83. Mesa para dos.
12 de diciembre
Narra (TN)
Apenas llevaba un par de semanas en casa y todo parecía mejorar. Paul no tenía que ir al estudio ni a la oficina, así que nos mimaba todo el día a Mary y a mí. Las semanas que habíamos pasado separados nos sirvieron mucho para valorar la compañía del otro.
Estaba recostada en la cama, leyendo un libro que Paul me había recomendado cuando el susodicho entró en nuestra habitación y me miró con una sonrisa ladeada.
— ¿Piensas quedarte ahí todo el día, cariño?—preguntó.
—Eso creo—bostecé, con algo de molestia—. Quiero terminar este libro, Paulie. Parece olvidaste qué día es hoy, así que nada tiene más relevancia que el libro.
—Eso no es verdad—dijo él—. No soy tan tonto como para olvidar tu cumpleaños, mi amor, no se cumplen veinticinco años todos los días.
—No ha sido muy especial hasta ahora—él hizo una extraña mueca por mi comentario.
— ¿Por qué no te vistes de forma espectacular como sabes hacerlo y vamos a cenar algo?—sugirió—. Tenemos mucho sin salir tú y yo a solas, voy a hacer especial lo que resta de la noche.
— ¿Ir sin Mary?—él asintió—. De...de acuerdo. Supongo que será divertido tener un poco de tiempo para nosotros.
— ¿Qué opinas de una ducha compartida antes de irnos?—sonrió maliciosamente.
Cerré el libro y lo puse en la mesita auxiliar que estaba al lado de la cama. Me levanté, caminé hacia él y lo tomé por la corbata para jalarlo rumbo al baño. El dio un respingo ante el acto, pero sonrió inmediatamente.
—Me gusta cuando eres ruda, preciosa.
——————————
Paul me abrió la puerta del auto y me dio la mano para bajar, él no me quitaba la mirada de encima, sabía que el vestido morado que hacía juego con su corbata le había encantado. Habíamos llegado a un restaurante de lujo, uno donde sólo se podía acceder con reservación hecha con mucha anticipación, miré a mi novio con curiosidad y él se encogió de hombros. ¿Había hecho una reservación? De no ser así, nos negarían el acceso. Me tomó de la mano y nos acercamos a la entrada.
—Señor McCartney, pasen—nos dijo el portero, haciéndose a un lado para que pudiéramos ingresar al lugar.
— ¡¿Por qué no me contaste que habías hecho una reservación aquí!?—exclamé con entusiasmo.
—Cuando las cosas son sorpresas, resultan mejores—contestó él.
Por dentro era todavía más lujoso, las paredes eran de un color crema que te brindaba una sensación de calidez y sobre ellas se podían observar toda clase de hermosos paisajes; también había varias columnas de mármol, lo cual hacía que el lugar se viera increíble. La iluminación era perfecta gracias a las arañas que había en el techo. Y las mesas, estaban cubiertas con los manteles de una tela que a kilómetros se notaba costosísima y tenían un arreglo floral en el centro.
Seguía contemplando lo que tenía alrededor cuando uno de los meseros se acercó a nosotros para indicarnos dónde nos sentaríamos. Llegamos a una mesa para dos, relativamente cerca del piano. Paul me abrió la silla para que me sentara y luego fue a la suya a hacer lo mismo.
— ¿Te gusta éste lugar?
— ¡Es maravilloso, mi amor!
McCartney sonrió y me guiñó el ojo. El mesero se acercó con una jarra para servirnos algo de agua. Como si fuera planeado, cuando terminamos nuestros vasos de agua, la cena llegó. Lo primero que nos sirvieron fue una sopa crema de elote.
— ¿Desean algún vino?—preguntó el mesero, haciendo que me pusiera un poco tensa—. Yo les recomendaría el champagne Laurent-Perrier.
—A mí sí, por favor—dijo Paul y el mesero fue a servirle de inmediato.
—Yo preferiría otro vaso de agua.
—En un momento, señorita—contestó y sirvió mi vaso de agua.
— ¿Agua, mi amor?—cuestionó Paul mientras fruncía el ceño—. El champagne es muy bueno, te encantará si lo pruebas, preciosa. Además, es perfecto para brindar por tu cumpleaños.
—Sabes que no suelo tomar mucho.
—Estás conmigo, yo te cuidaré.
—Gracias, Paulie—dije—. Prefiero tomar agua.
—De acuerdo, no insistiré.
