20 de diciembre de 1994.
Los últimos días habían transcurrido con relativa normalidad. O al menos toda la que podía tener trabajando con alguien como House. Ese era un día particularmente aburrido, pues no tenían ningún caso en el que trabajar.
—¡Hart! ¿Hay alguien muriéndose? —Fue el escandaloso saludo de House apenas puso un pie en la oficina.
—No, doctor. —Repuso ella, mirando el reloj de pared. Gregory había llegado casi una hora tarde. Eligió no preguntar.
—Te di una hora extra para que intentaras encontrar algo interesante, me decepcionas, Ophelia.
—No. Usted nunca me dijo nada, solo llegó tarde.
—Tuve un asunto que resolver antes de salir de casa. —Musitó con simpleza House, dejándose caer en su silla. Olivia habría preferido no entender el doble sentido de sus palabras, desgraciadamente lo hizo.
—Ugh. No necesitaba saber eso.
—¿Qué? Solo sacaba adelante mi matrimonio.
La rubia alzó ambas cejas con genuina sorpresa. ¿Estaba casado? Le resultaba difícil de creer que alguien como su jefe estuviera dispuesto a compartir su vida con alguien más, o que hubiera alguien dispuesto a pasar el resto de su tiempo vivo con él.
—¿Es casado? —Preguntó, aún sin dar crédito a lo que acababa de escuchar.
—Por desgracia para ti, sí. Siento romper tu corazón.
—Yo no lo decía por eso, es solo...
—Oye, tengo mis trucos. Te mostraría, pero Stacy es abogada.
—Créame, no estoy ni remotamente interesada en sus "trucos"
House le dio una sonrisa, divertido con la situación. A veces tenían momentos que eran una interacción humana decente, pero eso no significaba que él ya hubiera desistido en su misión de hacer que ella acabara suplicándole a Cuddy un cambio de departamento.
—Bueno, pero supongo que sí lo estás en mi papeleo.
Hart dejó salir un suspiro que solo hizo que la sonrisa de House creciera. Amaba frustrarla.
—¿Qué hay hoy?
—No mucho. Solo unos seis meses de mis reportes de casos. Y considerando que tenemos uno por semana...
—Deme eso. —Lo cortó ella. Veinticuatro reportes pendientes, fantástico.
Las horas comenzaron a pasar de forma lenta ante el tedioso papeleo que en teoría le correspondía House. Olivia, con los ojos fijos en los papeles que debía revisar, trató de mantener la concentración. Sin embargo, su mente empezaba a divagar. Los informes médicos eran interminables, y cada número o diagnóstico parecía más repetitivo que el anterior ¿Cómo afectaba en el diagnóstico saber si el paciente tenía agua entubada en su casa?. El sonido del cubo Rubik girando de forma inquietante en la mano de House era la única distracción que tenía mientras intentaba avanzar con los reportes.
A través del cristal de la oficina, la visión del pasillo parecía desdibujarse como un paisaje lejano. Pero, de repente, la figura familiar de Wilson apareció en su campo de visión. Estaba charlando animadamente con una mujer, uno de esos encuentros casuales que rara vez llamaban su atención. Sin embargo, algo en su postura le hizo detenerse. La mujer era alta, de cabello oscuro, y estaba sonriendo de una manera que no le parecía común. En algún lugar dentro de ella, una chispa de curiosidad comenzó a encenderse. ¿Quién era ella? Olivia se preguntó. No podía evitar que su mente comenzara a imaginar una historia detrás de esa conversación. Tampoco evitó notar lo diferente que era de ella. ¿Por qué le importaba en primer lugar?
Por un momento, se dijo a sí misma que no debía involucrarse, que no debía darle importancia a algo tan trivial. Era su colega, después de todo. Pero, para ser sincera, una pequeña parte de ella no podía evitar sentirse algo... intrigada. No había nada en particular en la mujer, ni en el contexto, pero algo en la forma en que Wilson hablaba, su postura relajada, la cercanía... ¿Qué tenía esa mujer que hacía que él se viera tan... diferente?
House, sin levantar la vista de su cubo Rubik, percibió el cambio en la atmósfera. Un ligero giro de su muñeca acompañó el suave clic de las piezas del cubo mientras sus ojos se deslizaban hacia el pasillo, siguiendo la dirección de la mirada de Olivia.
