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149. Max

Acababamos de terminar el tercer concierto de la gira y miraba la ciudad desde una ventana del hotel. Muchas luces titilando. Mucha gente yendo demasiado lento o, peor aún, demasiado rápido. Mucho ruido que nos confunde a todos. Mucho en que pensar. Últimamente me gusta estar solo para  pensar. 

Cuando era adolescente quería ser famoso para ser idolatrado. Hoy solo quiero que cualquiera que diga admirarme comprenda por qué amo y necesito la música... o por lo menos intente comprender. ¿A qué Max ven? ¿Perciben mi ansiedad, mi dolor y soledad? Porque nunca me había sentido tan solo pese a tener cerca de mí a mucha gente que me quiere. Por lo mismo, quería que al menos uno de ellos, de mis amigos, de mi familia, de mis fans, pudiera reconocer el dolor detrás de una sonrisa y pidiera escucharme. Escucharme de verdad. 

Estaba sufriendo. Estaba muriendo. Estaba comprendiendo qué se siente ser desdichado cuando -se supone- debes ser feliz porque aparentemente lo tienes todo.  Quería ser estrella de Rock. Lo soy. Quería valerme por mi mismo. Reto conseguido. ¿Ahora qué? Tenía miedo de no necesitar nada...

 ¡Oh, vamos, hay que admitirlo! Tenía miedo de ir por lo único que me faltaba para sentirme completo... Ella... Suhail Didier.  

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando alguien tocó mi puerta, y lo agradecí porque necesitaba dejar de pensar en nuestro próximo viaje a Londres. Traté de poner buena cara y me apresuré a abrir creyendo que se trataba de Sam... Era Eric.

—Hey... —saludé, extrañado de verle. Desde nuestro arreglo solo habíamos pasado tiempo en conjunto con Sam, nunca él y yo solos. 

—¿Puedo pasar? —preguntó, al notar que yo no diría más nada.

Asentí cautelosamente y le dejé entrar. 

Al principio me sentí incómodo. Sam era el mediador entre nosotros y, sin él, no tenía idea de cómo romper el hielo con Eric. Afortunadamente él habló primero. 

 —Lettera dice que somos una banda de niños buenos.

—¿Qué? 

Escuché lo que dijo, pero quería que se explicara más. Le hice una seña para que tomara asiento y le ofrecí una soda.

—Que le da ternura que no bebamos, fumemos o nos droguemos después de un concierto —continuó explicando Eric—. Se queja de que ni siquiera le pedimos mujeres.

Levanté con asombro mis cejas. —¿Preferiría lo contrario?

—Simplemente le sorprende.

Y no lo culpo. Cualquiera pensaría que una banda en ascenso como Raptor tendría mucho que celebrar. Y es que sí hemos celebrado, la noche anterior, por ejemplo, hicimos maratón de películas de Marvel. Pero nada de alcohol, sexo o drogas... Lo admito, parecemos banda cristiana. 

—El gordo está embobado con Ling y no la va a traicionar —empecé, buscando una respuesta a nuestro ñoño comportamiento—, tú estás en rehabilitación y yo... —Aquí vamos—. Yo solo quiero estar solo. 

No pude evitar bajar mi mirada al decir lo último. Por otro lado, años atrás Eric se hubiera burlado de mí y después animado a ir por alcohol y mujeres, pero esta vez simplemente murmuró un sorpresivo:

—Te entiendo.

¿Te entiendo? Lo esperaba de todos... excepto él. 

—¿En serio?

—Cuando las cosas se empezaron a dar en mi anterior banda, lo disfruté, sí... pero me sentía solo. No era lo mismo sin ti o Sam. Me sentía solo y quería estar solo... Es complicado de explicar. 

Exacto.

Aunque era una revelación escuchar eso de... Eric.

—Pero a mí me odiabas —dije, señalándome. 

Eric sonrió y bajó su mirada. —No, pero si te quería cerca para al menos echartelo en cara. ¿De qué me servía ser famoso si no podía verte envidiándome?

—Tiene sentido.

No podía culpa a Eric por sentirse así. 

—Nos esforzamos tanto... Y lo soñamos tanto que hacer todo eso yo solo fue... —Eric me miró otra vez— apabullante. Muchas veces los busqué a ambos entre la multitud. 

