77. El principio del fin.
Mediados de agosto
Narra George
Habíamos pasado de la droga a tratar de encontrarle el sentido a la vida. Nos introdujimos en la meditación, aprendimos que mediante un "mantra" se intenta trascender, ir más allá de solamente despertar, dormir o soñar. Pero... ¿de dónde se sacaba un mantra? No se podía ir a Harrods a comprar uno.
Alguien me había mostrado una fotografía de un Yogi llamado Maharishi, diciéndome que daría una conferencia. Había decidido comprar entradas para mí y para los chicos, en caso de que quisieran venir. John y Paul aceptaron ir conmigo, pero Ringo estaba ocupado con el nacimiento de su segundo hijo, Jason.
Escuchamos al Maharishi y nos pareció que decía cosas con mucho sentido. Nos había dicho que con un sistema de meditación sencillo, veinte minutos por la mañana y veinte por la noche, se podía mejorar la calidad de vida y encontrarle algún sentido.
Después de la conferencia, conocimos personalmente al Maharishi. Él nos invitó a Bangor para iniciarnos. Y así lo hicimos, de verdad estábamos muy entusiasmados con la idea de iniciarnos en la meditación trascendental, al menos yo lo estaba.
Agosto 25
Narra Paul
Tomé mi maleta y la de (TN) antes de subir al tren, ella llevaba a nuestra hija en sus brazos. El tren ya estaba saliendo de la estación, así que tuvimos que correr para alcanzarlo. Mi novia subió primero conmigo detrás de ella, luego John, después George con Pattie y al final Ringo y Maureen. Bajamos las cosas en el tren y le di un beso a (TN) para iniciar bien el viaje.
— ¿Dónde está Cynthia, John?—preguntó mi novia—. Creí que venía contigo, la vi corriendo en la estación de trenes.
—Fue muy lenta—fue todo lo que dijo Lennon.
Solté un suspiro y le hice una seña a (TN) para que no siguiera hablando con él. Me molestaba cómo podía llegar a ser John, Cynthia hubiera llegado al tren si él se hubiera encargado del equipaje.
Por otra parte, se sentía un tanto extraño viajar sin Brian Epstein, Neil Aspinall o Mal Evans, quienes siempre iban con nosotros cuando salíamos como grupo. Nuestro mánager había dicho que se reuniría con nosotros en algunos días más.
Pasé todo el camino pensando en cómo le propondría matrimonio a (TN), quería hacerlo en este viaje, eso era seguro.
Llegamos y había una multitud de gente esperándonos. Estábamos vestidos con ropa psicodélica, lo cual nos parecía genial. Al llegar al lugar donde nos quedaríamos, nos dimos cuenta que era como un campamento de verano. Pasaríamos mucho tiempo sentados en círculo aprendiendo a meditar.
Pero, después lo intentábamos en nuestra habitación, y no nos salía, aunque no parecía ser tan complicado. Nos sentábamos y teníamos nuestro mantra para meditar. Cuando comenzábamos a pensar en otras cosas, teníamos que concentrarnos. Al principio fue muy difícil.
Agosto 27
Narra (TN)
Paul estaba sentado en el suelo de la habitación intentando meditar un poco. George y Pattie se habían llevado a Mary hacía un rato, así que yo sólo me limité a estar recostada en la cama. Estaba tan aburrida de no hacer nada, que tomé una de las almohadas y se la lancé a Paul en la espalda. Él tomó la almohada, se levantó y se acercó a mí.
— ¿Con que eso quieres?—preguntó—. Eso tendrás.
Comenzó a darme almohadazos sin piedad. Rápidamente tomé la otra almohada y me defendí, agradecía que no estuvieran hechas de plumas porque apuesto a que la habitación hubiese quedado repleta. Ambos reíamos. De forma repentina, Paul lanzó su almohada a un lado y se abalanzó sobre mí para besarme.
—Quiero invitarte a dar un paseo sólo conmigo esta noche—susurró en mi oído—. Me gustaría decirte algo.
— ¿Qué cosa, Paulie?
—Es un secreto—volvió a susurrarme—, tendrás que esperar hasta la noche.
¿Un secreto? ¿Por qué Paul tenía que ser tan misterioso a veces? Quería saber a qué secreto se refería, pero conocía a mi novio y sabía que decirme antes de tiempo no estaba en sus planes. Aun así, quise hacer un último intento.
—Dime ahora.
—No, ya es hora de ir con los chicos—susurró en mi oído.
