153. Max
Mi corazón palpitaba a un ritmo fuera de lo normal al aparcar nuestro vehículo sobre la calle del edificio en el que vive Suhail. Bajamos y Ling nos indicó por dónde ir y guió dentro. Al llegar al tercer nivel ubicó por número la puerta correcta y entramos. Suhail, explicó, nos estaba esperando.
El lugar me pareció agradable. Suhail, como es su costumbre, se esmeró en darle un toque hogareño colocando en segundo lugar el lujo. Todo era muy ella. La mayoría de muebles eran vintage, había libros, plantas de sombra y cosas hippie como atrapasueños.
—¡Suhail, llegamos! —la llamó Ling, pues de entrada no vimos a nadie por ningún lado. Mientras, los cuatro ocupamos distintos puntos de la sala.
Eric estaba de pie cerca del televisor indagando cómo encenderlo para ver un partido, Ling abría y cerraba puertas buscando a Suhail. Sam y yo, por otro lado, vimos retratos situados a lo largo de una cómoda. La mayoría eran fotografías de Suhail acompañada de Finley. Ellos en un café, haciendo deporte, en una cena, de cumpleaños, de vacaciones, con familia, con amigos...
Maldición.
Dolió.
Y todavía sigue doliendo.
—Entonces sí te hace feliz —suspiré, buscando esta vez fotografías de ella sin él.
—¡Voy! —escuchamos que gritó alguien . La voz de ella—. ¡Estoy metiendo algunas patatas al horno!
Mi espalda hormigueó y sentí una mano caer suavemente sobre mi hombro. Era Sam.
—Haz lo correcto —fue lo único que dijo. Lo miré y asentí tres veces volviendo mi atención a la cómoda.
Esa frase cambió por completo mis planes, mi apreciación de todo y me dio mucho para pensar. Hacer lo correcto. Por lo que una vez más ví una por una las fotos y pensé en la incontable cantidad de veces que alguna estupidez mía impidió que Suhail fuera feliz. Me sentía como un destructor. Y ahí iba de nuevo a, quizá, arruinarlo todo de vuelta.
¿Qué quería? Una prueba de que no debía interponerme y, en respuesta, ahí estaban las fotografías. Qué más.
—Hola... —escuché que dijo una voz a mi espalda. Una voz que escuché por primera vez a los siete años, pero que con el tiempo se fue atenuando para, paulatinamente, sonar más precisa. Más segura. Más afable. Era la voz de ella. Suhail. Mi canción favorita.
—¡Tonta! ¡Tonta! ¡Te extrañé! —oí exclamar a Ling y las imaginé abrazarse mientras prometían no volver a perder comunicación.
Yo continuaba de cara a las fotos, evitando ver a todos de frente.
—¡Sam, te veo tan... alto! —continuó Suhail.
—Y ancho —dijo el gordo en respuesta.
—Sólo un poco —le restó importancia ella, con su habitual amabilidad.
—Max no lo deja hacer dieta —protestó Ling y sonreí.
—¡Oh, Dios, Eric! —Era el turno de Eric para ser saludado—. A ti es al que más tiempo tengo de no ver.
—Unos cuantos años.
—Muchísimos... Y no sabes el gusto que me da verte bien.
Sabía que te alegraría ver que hice las paces con Eric.
—Con todo y tu mascada... ¿arcoiris? —se preguntó ella, curiosa.
—Sí... creo que soy gay.
—Oh, ¿genial?
—Seee. Dame un abrazo.
Era mi turno.
Un silencio mortuario se instaló entre todos. Lo único que se escuchaba a lo lejos era la sirena de un coche. Era mi turno.
Dejé sobre la cómoda la foto de ella sola que sostenía en mis manos y me giré lentamente. Ahí estaba Suhail, con rasgos mejor cincelados, cuerpo más delineado, ojos mucho más expresivos, cabello largo y estatura más baja.
—Estás... alto —dijo, tragando un poco de saliva y conteniendo lágrimas. Su mirada era la de una persona con miedo. Miedo a qué es lo que me hubiera gustado saber.
Y claro, ella no estaba más baja, yo le había sacado algunos centímetros con los años.
Era toda una mujer. Aunque diferente a las modelos, actrices y cantantes que había visto los últimos meses. Suhail no es exuberante, es modesta y prefiere mezclarse entre la mayoría. Ya no era la adolescente hippie de años atrás. Se veía como una adulta. Una mujer segura. Y estar cerca de ella siempre me hace sentir en casa. Incluso había un poco de harina sobre su nariz, prueba clara de que estaba cocinando. Sonreí. Suhail es casa. Es hogar.
