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86. Concierto en la azotea.

30 de enero

Narra (TN)

Los chicos habían dejado los Twickenham Film Studios para trasladarse al número 3 de Saville Row, donde se habían establecido las oficinas de Apple y también un estudio para ellos. La razón principal del cambio era que así estarían más cómodos para crear un buen ambiente y sentirse como en casa.

Hoy tenían la intención de dar su primer concierto en vivo después del de Candlestick Park, por lo que Paul me había invitado a acompañarlo al estudio. Al principio habían pensado en dar el concierto en un lugar más exótico, pero terminaron eligiendo la azotea del edificio de Apple por comodidad.

Paul me había contado que el ánimo de la banda había mejorado desde que George volvió con un invitado especial: Billy Preston; así que no había ningún motivo para que algo saliera mal.

Hacía mucho frío y viento, pero mi prometido insistió que le bastaría con el traje; yo había decidido usar un abrigo muy bonito que el bajista me había regalado en Año Nuevo.

—Buenos días—saludó Paul cuando entramos al estudio para reunirnos con los chicos.

—Hola, Paul—saludó Ringo—. ¡(TN)! ¡Qué sorpresa! ¿Cómo has estado?

—Muy bien, Ringo—respondí—. ¿Qué tal tú?

—No me quejo—se encogió de hombros.

No vi a George por ninguna parte, sólo estaban John y Yoko hablando con Billy en uno de los rincones de la habitación. Paul me hizo una seña de que volvería en un momento, y aproveché para ir a saludar a mi hermano. Me acerqué al trío y él apenas me miró de reojo.

— ¡Hola, Johnny!—le saludé con una sonrisa enorme en mi rostro.

Mi hermano se veía tan diferente ahora: cabello largo, gafas de enmarcado circular y una japonesa a su lado. Lennon me miró de pies a cabeza y luego hizo un gesto con la cabeza para indicarme "hola".

—Tú debes ser la futura señora McCartney, ¿no es así?—preguntó Billy con una expresión alegre—. Paul me ha contado mucho de ti y de su pequeña hija.

—Soy (TN) (TA)—me presenté, extendiendo mi mano.

—Billy Preston—estrechó mi mano con fuerza.

—También soy la hermana menor de John, ¿verdad?—miré a mi hermano, buscando una seña afirmativa que jamás llegó.

—Lo siento, sólo tengo dos hermanas: Julia y Jaqueline.

Sentí que algo dentro de mí se partió. Él siempre me había considerado más hermana a mí, aunque no lo fuese de verdad, que a sus propias hermanas. Para mi buena suerte, Paul regresó en ese momento y me pidió que lo acompañara. Mi estado de ánimo cambió radicalmente después de lo que John había dicho, jamás me había sentido tan herida. ¿Cómo se atrevió a hacerlo?

— ¿Te encuentras bien?—me preguntó Paul con el ceño fruncido al verme con una expresión seria—. Fue Lennon, ¿no? ¡¿Qué te dijo!?

—No, estoy bien, Paulie—sonreí forzadamente.

Él suspiró profundamente y me pidió que subiéramos a la azotea para mostrarme todo. Los micrófonos, altavoces y las cámaras ya estaban en sus sitos. McCartney y yo nos acercamos al borde del edificio: había carros transitando como cualquier día ordinario. Me preguntaba qué pasaría cuando los chicos comenzaran a tocar.

Los otros integrantes de la banda fueron incorporándose arriba, Billy Preston tomó su lugar detrás de los teclados. Harrison se acercó a mí y me dio un abrazo efusivo, algo que necesitaba muchísimo.

— ¿Cómo has estado, Georgie?—le pregunté.

—Todo va muy bien—contestó con una sonrisa—, a pesar del frío clima. ¿Qué tal has estado tú?

—Muy bien—respondí—. Paul y yo somos muy felices, y estamos esperando a nuestro segundo bebé.

—Eso está excelente, felicidades.

Era casi mediodía cuando The Beatles abrieron el concierto con Get Back. Me acerqué al borde de la azotea para ver cómo comenzaban a formarse multitudes afuera del edificio, seguramente empleados que estaban en su hora de almuerzo. La mayoría estaba mirando hacia arriba y algunos viendo posibles maneras de llegar a la azotea para verlos. Siguieron con una incompleta versión de una canción de John llamada I Want You (She's So Heavy), y luego interpretaron Don't Let Me Down.

