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164. Suhail


Estaba en la mesa de comedor, de cara a mi laptop, me encontraba escribiendo en mi blog hasta que decidí leer las noticias del día. No había tenido tiempo en el trabajo y me gusta estar enterada de lo que pasa en mi ciudad.

Terminé de leer y tan dudosa como me siento en este momento tomé el teléfono para llamar a mamá. Ella respondió después de tres intentos. Como siempre.

—Princesa —saludó, con un susurro. Con culpa.

La escuché estando de pie, yo deambulaba de un lado a otro frente a mi laptop sintiéndome ansiosa, tensa... Estar viva me dolía.

—Mamá.

No dije más.

—¿En qué puedo ayudarte?

La nota de dolor en su voz me confirmó que ella también había leído. Lo leyó y no me llamó. Esa llamada no sería tan breve como las demás. No sería un breve "Hola, Cómo estás, Adiós."

—¿Leíste? —Me costó decirlo. No llores. No todavía—. ¿Leíste el periódico de hoy mamá?

—Sí.

Hubo una pausa. El infierno estaba en ambas en ese momento. No obstante, conteniendo mis lágrimas, puse mi mano sobre mi boca y cuando estuve lista seguí hablando.

—¿Era... él?

Me posicioné frente a la laptop y volví a releer todo.

Gael Conti de 40 años fue encontrado muerto en un río al sur de la ciudad. Años atrás había cumplido condena por intento de abuso sexual a una menor...

Otra menor. Lo que me hizo a mí nunca lo pagó.

—Sí, Suhail, es él.

Al hombre lo habían golpeado en la cabeza hasta matarlo...

Contuve unos segundos mi respiración. —¿Por qué, mamá? —le pregunté, sintiendo que las lágrimas empezaban a deslizarse con dolor sobre mis mejillas. Me estaba desmoronando muy despacio.

—Suhail... —Mamá también estaba llorando y de una forma más dolorosa, porque en mí había dolor... En ella había culpa.

—¿Por qué nunca te disculpaste? —le reclamé.

—Princesa...

Las lágrimas no dejaban de caer. —Nunca he sido tu prioridad, mamá... Creo que hasta te alegró que el juez haya dado mi custodia a papá.

—Suhail...

—A ti te la quitó, mamá —Apreté con fuerza mis dientes—. ¡TE LA QUITÓ!

—Suhail, Dios... —Escuché a mamá desmoronarse.

Apreté con fuerza el teléfono en mi mano y me incliné sobre la laptop para ver otra vez la foto del hombre muerto. Malnacido. Infeliz. Desgraciado.

—Nena...

—¡NUNCA TE DISCULPASTE! ¡NUNCA!

Y huyó cuando más necesité de ella.

Me percaté de que había agua sobre el teclado de mi laptop. Mis lágrimas. Furiosa, también golpeé el teléfono contra este y los saqué a ambos de la mesa con un bofetón. Ahora laptop y teléfono estaban sobre el suelo... y yo con ellos. La muerte sería más misericordiosa que el dolor que estoy sintiendo.

Va y viene...

Nunca lo superas del todo.

Va y viene...

Algunos días se siente más que otros.

—¿Suhail? —Ni siquiera escuché a Finley abrir la puerta—. ¡Suhail!

Él corrió a abrazarme, pero lo aparté. No podía más. No más.

—¿Estás bien? —Me miraba con gran preocupación. Mi cuerpo de temblaba—. ¡Suhail, háblame!

Metí mi cabeza entre mis manos y seguí llorando hasta que tuve la fuerza para las palabras volvieron a salir.

—¿Por qué tienen que volver? —me pregunté a mi misma en voz alta, temblando—. ¿Por qué no puedo solo poner mi mente en blanco y empezar de cero? —lloré, desmoronándome aún más. No hay límite—. ¿Por qué siempre tienen que quedar cicatrices? ¿Por qué?

—Dios, Suhail, sólo dime qué pasó —Su voz era un ruego.

Pasó todo, Finley. Todo.

Me incorporé, recogí la laptop, la coloqué de nuevo sobre la mesa, hice que Finley se sentara frente a esta e hice lo mismo, eligiendo un asiento que me permitiera verle de frente a él. De frente.

Primero le pedí leer la nota que publicó el periódico de Ontiva.

—¿Qué... es esto? —Me miraba y leía, así muchas veces.

—Ese hombre puso sus manos sobre mí cuando era niña —expliqué, tratando de no volver a perder la compostura.

—Lo lamento tanto, Suhail... —Quiso levantarse a abrazarme pero lo detuve.

No iba a ser fácil...