—Y de pie —agregó, dirigiendo su mirada a mis zapatos para a continuación buscar otra vez mis ojos.
Necesitaba abrazarla.
La ví dudar en si debía acercarse o no y decidí acortar yo la distancia por ambos. Me aproximé a ella, la rodeé y la halé hacia mí pabra abrazarla. Se sentía pequeña a comparación de cómo la recordaba y en ese momento olía a mantequilla y canela. Pese a todo éramos uno. En ese momento fuimos uno de nuevo.
No podía ver su rostro, pero sí sentí su corazón y respiración ir de prisa. Aún así, la solté al darme cuenta de que no correspondió mi abrazo. Al menos no de la manera que esperé.
No me amas. Ya no me amas.
—Y también estás más ancho —dijo, cuando me aparté. En sus ojos todavía había dudas y ése miedo que no supe interpretar—. Cuánto músculo. Has... Has estado haciendo ejercicio.
No dije nada inmediatamente porque no sabía qué. De haberme permito besarla hubiera comprendido cuánto la amo y extraño.
Tocó uno de mis brazos con tímidez y de igual forma lo apretó un poco. Como si no supiera que de mí podía tocar todo, pues soy suyo. Parpadeó muchas veces para continuar alejando lágrimas y yo cogí un poco de aire para armarme de valor y hablar.
—Tú... te ves bien —dije.
—¿Te parece? —preguntó, intentando acomodar de mejor forma su cabello. Asentí y acerqué mi mano a su nariz para limpiar de esta la harina, aunque no la quité del todo porque su cara se veía adorable así—. He ido al gimnasio. El otro día fui a la playa y recibí buenas críticas.
No entendí el por qué de ese comentario, pero le creí. Sin duda le creí y me hubiera gustado verla yo mismo.
Antes de que pudiera decirle algo más, se giró de cara al resto del grupo y nos pidió tomar asiento. Cuando nadie nos veía Eric empuñó su mano mostrando su dedo pulgar hacia arriba para darme a entender que lo hice bien. No obstante, todavía pensaba en las palabras de Sam. Haz lo correcto.
—Ahora cuenten qué se siente ser famosos —preguntó Suhail, viéndonos. Incluso quería saber qué opinaba Ling.
Bueno, ya pasó. Ya estás con ella otra vez... Aunque no de la manera que quisieras.
—Es apabullante —contestó Eric, y Sam y yo asentimos—. Creo que hablo por los tres cuando digo que no nos acostumbramos.
—Pero tú ya eras famoso, Eric.
—Ni la mitad de lo que soy con Raptor, pero sí. Algo.
—A Sam ya le leí la cartilla —dijo Ling, sentada con espalda recta en su lugar y respingando más su nariz.
—No puedo hacer amistad con mujeres, sólo saludarlas —añadió el gordo gobernado.
Eric, Sam y Ling platicaron a Suhail cómo resurgió Raptor. Desde cómo sucedió lo del vídeo que nos dio a conocer, la llamada de la disquera, la reunión con Eric, los ensayos, la planificación de la gira, la grabación del disco, las entrevistas, la locura en los medios de comunicación y redes sociales, la gira en sí, las y los admiradores...
Yo era el único que no hablaba. Lo único que hacía era mirarla a ella. A Suhail
—Estoy segura de que es más de lo que alguna vez imaginaron —dijo, viéndome. Esperando que esta vez si dijera algo. Parecía esperar obtener de mí algo que no fuera silencio.
Pero, ¿qué iba a decir? Lo único que tenía para explicar era a ella, sólo a ella, y ya no estaba del todo seguro de querer confesarme.
—Es mucho más —estuve de acuerdo.
Me sonrío conforme y esta vez se dirigió a todos: —Entonces... ¿les gusta el pescado rebozado? Será eso y papatatas al horno. Ah, y el postre es tartaleta.
—Suena bien —dijo Sam.
—Hasta aquí escucho tu estómago, gordo —bromeé.
—Finley trajo el pescado y las patatas hace rato —continuó Suhail, consiguiendo que mi estómago quemara, aunque no por el hambre—. Pero le faltaron las bebidas. Fue por ellas aquí cerca. Cuando regrese estaremos listos.
Al instante sentí la mirada de Sam sobre mí y me pregunté qué decir para no verme tan patético.
—¿Y... cómo vas en la Editorial? —pregunté.
