocar con una grisácea lápida con su nombre escrito.
No quería despedirse de él.
Y era exactamente por esa misma razón que había decidido no acudir al sepelio del menor, engañando a todas con sucias mentiras, que solo dejaban más a prueba lo malo que era, con aquella persona que le brindó todo aquello que posee en la actualidad.
– ¿Necesitas un aventón? –. La amigable voz del pelinegro se encontró colisionando con sus desahuciados pensamientos.
Su puño golpeó la celeste cerámica decorada con pequeños delfines del baño. Cuando volvía a tener una nueva razón para ver la vida de otra manera, cuando después de tanto tiempo existía una persona que deseaba tenerlo a su lado, vivir junto con él, mientras se apoyaban mutuamente en lo que anhelaban crear, la vida se lo arrebata una forma tan ruin y espantosa, que solo lograba hacerlo exasperar.
¿Qué clase de afán tenía la vida con verlo pudrirse en la miseria?
Primero con el abandono de su madre, luego con el sacrificio de Baji y ahora con el asesinato de Chifuyu.
Creyó que esta vez sería distinta, que el universo le sonreiría y le daría una nueva oportunidad para realizarse. Sin embargo, terminó por no ser así... Siempre era así.
¿Siquiera vale la pena seguir navegando en este enorme mar de desesperanza en el que se encuentra andando?
Las lágrimas saladas comenzaron a desplazarse por sus fanales en un viaje del que ni siquiera se había enterrado el cuándo había abordado. Llorar no era una de las facetas que acostumbrara a usar muy a menudo, y que solo dejaba salir cuando se encontraba en un estado en el que ni porque deseara podría ser capaz de controlar.
Como en ese instante en el que Keisuke había accedido a formar parte de su escaso grupo de amigos reales o aquella vez que Manjirou lo había perdonado por el trágico destino en el que se había visto envuelto su hermano mayor días antes de su cumpleaños.
Bajo su perspectiva, ninguno debería de haberlo perdonado, todos debieron de haberse mantenido lo más lejos posible de él y todo el daño que traía consigo. Nadie debió de haberse preocupado por él y lo que sea que le pasara, porque al final él solo deseaba lo peor para ellos.
Debieron de haber dejado que se pudriera, como la basura que era.
El tiempo trascurrió y con ello, la puerta del baño finalmente fue abierta. Kazutora termino por arrojar la toalla, con la que anteriormente se había encargado de secar sus largas hebras azabaches contra el perchero de imitación que yacía a un lado del cuarto de baño. Quizá en cuando volviera lo recogería y lo pondría en su lugar.
Tomó el gran saco con croquetas y se encargó de llenar hasta el borde el tazón del pequeño Peke j, que al Matsuno no salir había tomado como represalia tomar una siesta al frente de la puerta de la alcoba de su dueño.
El también... se encuentra sufriendo mucho por todo esto...
Dio un ligero silbido, con el único objetivo de llamar la atención del fuliginoso felino, este se despertó de inmediato ante el sonido ya conocido y dando una leve carrera se acercó hacia el lugar. Sus ojos se toparon con la comida y fue en ese mismo momento cuando empezó a devorar.
Hanemiya se puso de cuclillas y pasó una mano por su pequeña cabeza. – En el cielo, seguro que Chifuyu también te echa de menos. – Murmuró, en un arrullo. Él por supuesto, no creía en cosas tan mediocres como lo eran el edén y todo ese conjunto de cosas.
Las deidades eran, a su representación, una total repugnancia. Siempre robándose el crédito sobre el riguroso trabajo hecho por la humanidad. Las personas se esfuerzan día con día para tratar de arreglar o por lo menos mejorar un poco el apestoso mundo en el que habitamos. ¿Y qué es lo que obtienen ellos a cambio?
Nada, absolutamente nada. Todos los agradecimientos y vítores se los llevan ellos, seres irreales a los cuales tienen encima de un trono, alabandolos
No obstante, si es que de verdad existía un ente en los nirvanas y todo un paraíso a sus alrededores, no le cabía la menor duda que seguro aquellas puertas perladas habían sido abiertas para Chifuyu, al momento de verse obligado a abandonar este mundo terrenal.
Tomó una gruesa chaqueta verde musgo entre sus manos, para posteriormente colocársela sobre los hombros, pasó distraídamente los dedos por su cabello aun húmedo, y tomando el manojo de llaves que descansaba en la mesa aun lado de la puerta pasó a retirarse del lugar, a paso firme y un poco nervioso.
No, bastante nervioso.
Encendió el automóvil y observándolo un momento se quedó inerte frente a él. La opresión sobre su pecho se le hizo irónica, hasta ridícula.
