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14. Ensayos para volver a América.

Julio

Narra John

Habíamos vuelto a Inglaterra después de visitar España, Francia e Italia; pero no había sido para descansar. Nos encontrábamos ensayando para la gira que haríamos por Estados Unidos. En lo personal, me sentía muy entusiasmado por varias razones. Por un lado, porque parecía que teníamos a todo el mundo a nuestros pies, todo el mundo nos ama; pero la razón más importante era el hecho de que ir a América implicaba que vería a hermanita.

No podía engañar a nadie: había estado un poco preocupado por ella. Me habla seguido y me cuenta muchas cosas, pero, inexplicablemente, sentía que estaba ocultándome algo. Esperaba con ansias el momento en que pudiera ver, aunque no de una manera nítida, con mis propios ojos que ella se estaba bien.

También me sentía angustiado por el hecho de que el padre y el hermano de hermanita vendrían con nosotros a América para encontrarse con ella. Ya les había dejado muy claro que no podrán llevársela. Curiosamente no se habían molestado conmigo y me explicaron que no tenían intenciones de regresar a su época. Pero siempre existía la posibilidad de que cambiaran de opinión, y eso era lo que me angustiaba.

Narra Paul

Había buscado en España, Francia e Italia; pero seguía sin encontrar una pequeña pista sobre el paradero de ella. No podía negar que había cientos de chicas muy bonitas y también muy buenas en la cama, pero ninguna se comparaba con (TN). Cada momento que pasaba a solas y cuando sentía que mi cama estaba vacía, me preguntaba a dónde se habría ido, pero nunca obtenía una respuesta.

Tomé una hoja de papel y comencé a escribir. Desde que había decidido recuperar a mi chica había empezado a escribirle cartas llenas de amor, honestidad y arrepentimiento, testigos de papel que me ayudarían a conseguir su perdón si llegaba a encontrarla en el futuro. No escribía diario, obviamente, pero sí lo hacía con frecuencia.

~ ~ ~

Preciosa,

Ya pasó una semana más y sigo sin saber sobre ti. Espero que estés bien porque yo no puedo estar bien sin ti a mi lado. Pasan los días, las horas, los minutos... y yo sólo te extraño más y más. Por enésima vez, perdóname por todo lo malo que te hice.

Admito que no me he portado "bien" desde que te fuiste. A decir verdad, me he divertido igual que muchos hombres hacen, pero créeme que estoy dispuesto a renunciar a todas las mujeres del mundo si vuelves a mi lado. Tú eres mi musa, mi razón de vivir. El día que te encuentre y me perdones, volveré a sonreír como antes.

Siempre tuyo,

Paul.

P.D. Te amo.

~ ~ ~

Doblé la hoja de papel por la mitad antes de guardarla en la caja donde tenía todas las cartas para (TN) y tomé mi bajo para dirigirme al estudio. Jane no estaba en casa porque había salido de la ciudad para trabajar en una nueva película, lo cual me daba la libertad para traer a algunas chicas a mi casa.

Una de las muchas ventajas que tenía mi nueva casa era que sólo me tardaba algunos minutos en llegar al trabajo. Aunque era muy común que me encontrara con fanáticas, caminar me servía para relajarme antes de un día difícil y cansado.

Entré al estudio con una sonrisa en el rostro y noté que Ringo ya se encontraba ahí. El baterista sonrió al verme.

— ¿Cómo has estado, Paul?­ —me preguntó.

—Eh... bien, Ringo —respondí, encogiéndome un poco de hombros—. ¿Y tú? ¿Ya averiguaste algo más acerca del paradero de (TN)?

—Estoy bien, Paul —ocupó su lugar en la batería y tomó las baquetas—. Y... no, John no quiere decir nada al respecto; George dice que él tampoco lo sabe, pero prometió decirme cualquier cosa que supiera. —Suspiró—. Yo creo que no debes preocuparte tanto: lo único que John me dijo fue que ella estaba muy bien.

Sonreí débilmente. Si Lennon había dicho eso, era verdad. Él no sería capaz de mentir respecto a algo así. Escuchamos voces dirigiéndose al estudio y en seguida vimos a John y a George entrar con una gran sonrisa, detrás de ellos venía Brian.

—Hola, chicos —saludó nuestro mánager—. ¿Cómo se sienten con la idea de tener una nueva gira por Estados Unidos?

—Yo estoy un poco nervioso —confesó Ringo.

—América nos ama, lo haremos muy bien —dijo John seriamente.

George y yo asentimos.

Estuvimos ensayando sin parar por varias horas, nuestras actuaciones debían ser perfectas si queríamos que el público americano siguiera alabándonos.

Brian se encargó de llevarnos una taza de té a cada uno cuando decidimos tener un breve descanso. Pero en cierto punto del tiempo libre, todos habían salido a tomar aire fresco, excepto Lennon y yo.

Me senté en una de las sillas y le di un sorbo a mi té, estaba demasiado caliente. John se acercó a mí y me miró fijamente, como solía hacer cuando quería molestarme o decirme algo importante. Alcé la vista y mis avellanas se encontraron con sus ojos.

— ¿Ocurre algo? —pregunté.

­—Hermanita se va a casar...

