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101. Rompiendo la racha.

*Publicado originalmente el 9 de octubre de 2016*


Narra (TN)

Después de pasar un agradable tiempo familiar en el Mull of Kintyre, subimos de nuevo a los caballos y decidimos volver a casa. Martha corría junto a los caballos y Mary no paraba de sonreír.

—Te voy a ganar, papi—dijo nuestra hija, haciendo que su pony fuese más rápido.

—Eso no es verdad, princesa—contestó Paul, soltando mi mano y haciendo que el caballo fuese más rápido para alcanzar a Mary.

Yo no podía alcanzarlos porque Pauline estaba conmigo en el caballo, pero me fascinó ver de nuevo al Paul que tanto amaba, aquel que era feliz y le encantaba estar cerca de mí y nuestras hijas.

— ¡Gané!—exclamó Mary con entusiasmo cuando llegamos a la casa.

—Te voy a ganar la próxima vez, princesa—Paul bajó de su caballo y besó la frente de nuestra hija, antes de ayudarla a bajar.

Entramos a la casa y mi esposo tomó a Pauline en sus brazos para comenzar a mimarla. Mi idea de pedirle el divorcio para hacerlo cambiar había dado el mejor resultado de todos.

— ¿Qué les parece si cenamos algo y luego nos vamos a dormir?—preguntó el bajista.

—Yo no quiero dormir todavía—replicó Mary.

—Pero debes hacerlo porque mañana regresaremos a Londres, así que necesitarás mucha energía para el viaje.

— ¿A Londres?—pregunté, mi esposo asintió con una sonrisa.

—Yo no quiero ir a Londres, soy feliz aquí con los caballos y las ovejas—dijo Mary—. A Martha también le gusta porque puede correr.

—Podremos venir aquí después, princesita.

— ¿Lo prometes?

—Sí, cariño.

——————————

—Las niñas ya están en los brazos de Morfeo, linda—Paul cerró la puerta de la habitación con seguro—. Sólo estamos tú y yo ahora, ¿sabes lo que eso significa?

— ¿Qué podría ser?—pregunté seductoramente, acercándome a mi esposo y haciendo que él me mirara a los ojos.

—Significa que te llevaré a las estrellas, preciosa—comenzó a besarme con pasión, algo que no había hecho desde el día en que Pauline nació—. Te deseo muchísimo, anoche pasé una noche horrenda, ésta debe ser diferente. Vamos a romper esa racha. Es más, a partir de hoy, te haré el amor todas las noches que me restan de vida.

Fue su aroma, la forma en que me besaba y atraía mi cuerpo al suyo lo que me hizo sentir muy excitada. Extrañaba al hombre amoroso y fuerte del que me enamoré. Se separó de mis labios para proseguir a besar mi cuello, se sentía tan bien que solté un ligero gemido de placer.

—Me fascina escucharte gemir, mi amor—susurró Paul en mi oído—, ¿te lo había dicho antes?

—Sólo unas cuantas veces.

Él sonrió y me quitó la blusa. Me miró con lujuria al descubrir que no llevaba puesto ningún sostén y comenzó a besar mis senos. Se sentía muy bien cómo jugaba con su lengua.

—Adoro tus senos—musitó entre besos—. Son perfectos, muy sexys, y dan alimento a mis bebes.

Lo aparté de mí y me abalancé sobre él para desabrochar su camisa. Admiré su torso por un momento, pero terminé desviando la vista a su entrepierna. Coloqué mi mano sobre su bulto y apreté un poco, haciendo que mi esposo soltara un quejido y se apresurara a quitarse el pantalón. De ese modo pude ver que su erección estaba totalmente firme, quizá un poco más de lo normal.

—Necesito mostrarte lo arrepentido que estoy por cómo me he portado contigo en las últimas semanas—retiró mi pantalón y mis calzoncillos para contemplar mi femineidad—. Adoro tu hermosa vagina, preciosa.

Depositó un beso en la zona más sensible de mi cuerpo y comenzó a jugar con su lengua a paso acelerado. Arqué la espalda de placer y él rió un poco, pero no disminuyó la velocidad. McCartney sabía exactamente dónde tocar y cómo hacerlo para que yo me retorciera de placer.

—Sólo mía—musitó, haciendo que me retorciera por las vibraciones.

