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97. Max

Al tatuador ya sólo le faltaba "?" para terminar. Sonreí.

¿Quién es, se leía en mi antebrazo izquierdo. Y: la estrella de Rock? en el derecho.

¿Quién es la estrella de Rock?

—Quedó genial, Jason —felicité a mi amigo.

—Sigues siendo mi mejor cliente —sonrió él, orgulloso.

Me sentí bien de escuchar eso. Tenía una reputación que conservar.

Cuando Jason terminó con la "?" me incorporé y caminé hacia un espejo de cuerpo entero.

—Estupendo —dije, alborotando un poco más mi cabello. El que en esa época utilizaba desordenado en el centro y corto a los lados.

Intentaba encontrar mi estilo. Algo así como "Mírenme, soy un chico malo, pero también soy genial".

—¿Cuánto te debo? —le pregunté a Jason, guiñándole un ojo al chico guapo en el espejo.

Eres un ganador, Solatano.

—Tienes dos opciones —dijo él, limpiando su área de trabajo.

Rodé mis ojos. Ya va a empezar... —Te escucho.

—A. Me das el número de Suhail —rodé mis ojos otra vez—. B. Me recomiendas con tus fans y tus amigos.

Me reí. Me sale natural reírme con cualquier estupidez.

¿Sí se lo pediste? —escuché preguntar a alguien desde el cubículo de junto.

—¡Te dije que lo haría! — respondió Jason.

Hijos de p...

Un segundo después, Joel asomó su cabeza:

—No pensé que se atrevería —me dijo, conciliador, y le lanzó diez dólares a Jason.

Ví de uno al otro.

—Tiene muchas pelotas, supongo —reconocí, forzando una sonrisa al ver a Jason recibir su dinero.

Porque yo no cedería.

—Estás idiota si crees que saldrás con mi hermana —lo amenacé.

Jason me miró indignado. —Pero si soy un buen tipo.

Fingiendo estar molesto, acorté la distancia entre nosotros y lo miré directamente a los ojos:

—¿A mí me estás diciendo eso, Jason? ¿A MÍ?

Él, acobardado, retrocedió dos pasos.

Me eché a reír otra vez.

—Me asustaste —se quejó al verme relajado.

¡Já! Le arrebaté los diez dólares y salí de J&J Tatuajes tarareando.

Jason y Joel son mis amigos, pero una hermana es una hermana, ¿no creen?

De pie sobre la acera, saqué de mi bolsillo mi móvil para ver el reloj. Faltaba un minuto para dar la seis. 10, 9, 8, 7, 6...
Justo a tiempo el Ford Ikon Hatch de Sam apareció a toda velocidad en la esquina de la calle.

—¡Llegué ! ¡Ya llegué! —me advirtió, como si no lo estuviera viendo y bajó de su coche.

Se había estacionado mal. De apurarnos a salir de ahí nos multarían.

—Da igual, cconduces como niña —me burlé y le estiré mi mano para que me diera las llaves.

Me las dio de mala gana. El gordo amaba a su coche como si fuera su novia. Sí, gordo. Ninguna crema magica o ejercicios harían desaparecer a mi ballena bebé.
Odia que le diga así, por cierto.

—Miranda y Suhail prefieren que yo conduza —se quejó, entrando al coche por la puerta del copiloto.

Yo entré por la del piloto.

—Haz lo que yo hago —dije.

—¿Y eso es?

—Ignorarlas —me reí y acomodé el sillón a mi modo.

Sam lo alejaba lo más posible del timón.

—Sigo sin entender por qué te compraron un coche tan pequeño —me quejé.

—¿Para cuándo el tuyo? —devolvió.

Bufé. —Miranda sabe que Max Solatano no conducirá cualquier cosa.

—Pero utilizas el de ella.

—Y por lo mismo, si salgo con una chica puedo decir "Disculpa la carcacha, es de mi mamá". En lugar de presentarlo como mío.

—Hasta Suhail tiene coche —insistió Sam.

—Que también es una baratija —señalé—. Miranda está ahorrando, Sam. Ahora pon el cronómetro de tu teléfono.

Sam alistó el cronómetro en lo que yo me preparaba para acelerar. Su Ford era pequeño, pero veloz.

—¿Listo? —preguntó y asentí—. ¡Ya!

Miré el retrovisor y eché a andar al coche. Sam y yo teníamos que llegar en menos de media hora al bar del padre de Gi. Gi era mi novia en aquel entonces.
Él había invitado a un amigo suyo, conocido del dueño de una disquera, para escucharnos tocar. ¿Genial no?