Después de eso, nos dedicamos a disfrutar de la sopa crema. Estaba increíble, nunca había probado algo tan perfecto. Era como tener una explosión de sabores en la boca, unos complementando a otros para hacerte sentir como si hubieses probado el cielo mismo.
— ¿Te encargaste de escoger la cena para los dos?—Paul asintió sin verme a los ojos por estar terminando su sopa.
El siguiente plato que nos trajeron fue Bœuf bourguignon, un plato francés exquisito, acompañado con espagueti. Paul me dirigía miradas extrañas, parecía estar nervioso.
Terminamos el plato y el mesero nos dijo que el postre tardaría un poco más. Eso era muy raro, los restaurantes como aquel siempre prevén todo para que la comida esté justo a tiempo. Mi novio me miró con una sonrisa. De repente, el pianista comenzó a tocar And I Love Her. Miré a Paul con confusión, él se levantó de su silla, se acercó a mí y puso una rodilla en el suelo. ¡Dios mío!
Sus hermosas avellanas se fijaron en mis ojos.
—Preciosa, soñé con este momento desde que era un adolescente y, ahora que por fin ha llegado, son tantas las emociones y los pensamientos que recorren mi cabeza que tengo miedo de no hacerlo bien y echar a perder todo. No obstante, daré mi mayor esfuerzo, porque si algo he aprendido a tu lado es que podemos alcanzar la felicidad si nos esforzamos lo suficiente. Varias veces creí perder tu amor, pero lo recuperé todas y cada una de ellas. Quizá existan un par de cosas que me hubiese gustado hacer mejor, pero no me arrepiento de nada, porque nadie sabe qué hubiese pasado si hubieran sido distintas; tal vez yo no estaría diciendo estas líneas que, aunque no lo parezca, preparé durante meses enteros. Lo que no me llevó mucho tiempo fue darme cuenta que tú eres mi alma gemela, que estamos destinados a estar juntos, sin importar qué tan grandes parezcan las adversidades que aparecen en nuestro camino. Cuando estoy contigo, me siento seguro, le das estabilidad a mi vida, mi corazón late deprisa cuando te veo y sigo sintiendo una sensación inefable en el estómago al sentir tu piel rozar con la mía. Para mí, eres como una obra de arte, la más bella que se pudo haber hecho. Tus ojos son como dos luceros que iluminan todos mis días; siempre que observo esos delicados labios que tienes, me dan ganas de besarlos una y otra vez hasta que me duelan los míos; tu risa es el sonido más perfecto que a mi oído ha deleitado, mientras que tu llanto es la melodía más triste que éste, no tan inexperto músico, ha llegado a escuchar. Me diste dos de los regalos más valiosos que un hombre puede aspirar a tener: amor y una hija. Sólo un tonto dejaría que una persona así se fuera de su vida, y yo no soy nada parecido, a mí me encantaría pasar el resto de mi vida a tu lado. Me has llegado a decir que podría tener a todas las mujeres que yo quisiera del mundo, pero sólo quiero a la mujer que está frente a mí, porque sólo ella me ha demostrado lo que es el amor verdadero y únicamente ella representa el mundo entero para mí. Mi amor, me pediste que fuéramos despacio, y creo que ya es momento para hacerte la pregunta más importante de nuestras vidas. —Paul sacó una cajita de su bolsillo y la abrió, dejando ver un precioso anillo—. Encantadora y hermosa (TN) (TA), ¿me harías el honor de convertirte en mi esposa?
Todas esas palabras me hicieron llorar, pero una sonrisa enorme había estado presente mi rostro desde el principio. En ese momento, me di cuenta que todas las personas del lugar habían guardado silencio para escuchar mi respuesta. Paul me miraba suplicante, temiendo que lo volviera a rechazar.
— ¡Sí!—exclamé y todo el mundo se puso a aplaudir.
Paul se levantó y deslizó el bonito anillo en el dedo anular de mi mano izquierda, antes de besarla. Terminó And I Love Her y el pianista comenzó a tocar Here, There And Everywhere. Me lancé a los brazos del amor de mi vida y él me estrechó con fuerza.
—Gracias por decirme que sí—me susurró al oído—. Cuando terminé de hablar, todavía con la rodilla en el suelo, creí que me volverías a rechazar.
—Nunca rechazaría una propuesta tan romántica como la que me hiciste—admití y le di un beso en los labios.
——————————
Paul regresó de comprobar que Mary estuviese dormida y tomó mi mano izquierda para ver una vez más el anillo. Me atrajo hacia él, me susurró al oído que quería hacerme el amor y comenzó a besarme apasionadamente mientras bajaba el cierre de mi vestido, yo empecé quitándole el saco, luego desabrochando su corbata y los botones de su camisa. Sentí cómo mi vestido caía al suelo y ayudé a McCartney a quitarse la camisa por completo.
