99. Whisky y depresión.
*Publicado originalmente el 9 de octubre de 2016*
28 de octubre
Narra Paul
Nada tenía sentido para mí. Y, aunque había encontrado mucho consuelo en el alcohol, me sentía mal. ¿Qué iba a hacer ahora? La banda se estaba desmoronando poco a poco, y mis intentos para unificarla no sirvieron. Sólo me quedaba sentarme en el sillón con una copa de whisky en mi mano a observar cómo todo se iba al carajo.
—Papi, ¿dónde está mami?
Miré a mi pequeña hija con confusión.
—No lo sé, princesa—musité.
— ¿Por qué estás triste, papi?—no sabía cuántas veces me había preguntado eso, ya estaba harto de su pregunta—. Ya no estés triste, por favor.
— ¡Cállate, Mary!—exclamé, alzando mi mano—. ¡No estoy triste!
(TN) entró corriendo a la habitación y me miró con miedo. Agaché la vista y vi que mi pequeña hija tenía sus ojitos fuertemente cerrados, esperando mi golpe.
— ¿¡Le vas a pegar, McCartney?!—gritó mi mujer—. Ni se te ocurra ponerle una mano encima a mi hija.
Martha comenzó a gruñir y negué rápidamente con la cabeza. ¿Qué demonios estuve a punto de hacer? Yo no era agresivo, mucho menos con las personas que más amaba en este mundo.
—Mami...—musitó mi hija y corrió a los brazos de (TN).
Quería llorar, pero algo en mi interior no me dejaba hacerlo. Mi esposa se llevó a mi hija a la recámara de las niñas, y volví a quedarme solo en el sofá. Vi el vaso con whisky y tomé otro sorbo. Me sentí mejor al instante.
Un poco más tarde, fui a la cocina para disculparme con (TN). Yo jamás sería capaz de pegarle a mi princesa. (TN) me miró de reojo y se estremeció cuando le di un beso en la mejilla.
—Perdón por lo de hace rato—musité—. No sé qué me pasó, sabes bien que yo no sería capaz de pegarle. Es mi princesa, la amo como a mi vida misma.
—Eso es lo que me preocupa, Paul—me dijo—. En este momento parece que ni siquiera tu vida te importa. Pasas todo el día en ese sillón, bebiendo y viendo televisión. Llevas más de un mes estando deprimido y comienza a agotarse mi paciencia. ¿A dónde nos va a llevar todo eso? Porque tu crisis nos está afectando a todos, y es algo que no pareces poder ver. Ya es momento de que te levantes y hagas algo, sólo así superarás esto.
—Apuesto a que desearías haberte casado con alguien más—mascullé—. Alguien que no estuviera agotando tu paciencia. ¿Me equivoco?
— ¡Me ofendes, Paul!—exclamó ella.
La tomé de los brazos para que me mirara a la cara. Sentía coraje, quería que me escuchara. No estaba mal porque lo deseara, las circunstancias me habían llevado a estarlo. Ella era quien debía entender o resignarse.
—Sé que es verdad, alguien como Dawson no te estaría haciendo pasar por esto...
— ¡Estás lastimándome, Paul!
—Serías feliz a su lado, o tal vez con Aaron, ya estuviste con él una vez. Sabes que él no es un borracho como yo, desearías que estuviera follándote todo el...
Sentí un golpe en la mejilla, que ocasionó que soltara a (TN) para regresarle la cachetada. Ella no tardó en darme otra. Todo pasó tan rápido que ambos nos quedamos en shock. ¡¿Le pegué!?
—Lo sien...
—Quiero el divorcio, Paul.
Ella comenzó a llorar y yo sentí un nudo en la garganta que me impidió hablar. ¡El divorcio! ¡Me había pedido el divorcio! Intenté tocar su mejilla para sobarla, pero se retiró y salió corriendo a la habitación de nuestras hijas. De nuevo había fallado como hombre. Salí de la cocina justo a tiempo para ver cómo llevaba a Pauline en brazos y a Mary de la mano.
— ¿A dónde vas?—pregunté con preocupación.
— ¡Afuera!—exclamó ella y salió, alejando de mí lo que más amaba en el mundo: ella y mis princesas.
—Martha...—al menos tendría a la canina para desahogar mis penas.
Mi mascota salió de la casa para ir a encontrarse con mi familia.
Narra (TN)
No podía dejar parar de llorar ni apartar mi mano de mi mejilla. Paul jamás me había pegado, y cuando lo hizo sentí que mi corazón se rompió. Ese hombre que había estado viviendo con nosotras no era el mismo con el que decidí casarme, sino alguien totalmente diferente.
—Ya no llores, mami—me pidió Mary—. Papi no quiso pegarte, lo sé, él te quiere mucho. Dice que somos lo más importante para él. Sólo está triste porque ya no va a tocar música.
Sequé las lágrimas de mis ojos y esbocé una sonrisa débil. Deseé con todas mis fuerzas creer en las palabras de mi hija, pero no pude hacerlo.
—Pauline no quiere verte triste, mami—musitó mi hija—. Si estás triste, ella también se pondrá a llorar.
—Tienes razón, Mary—musité—. Vamos a la casa de los vecinos, ahí pasaremos la noche.
— ¿Y papi? ¿No crees que tenga frío en la noche?
Mi corazón se encogió al ver la carita de angustia de mi pequeña. Mary adoraba a su padre y yo no iba a cambiar esa postura.
—Él estará bien, princesa. Necesita tiempo para pensar.
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