Suhail meditó un poco antes de responder. En sus ojos y temple general percibí menos emoción contenida al hablar nosotros dos. A diferencia de mí, concluí, tomó nuestro reencuentro de forma más natural. Ya no le afectaba.
Ya no me amas.
—Bien, supongo. Mi jefa y un compañero vendrán más tarde... si no les importa compartir con dos admiradores. Grandes admiradores.
—No hay problema.
—¿Te relacionas con autores importantes? —le preguntó Ling.
—Como llevo poco tiempo sólo trato con noveles. Hoy estaba corrigiendo un cuento para niños.
—¿Algo interesante? —preguntó Sam, que ama leer casi tanto como ama a su Yoko.
—Hilarante en realidad. Trata sobre un oso y una hormiga que se hacen amigos.
—Qué fumado —resopló Eric, haciéndonos reír.
—Más cuando tratas a la autora —estuvo de acuerdo Suhail—. Mi jefa, Laura, es la que trata con autores de renombre, pero de momento estoy bien con los noveles... Debo hacer carrera si quiero tratar a M. K. Solazar o a Alexander Donoso.
—Me alegra que te esté yendo bien —la felicité y ella volvió a sonreír en mi dirección. Parecía sentirse más cómoda estando nosotros dos cerca.
Se puso de pie y nos ofreció bebidas, y venía de la cocina con una jarra y vasos cuando la puerta principal se abrió de sorpresa, entrando mucho escándalo.
—¡Alto ahí —llamó la voz de un tipo que entró cargando bolsas y sosteniendo una correa—. ¡Amor, por favor sujeta a Max que se me cae todo! —pidió y Suhail entregó la jarra y vasos a Ling para poder ayudarle.
¿Max?
El gordo y Eric me miraron intentando no echarse a reír.
¿MAX?
—¡Ya están aquí! —saludó el tipo una vez estuvo desocupado. Al mismo tiempo un perro saltó. Era un Beagle pequeño con cara de bobo. Y tenía que venir hacia mí, maldición—. ¡No lo babees, Max! —le pidió quien asumí era Finley.
—¿A cuál de los dos le hablas? —le preguntó el gordo gobernado, riendo.
Suhail rascó su frente mostrándose incómoda y Finley se soltó a reír. Y sí, el perro estaba babeándome.
—Perdona, Max —se disculó Finley.
—Insisto en solicitar saber a cuál de los dos te diriges —insistió Sam.
—Ling, acompáñame a dejar todo esto en la cocina —le pidió Suhail a Ling evitando mirarme y se retiraron murmurando.
—Hola —saludó Finley al resto de nosotros. Estrechó las manos de los tres, pero se detuvo conmigo. Sólo conmigo—. Max Solatano —dijo, como si no me reconociera yo mismo.
Él también tiene cara de bobo, me dije. Aunque eso no importa cuando recuerdas que también tiene a la mujer que amas.
—Sí —dije, estrechando su mano.
—Wow, en serio, hermano, te veo por... ¿Qué? ¿Todos lados? —dijo él en respuesta.
—Me da gusto mejorar tu día.
Finley se echó a reír otra vez y bajé la guardia comprendiendo que únicamente me veía como el hermanastro de Suhail. No tenía idea de más. Ella no le habló de más.
—Oye, en serio me caes bien. Bienvenidos sean todos a nuestra casa —dijo, mirando también a Sam y a Eric—. En serio, lo juro, me encanta tenerles aquí.
—¿Le pusieron como yo al perro? —me atreví a preguntar.
—Pero no fue a propósito —aseguró, realmente apenado—. Ya tenía a Maxi cuando conocí a tu hermana.
—Oh.
—Y te juro que es un tocayo adorable —agregó, cargando al Beagle para ponernos frente a frente—. Se pasa de simpático.
—¿Va por ahí conquistando perritas? —preguntó Eric, ganándose mi odio. Aunque no le importó, se soltó a reír junto con Finley.
—En realidad lo castramos —contó el otro.
Oh, quién diría que sí tenemos bastante en común el perro y yo.
Lo cargué y me preguntó qué tan fuerte lo tenía que lanzar para que saliera disparado por la ventana.
—Oh, vamos, tú no tienes la culpa de nada —me disculpé con él, reconciliándonos.
—No te escuché —dijo Finley a modo de pregunta. Entendió que me dirigí a él.
—Que está linda tu casa —le aclaré.
—Ah.
—Imagino que ya se presentaron —dijo Suhail al volver, viéndonos a todos, sobre todo a mi y al Beagle. No, no lo voy a matar.
