Ese día me tomé mi tiempo para llegar a casa. Tenía miedo de enfrentar a Suhail y que me reclamara no defenderla. Porque si lo hacía no sabría qué decir.

De entrada pensé que encontraría cerrada su ventana. Pero no... Ella precisamente estaba recostaba sobre el marco y estudiaba un par de hojas que sostenía en su mano.

Entré lentamente a mi habitación para no alertarla.

—Almohada —la escuché decir—. A. L. M. O. H. A. D. A. Almohada

Y siguió con las palabras Abanicar y Ágil. ¿Qué rayos?

Tartamudeó un poco cuando por fin notó mi presencia.

—Hola, Max —me saludó, con buen humor.

¿No estaba molesta?

—Hola —dije, dudoso.

Me sentí confundido al no verla molesta.

¿En serio no estaba molesta?

Terminé de entrar a mi habitación y cerré mi puerta. Ahí me quité lo zapatos y busqué ponerme ropa más cómoda.

—¿Hoy no vas a ensayar? —me preguntó Suhail, todavía sentada en su ventana.

Miré mi ventana. Desde mi cama no podía ver a Suhail. Para poder vernos, ambos teníamos que estar cerca de nuestras ventanas.

—Eh... sí —dudé.

En realidad quería avanzar con  tareas, pero... supongo que podía pasar un rato con Suhail.

Pero por ensayar, aclaro. No porque yo quisiera estar cerca de ella.

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