Yo suelo hacer eso con Suhail...

Observé las facciones de Eric. Ya no se veía tan mal como la primera vez, pero sí todavía más desgastado que Sam y yo juntos. Parecía como si en lugar de haber sido famoso hubiera sobrevido a pasar un año solo en el desierto del Sahara bebiendo únicamente café. 

—¿Por qué...

—¿Por qué no los llamé? —Asentí, agradecido de que no le molestara mi duda—. No quería reconocer mi error. Además... tú me odiabas.

Su señalamiento me dolió. 

—No te odiaba —aclaré—. Quería alejarte para que no me miraras con lástima. 

—¿Y fue lo mismo con Suhail? —preguntó, cauteloso, y el nuevo rumbo de la plática me tomó con la guardia baja. Pero no lo negué.

—Eso creo.

—Sí... Sam me contó todo.

Arrugué mi entrecejo. —¿Por qué no me sorprende?

—Deberías aprender a que no toda la gente se queda junto a ti por lástima —dijo Eric, como si llevara horas ensayando sus palabras—. Muchos lo van a hacer porque te quieren. Sólo eso. Sin doble cara. 

—Yo no quería ser una carga para nadie.

—También puedo entender eso. Cuando Sam me localizó y ofreció pagar por mi rehabilitación, al principio me negué —Miré con desconcierto a Eric—. No porque no lo necesitara —aclaró—, sino porque no quise, me daba verguenza, que él supiera que lo necesitaba. ¿Me explico? No digo que sea lo mismo contigo y con Suhail, pero, en esencia, lo que trato de decir es que las intenciones de Sam eran buenas. Lo malo es lo que había en mí... Mi odio. Mi frustración. Mi miedo. 

—¿Por qué terminaste aceptando su ayuda?

Eric alzó sus brazos. —No podía más.

Avergonzado, me incliné un poco y golpeé amistosamente su hombro.

—Lamento... —Las palabras dolieron—. Lamento no haber sido yo el que te buscó.

—No te ofendas, pero no esperaba que lo hicieras. Tú y yo, creo, somos iguales en eso... Asumimos que podemos y cuando las cosas no salen como quisiéramos... diablos, nos duele reconocerlo.

Cierto.

Desde mi lugar miré otra vez mi ventana.  —Alejé... —No podía creer que iba a hablar esto con Eric—. Alejé a Suhail por su bien. Por lo que creí que era su bien. 

—Lo sé —dijo Eric, mirándome como si intentara ayudarme a descubrir algo—. Pero por amor de Dios no dejes que sea ella quien se acerque. 

—¿Crees que debería buscarla?

—Sí y explícale por qué hiciste lo que hiciste. Con suerte te acepta. 

—Ella no se hubiera ido de otra manera —continué, encontrando en Eric a alguien que aprendió a escuchar—. Estaba decidida a quedarse pese a tener una gran oportunidad frente a su nariz... Yo no quise culpas o reproches tardíos, Eric... Y era joven... Y era idiota... Mi única solución fue alejarla... lastimándola.

—Como hiciste conmigo —concluyó él.

Diablos. —Sí. Así fue.  

—Ya no lo hagas, Max.

—¿Qué cosa?

—Poner obstáculos a la gente que te quiere.

—¿Qué debí hacer entonces? Ella ya había perdido una beca por mí. No quise que...

—¿Importa ahora? —me interrumpió mi amigo—. Sólo ve y dile cómo te que sientes. ¿Qué en el infierno puedes perder?

En mi cabeza la situación no tenía mucho sentido. "Hola, Suhail, lo eché a perder todo pero quiero que volvamos".  Sabía que esa mujer me odiaba y no quería saber de mí. ¿Qué podía hacer o decirle para que pensara distinto?

—¿Recuerdas cuándo te negabas a reconocer que te gusta? —me recordó Eric y rasqué mi cuello sintiéndome azorado. Finalmente asentí—. No tardes en reconocer que te hace falta... Te sentirás solo hasta que lo hagas. Ella es tan parte de esto como lo somos Sam y yo. 

—Tengo miedo de que me rechace —acepté.