Me sentía feliz.

—¡Me lo tatué, Sam! —le hice saber al gordo y festejamos juntos.

Y como no había tantos coches delante, aceleré más.

—¡Lo sabía! —dijo el gordo, mirando nervioso su reloj. De no llegar rápido perderíamos la oportunidad de nuestras vidas—. Aunque tu mamá te matará.

Negué con la cabeza.

—Ya casi cumplo dieciocho —le recordé, mirando una vez más mi tatuaje "¿Quién es la estrella de Rock?

Estaba a unos minutos de cumplir la promesa que le hice a papá. Ser una estrella.

—No iré a la universidad, Sam —le hice saber.

Él gordo me miró sorprendido. —¿En serio?

—Dedicaré todo mi tiempo a la banda. Lo mismo Eric.

—¿También Eric?

Sam se veía decepcionado. —Yo no puedo hacer eso.

—¡Ya suelta la teta de tu mamá! —me burlé.

Y es que ya no éramos Los Raptores. Después de pensarlo detenidamente, cambiamos el nombre a simplemente Raptor.
Admitan que se escucha mejor así.
Jason y Joel nos diseñaron un logo, compramos mejores instrumentos, y por último me hice novio de Gi para que esta convenciera a su papá de dejarnos tocar en su bar... Tuvimos éxito. Después de seis meses, ya teníamos muchos fans.
Max, Eric y Sam ya no eran aficionados.

—Ojalá después de esto Ling me diga que si por fin —sonrió esperanzado el gordo.

Me reí. —¿Cuántos puntos llevas?
Sam se encogió de hombros:

—211.

Me reí con más ganas. Y es que me sentía feliz. Estaba a minutos de cumplir mi sueño.

—Pon música —le pedí al gordo, señalando con un gesto la radio—. Quiero que esta mierda celebre con nosotros, Sam.

—No llames Mierda a mi coche —se quejó él y se puso se puso a buscar una canción.

Golpeé con mi puño su hombro al escuchar I Was Made for Lovin' You, de Kiss.

—¡Deja esa! —pedí y los dos empezamos a tararear Do, do, do, do, do, do, do, do...

Atravesé de forma bestial la ciudad, pero lo importante es que llegamos al bar justo a tiempo.

—¿Y dónde vamos a estacionar? —preguntó Sam, inocente.

El parqueo estaba lleno.

Le señalé el espacio que estaba custodiando Polo, el hermano menor de Eric.

—Justo ahí.

—Pero Polo está custodiando ese.

Viré al Ford hacia Polo, que saltó hacia un lado para evitar que lo atropelláramos.

—¡Max!

Me reí y le guiñé un ojo: —Gracias por apartarnos el lugar, campeón.

—¿Que qué? —preguntó Polo, cubriendo sus oídos.

La música de nuestro radio se escuchaba tan fuerte que no le permitía oírnos. Sam la apagó.

—Que te la debo —repetí y bajé del coche.

Después abrí la cajuela del Ford para sacar mi chaqueta de cuero.

—Pensé que les mostrarías a todos tu tatuaje —cuestionó Sam, al verme ponerme mi chaqueta.

—No hasta que logremos algún acuerdo.

El gordo y yo cerramos la cajuela y empezamos a caminar hacia la entrada del bar.

—¿Y el número o correo de Suhail? —me preguntó Polo, mitad decepcionado, mitad molesto—. Prometiste que si cuidaba...

—Los olvidé, Polito —lo interrumpí, nada apenado—. Pero puedes entrar a escucharnos, si quieres.

Polo me mostró su dedo medio y Sam me miró molesto.

—¿Qué? —me quejé con el gordo—. No había otra forma de guardar un lugar. Bob sólo me aparta los viernes y sábados.

La mirada de Sam no cambió. —Cuando Suhail sepa que...

Torcí mi boca en una sonrisa pícara y busqué apretar una lonja del gordo para enfadarlo:

—¿Tú se lo vas a decir? —le pregunté, sin soltar la lonja—. ¿Le vas a decir?

—¡Ya, suelta mis gordos!

—¡Hay mucha inversión mía aquí! —insistí con tal de que dejara de mencionar a Suhail—. ¡Te he invitado a muchas hamburguesas!

—¡Max!

Lo solté y lo dejé avanzar un poco para poder colocarme detrás de él. En esa posición pateé su culo.

—¡Ya, Max!