—Sí, ya —contestó Finley—. Estos chicos son geniales. En verdad geniales.
Interpreté el suspiro de Suhail como una muestra de alivio. Se sentía afortunada de que no arruiné todo, como esa vez que me presentó a Aitor... lo cual también dolió.
—¿Desde cuándo se conocen tú y Suhail, Max? —me preguntó Finley, alcanzando la mano de Suhail para que ella tomara asiento junto a él.
—Desde los siete años —dije, evitando mirar sus manos entrelazándose.
—Pero nuestros padres se casaron hasta años después —añadió ella.
Finley asintió mostrando estar realmente interesado en el tema Hermanastros. —Pero, eran vecinos.
—Sí... vecinos —dije, mirando hacia abajo. Qué lindas manos solas y vacías tengo.
—¿Y a qué edad tuviste el accidente? Si no te incomoda el tema, claro... Es que se habla mucho de eso.
—Un día antes de cumplir dieciocho —conté, obligándome a sonreír.
—Wow. Debió ser duro.
—No tienes idea —dije, levantando mi mirada para verla a ella—. Aunque Suhail estuvo ahí para apoyarme. No lo hubiera logrado sin ella.
Finley asintió apreciativamente y hubo mucho en la forma en la que Suhail me miró al terminar de decir eso. Sin embargo, no soltó la mano de Finley. Se aferró a esta como si temiera de mí o de ella. Tras eso, lo único que hicimos fue mirarnos.
—Y a ustedes claramente les va bien —los felicitó Ling.
Finley se abochornó un poco pero contestó sin titubeos. —Sí, tuve mucha suerte de conocer a esta mujer talentosa y sobre todo hermosa.
Otra bala directo a mi pecho.
—¿Cómo se conocieron? —preguntó Sam.
Suhail empezó a contar todo de forma tímida, sin embargo poco a poco se soltó y de pronto todos, excepto yo, reían y comentaban aquel día lluvioso en el que la suerte tocó a la puerta de ambos. Mi cabeza, por otro lado, era un panal de pensamientos. No debí venir. Lo ama. No debí venir. No estoy listo para esto. Todo mi cuerpo quemaba cuando me puse de pie y pregunté dónde está el baño. Suhail me explicó y me alejé.
En el baño me recosté contra la puerta, apreté mis puños y cerré mis ojos. ¿Por qué, Dios? No. No. No. Esto es resultado de una decisión que yo tomé. Nada tiene que ver una fuerza superior a mi propia estupidez. Me coloqué en cuclillas y pensé en todo un largo rato. Pensé en todo... mucho. Lo arruiné.
O quizá no...
Porque es cierto, quizá no lo arruiné. Quizá así es como la vida debe ser. Yo por mi lado. Ella con él. Porque no es un mal tipo. Finley, les juro, no es un mal tipo. Se merecen...
Y si yo la amo, debo aceptar eso deseando lo mejor a ambos. Y ya.
Porque no quiero desearles que todo vaya mal para así yo tener una oportunidad con ella. No. Suhail no merece llorar más por mi maldita culpa. Merece ser dichosa conmigo... o sin mí. Es hora de aceptar eso.
Y ya.
Y YA, MALDITA SEA. Y YA.
Me incorporé, me di un poco de ánimos y, pensando en tomar una decisión determinante, abrí la puerta.
Cual fue mi sorpresa al ver a Finley esperándome y a Eric acercándose. Tenía un cómite de recibimiento afuera del baño.
—¿Todo bien? —me preguntó Finley.
¿Quiere saber qué tal cagué?
—Sí... —contesté, intentando sonar casual—. Es que padezco de hemorriodes.
—Oh... Sí. Sí. Algo de eso escuché.
—Ajá.
—En todo caso... Bueno... te estaba esperando por algo más —dijo, mirándome con emoción contenida.
El tipo claramente se estaba armando de valor para hablar conmigo.
—¿En qué te puedo ayudar? —le pregunté mirando con duda a Eric que también había ido a ver por qué no salía del baño. Debí decir que no encontraba el papel.
—Creo que puedo confiar en tí —dijo Finley, como si temiera que le dijera que no.
—Claro... Sí.
—¿Eric? —preguntó, mirando a mi amigo.
—Por supuesto —dije yo por Eric—. En él también.
¿Qué quería decirnos? ¿Qué trabaja para el servicio secreto de la familia real británica?
