6. Búsqueda / Explorar opciones.
Narra Ringo
Paul seguía estando muy serio, y no lo culpaba: había perdido a la chica que para él era el amor de su vida. Hasta ahora, él se negaba a hablar con nosotros, prefería estar solo. Siempre era la misma rutina para Paul: del estudio a su habitación, y de su habitación al estudio.
John y George habían salido y me habían pedido que cuidara a Paul; en cierto modo, todos temíamos que cometiera alguna locura si lo dejábamos solo. Me encontraba viendo un programa de televisión cuando escuché que alguien llamaba a la puerta, así que apagué el aparato y fui a ver quién era.
Me encontré con Jane Asher.
—Hola, Ringo —me saludó—. ¿Se encuentra Paul?
—Hola, Jane —respondí—. Sí, está en su habitación. Espera un momento, le diré que estás aquí.
Ella asintió con la cabeza. Yo subí para avisarle a McCartney. Creía que mi amigo debía aprovechar que tenía a Jane, sabía que no era lo mismo que tenía con (TN), pero quizá Jane lo ayudaría a superarla. Llegué a la puerta de la habitación de Paul y llamé dos veces. Escuché un débil "pase" y entré.
Me llevé una gran sorpresa al ver que la habitación de Paul estaba desordenada por completo y él se encontraba en el suelo con un libro en sus manos. Tenía los ojos hinchados y un poco rojos, seguramente de haber llorado.
—Jane está abajo, Paul —le dije—. Quizá es un buen momento para que salgas a dar un paseo con ella y te distraigas.
—No, no necesito distraerme, y no quiero verla. Dile que... que tengo que trabajar en... en una canción —habló inseguro, como si estuviera dudando de sus palabras—. Sí, eso es, una canción.
—De acuerdo.
Bajé con Jane y le expliqué que Paul no podía bajar porque estaba trabajando. Ella creyó todo y se fue, diciendo que volvería luego.
Regresé a la habitación del bajista. Nada había cambiado: el mismo desorden, él en el suelo. Sentía que McCartney necesitaba un abrazo, se veía miserable. Me acerqué a él y lo abracé, con un poco de temor de que se sintiera ofendido y me rechazara, pero no fue así. Correspondió mi abrazo con fuerza, cual niño pequeño aferrándose a alguien que le tendía una mano luego de haber recibido un castigo.
Paul comenzó a llorar.
— ¿Por qué se fue, Ringo? —era evidente que el corazón del bajista estaba roto—. Estoy muy arrepentido por lo que pasó. Prometo que si ella regresa... jamás lo volveré a hacer. Yo... sólo quiero que vuelva, que me quiera como antes. Es difícil despertar sin ella a mi lado. ¡La extraño!
— ¿Qué fue lo que le hiciste, Paul?
— ¿John no les contó? —frunció el ceño y una mueca de confusión se dibujó en su rostro.
—No...
McCartney se apartó de mí y se llevó las manos a la cara. En un principio creí que lo había hecho para secarse las lágrimas, pero luego supe que se había cubierto ante la horrible vergüenza que sentía por lo que iba a decir.
—Yo... la engañé, me acosté con Jane.
Tragué saliva y negué con la cabeza, sin comprender cómo era posible que el bajista se atreviera a preguntar por qué se había ido. Sus motivos eran más claros que el agua. Paul era uno de mis mejores amigos, pero la hermana de John había hecho lo correcto al irse.
—Yo... creo que (TN) estaba en todo su derecho de alejarse, Paul.
—Lo sé —suspiró con tristeza—, pero ella se fue antes de que me dejara explicarle lo que había pasado. Y ahora no quiere hablarme, ni saber nada de mí. Ringo... yo no estaba completamente consciente cuando la engañé, estaba muy ebrio. Yo creí que era (TN), no Jane.
— ¿Confundiste a (TN) con Jane? —hice una mueca de desagrado.
—Estaba ebrio... todo es posible en ese estado.
No podía refutar lo que Paul acababa de decir. Yo también me había encontrado varias veces en ese estado, pero nunca había pasado a mayores.
—Pues... deberías buscarla y decírselo.
—El problema es que ella se fue y John no me dirá dónde está —comenzó a morderse las uñas, sabía que estaba pasando por una especie de crisis de ansiedad—. (TN) le pidió que no lo hiciera, y él no la va a defraudar, ni siquiera porque soy su mejor amigo. Ella siempre va a ir antes que yo en la lista de personas que John quiere y... me voy a morir sin ella, Ringo.
Mi amigo me daba un poco de lástima. Yo también me moriría de tristeza si Maureen se fuera lejos de mí y no quisiera decirme dónde se encuentra. Pero, aunque era su culpa, no me gustaba verlo tan mal.
—Yo te voy a ayudar a encontrarla, Paul —le aseguré, y sus ojos se iluminaron.
Narra John
Llegué a casa con Julian en brazos, aún era pequeño, pero pesaba lo suficiente como para cansarme después de un rato. Escuché que Ringo estaba conversando con Paul, así que bajé a mi hijo, lo tomé de la mano y subimos las escaleras antes de entrar a la habitación de mi mejor amigo.
McCartney estaba sentado en el suelo y Ringo estaba junto a él.
—Hola, chicos—saludé.
Ringo me contestó el saludo, pero Paul no lo hizo. Para tratarse del bajista vanidoso que siempre había conocido, se veía muy diferente. La ausencia de hermanita le había afectado más que a todos lo demás, pero pensaba que iba a superarla con el tiempo porque ella no iba a volver pronto y no quería saber nada de Paul. McCartney miró al suelo.
—Ringo, ¿me dejarías hablar un momento con Paul?
—De hecho, ya debo irme a mi casa para recoger< Maureen —musitó, luego de ver su reloj de muñeca—. Tenemos que ir a una revisión con el doctor, ya saben, por lo del embarazo.
Asentí y esbocé una media sonrisa cuando el baterista se retiró, luego de despedirse de todos y hacerle cariños a Julian. Al narizón sí que le entusiasmaba la idea de ser papá, a mí realmente no, pero ya no había lugar para lamentaciones. Mi hijo era un niño que se parecía más a Cynthia que a mí en cuanto a carácter. En ese momento surgió mi magnífica idea: quizá Julian podría ayudarme a distraer a Paul y levantarle el ánimo.
—Julian, dile "hola" al tío Paul —le pedí al pequeño.
—Hoda, tío Pod —dijo mi pequeño hijo, con su infantil voz.
McCartney alzó la vista y miró a Julian con ternura antes de esbozar una débil sonrisa y extender los brazos para atraer a mi hijo hacia él. Cuando lo abrazó, Julian le dio un besito en la mejilla.
—No llodes —le pidió mientras limpiaba una de sus lágrimas y hacía una mueca de tristeza—. Yo tiste si llodas.
Carraspeé un poco para llamar la atención de mi mejor amigo.
—Voy a la cocina a preparar algo para comer los tres —anuncié.
Narra Paul
John salió de la habitación, dejándome abrazado de Julian. No comprendía cómo era posible que mi amigo no valorara la paternidad. A mí me habría encantado tener un niño igual que el pequeño Lennon: tierno y listo.
—Tienes razón —hice mi mejor sonrisa para que él sonriera también—. Ya no voy a llorar para que no te pongas triste.
— ¿Do pometes? —cuestionó.
—Sí —asentí.
Él se apartó de mí y fue hasta mi guitarra. Pasó uno de sus deditos por una cuerda y rió ante el sonido que se produjo. Me reí por lo bajo ante la ternura que me provocaba.
Julian tomó mi guitarra con cuidado y me la trajo.
—Ten —me dijo—. Toca canción.
La tomé y él me miraba con ansias de que tocara alguna melodía. Toqué un fragmento de una melodía de Bach y, cuando terminé, el pequeño aplaudió. Sonreí, esta vez de manera espontánea.
Y entonces, no sé qué me ocurrió, pero supe que ya era hora de dejar la depresión. Si quería recuperar a (TN) debía ser un verdadero hombre: fuerte y seguro; no uno débil, desordenado y deprimido.
Me levanté y fui a tender mi cama; luego senté al pequeño Julian en ella mientras me dedicaba a organizar la ropa y lo que había tirado en el suelo. Cuando terminé, suspiré con alivio. Mi habitación lucía mucho mejor, prefería el orden.
—Más bonita así, tío Pod —Julian aplaudió.
Lo tomé en mis brazos y bajamos a la cocina, donde John estaba colocando unas cajas de pizza en la mesa. Alcé una ceja. Lennon había pedido la comida en lugar de hacerla él mismo, pero no era como si fuera a negarme a comerla.
Nos sentamos los tres a comer, como era de esperarse, la pizza estaba deliciosa.
—Paul —me llamó Lennon.
— ¿Sí?
— ¿Has escuchado eso que dicen... eh... "un clavo saca a otro clavo"? —cuestionó.
—Sí —me encogí de hombros—, pero... ¿qué tiene que ver eso ahora?
—Eso es lo que tú debes hacer —me dijo antes de darle una gran mordida a su rebanada de pizza—. Debes disfrutar de la vida para no estar triste. Ya te lo dije: (TN) no va a regresar. Tú tienes que continuar, Paul. Sal con Jane, con más chicas, explora tus opciones. Eso te ayudará.
—Lo haré cuando me sienta listo —suspiré.
¿Explorar mis opciones? ¿Salir con otras chicas? John tenía razón, debía hacer algo por mí, porque sabía que era muy probable que (TN) jamás fuera a perdonarme.
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