—¿Te intriga la charla del buen Wilson, Ophelia? —preguntó House, sin mirarla, con ese tono de voz que tenía la intención de hacerla sentir incómoda. Sabía exactamente lo que ella estaba observando. Y apostaba lo que sea a que también sabía que pasaba allá afuera.
Olivia no respondió de inmediato. Su rostro se mantuvo serio, pero en sus ojos brillaba una chispa de duda. No quería darle esa satisfacción a House. Trató de concentrarse en los papeles una vez más, pero ahora las palabras se mezclaban en la página. ¿En dónde se había quedado?
— No... no es eso —dijo finalmente, más por convencerse a sí misma que a House. Sin embargo, no pudo evitar que su voz temblara un poco al final de la frase.
House, que ya había detectado la ligera inquietud en ella, sonrió con suficiencia, como si hubiera ganado una pequeña victoria.
— Mmm, claro, claro. No es como si el lindo e inocente Jimmy nunca fuera capaz de hablar con una mujer, ¿verdad? —su tono era irónico, pero había algo más debajo de las palabras: un toque de burla. House tenía información que se negaba a compartir con ella y lo disfrutaba demasiado.
Olivia levantó una ceja, mirándole por encima de sus papeles.
— No me hace ninguna gracia, doctor. —dijo, tratando de sonar indiferente.
— Oh, no. No es gracioso, claro que no. Es solo... notable cómo cambia cuando hay una mujer cerca. Lo he estado observando durante años, y créeme, es bastante patético. O al menos es lo que a él le gusta que crean. —dijo House, girando el cubo Rubik con más rapidez, como si el movimiento del cubo ayudara a acentuar sus palabras.
—¿Le gusta que crean que es patético? —repitió Olivia, mirando fijamente a House con una mezcla de incredulidad y diversión. — Estás exagerando.
— ¿Exagerando? —House se inclinó ligeramente hacia adelante, su mirada fija en Olivia, disfrutando de cada segundo. — El tipo es un caso. Y si te soy sincero, no sé qué me intriga más: el hecho de que se ponga tan... tierno con una mujer o que tú, de alguna manera, te preocupes por lo que está haciendo. Pero hoy me siento benévolo y te evitaré unas cuantas idas a terapia. Wilson, bajo esa fachada encantadora de cachorrito es un mujeriego. Fin. Le gusta acostarse con las chicas lindas que cree en el hospital, aunque espero no seas tan estúpida para querer ser una de ellas.
Olivia frunció el ceño, pero no podía negar que las palabras de House la estaban afectando más de lo que quería admitir. Algo en su tono, en su actitud, le hacía sentirse incómoda de una manera que no quería admitir.
—Claro. Dice que conoce el modus operandi del doctor Wilson, ¿No?
—Bueno, es lo más cercano que tengo a un amigo aquí y me considero alguien muy observador.
—Con todo respeto, doctor. Eso lo creería más si me lo dijeran de usted.
El nefrólogo dejó salir una carcajada sarcástica.
—Por supuesto. Aunque no lo creas, le soy fiel a mi esposa. Es más de lo que puede decir la ex esposa de James.
—¿El doctor Wilson está divorciado? —Preguntó Olivia, atónita.
—Se estaba divorciando cuando lo conocí hace un par de años, Ophelia. ¿Preocupada?
— No me preocupa, simplemente... —Se detuvo, incapaz de seguir, ya que una pequeña parte de ella sabía que estaba siendo un poco deshonesta. ¿Por qué me importa que esté con otra mujer?
Antes de que pudiera decir algo más, House continuó.
— Simplemente, ¿eh? —dijo con una sonrisa ladina. — Yo diría que no es solo simplemente. Estás observando a Wilson como si fuera un pez en una pecera, esperando ver qué pasa. Y si te descuidas, se invertirán los papeles.
Olivia intentó mantener su compostura, pero algo dentro de ella se removió. No podía evitar la curiosidad que había nacido en ella desde el momento en que vio a Wilson reír de esa manera con esa mujer. No era celos, no. Solo... inquietud. Genuina y simple curiosidad. Quizás algo más, pero no lo quería admitir.
—Tengo trabajo que hacer.
—Cobarde. —Canturreó House alargando la última letra. Ella decidió ignorarlo.