Finley inhaló, exhaló y nos pidió que lo siguiéramos. No fue lejos. Caminamos un poco y abrió una puerta cerca. Cuando entré no necesité mayor explicación para darme cuenta de que estaba en la habitación de ellos. Eric tosió, golpeó mi hombro para darme apoyo moral y, ya recuperado de la primera impresión, los dos nos miramos preguntándonos qué quería el tipo. ¿Para qué, en el universo, le podía servir yo a Finley? O Eric.
—El otro día ordenando este armario llegué a una maleta de Suhail —empezó, señalando el armario—. Estaba un poco abierta y de esta salía un pedacito de prenda de algodón —continuó, sacando la maleta del lugar y pidiéndole a Eric que pusiera seguro a la puerta—. La abrí para acomodar mejor todo... y me encontré con esto —añadió, recostando la maleta sobre el alfombrado para después abrirla por completo.
Que fuera droga me hubiera importado menos. Eran cosas para bebé. Cosas. Para. Bebé.
¡MALDICIÓN!
¡CARAJO!
¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA!
Di dos pasos hacia atrás y sentí como la realidad golpeaba duro y sin piedad mi pecho.
NO.
NO.
¡NO!
—¿Es.. es... ? —Eric tampoco podía creerlo.
—Sí, son cosas de bebé —sonrió Finley, orgulloso—. Empecé a sospechar el día que Suhail se desmayó cuando salimos a caminar —contó y se oía feliz. Tan malditamente feliz—. Y los últimos días ha estado muy sensible, llora por cualquier cosa y constantemente me pide que la abrace. Se ha acercado mucho a mí.
Y terminó explicando que, conociendo a Suhail, pensaba que quería darle la noticia como una sorpresa.
Me arrodillé frente a la maleta y cogí una camisita entre tantas... Necesitaba asimilar.
—Un be-bebé —dije, sintiendo mi voz quebrarse.
¿Por qué? Esto no. Esto no...
—Sí, felicidades, tío —me dijo Finley como si fuera un cumplido y miró de mí a Eric esperando también una felicitación para él, el padre primerizo.
Apreté mis labios, estreché mis ojos y mentalmente me obligué a ser fuerte. Felicité a Finley y regresé a mi lugar bajo la mirada preocupada de Eric. Me quería matar. La había perdido. Ella no dejaría a su bebé sin su papá. La había perdido...
La había perdido.
LA PERDÍ.
¡LA PERDÍ! ¡ALGUIEN DIGA ALGO, CARAJO! ¡LA PERDÍ! ¡PERDÍ A LA MUJER QUE AMO!
Finley volvió a cerrar la maleta y la guardó una vez más en el armario. Suspiró para volver a armarse de valor y nos miró.
—Ahora necesito su apoyo, chicos —dijo, decidido.
—Te escuchamos —dijo Eric, mientras yo veía el suelo, con mi vida destrozada alrededor.
—Quiero hacer las cosas bien —explicó—. ¿De acuerdo, Max? No voy a permitir que tu hermana sienta mi apoyo a medias. La amo y ella y yo ya habíamos platicado sobre querer pasar nuestra vida juntos.
—¿Le vas a pedir que se case contigo? —quise saber ya, aunque doliera.
Finley asintió mientras un par de lágrimas brotaban de sus ojos y me miró como si necesitara mi aprobación. La aprobación del hermano de Suhail. De verdad la amas.
De. Verdad. La. Amas.
Limpié mi nariz que de pronto goteaba mucho y le demostré con un golpe a su hombro mi apoyo. Eric hizo lo mismo.
—Me parece una gran idea... Sí. Hazlo.
—Pero quiero que sea hermoso. Y pensaba que siendo tú músico...
Él tenía miedo de preguntar.
—¿Quieres que toque algo para ella cuándo se lo pidas?
—Sí —dijo Finley, feliz, de que yo comprendiera que quería sorprenderla.
No tenía idea de que nadie mejor que yo podía entender eso.
—Puedo hacer algo mejor, Finley —dije, mirando de él a Eric que negó con la cabeza.
—Te escucho.
—¿Qué te parece sí... —Volví a limpiar el agua que salía de mi nariz y le miré con decisión— digamos, durante el concierto hacemos algo especial?
Sus ojos se abrieron con sorpresa. —¿En verdad harías eso?
—Sí —dije, asintiendo insistentemente—. Mi hermana merece lo mejor, Finley. Lo mejor.
Ahora, si no te importa, quisiera sentarme a llorar... pues nunca imaginé que perder para siempre a alguien que amas doliera tanto.
Tanto.
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Y bien...
Muchas gracias por votar y comentar todos los capítulos, pues de esa forma me demuestran su apoyo ♥
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