Teniendo en cuenta que era exactamente la misma persona la cual gozaba de dos muertes con arma blanca en su expediente criminal, y una gran variedad de personas heridas por sus actos, que sintiera este tipo de emociones se podía interpretar como algo sumamente burlesco.
Subió al auto tiempo después, dejando cualquier turbación o memoria que tuvieran sus pensamientos en un segundo plano, a la vez que se perdía en el zumbido que el motor del automóvil le proporcionaba.
Terminemos con esto.
El brillante cielo azul lo recibió al momento de bajarse del vehículo, el ramo con distinta variedad de flores se deslizó por su brazo, al intentar guardar las llaves de forma segura en el bolsillo de su chaqueta.
El papel que envolvía de manera bastante sofisticada el manojo de flores era de un encantador color azul celeste junto a distinta variedad de detalles en negro, mientras que las flores eran de un color blanco, tan blanco como la nieve misma.
El color blanco simbolizaba la paz, la inocencia, la bondad y la pureza. Se considera a si mismo como el color de la perfección, y para Kazutora Hanemiya no existía nadie más perfecto que Chifuyu Matsuno.
Magnífico cabello azabache, preciosos luceros esmeralda, figura escultural, personalidad entretenida, gustos encantadores... Joder.
Estaba tan enamorado de ese maldito amante de los gatos. Y lamentablemente no había podido cuidarlo del exterior cruel en el que se hallaban.
Sus pasos hacia su destino eran pesados y pausados, como si no supiera en donde se encontraba la tumba de esa amistad fallecida que había venido a visitar.
Oh no, por supuesto que sabía en donde se ubicaba la lápida de Matsuno. Él mismo se había encargado de que el llorón de Takemichi se lo indicará con lujo de detalle.
Y para su desgracia, ahí se encontraba...
Justo al lado de la de Baji.
¿Alguna coincidencia sucia planeada específicamente para él? Para que no se le olvidase que se había quedado completamente solo en la deriva, sin nadie que sujetara su mano, para que no cayera en un profundo vacío infernal.
A lo mejor, sin embargo, no quiso indagar más en ese tema. Al fin de cuentas tampoco había venido a visitar a Keisuke, así que básicamente se encontraba matando dos pájaros de un solo tiro.
– Que porquería... – Murmuró, en palabras casi inaudibles. – No soy solo una mala persona, sino que también un mal mejor amigo. – Le lanzó una ligera ojeada al ramo antes de sentarse sobre la escabrosa callejuela. Lo tomo entre sus manos, y partiéndolo a la mitad se concentró en obsequiarle a cada uno una mitad. No era mucho, no obstante Hanagaki no le había comentado sobre esta casualidad.
– Lo matare a golpes apenas lo vea. – Pensó, más después de eso decidió concentrarse en las dos piedras frente a él.
Ya que eso era lo único que había quedado de aquellas dos personas que realmente le habían enseñado acerca del buen cariño. Solo restos carbonizados de lo que en algún momento habían llegado a ser dos entes bañados de juventud y una extensa vida por delante.
Trago grueso, al repentinamente sentir reseca parte de su garganta. Los monumentos delante de él se le hacían difíciles de observar, por lo que decidió bajar la vista hacia sus manos, las cuales se movían de un lado a otro con nerviosismo.
Bueno, nadie dijo que esto sería algo fácil.
– Me duele. – Confesó entre murmullos, como si no quisiera que nadie más escuchase lo que se encontraba hablando. – Me duele tener que observarlos de esta manera. – Sus dedos se movían en un desenfreno total.
– Saber que no pude hacer nada para evitar que esto sucediera, que lo pude hacer, pero no lo hice y ahora lo único que me queda es lamentarme por todo esto. – Un pinchazo golpeó su corazón, tan fuerte y duro como el pinchazo de una aguja.
– Perdoname Baji, perdoname por todo el daño que te cause, perdoname por no haber pensado mejor mis ideas antes de ponerlas en marcha, perdoname por lo ocurrido con el hermano de Mikey, perdoname por hacerte pensar que la única alternativa que quedaba era que te quitaras la vida. – Una pequeña gota rozó su mejilla y ahí pudo darse cuenta de que se encontraba totalmente vulnerable ante sus propios sentimientos.
– Perdoname Chifuyu. – Sorbió su nariz y empujo un poco de su suelto cabello azabache hacia atrás. – Perdoname por siempre burlarme de tu aprecio hacia Baji, cuando yo también me encontraba depositando mucho afecto en él, perdóname por haberte elegido a ti para la prueba de fé, perdoname por siempre sentir celos de ti, perdóname por no haber podido llegar a tiempo. – Un mar de sollozos empapaba su rostro, llanto inundado de una gigantesca culpa interna.