— ¡Paulie!—mi tono era suplicante.

El bajista aumentó la velocidad y no pude controlarme más. Mis músculos se tensaron hasta el límite y grité el nombre del amor de mi vida al alcanzar el orgasmo. Él se apartó un poco para contemplar con una sonrisa cómo subía a las estrellas gracias a él.

Apenas me recuperé, supe que sería mi turno de complacerlo; bajé su bóxer y comencé a masturbarlo. El bajista no apartaba la vista de mí, sabía que le encantaba verme mientras lo tocaba. Lo tomé por sorpresa cuando introduje su miembro en mi boca, pero enseguida cerró los ojos y se dejó guiar por el placer que invadía su cuerpo. Su respiración comenzó a volverse más agitada, lo cual sólo significaba una cosa.

— ¡Justo así, preciosa! ¡Ah! ¡Voy a llegar!

Me retiré de él y coloqué mi pulgar en el orificio de su pene mientras utilizaba mi otra mano para hacer presión en la base. Mi esposo estaba a punto de llegar, pero yo no quería que lo hiciera todavía.

— ¡Ah...!—gruñó—. ¿Qué? ¿Por qué hiciste eso? Estaba muy cerca, mi amor.

—Quiero sentirte, Paulie.

Sonrió pícaramente y asintió. Me recosté en la cama y Paul comenzó a aproximarse, dispuesto a introducirse sin demoras. Tuve que detenerlo y pedirle que se pusiera un preservativo; acabábamos de tener a Pauline, no estábamos preparados para un bebé más.

—Preciosa...—replicó—. Déjame hacerte el amor así, te prometo que no va a pasar nada, confía en mí.

—No, Paul.

Frunció el ceño e hizo una mueca mientras miraba alternativamente su erección y mi entrada. Sabía que tramaba algo. Acercó su mano y sentí cómo ingresó uno de sus dedos con lentitud, haciéndome soltar un quejido. Comenzó a meter y sacar su dedo, haciéndome arquear la espalda.

— ¿Te gusta cómo se siente, mi amor?—preguntó con una sonrisa lujuriosa.

—Sí...—cerré los ojos e introdujo otro dedo—. ¡Ah!

—Mi mujer...—musitó, incrementando la velocidad de sus dedos—. Tan húmeda...justo como me gusta, y sólo para mí.

Cuando introdujo un tercer dedo, grité de placer. Paul los retiró deprisa y me miró maliciosamente.

—No tengo condones...—Y así, sin previo aviso, se introdujo en mí de una sola embestida—. ¡Oh! Dos bebés y sigues siendo estrecha...

—James...—gemí y el soltó una pequeña risa.

Comenzó a moverse antes de que yo dijera algo más. Se acercó a besarme y me dejé llevar por el momento. Su cuerpo encajaba perfectamente con el mío, como si hubiésemos sido diseñados el uno para el otro. Se separó de mí y colocó su cabeza a mi lado, lo cual me permitía escuchar su agitada respiración.

—Soy el único...que puede...hacerte esto, ¿entendido?

Asentí con la cabeza y él besó mi mejilla.

— ¡McCartney!—grité cuando el aumentó la velocidad de las embestidas.

Sabía que no íbamos a durar mucho. Nuestras respiraciones eran cada vez más agitadas y nuestro nivel de éxtasis más alto. Al llegar a mi orgasmo, Paul se retiró con velocidad.

— ¡(TN)! ¡Sí! ¡Ah!

Besó mis labios una vez más y se recostó a mi lado para disfrutar los últimos segundos de su orgasmo. Apenas se recuperó, sonrió tímidamente y limpió el desorden que había en mi abdomen con algo de papel.

—Fue increíble, Paulie.

—Fue gracioso que me llamaras James, nadie me llama así—mi esposo rió, pero luego su expresión se tornó seria—. ¿Sabes? Necesitamos hacer una visita al doctor para ver qué podemos hacer, porque estoy harto de usar preservativo, mi amor.

—Podemos hacerlo en cuanto lleguemos a Londres, escuché que las pastillas son muy efectivas; podría tomarlas, así no tendrías que usar protección.

Por iniciativa de Paul, nos vestimos después de nuestra esperada sesión de amor. Mary ya estaba más grande y no queríamos arruinar su inocencia.

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