—El mismo miedo tenía yo antes de enfrentarte aquel día en Solatano & Delvecchio. Pero, ¿sabes qué me dijo Sam?

—¿Qué?

Tenía un poco de miedo de saberlo. 

—Dijo "Él no te odia, solo tienes que ayudarle a encontrar la manera de perdonarte."

—¿Y cuál es esa manera?

Eric suspiró. —Bueno, por el momento intentar ayudarte con Suhail.

—Gracias... De paso me hace sentir menos miserable saber que no me odias.

—Nunca te odié —aclaró—. Te admiraba y quería estar cerca de ti para recibir tus beneficios. Eras genial.... Aún lo eres. 

—¿Y...

—Y míranos —concluyó por los dos—. Ahora ambos sabemos que hay cosas más importantes que ser famosos.

Apreté mis manos y volví a golpear de forma amistosa a Eric. —Bien, colega, ahora hagamos algo antes de que esto se ponga más gay. 

—Tienes un problema con lo gay, sabes —Eric entrecerró sus ojos.

—Llevo años sin follar... Entiéndeme... Aceptate... Tu solo dame amor y comprensión. 

—Bien —Eric rió y nos empujó hacia la puerta—. Busquemos a Sam y hagamos algo más interesante.

El gordo estaba en su habitación hablando vía skype con Ling, platicándole cómo nos había ido en los shows de televisión y el concierto. Eric y yo entramos sigilosamente y, buscando joder un poco, nos miramos de forma cómplice.

—¡Gordo... apúrate o se van a ir las prostitutas! —grité.

Eric me codeó y agregó. —¡Te apartamos la rumana que te gustó! 

Las orejas de Sam enrojecieron y lo escuchamos murmurar "Hijos de puta", pero antes de que dijera algo Ling le pidió colocar de cara a nosotros la laptop.

¿Por qué no me extraña que le hagan bullying al único miembro de la banda que tiene pareja? —nos encaró.

—Nos vas a hacer sentir mal y vamos a llorar —me burlé. 

A continuación Eric fingió limpiarse un par de lágrimas.

Porque ver pornografía no es precisamente estar con una chica.

—¡Yo no veo pornografía! —exclamó Eric con aire dramático—. La vivo, la siento... La pornografía es mi vida. 

—Y en tu caso, Solatano —agregó Ling, viéndome con altivez desde la laptop—. Tener sueños húmedos con Suhail y masturbarte pensando en ella tampoco es ser sexualmente activo.

Auch.

—Me voy a comprar una muñeca inflable y vas a tener que retirar lo dicho —me defendí. 

Ling esbozó una mueca de asco. —Yiuuuuuuuuuuuu 

—Dijiste que nos acompañarías a Londres —le recordó Sam, siendo el caso que Suhail había sido mencionada. 

—Lo que nos faltaba —gruñí yo—. Mei Ling en su mejor papel de Yoko. 

Claro —dijo Ling, cruzando sus brazos—, ¿o quién va a filmar tu miseria al intentar no respirar el mismo aire que mi guaperrima amiga?

— Ja. Ja. Ja —refunfuñé y me acerqué a la laptop para cerrarla—. Sayonara, Yoko. 

—¡Oye! —me reclamó Sam.

—Basta de chicas —advertí, negándome a que abriera otra vez la laptop—. Hoy vamos a hacer cosas que haría una banda normal. Quiero ideas. 

—¿Sexo desenfrenado con brasileñas? —suigirió Eric, acercándose a la ventana para echar otro vistazo a Río de Janeiro. 

—O drogas —dije yo, fingiendo buscar en mi bolsillo—. Marihuana. Cocaina. Heroina... cualquiera cosa que termine en "ina".

—Pues... en el súper de abajo compré un Monopoly —dijo Sam, buscando dentro de su maleta—. Podemos jugar.

Miré a Eric y ambos mentalmente ponderamos el Monopoly junto a las drogas y las brasileñas. 

—Seee, Monopoly está bien —dije, dejándome caer sobre la cama del gordo.

—¡Pido tirar primero! —dijo Eric, arrebatándole el juego al gordo.

Y eso hicimos. Como cualquier banda de rock en ascenso, jugamos Monopoly y comimos nueces secas que encontramos en el mini bar.  

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