Tan lindo el bullying entre amigos. Pero como teníamos que llegar rápido, lo apresuré. Eric ya nos estaba esperando en la puerta.

—¡Apúrense! El tipo ya está aquí.

Intenté acomodar mi cabello.

—¿Cómo es? —pregunté, entrando rápido al bar.

Eric me señaló un punto lejano a mi derecha. —Aquel de allá, el pelón de barba con forma de candado... Está a la par del papá de Gi.

—Perfecto —dije, cogiendo valor y los tres caminamos hacia el escenario.

Eric se había encargado de instalar los instrumentos. Lo felicité por la iniciativa y tomé con decisión mi guitarra.

Algunas admiradoras esperaban. Por ser miércoles el bar no se encontraba lleno, pero Eric había invitado a muchas. Eso me animó más.

—¿Empezamos con Bandera de salida o con Al mirar tu boca? —preguntó Sam.

Los tres buscamos nuestro lugar sobre el escenario. 

—Siempre empezamos con Bandera de salida —le recordé, sintiendo sudar mis manos.

Sam sabe que siempre empezamos con Bandera de salida, pero al igual que yo estaba nervioso.

—Y después de esa: Mejor amiga —informé.

Tanto Eric como Sam asintieron.

Todas nuestras canciones hablaban de Ling. Imagino que suponen el por qué... Sí, porque Sam las escribía.

Yo era un asco en eso de escribir. Por alguna razón, las canciones que intentaba componer, al final, si o si, terminaban hablando sobre las tetas de Suhail.

Algo tipo:

Soy como un bebé hambriento que siempre busca tus tetas...
Me gusta imaginar que te las aprietas...
Y que saltas y saltas frente a mi cara mientras me como una paleta.

Sí, mejor que Sam escriba.

Animado, busqué la mirada del papá de Gi y él me sonrió."Eres un ganador, chico".
El hombre me apreciaba, debo admitirlo. Me apreciaba tanto, que practicamente él mismo me ofrecía las piernas de su nena.
Muchos eran parte de mi sueño de sacar adelante a Raptor.

Les indiqué a los chicos que era hora de empezar. Estoy listo, papá. Seré una estrella. Y al tocar la primera cuerda de mi guitarra, automáticamente las luces del bar se atenuaron. Gi ya debía estar cerca de la consola.

El camino es largo pero decidido voy.
El camino es largo pero decidido voy.
La bandera de salida se agita.

Se agita.
Se agita, me hacían coros Eric y Sam.

Uno, dos, tres... cinco puntos más sumé desde ayer.
¡No es competencia!

No es competencia, más coros.

Lo que necesito es paciencia.

Escuché aplausos de ánimo y gritos enloquecidos.

La velocidad no garantiza llegar, continué cantando.
Oh, nena. Tu corazón no es un trofeo, pero tu amor si es mi meta.

Maldita sea. O lograba que el gordo hiciera algo más con Ling, o cantaría canciones sobre la friendzone hasta el final de mis días.

¡La bandera de salida se agita!
Se agita.
Se agita.
Uno, dos, tres... cinco puntos más sumé desde ayer.
¡Pero no es competencia!
No es competencia.
Oh, nena. Tu corazón no es un trofeo, pero tu amor si es mi meta.

Al terminar, escuchamos muchos aplausos. No era un toque oficial. Estábamos fuera de horario, pero Gi se había encargado de avisarle a mi club de admiradoras.
Admito que Gi era buena en eso de ser la novia del cantante principal de una banda, pero me urgía terminar con ella. Se estaba acostumbrando a ser "la oficial" y Max Solatano no tiene dueño. Una vez su papá nos conectara y firmaramos un contrato, buscaría alguna excusa para romper con Gi.

Ya saben. Al final del día era sólo negocios.
Gi ya encontraría a alguien que también la usara... digo, amara. Que también la amara.

—¡Increíble! —gritó el pelón con barba de candado, aplaudiéndonos, y se apresuró a abrirse paso entre las mesas para llegar rápido al escenario.

Sam, Eric y yo nos felicitamos entre nosotros. ¡Uno, dos y tres por Raptor!

—Con eso basta —dijo el pelón.

—Pero nos falta una canción —informé. Loquería terminar de convencer. 

—Lo sé. Bob me envió un demo —aclaró él subiendo al escenario y ahí extendió hacia mí su mano a modo de presentarnos oficialmente—. Yo solo quería escucharlos en vivo. Raptor, ¿no? —preguntó.

Asentí.