– Perdonenme por no haber podido salvar a ninguno de las crueles garras de la muerte. – El dolor que perforaba su ser era fuerte. Estaba solo, nuevamente volvía a estar solo, y no había podido hacer nada para evitar que eso ocurriese.
Su cabeza fue levantada, y ahí pudo encontrarse cara a cara con la tumba de su amado Chifuyu. Todo lo que había temido se le había vuelto realidad, todo lo que temía se encontraba aquí junto a él. Muerte y desesperación era lo único que lo perseguía y por más que intentase eso no sucumbiria.
Se encontraba condenado.
Condenado al sufrimiento.
Tendría que seguir andando solo a la deriva, aislado de los demás, mientras seguía siendo víctima de aquellos demonios que lo poseían, demonios que no hacían más que calar en su interior, recordandole siempre la miseria en la que se encontraba tendido.
Oh, que terrible miseria
Sin embargo, ¿porque se hallaba tan entristecido con esto en general?
Será porque su mente maquiavélica le hizo suponer cosas incorrectas. Una vida alegre al lado de su ser amado, creando sueños y caminos, que ahora las cosas ahora no podrían irse al caño, que su pasado quedaría en un segundo plano y este podría ser un buen momento para dar nuevos pasos.
Falacias.
Tal vez era que se hallaba muy intoxicado con Chifuyu, pero eso era lo único que había acaparado su mente desde que lo había venido a rescatar de aquel infierno en el que se vio obligado a pertenecer tantos años. Una gran película que lamentablemente jamás será estrenada.
Se paró del lugar donde se hallaba, una leve sacudida a sus ojos, mientras el resto de las lágrimas se esparcian sobre su mano. Ojos dorados, decorados por una esclerótica medianamente carmesí se encontraron con el panel al frente de él.
– Me hubiera gustado decirte lo mucho que me gustabas y lo agradecido que me encuentro por todo lo que hiciste por mi. – Su cabeza se encontraba dando vueltas y el dolor que yacía sobre ella no era algo normal. – Yo... Quizá te extraño.
Y no era ningún quizas, realmente si lo echaba de menos. Y deseaba mucho que estuviera aquí junto a él.
Un destino moribundo que yacía marcado con pluma sobre los papiros de su libro de vida. Cambios que nunca pudieron llegar y hilos de conmociones que lo mantenían sujeto. Tal vez en esta vida no se mantendría forjando sueños junto con Chifuyu, sin embargo en otra vida tal vez si fuese así.
Mientras tanto, seguirá cuidado de lo que en algun momento fue importante para Matsuno. Pensar en si mismo, aligerar sus sentimientos y procurar no caminar tanto sobre la cuerda floja. Intentaría llevar una vida amena, en la que trataría de no verse preocupado.
Seguiría en contacto con Naoto y Takemichi, y los seguiría ayudando con todos los problemas en los que se ven envueltos, atar cabos sueltos y procurará descubrir nuevos casos acerca del destino cruel de La Tokyo Manji Gang y sus allegados. Se haría justicia por los caídos.
Caminaría y observaría a su alrededor, cumpliendo con los tratos que se había impuesto. En otra vida no cometería tantos errores y se aseguraria de que él y su ser amado fueran muy felices juntos.
***
Primero que nada, hola a todos aquellos que se encuentren acá leyendo esta historia. Tokyo Revengers ni sus personajes son de mi autoría, aunque eso ya deberían de saberlo. Todos sus merecidos créditos al god de Ken Wakui.
Esta es mi primera obra dentro de este fandom y realmente se me hace agradable el ver como quedo. La historia se basa en donde culminó el anime, es decir inicio de Black Dragons.
Quise hacerlo basado en esto porque me toco el corazon en ver la expresión afligida de Kazutora al no poder haber salvado a Chifuyu de las garras de Kisaki, un acontecimiento que cuando lo animen hara llorar a más de uno.
Sobre el porqué de las menciones a Takemichi, siendo que el deberia de estar sumido en sus propios líos, pues aquí el universo es un poco alterno.
Si, Hina murió, pero Hanagaki no tuvo nada que ver con ello.
Y sobre la tumba de Matsuno ubicada al lado de la de Keisuke, solo es un adorable headcanon, que deja el corazón de las fans Bajifuyu aun mas quebrado.
Y nada espero que le haya gustado y capten algunas referencias a las letras de las canciones que fueron de gran utilidad para la creación de esta obra.
Muchos besos a todos y gracias por quedarte a leer esto uwuw
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