Minutos después, ella seguía absorta con el papeleo, el sonido rítmico de la pluma rasgando contra el papel llenando sus oídos. Apenas levantó la vista cuando la puerta de cristal se abrió, y Wilson apareció, con ese aire confiado pero relajado que siempre lo caracterizaba.
— ¿Necesita algo, doctor? —preguntó, tratando de sonar indiferente, aunque su voz traicionó una curiosidad que no podía esconder.
El oncólogo sonrió, pero no parecía que viniera a hablar de trabajo.
— No. Solo... ¿hay algo interesante sucediendo aquí o simplemente House torturando a su única empleada con reportes interminables? —respondió, echando un vistazo a la habitación como si no hubiera notado la pila de papeles frente a Olivia.
Olivia rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír ante su tono tan despreocupado. La verdad, no le desagradaba estar cerca de Wilson, pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando House, desde su escritorio, alzó la voz con su típico tono sarcástico.
— ¡Wilson! —gritó, sin girarse siquiera. — ¡Dile a Ophelia que si no termina con esos reportes en la próxima hora, la pondré a hacer rondas con el departamento de psiquiatría!
Olivia dejó escapar una risa ahogada, pero no pudo evitar sentirse algo incómoda, como si House estuviera observando todo desde su cubículo, disfrutando de cada momento. Los acababa de transformar en su telenovela.
— No te preocupes, Olivia. House solo está jugando. Aunque no me sorprendería si un día te pone a limpiar toda la oficina solo para probar tu paciencia. —Wilson se acercó un poco más, pero antes de que pudiera continuar, House intervino con una sonrisa traviesa.
—Ustedes dos, consigan un cuarto.
Olivia sintió el calor subir a su rostro. ¿De qué diablos hablaba ese hombre? Volvió a mirar al castaño, quien estaba por responder, pero House no perdió oportunidad de seguirla avergonzando.
— Vamos, Wilson, ni siquiera hace falta ser un experto en relaciones para ver que entre ustedes hay algo, ¿no? Aunque, claro, tú eres un hombre maduro, con experiencia... eso tiene que atraer a la juventud, ¿verdad? —dijo House, con un tono burlón que no pasaba desapercibido para nadie. Hart rezaba mentalmente porque un rayo partiera a House, porque se ahogara con la manzana que acababa de morder, porque Cuddy apareciera de la nada. Lo que sea para que cerrara la boca.
— House, no estoy seguro de que Olivia tenga interés en un hombre de mi edad. —dijo Wilson, mirándola con una sonrisa que intentaba ser amable, pero con una seriedad súbita y desconcertante.
Olivia frunció el ceño, ahora sintiendo una punzada extraña en su pecho. ¿De su edad? La palabra "chiquilla" de repente volvió a sonar en su cabeza, y aunque no dijo nada, algo en su interior comenzó a dudar. ¿Realmente pensaba eso de ella? ¿De verdad pensaba que alguien como él, con su madurez y su experiencia, no la vería como algo más que una joven imprudente?
—¿Y por qué lo dudas? Es claro que le atraen la edad y experiencia. Pero como yo ya no estoy disponible, eres su segunda mejor opción.
Wilson lanzó una mirada fulminante hacia House, pero antes de que pudiera responder, Olivia, sintiendo cómo sus pensamientos se distorsionaban, decidió hablar.
—Yo no...—Comenzó a intentar defenderse, fallando miserablemente.
El hombre frente a ella le dio una mirada comprensiva, evidentemente apenado por las palabras de House.
—No es mi intención que te pongas incómoda. Y House debe aprender a cerrar la boca...
—¡No es cierto! —Gritó el mencionado desde su escritorio. —Ella vio al castaño cerrar los ojos, evidentemente frustrado. ¿Qué tan seguido el comportamiento infantil de House lo llevaría a situaciones incómodas?
—Lo siento, Olivia.
—Descuide, doctor.
Olivia se mordió el labio, mientras su mente daba vueltas. ¿Era demasiado tarde? ¿Había nacido en el momento equivocado para siquiera pensar en algo con Wilson? ¿La diferencia de edad los haría siempre estar en mundos separados?
Con una sonrisa forzada, Olivia dejó caer el bolígrafo y suspiró, intentando deshacerse de la sensación de haber sido etiquetada como demasiado joven. Inexperta, inmadura. Una chica con la que James Wilson nunca saldría. ¿Por qué había sido su destino nacer tan tarde?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro