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90. El hombre oculto.

15 de marzo

Narra (TN)

Me desperté con las caricias que Paul le estaba brindando a mi vientre. Queriendo saber qué más haría, fingí seguir dormida. Mi esposo depositó un beso en mi pancita y luego soltó una risita.

—Y por todo eso amo a tu mami, bebé—habló—. Ella siempre fue mi chica especial, lo descubrí cuando era un adolescente, y estoy muy feliz porque ahora puedo llamarla esposa. ¿Sabes otra cosa? Ya quiero tenerte en mis brazos, prometo que seré un buen padre. Ojalá seas un niño, para poder jugar al fútbol y con los carritos, podría darte consejos para conquistar chicas y dinero para que las lleves a lugares bonitos—hizo una pausa y depositó otro beso—. Tampoco me molestaría que fueras niña, serías mi princesa y jugaría al té y a las muñecas contigo como hago con tu hermana; pero eso sí, no voy a permitir que ningún chico se te acerque, sé cómo son –porque soy uno de ellos– y no dejaré que te rompan el corazón. A tu hermana ya le dije que no va a tener novio hasta los treinta, se rió cuando lo dije, pero es verdad.

No pude contenerme más y solté una risita. Escuchar a Paul hablarle así a nuestro bebé era muy tierno. Sentí que puso su oreja en mi vientre.

— ¿Qué dices?—preguntó—. Sí, eso también me pareció a mí. No te preocupes, bebé, papi se encargará de todo.

Paul me besó y yo abrí los ojos. Él alzó una ceja.

—Estabas espiándonos—me acusó.

—No—mentí y sentí como un calambre en el vientre—. ¡Ah!

— ¿Qué ocurre, mi amor?—mi esposo se había preocupado.

—Sentí como un calambre—él colocó su mano encima y volví a sentir lo mismo—. Debe ser el bebé. ¿No sientes nada?

—No, mi amor—negó con su cabeza, un poco decepcionado.

—Ya lo sentirás, Paulie—lo animé—. No te desesperes.

—Tienes razón—contestó sonriendo—. ¿Sabes? No te has hecho ninguna ecografía. Deberías hacértela. Quiero ver a mi bebé, linda.

——————————

Paul salió a hacer las compras mientras yo me quedaba para descansar un poco, claro que eso era lo que le había dicho a él, porque de lo contrario jamás se hubiera ido. Se estaba volviendo insoportable, no me dejaba hacer nada por mi embarazo.

Mary y yo fuimos al jardín trasero para acceder al espacio de meditación de Paul. Mi niña se tiró sobre las alfombras de su padre y se puso a jugar con los cojines, yo la observé con atención y me puse a jugar con ella.

—Mami...

— ¿Qué ocurre, princesa?

— ¿Podemos ver las nubes?

—Claro, linda.

Me recosté junto a ella en la alfombra y estuvimos viendo las nubes. Algunas parecían animales: como un perro, un gato, un caballo; otras eran feroces dragones y algunas parecían personas. Mi princesa comenzó a cerrar sus ojitos y se quedó dormida. Yo también sentía que mis párpados pesaban, hasta que vi una nube con la forma de... ¿John? Abrí los ojos y la nube había desaparecido.

—Sólo fue mi imaginación—susurré para mí misma.

—No lo fue, hermanita.

Esa voz. Sólo podía tratarse de mi hermano mayor. Me senté en la alfombra y pude ver a John entrar al lugar, con una sonrisa enorme en su rostro. Me levanté y me acerqué a él con temor, creyendo que volvería a rechazarme. Él me envolvió en sus brazos y yo comencé a llorar.

—No llores, hermanita—me pidió, acariciando mi espalda—. Sé que he sido un bastardo contigo, pero sólo lo he hecho porque no quiero que tengas que decidir, hermanita. Todo será más fácil de esta manera, aunque nos duela.

—No entiendo lo que dices, John—le dije—. ¿A qué te refieres con que no quieres que tenga que decidir?

—Entre Paul y yo, hermanita. He estado vigilando en los últimos días—me confesó—. Paul y tú son muy felices, y eso me hace feliz a mí también. Me gusta verte sonriendo, alegre y disfrutando la vida con tu familia. Me puse muy feliz cuando recibí tu invitación a la boda y, créeme que si hubieses mandado una para Yoko, ahí hubiéramos estado. Me puse muy contento y quería felicitarte por tu matrimonio, espero que sean muy felices juntos, más de lo que ya son.

—Eso mismo queremos nosotros—musité con una sonrisa mientras me limpiaba las lágrimas—. Especialmente con el bebé que viene en camino.

— ¿Un bebé?—John sonrió y miró mi vientre, antes de acariciar un poco—. Otro sobrinito, o sobrinita, quién sabe. ¿Cuánto tienes de embarazo?

—Cuatro meses—respondí.