Volvimos a poner las almohadas en su lugar y nos tomamos de la mano para reunirnos con los chicos y con Maharishi. Todo era muy rutinario hasta que alguien irrumpió en la habitación y dijo que Paul tenía una llamada urgente desde Londres. Mi novio fue a contestar mientras los demás seguíamos con la meditación.
McCartney no regresó a la sesión de meditación, así que los chicos, sus esposas y yo fuimos a buscarlo cuando salimos. Estaba pálido, junto al teléfono. Todos nos preocupamos mucho. ¿Qué había pasado para que se pusiera así?
— ¿Estás bien, mi amor?
— ¿Qué pasa, McCa?—le preguntó John.
—Brian está muerto—dijo Paul en lo que fue casi un susurro.
Todos nos quedamos en silencio, viendo al bajista, con esperanzas de que dijera que sólo se trataba de una broma, pero sabíamos desde un principio que no sería así. Los rostros de los cuatro es algo que jamás olvidaré, estaban impertérritos; lo que en ellos no indicaba nada bueno. Después de unos minutos, los chicos creyeron que Maharishi podría ayudarles a superar lo que había pasado, sabía que estaban bastante dolidos.
— ¿Qué ocurre, muchachos?—les preguntó Maharishi con esa vocecita aguda que tenía.
—Es sobre un buen amigo nuestro—le explicó Ringo.
—Ha sido nuestro mánager desde siempre y ha muerto—dijo John.
— ¿Debemos dejarlo?—preguntó George.
—Quizá no deberíamos seguir aquí—musitó Paul.
— ¿Qué debemos hacer, gran maestro?
—Bueno, ha muerto—respondió Maharishi—. Se ha ido. En verdad no pasa nada. Sólo no se aferren a él, ámenlo y déjenlo marchar. Todos nosotros somos fuerzas muy poderosas y podrían evitar su progresión natural al cielo. Lloren su pérdida y ámenlo, pero dejen que sigua su camino.
Todos estábamos desconcertados. Había sido un golpe terrible para los chicos porque era una de las personas que hacía más tiempo que conocían, era una especie de confidente y padre para todos ellos, lo conocían muy bien. Cuando alguien muere como Brian, es como si lo arrancaran del paisaje, y entonces te pones a pensar una y otra vez que no lo volverás a ver nunca más.
Mi novio y yo empacamos nuestras cosas y partimos con destino a Londres. John, George y Ringo se irían hasta en la noche porque hablarían con los reporteros. Al llegar a casa, Paul dejó nuestras maletas en el vestíbulo.
—Tengo una jaqueca horrible, mi amor—me confesó—. Voy a ir a recostarme e intentaré dormir un poco, aunque no lo creo posible. Ojalá despertara y descubriera que todo ha sido una pesadilla.
Fui a la sala y bajé a Mary en la alfombra, antes de ir a prender la televisión. La noticia del fallecimiento de Brian ya se había esparcido por todo el Reino Unido y ya estaban transmitiendo la entrevista que hicieron a los chicos en Bangor. Lo reporteros no dejaban de preguntarles cómo se sentían respecto al fallecimiento de Eppy.
—No sé qué decir—dijo John—, acabamos de enterarnos, y es difícil pensar en cosas para decir. Pero él era...era una persona formidable, ya sabe, y es algo terrible.
— ¿Qué planes tienen ahora?
—Ninguno—respondió mi hermano—, acabamos de enterarnos.
—Nos ha tomado por sorpresa—intervino Ringo—, igual que al resto de ustedes.
— ¿Dónde estarían el día de hoy sin el Sr. Epstein?
—No lo sé—musitó John.
— ¿Le habían hablado desde que se interesaron en este fin de semana?
—Yo hablé con él el miércoles por la noche—dijo George—. La noche antes de ir a la charla del Maharishi. Sonaba muy animado.
—He oído que esta tarde el Maharishi les ha estado hablando—dijo el reportero—. ¿Me podrían decir qué consejos les ha dado?
—Nos dijo que nos sobrepusiéramos a la angustia y que tuviéramos pensamientos positivos sobre Brian porque nuestros pensamientos viajarían hasta llegar a él, dondequiera que esté—respondió John.
Narra John
Los chicos y yo decidimos no ir al funeral para darle privacidad a la familia de Brian, quien fue sepultado en el Cementerio Everton en Liverpool. Y aunque hubo rumores de que fue un suicidio, los chicos y yo nos negamos a creer eso. Debió haber sido un accidente, Eppy no sería capaz de quitarse su propia vida.
Por otro lado, sabía que estábamos en apuros. A parte de lo puramente musical, no nos veía capaces de organizarnos. De pronto, éramos como gallinas sin cabeza. Tuve miedo, mi impresión era que nos iríamos a la mierda.
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