Parte 3
Bajamos del helicoptero, Cillian me tomaba del brazo acompañándome por un sendero apenas iluminado con unas pequeñas lamparas. No voy a mentir, era excitante sentir la atracción que le generaba al vampiro y a la vez me sentía infiniamente culpable; aún así sentía que iba a morir de un paro cardíaco o él me iba a cortar en pedacitos, lo que ocurriera primero.
A lo lejos pude ver la silueta de una gran casona, con techo de tejas y gárgolas en la cúspide de lo que parecía un campanario o una especie de panóptico. Empecé a tiritar y mi acompañante paró en seco.
-Preciosa, no está helando- dijo cerca de mi oído con voz atercipelada, no podía mirarlo porque estaba entrando en pánico.- Ok, sé que puede parecer extraño que una fiesta se realice en un lugar tan...
-¡Lúgubre!- me estremecí al sentir su mano en mi espalda baja.
-Comprendo, pero aún así, esto te gustará. Lo prometo- asentí, por alguna razón estaba incomoda demás, esto no estaba bien. Yo no podía ir de fiesta, yo era viuda. Maximillien era un maldito y lo odiaba...y Cillian, yo no sabía qué me pasaba con él.
Llegamos a un gran portón de madera lustrada, a los costados de ésta había unos faroles rústicos que proveían a la estancia de muy poca luz. Ésto me recordó la poca ropa que yo tenia cubriendo mi intimidad.
-¿Oíste el dicho: "Menos es más"?- susurró en mi oído mientras acariciaba mis hombros.
-En este caso no creo que aplique.- me removí inquieta bajo sus manos y la puerta abrióse mostrando una mujer delgada y de tacones azules, con sólo una pequeña chaqueta como de traje masculino.
-Arabella, que gusto verte otra vez.- saludó el hombre tras de mi. La mujer sonrió mostrando sus lustrados colmillos, noté su labial oscuro algo corrido y su cabello violáceo apenas arreglado en una coleta.
-No puedo decir lo mismo de ti, Cillian. Creo que ambos sabemos lo pesado que me caes.- dijo abriéndonos paso y dirijió su vista hacia mi-¿Has venido en compañía de un aperitivo?- se relamió los labios y se acercó a mi lentamente, o quizás me parecía que se movía muy despacio, se dedicó a observarme detalladamente.- Es...magnífica, jugaré con ella luego.- me guiñó un ojo y se adentró en la casona.
Ésto era tan incómodo, esa mujer era rara y yo ya tenía demasiada rareza en mi vida. Cillian me sonrió y me condujo de los hombros hacia dentro. Por dentro, la estancia, era muy clásica; todo de cuero en tonos ocre y colores pasteles. Hasta que llegamos al lugar donde se hacía la "fiesta": la habitación era oscura con luces tenues en todas las paredes, dándole una iluminación similar a las velas; la "gente" no estaba bailando estaban literalmente en una orgía o algo parecido. Sentí palidecer y cerré mis ojos con fuerza, al abrirlos, Cillian había ido a no-sé-dónde y en su lugar se encontraba un adolescente o eso me figuré al verlo: cabello sutilmente despeinado, camisa desabotonada y un jean rasgado. Éste torció el gesto en algo así como una sonrisa y yo rogaba que apareciera aquel rostro familiar.
-Por lo que veo no sólo estas aterrada sino que excitada. Dime...¿Cómo te gustaría empezar?- me atraganté con mi saliva, esto era demasiado. Yo tendría que estar en otra parte, probablemente disculpándome con mis suegros.- Es mejor cuando no hablan, es molesto que se quejen cada vez que inteto morderlas.- y sucedió, me mordió, y luego de eso sólo estuve en mis cabales por milésimas de segundos.
Recuerdo al chico de camisa desabotonada quitando mi poca vestimenta, luego a Arabella sobre mi y yo esposada en una silla de hierro, también bebí un trago extraño con whisky y a Cillian volcando mi bebida en mi cuerpo para luego beberla; tengo una imágen borrosa de Arabella besándome el cuello y luego sorbiendo de mi. Por último, creí ver a Maximillien sentado en la entrada a esa habitación sonriendo mientras tres personas estaban sobre mi; y después de eso...todo es blanco. Hasta que desperté con una resaca terrible y mi cuerpo molido, ví marcas de todo tipo en cada célula de mi piel. Era una locura.¿Que digo locura? Esto era un panorama de alguien drogado, al gran estilo de los pintores vanguardistas. Eso era, esto era vanguardista; ni más ni menos.
-Arabella dijo que te echará de menos.- dirigí mi vista hacia el vampiro que me tenía en cautiverio- Me sorprendiste, no pensé que disfrutarías tanto de nuestro club de gustos exóticos.- me guiñó un ojos y sonrió como esos ángeles caídos de las películas juveniles.
-Por favor, no quiero hablar del tema.- me giré hacia mi costado dejándolo tras mis espaldas- No quiero recordar lo que me han hecho y tampoco quiero estar aquí. Me siento mal y quiero estar sola.
-No veo por qué tanto drama, lo disfrutaste y ya. Bastante gente estudiosa cree que los seres humanos, y me atrevo a decir que algunos no tan humanos, se mueven por el goce. No hay nada de malo que descubras cosas nuevas, ser parte del club no es tan malo. Algún día dejarás de juzgarte y verás que todo será más fácil- acarició mi espalda y sembró besos pequeños desde mi cintura hasta mi cuello, luego se fue cerrando la puerta de la habitación.
Todo estaba en silencio, pero mi mente me estaba gritando. Yo soy una mujer casada, no podía hacer estas tonterías de adolescente con el subidón hormonal. Las cosas se estaban yendo de mi control y ya no sabía como ser la que solía ser...ahí fue cuando recordé a Max en mi adolescencia.
Ese día había llegado del colegio súper atareada, por alguna razón que desconocía estaba enojada. El chico que me gustaba había jugado conmigo y yo estaba despechada hace días, cuando Max apareció con su sonrisa de niño bonito y su traje rojo fuego, en la habitación comenzó a sentirse un calor insoportable; de verdad me sentía arder. El caballero rojo se acercó lentamente a mi y de un jalón mi ropa no estaba; había quedado boquiabierta y desnuda como por arte de magia. Los ojos del ser se llenaron de fuego, y sentí necesidad, tanta que estaba temblando de placer antes que siquiera me tocase. Mi raciocinio se nubló y me acerqué a tocarlo quería que él estuviera conmigo como tantas veces me había mostrado en mis sueños, y justo en ese momento me dijo que aún no estaba lista y se fue. Todas mis emociones volvieron a mi y caí al suelo envuelta en lágrimas. Me había rechazado y no sólo eso, sino que de vez en cuando me susurraba que debía dejar de ser virgen y así me querría, que mis novios me dejaban por ser tan anticuada. Y pasó, comencé con antidepresivos y luego los mezclaba con alcohol; hasta que llegó mi ex esposo y me salvó.
Yo no podía entrar en su juego ésta vez, yo tomaría venganza y lo domesticaría. Maximillien había muerto para mi el mismo día de mi coma epiléptico.
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