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49. Amor.

Narra Paul

Terminé de comer antes que (TN), pero no me levanté de mi lugar. Ella era la mujer perfecta. El simple hecho de tenerla cerca me hacía mirarla con ojos de borrego a medio morir, me sentía en el paraíso. Yo era el hombre más afortunado por tenerla como mi novia. Espero poder pasar el resto de mi vida con ella.

—No te preocupes por tu padre y Dylan, ellos saben que estás conmigo—le confesé—. Se ofrecieron amablemente a cuidar de nuestra hija para que nosotros pudiéramos tener tiempo en pareja.

—Papá no mencionó nada—dijo ella, dándole un sorbo a su bebida.

—Yo quería que fuera una sorpresa.

Cuando ella terminó de comer, nos sentamos en la sala para ver una película. Estaban transmitiendo La Máscara de la Muerte Roja. Yo me puse tenso al ver el rostro de mi ex novia, pero (TN) estaba inexpresiva.

—No quiero ver esa película, mi amor—musité—. Me trae malos recuerdos. Todavía me lastima recordar que engañé al amor de mi vida con esa bruja.

— ¿Bruja?

—Sí, es mala—le confesé—. Además es una mujerzuela, recuerda lo que te conté, me engañó con Dawson en mi propia casa.

—Karma no tan instantáneo...

Me reí un poco. Si mi novia no me lo hubiera dicho, yo jamás lo había pensado así, me pasó lo que a ella le había pasado; con la diferencia de que yo no amaba a Jane y (TN) a mí sí. Mi novia apagó el televisor y me dio un beso.

—No importa el pasado, mi amor—me susurró al oído—. Seguimos amándonos y ahora estamos juntos, lo mejor está por venir. No habrá problema que no podamos superar mientras nos amemos, pasaremos noches enteras demostrando cuanto nos amamos y nunca nos sentiremos solos. Somos el uno para el otro y nadie nos podrá separar.

Sus palabras me excitaron muchísimo. Comencé a besar su cuello mientras sentía cómo crecía mi erección y también mi deseo por ella. Hacía mucho que no le hacía el amor a (TN), era el momento perfecto. Me fui colocando encima de ella, pero no me permitió hacerlo.

— ¿Qué tal si vamos a nuestra habitación?

Sonreí de oreja a oreja antes de tomarla de la mano para seguir su sugerencia. Ni siquiera nos molestamos en cerrar la puerta con seguro, sólo estábamos ella y yo, nadie interrumpiría nuestro momento. Mi novia comenzó a desatar mi corbata con suma rapidez, para luego desabrochar los botones de mi camisa mientras yo me dedicaba a bajar el cierre de su hermoso vestido color azul. Ella se deshizo de mi camisa y corbata, después me ayudó a retirar su vestido. Pasó sus delicadas manos por mi pecho y luego bajó hasta mi cinturón para desabrocharlo. Yo la veía con mucha atención. No tardó mucho en encargarse de mis pantalones también. Comencé a besar todo su cuerpo mientras buscaba la manera de quitarle el sostén, lo cual hice con bastante agilidad.

—Wow—exclamé al ver el tamaño de sus senos.

No pude contenerme más, la tomé en mis brazos y la deposité en la cama. Me puse a besar sus senos con mucha delicadeza, tomé uno de sus pezones en mi boca y me puse a jugar con mi lengua. (TN) no paraba de soltar quejidos de placer, sabía que lo estaba disfrutando igual que yo. Succioné con lentitud.

—Paul, la leche...

Fruncí un poco el ceño, pero entendí a qué se refería cuando comencé a probar un líquido cálido y dulce. Succioné un poco más y miré a mi novia de forma lujuriosa al mismo tiempo que presionaba mi duro bulto contra su pierna. Ese debió ser uno de los momentos más eróticos de mi vida. Dejé su pezón y bajé con delicadeza la última prenda que ella llevaba puesta. Mi novia hizo lo mismo con mi bóxer, liberando mi erecto pene. (TN) se dedicó a jugar con mi amigo por unos momentos, haciéndome soltar varios quejidos por el placer. Fui por un condón y ella lo deslizó con cuidado.

— ¿De verdad estás bien?—preguntó mientras acariciaba la zona que hacía un rato había pateado con todas sus fuerzas.

—Estoy perfecto, con muchas ganas de amarte—suspiré, recostándola en la cama.

Me dediqué a darle dulces besos en su zona intima; cuando pasaba mi lengua por su clítoris, ella sólo arqueaba la espalda por el placer. Lleve una de mis manos hasta su entrada y descubrí que estaba increíblemente mojada.

—Mi amor, ¿qué haré con tanta humedad?—cuestioné antes de succionar sus jugos.

—Paulie...—gimió, presa del placer que yo le estaba brindando.

Introduje dos de mis dedos y ella cerró sus ojos con fuerza al mismo tiempo que exclamaba mi nombre: había llegado a la cima. No paraba de sacarlos y meterlos, sus gemidos me hacían sentir feliz y más excitado. Saqué mis dedos y observé a mi mujer disfrutando lo último del orgasmo que yo provoqué. Ella me sonrió con la respiración agitada, yo también le sonreí. Parecía estar a punto de decirme algo cuando me introduje profundamente en ella de una sola embestida. Solté un quejido al sentir lo estrecha que era y ella gimió.

— ¿Se siente bien, mi cielo?—pregunté, comenzando a moverme.

—Increíble... ¡Ah! ¡Justo ahí, Paul!—exclamó ella, enterrando sus uñas en mi espalda.

Estaba moviéndome a un buen ritmo, se notaba que a mi novia le encantaba. Cerré los ojos con fuerza cuando sentí cómo sus músculos se comprimían alrededor de mí por haberle provocado un segundo orgasmo. Paraba de vez en cuando para deleitarme con oír sus suplicas para que continuara. No conté sus orgasmos, pero descubrí el punto que hacía que ella los alcanzara con facilidad. Se sentía tan bien estar en su interior. Dejé de contenerme y empecé a gemir como nunca. Todo nuestro pasado y recuerdos juntos comenzaron a aflorar en mi mente. Ella era el amor de mi vida, la madre de mi hija, mi todo. Sólo ella me provocaba estas sensaciones magníficas.

—Voy a llegar, preciosa... ¡Ah!...únete a mí.

Y ahí ocurrió. Exclamé el nombre de (TN) con satisfacción al mismo tiempo que el orgasmo más intenso y duradero que había experimentado en mi vida se apoderó de mi cuerpo. Ella gritó mi apellido, habíamos alcanzado la cima juntos. Eyaculé con violencia en el condón, salí lentamente de mi novia y me desplomé a su lado con la respiración entrecortada, recuperándome del orgasmo.

—Eso estuvo increíble, mi amor—le dije antes de levantarme.

— ¿A dónde vas, cariño?—preguntó—. Quédate conmigo, Paulie. Te necesito cerca.

—Tengo que encargarme de esto—sonreí y señalé el preservativo lleno con mi semen—. Te prometo que no me tardaré, yo te necesito todavía más, mi vida.

Ella asintió con una sonrisa. Me dirigí al baño y retiré el condón con cuidado para no derramar nada, lo anudé y lo tiré a la basura. Al regresar a la habitación, descubrí que (TN) ya estaba dentro de las cobijas, me acosté junto a ella y la abracé. Esa sería la primera de muchas noches a su lado.

—Te amo—le susurré al oído.

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