Miré a los chicos y tomé una fotografía con mi cámara para preservar el momento. Se podía ver que la magia fluía de nuevo, igual que en los viejos tiempos. Estaban entusiasmados haciendo lo que más les gustaba en este mundo: música. Y dicha magia no hacía otra cosa que no fuera aumentar canción tras canción.

Cuando tocaron I've Got A Feeling, era como estar frente a ellos en The Cavern o en el Kaiserkeller; sin tensiones, sin problemas, con una complicidad que sólo ellos entendían.

Continuaron con One After 909, después una versión de Dig A Pony. Todo parecía ir de maravilla hasta que Mal Evans subió corriendo para avisarles a los chicos que debían detener todo porque la policía lo había solicitado.

—No dejaremos de tocar—se decidió por unanimidad.

—La policía los arrestará—nos advirtió.

Si antes se estaban divirtiendo, ahora la adrenalina los había puesto más felices. Sabía que querían ver en el periódico algo así como: "THE BEATLES ARRESTADOS POR TOCAR EN UNA AZOTEA".

En ese momento, la policía llegó a la azotea y le pidieron a Mal que desconectara los altavoces de las guitarras, cosa que hizo de inmediato. George miró el suyo y lo volvió a encender, Evans no tardó en hacer lo mismo con el de John, sabiendo que el concierto debía seguir.

—Sólo una canción más—la policía accedió a regañadientes.

Y Get Back inundó nuevamente el aire londinense de ese gélido día, en esta ocasión por última vez. Dieron lo mejor de sí en esa canción, lograron mostrarle al mundo una vez más que habían llegado a la cima de la cima de las cimas, y que no se habían rendido. Eran un grupo.

Al finalizar la canción, se desconectó todo.

—La policía fue una decepción—comentó Ringo riendo al bajar de la azotea—. Me hubiera gustado que nos llevaran a rastras, incluso con mi batería.

—Ese hubiese sido un gran final para la película—concordó John sonriendo, después me miró—. ¿No lo crees, herman...Yo, debo irme, chicos.

Su sincera sonrisa se esfumó, tomó a Yoko de la mano y se apresuró a marcharse del recinto. Paul me abrazó por detrás y me pidió que sonriera, cosa que hice. Estuvimos un rato conversando con el personal de Apple y con George y Ringo, antes de marcharnos a casa.

— ¿Ya me vas a decir qué te dijo Lennon?—me preguntó, agaché la cabeza.

—Básicamente dijo que no era su hermana—le confesé—. Eso...no sé, Paul, me dolió. Sé que no soy su hermana, pero...él siempre me quiso como tal y...me llamaba hermanita...

Mi voz se quebró por completo y Paul tuvo que hacer el carro a un lado para poder consolarme con un abrazo y algunos besos.

—John ha cambiado mucho, mi amor—me dijo—. No quiero que te lastime.

­—Es que...él era como mi mejor amigo, mi confidente.

—Escucha: me tienes a mí. John también era muchas cosas para mí, hasta que descubrí que tú podías serlo mil veces mejor. Yo también puedo ser mil veces mejor que Lennon, porque te amo.

Tragué saliva y dejé de llorar. Paul y yo continuamos nuestro camino a casa, donde Mary nos esperaba junto a Maggie y Martha.

—Lo vimos todo en las noticias, señor Paul—nos contó Mary—. La actuación fue magnífica, aunque...lamento lo de la policía.

—Fue emocionante—contestó Paul sonriendo.

— ¡Papi tocar bajo!—exclamó nuestra hija con una gran sonrisa.

—Así es, princesa—mi prometido la alzó en sus brazos y la llenó de besos—. Un día, cuando seas un poco más grande, puedo enseñarte a tocar el bajo, ¿te gustaría tocar como papi?

— ¡Sí!—gritó—. Como papi y tío John.

Paul me miró preocupado, yo me limité a encogerme de hombros y a sonreír. Él imitó mi gesto y después me hizo un guiño.

En ese momento me di cuenta que Paul tenía razón: nos teníamos el uno al otro y eso era suficiente. Él era mi mejor amigo y confidente, además de mi alma gemela y futuro marido.

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