—Los Raptores tienen tres garras —contó Sam, señalándonos.

Y Eric levantó un poco mi camisa por la espalda para mostrarle al pelón mi tatuaje con forma de garras. Ese fue el segundo que me hice. El primero fue "Copia pirata de Daniel Solatano", en honor a mi papá. Ese estaba justo en mi nuca.

—Me encanta — dijo el pelón—. A mi me dicen "La Bombilla" por cierto —se presentó—. Y no por lo pelón —Reímos y él continuó—, sino por mis buenas ideas. Estarán en buenas manos, chicos.

Lo miré boquiabierto.

—¿Eso quiere decir que... ?

Mi corazón se aceleró.

—Por supuesto —dijo—. En primer lugar no hubiera venido sino me hubiera gustado el demo.

Celebramos goleando nuestros puños y miré a Bob sintiéndome agradecido con él. Está bien, le daré un mes más de prueba a tu hija.

—Felicidades, Max —celebró con nosotros—. Me siento orgulloso de los tres.

También recibí besos y abrazos de Gi y una tarjeta de felicitación por parte de Lucía, la presidenta de mi club de admiradoras.

—Eres el mejor, Max —me dijo ella con mirada de reconocer que la llegada de Max Solatano fue lo mejor que pudo pasarle al planeta tierra.

La estreché entre mis brazos y besé con fuerza la comisura de su boca. A tiempo sentí un codazo de Gi. Celos. Y es que Lucía me miraba de tal forma que de pedirle que se bajara las bragas ahí mismo, me hubiera dicho "Si quieres, mejor que las quito".

—Es la presidente de mi club de admiradoras —le recordé a Gi, que nos miraba histérica.

Sí, definitivamente tenía que pararla antes de que se atreviera a hablar de futuro.

Bob y yo invitamos a la Bombilla a beber unos tragos y charlamos sobre los planes inmediatos para Raptor. La Bombilla nos quería de teloneros de Primates, una banda popular a nivel nacional.
Haríamos una gira con ellos para ganar experiencia y tener claro, según él, a qué nos estábamos metiendo, y después de eso hablaríamos sobre grabar nuestro primer disco.

¡Lo voy a lograr, papá!

Al irse la Bombilla me despedí de todos.

—¿No te vas a quedar? —me preguntó Gi haciendo un puchero.

Llega un punto donde ya no es tierno ver esom

—Miranda me espera para cenar —me disculpe en lo que intentaba que ella soltara de mi cuello.

Cuando por fin lo hizo obligué al gordo a dejar a medias una hamburguesa y salimos a toda prisa del bar.
Eric se quedó. Lo vimos demasiado entretenido con una de las meseras. Otro día celebraríamos nosotros solos.

Y como yo todavía guardaba en mi bolsillo las llaves del Ford, me metí del lado del piloto.

—¡Max! —se quejó Sam.

—Tengo que llegar a tiempo —justifiqué y lo hice entrar del otro lado—. Anda, pon el cronómetro —pedí y empecé a acelerar.

Tenía que superar mi record anterior de llegar a casa en 18 minutos.
Y no podía sentirme más feliz. ¡Uno, dos y tres por Raptor!

—¡Lo logramos, Sam! —celebré, bocinando muchas veces.

Al finalizar la Prepa empezaría a vivir mi sueño. Y tenemos claro que no cualquiera se daba el lujo de decir eso.

—Lo logramos —repitió Sam con orgullo y nos perdimos en la espesura de la noche.

...

—Genial. Un par de segundos antes de alcanzar los quince minutos —me informó Sam, viendo el cronómetro.

—¡Tres minutos menos! —celebré, chocamos puños y bajé del Ford.

Miranda me tomaba el tiempo. Si no era viernes o sábado, si o si tenía que llegar a cenar.

Cuando Sam se fue, hice mi camino hasta quedar debajo de la ventana de Suhail.

—¡Rapunzel, deja caer tu cabello! —grité, sonriendo.

Y me hice a un lado para evitar el primer zapataso.
Lo peor es que era mi zapato.

—¡Ni siquiera me diste! —me burlé.

Y no acababa de decir eso cuando me cayó otro encima.

—Mierda —maldije, pero estaba riendo.

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Y así empezamos :)

Perdón que hasta ahorita. Desde anoche lo quise publicar pero ando incómoda por el dolor de una muela :'(
#PrayForLaMuelaDeTati

Pero bueno, ¡Sigue Suhail! :O

¡Gracias por estar votando!

Besitos :) ♡

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