—Lo hizo por descuido de mi mamá y ella nunca se disculpó. Nunca. Mi papá por el contrario sí lo hizo, sabes. Me pidió perdón por no estar allí para impedirlo.

Finley me miró con compasión, iba a ser la última vez que lo haría.

—En verdad lo lamento.

—Pasé por mucho, Finley. Dejé de llamarme a mí misma princesa, no quería verme bonita... Con los años encontré refugio en muchas cosas: los libros, la naturaleza, la oración.... Sin embargo pasó mucho tiempo hasta que me dejé tocar por alguien... Por alguien más. La misma persona a la que le pedí que me protegiera.

Ahora había duda en el rostro de Finley.

—Max —añadí.

—¿Max?

Cerré mis ojos.

—Él... ahuyentaba a mis pretendientes. Él era el único con el que yo me sentía segura —Tragué saliva. Ahora las lágrimas también se alojaban en mi garganta—. Porque al mismo tiempo fue el único que me ayudó cuando ese hombre intentaba atacarme. Es difícil de explicar, yo... confiaba en Max, lo amaba —continué, esta vez mirándole—. Él también a mí, pero me lastimó. Y duele mucho cuando la única persona a quien te entregas te lastima.

—Suhail, no entiendo —Ya había temor en sus ojos.

Perdóname, Finley.

—Me lastimó en un momento crucial para ambos —continué, mirándole con pena—. Nuestro mejor momento. Nos estábamos conociendo de muchas formas... como hombre y mujer. Y luego vino aquí y... afirmó que hizo lo que hizo porque me quería... Aún me quiere.

—Termina de explicarte, Suhail —La voz de Finley esta vez era una demanda. Me miraba fijamente, con miedo, como si tratara de reconocerme.

—Me acosté con mi hermanastro.

Abrió su boca hasta que las palabras por fin salieron. No era él. Ya no era él. —¿Co-co... Cuándo?

Su rostro era una lucha entre el asombro, la consternación y la repulsión... Él mío era una cripta vacía.

—El día que me pediste matrimonio.

Colocó sus manos sobre su cabeza y se levantó de la mesa. Lo fui perdiendo lentamente.

—¿Por eso te has comportado tan rara? —exigió, dejando caer sus manos. Asentí con la misma actitud críptica—. ¡Wow! ¡Debieron reírse de lo lindo de mí! ¡Ambos! ¡De lo lindo!

—No, Finley.

No.

—Es evidente que no voy a confiar en tu palabra.

Yo... no lo miraba a él. No miraba nada en particular.

—Estoy arrepentida. Realmente arrepentida.

—¿Por qué no te marchaste con él?

—Porque me lastimó. Valoro más lo que tengo contigo.

—¿Lo valoras más? ¿En serio, Suhail? ¡Anda, mírame! —Lo hice—. Eres una traidora.

—Finley, lo lamento —musité, mientras al mismo tiempo apretaba una sobre la otra mis manos—. Si quieres terminar yo lo...

—¡Suhail, las invitaciones ya fueron enviadas! —Estaba fuera de sí—. ¿Por qué... —Contuvo su respiración unos segundos y luego lo soltó todo—: ¿POR QUÉ NO LO DIJISTE ANTES?

—No pude —acepté, empezando a llorar de nuevo.

—¿Por esta razón has venido tarde últimamente? —demandó saber—. ¿Has estado con alguien más?

—Finley...

—¡Habla!

Antes de responder me detuve a mirarlo un segundo, ya no era aquel hombre dulce. Ya no.

—No, yo... voy por ahí a caminar —Miré mis manos—. A pensar.

—A partir de hoy te vienes directo para acá. ¡Para acá! —Asentí, limpiando mis lágrimas—. ¡Yo... —Él empuñó su mano más hacia mí y cerré mis ojos esperando el golpe. Aceptando el golpe—. ¡No quiero verte, Suhail! ¡No quiero!

Iba a golpearme y se arrepintió. Debería escribir un manual sobre cómo transformar a un hombre bueno en una bestia. 

Abrí mis ojos con vergüenza y temor y lo vi buscar sus llaves, las tenía en su bolsillo.

—Finley, yo quisiera...

—Necesito estar solo un rato —dijo, caminando hacia la puerta.

—¿A dónde vas? —Era tarde.

—Usted no tiene derecho a preguntar eso, señora —alegó, ignorándome.

De esa forma salió cerrando la puerta con ira y yo me encogí en mi asiento. Nunca antes había deseado tanto morir.

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No tengo nada que decir.


Made de Suhail publicado en el grupo de Facebook por Tessa Luciano Marte

Dibujo también publicado en el grupo por  Sofia Tamaris

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