Sentí que mi corazón se encogía y no supe cómo reaccionar. Accidentalmente solté mi taza. El contenido cayó justo en mi entrepierna y el recipiente se redujo a pedazos cuando impactó contra el suelo. Ahogué un grito de dolor y mis ojos se llenaron de lágrimas. John me jaló del brazo y me llevó corriendo al baño antes de que los demás entraran para ver qué se había roto. Yo no podía apartar las manos de mi entrepierna.

—Eres un torpe, McCartney.

Lo fulminé con la mirada. Aún podía sentir el líquido hirviente deslizarse por mi entrepierna. John rodó los ojos y salió corriendo. Regresó y me entregó un paño para secarme. Le agradecí antes de entrar en uno de los cubículos y bajé mis pantalones para secar mi cuerpo.

Me mordí el labio al notar que mi pene y mis testículos estaban muy rojos por las quemaduras. Sabía que no podría llevar a ninguna chica a mi casa, a menos de que quisiera tener dolor al momento de estar en la cama. Pero eso no era lo más importante en este momento.

— ¿(TN) se va casar? —pregunté con timidez, sabiendo que John estaba afuera del cubículo.

Si la respuesta era afirmativa, estaba seguro de que entraría en un periodo de depresión. Ella no podía casarse con otro hombre que no fuera yo. John estalló en estruendosas carcajadas.

—La verdad: no —sentí un gran alivio al escuchar su respuesta—, pero últimamente está saliendo con un chico que la trata muy bien. Ella me dice que es su mejor amigo, pero le pidió que fuera su novia.

— ¿Por qué me cuentas esto? —pregunté con molestia.

No quería escuchar que el amor de mi vida estaba con otro hombre. Subí mis calzoncillos y mi pantalón. Seguían mojados, pero al menos ya no me quemaban. Salí del cubículo para encontrarme a John de nuevo.

—Para que te des cuenta de que no eres el único hombre que puede quererla de verdad —se encogió de hombros—. ¿Sabes? Siempre creí que la querías lo suficiente como para seguirla hasta el fin del mundo y recuperarla. Yo te hubiera ayudado.

Fruncí el ceño. John era extraño, bastante bipolar. Un día me pedía que me olvidara de su querida hermana y después me decía que debía seguirla y recuperarla.

—Nunca he dicho que no quiero recuperarla, John—musité—. Ya te lo dije antes: ella es el amor de mi vida. Yo... estaba ebrio, lo sabes. No quería engañarla, estoy sufriendo desde que se marchó.

—Si me hubieras explicado lo que pasó justo cuando te diste cuenta de tu error, habría hablado con ella para evitar que se fuera; pero decidiste hacerlo hasta que ella ya se había ido. Y ahora es tarde. Ella está a un océano de distancia.

Cuando Lennon terminó de hablar, no supe qué debía contestar. Él tenía razón, mi problema pudo haberse solucionado fácilmente, pero no había sido así porque preferí encerrarme a llorar antes que ir tras ella.

—Volvamos al estudio, Macca —sugirió John—. El descanso ya terminó y los demás deben estar preguntándose dónde estamos.

Ambos regresamos al estudio y, una hora más tarde, nos fuimos a casa. Lo único bueno de esa tarde es que tenía una pequeña pista para encontrar a mi amada: era evidente que estaba en América.

Antes de irme a dormir esa noche, tomé el teléfono y llamé al baterista.

—Ringo: (TN) está en América.

— ¿Cómo lo sabes? —preguntó.

—John me dijo que estaba a un océano de distancia —musité con emoción, imaginándome lo increíble que sería tenerla de nuevo en mis brazos—. Así que probablemente la veamos en nuestra gira.

­—Paul, nosotros iremos a Estados Unidos —dijo Ringo—. América es todo el continente, ¿y si ella se encuentra en, no sé, México, en Ecuador, en Chile, o Colombia, quizá Argentina? Hay demasiados países en América.

—Puede ser, pero espero que no —suspiré y cerré los ojos—. Tengo el presentimiento de que pronto estaremos cerca de ella, Ringo. Cuando la vea, le daré el beso más increíble del mundo y me va a perdonar; volverá conmigo, nos casaremos y seremos felices como antes.

—Esperemos que sí­ —el baterista no sonaba del todo convencido, pero prefería creer que sólo era mi imaginación—. Pero creo que a ella no le agradará saber que has ido de cama en cama con muchas mujeres, Paul. No comprendo ese aspecto, ella se fue porque te acostaste con otra mujer; pero desde que se fue, no has parado de hacerlo.

—Yo... no lo sé.

—Te daré un consejo: si quieres recuperarla, debes dejar de ser un mujeriego.

—Eso sería fácil para mí si ella estuviera a mi lado para ayudarme con mis necesidades —rodé los ojos, aunque sabía que mi amigo no podía verme—. Cuando recupere lo que me pertenece, no necesitaré a nadie más en mi cama.

—Creo que ese es un pensamiento bastante egoísta, Paul —la voz de Ringo sonó seria—. (TN) no es una especie de objeto que puedas tener, lo sabes perfectamente. ¿Estás seguro de que ella volvería si supiera que piensas así?

Suspiré.

—No.

Necesitaba cambiar, convertirme en un mejor hombre para ganarme su perdón y recuperar su amor; pero estaba dispuesto a lograrlo.

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