—Olvidé decir en mi propuesta que me encanta tu cuerpo—musitó seductoramente mientras desabrochaba mi sostén para masajear mi anatomía—. Tus perfectos senos...me vuelven loco.
Paul me tomó en sus brazos y me depositó en la cama con cuidado, para colocarse encima de mí y besar mi cuello. Así duramos un rato, hasta que el bajista se apartó y bajó mis calzoncillos para complacerme con su lengua. Se sentía fantástico, lo único que yo podía hacer era aferrarme a las sábanas con fuerza y retorcerme un poco. Nos separamos y él bajó sus pantalones. Lo acaricié por encima del bóxer, haciendo que soltara un gruñido, estaba un poco mojado por los líquidos pre seminales, su erección era firme.
—Mi turno, Paulie—bajé su bóxer y lo recosté en la cama para tomar su miembro con mis manos y jugar un poco.
—Con tu boca, preciosa—me pidió y yo obedecí.
Utilicé mis labios para hacer que su miembro vibrara. Él dio un respingo y su amigo se tensó un poco.
— ¡Ah! Se sintió muy bien—jadeó—. Hazlo de nuevo, por favor.
Lo hice un par de veces más hasta que Paul me pidió que parara y, con un ágil movimiento de su parte, volví a quedar debajo de él. Agradecía que desde que había regresado de Estados Unidos quisimos volver a intentar conseguir un bebé, porque no hubiera aguantado hasta que se pusiera el preservativo. Se colocó en mi entrada e ingresó de una embestida, haciéndome gritar del placer.
— ¿Te gustó eso?—me preguntó jadeando.
—S-sí, Paul... ¡ah!
Sus embestidas eran maravillosas y me encantaba que fuera alternando las velocidades. Rápido, y luego más lento, rápido otra vez, y de nuevo despacio; de esa manera nos daba placer sin llegar tan pronto a la cima.
Yo pasaba mis manos por su cabello y daba estirones de vez en cuando. Él jadeaba ocasionalmente, y yo no podía dejar de gemir, se sentía increíble tenerlo dentro de mí.
— ¡Paulie!—grité al alcanzar el glorioso orgasmo.
— ¡Dios, eres muy estrecha, (TN)!
—Tú eres muy grueso, Paul.
McCartney cerró sus ojitos y siguió embistiéndome con rapidez unos momentos más hasta que su pene comenzó a palpitar. Sabía que estaba a punto de llegar, y así fue.
— ¡(TN)!—exclamó Paul y eyaculó en mi interior.
Nos recuperamos un poco y nos besamos. Después, nos separamos y nos abrazamos para dormir juntos. Fue en ese momento cuando decidí decirle algo importante a mi prometido.
—Paul...
— ¿Qué ocurre, mi amor?
— ¿Podrías acompañarme a ver al doctor en un par de semanas?
— ¿Te duele algo?—sonó preocupado—. ¿Qué tienes? ¿Estás enferma? No me habías dicho nada, preciosa. No quiero que te pase nada.
—No es eso—musité y lo miré a los ojos—. En realidad, es por un retraso de dos semanas que tengo. Me hice unos estudios el otro día y pronto me darán los resultados.
— ¿¡Estás embarazada!?—me preguntó con los ojos muy abiertos y dibujando una sonrisa enorme en su rostro, antes de comenzar a besar mis labios—. Ya veo por qué no quisiste tomar champagne conmigo, debí haberlo sospechado.
—Aún no estoy plenamente segura—confesé, después de separarme de su beso—, pero no pensaba arriesgar a nuestro posible futuro bebé.
—Estaré encantado de ir al médico contigo por los resultados, tengo un buen presentimiento—musitó y luego se acercó a mi abdomen para darle un beso—. ¿Hay alguien ahí?
Solté una risita y besé a Paul con dulzura. Él volvió a recostarse y suspiró profundamente, antes de que decidiéramos dormir. Había sido uno de los mejores días y cumpleaños de mi vida, todo gracias a él.
Sinceramente, si éste capítulo no les gustó es porque no tienen sentimientos...de acuerdo, no xD
¿Qué opinan de la propuesta? ¿Les pareció buena o les hubiera gustado que fuera diferente? Saben que me encanta leer sus comentarios :3
Espero que les haya gustado tanto como a mí ;)
A. McCartney
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