—McCa debe estar más que contento, deseaba tanto verte embarazada con un bebé suyo desarrollándose en tu interior, llegó a contármelo en más de una ocasión.

—Paul se siente en las nubes, sabiendo que va a ser padre nuevamente. Me sobreprotege y habla con el bebé cada que tiene oportunidad.

—Yo también me ilusioné mucho con el bebé que Yoko y yo íbamos a tener, fue una lástima que sufriera un aborto.

—Lo siento mucho, John.

— ¿Sabes? Creí que me dirías que fue lo mejor que pudo pasar, que fue por el bien de todos. Nadie acepta mi noviazgo con Yoko.

—No diría semejante cosa, ¿olvidas que yo también perdí un bebé?

—No lo olvido—me confesó—. Tampoco podré olvidar la tristeza que sintió Paul cuando se enteró de lo que había pasado, se sentía profundamente culpable, aunque él no tuvo la culpa de nada. —Hizo una pausa—. Perder a mi hijo fue muy duro, Yoko y yo lo enterramos en soledad. En esos momentos me hizo falta mi mejor amigo para consolarme.

— ¿Por qué no te reconcilias con Paul?—cuestioné—. Se ve que le tienes aprecio y sé que él también te quiere mucho. Podrían solucionar todo y volver a ser lo que eran.

—Las cosas entre nosotros nunca serán lo mismo porque él no está dispuesto a aceptar a Yoko, parece que nadie está dispuesto a hacerlo. Lamentablemente, cuando no aceptan a Yoko, es como si no me aceptaran a mí. Culpan a mi amada de nuestra falta de unión, pero Yoko no es la causante de que el grupo se esté desintegrando, hermanita.

— ¿Entonces?

—Es todo a la vez: Brian ya no está, nosotros no somos esos cuatro muchachos que querían hacer Rock & Roll por diversión sino cuatro hombres casados y con hijos; la dureza de la vida nos está dando la cara con todos los negocios e impuestos que están bajo nuestro control y la magia de antes se extingue vertiginosamente. Los demás quieren culpar a Yoko, pero deberían saber que no es por ella.

—De verdad la amas, ¿cierto?

Él asintió.

—Por eso he venido a verte—me dijo—. Mañana Yoko y yo volaremos a París, queremos casarnos cuanto antes, yo...quería que tú lo supieras viniendo de mí y no por la televisión o los diarios.

—Gracias por pensar en mí.

— ¿Recuerdas el día en que llegaste a casa de tío George y tía Mimi?—asentí—. Desde ese día me propuse ser el mejor hermano mayor que pudiera existir, no iba a dejar que nadie ni nada te lastimara.

—Lo recuerdo bien—admití riendo—. No dejabas que ningún chico socializara conmigo, te portabas muy rudo con ellos y les prohibías estar...

—A menos de diez metros de distancia—completó mi frase—. Era porque ellos también eran un peligro. Hice hasta lo imposible por cumplir mis objetivos, como esa mañana que Paul me comentó que quería ser tu novio, y yo le recalqué que él era tu "MEJOR AMIGO". Pero mis intentos fueron en vano, y él terminó conquistándote.

—O cuando no me dejabas entrar a The Quarrymen porque eran HOMBRES únicamente.

— ¡Y los maravillosos regalos que me hacías en mis cumpleaños!

Mary se movió un poco y John tomó una de las cobijas del lugar para que mi pequeña hija no tuviera frío.

—Jamás olvidaré cuando aceptaste por completo mi relación con Paul—le dije y él asintió—. Me diste ese interesante discurso sobre disfrutar mi amor con él, tomando precauciones para que no me pasara lo mismo que a ti. Nos descuidamos un poco, y ahora tengo una princesa.

—Sí...mi pequeña hermanita, casada, con una hija y un bebé en camino—sonrió nostálgicamente—. Hermanita...quería explicarte mis motivos para despedirme.

— ¿Despedirte?—cuestioné, con miedo en mi voz—. No quiero que te despidas, Johnny. ¡Eres mi hermano! ¿Quién estará ahí para protegerme de todo el mundo? ¿Quién me va a dar buenos consejos?

—Te puedo asegurar que Paul estará siempre ahí para protegerte y darte buenos consejos. Se podría decir que mi trabajo de hermano mayor ha terminado y me siento satisfecho porque tendrás a tu lado a un hombre que te ama muchísimo, y que incluso daría la vida por ti sin dudarlo—me abrazó—. Yo siempre voy a ser tu hermano, y te voy a querer, aunque no nos veamos, hermanita.

Se separó de nuestro abrazo y dijo que debía irse. Yo no quería que lo hiciera, John era mi hermano. Mis ojos se llenaron de lágrimas deseosas de salir para mostrarle al mundo que me dolía el alejamiento de mi hermano, pero me negaba a dejarlas.

—John...—él se giró para verme.

— ¿Hermanita?

—Este no es el final, ¿o sí?

—Yo espero que no.

Y salió del recinto.

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