145. Max
Acepté la invitación de Paola, tocaría en el instituto de Deya en una semana. Le platiqué todo al gordo, le encantó la idea y entre los dos preparamos material.
Ensayamos seis canciones, Yesterday de The Beatles, Heroes de David Bowie, I Was Made for Lovin' You de Kiss y tres propias, una escrita por Sam... y dos escritas por mí. Interpretaríamos todo de forma sencilla: Mi voz y dos guitarras.
No estaba listo para algo de esa magnitud. Es decir, ¿qué es un instituto de mil estudiantes comparado a los conciertos en los que alguna vez imaginé participar? Sin duda estaba fuera de juego, un tanto oxidado y acobardado, porque un instituto es cosa de niños... literal. ¡Y llevaba años tocando únicamente para niños! Por otro lado, no hay público pequeño y alguien una vez me dijo -y creo que fue Paola- que si hay un público díficil, son los niños.
Aún así, me sentía nervioso. Imaginaba a los adolescentes riendo, lanzándome tomatazos o llamándome discapacitado a modo de burla.
Una noche antes de partir a Deya, en mi cama, con Gilmour recostado sobre mi pecho, repasé la letra de una de mis canciones, una de tantas que escribí pensando en Suhail. Ella me inspira. Siempre me inspira.
VERDAD
Tus ojos son un espejo, en ellos noto la diferencia entre el hombre que era y el que ahora soy.
Tu boca es un confesionario, con mis labios en ella solo puede decir la verdad.
Verdad.
¿Qué verdad?
CORO
Que so so soy, el que aún te ama soy, el que finges no recordar por miedo a que su recuerdo haga sombra en tu habitación.
So so soy, el que está en medio de los dos, el que te hace sentir nostalgia.
No digas que no me amas.
No digas que no me amas.
...
Tus manos son un mapa, saben dónde tocar, encuentran mi debilidad.
Tu voz diciendo mi nombre es mi canción favorita. Tu voz preguntándome la verdad es todo lo que quiero escuchar.
Verdad.
¿Qué verdad?
CORO
Que so so soy, el que aún te ama soy, el que finges no recordar por miedo a que su recuerdo haga sombra en tu habitación.
So so soy, el que está en medio de los dos, el que te hace sentir nostalgia.
No digas que no me amas.
No digas que no me amas.
...
En la distancia he cambiado, he reído, he llorado y he descubierto que tengo la habilidad de sobrevivir con el corazón roto.
Te fallé, te dejé marchar, yo mismo te abrí la puerta. Temí hacerte más daño estando cerca de mí que a la distancia.
Tus ojos son un espejo. Tu boca es un confesionario. Tus manos son un mapa. Tu voz toca mi alma. Mírame, bésame, tócame y di mi nombre para que confiese todo.
CORO
Que so so soy, el que aún te ama soy, el que finges no recordar por miedo a que su recuerdo haga sombra en tu habitación.
So so soy, el que está en medio de los dos, el que te hace sentir nostalgia.
No digas que no me amas.
No digas que no me amas.
Creo que ni Sam en la época que aún estaba separado de Ling escribía canciones tan, ¿melosas? Él me lo dijo "Ni yo era tan cursi, Max". Pero no me importaba. Aún no me importa. Pensar, escribir y cantar sobre es Suhail es... abrir mi alma.
—¿A ti te gusta cómo escribo, Gilmour? —le pregunté a mi gato y ronroneó. Perfecto, el primer fan de Max Solatano.
La cicatriz en el rostro de Gilmour ya casi no se veía y él ya no huía o se escondía de nadie. El gato había superado su trauma. Ambos salimos adelante juntos.
Al día siguiente, Sam pasó por mí de madrugada, salimos de la ciudad en coche y nos dejamos ir por la autopista. Podíamos ir en avión hasta Deya, pero quisimos tener tiempo para relajarnos y asimilarlo todo. El viaje, el paisaje y ambiente nuevo aplacó un poco los nervios.
Hicimos paradas obligadas en gasolineras y a comer y continuamos avanzando. El coche de Sam es un Chevrolet Camaro del año 1969, adaptado a nuestra época. Fue renovador pasar tiempo sobre este en carretera. Platicamos sobre la academia de música, sobre Suhail, Ling... Eric.
Tanto tiempo sin saber de Eric.
—No puedo creer que lo ayudes —le reclamé por octava o novena vez, ntentaba llevar la cuenta.
—Es nuestro amigo.
—Es tu amigo —refunfuñé, tratando de cambiar de tema.
Ya conocemos la historia de Eric: Músico medianamente famoso, su banda fue exitosa durante dos años, durante ese tiempo alardearon un solo hit... Todo iba bien hasta que los dos hermanos que lideraban su banda iniciaron, de forma pública, un duelo de egos, se enojaron y cada uno decidió hacer carrera en solitario, dejando a Eric solo. Porque ése es el problema con Eric: No canta, no compone, él es bajista. Para sobresalir necesita de una banda. La decepción lo deprimió y cayó en muchos vicios, el peor de todos fue la adicción a drogas; y así, al no tener ingresos perdió "amigos", empeñó todo para continuar siendo un yonqui y terminó en bancarrota.
Sam lo contactó tras enterarnos de lo que pasó con él gracias a una de esas revistas de chismes y lo convenció de ir a rehabilitación, pagando NUESTRA academia todo.
—Puedo reembolsarte tu mitad.
Y es que la rehabilitación la pagamos entre los dos. Un día Sam me recibió en el vestibulo de la academia de música con factura en mano, me la entregó y dijo "Estamos ayudando a Eric". Hice rodar mis ojos y continué mi camino sin preguntar más.
—El problema no es el dinero, Sam —le recordé.
—Comprendo que no quieras tener que ver con Eric.
—Ya te conté lo que me gritó la última vez que nos vimos.
—Recuerdo más lo que tú le gritaste a él.
—Y tenía razón, ¿no? —Me crucé de brazos. Sam iba conduciendo, yo preferí mirar el paisaje—. Necesita de una banda —agregué, a regañadientes.
—Se trataron mal ambos y de todas formas Eric no tiene una banda. Ya no.
Alzé y dejé caer mis hombros de mala gana. —Pues no.
Vi por mi ventana unos segundos antes de volverme hacia Sam, él me estaba mirando con ojos de gatito, de un gatito bebé que sabe pedir lo que quiere.
—No —empecé.
—Pero vamos a reactivar a Raptor.
—No —sentencié, elevando mis manos. ¿En qué cabeza cabía tal cosa?—, no estamos reactivando a Raptor, Sam. Tocar en un instituto no es echar a andar de vuelta a Raptor. Tocamos hoy y pasó todo. Nuestra prioridad es la academia de música, no Raptor.
—Pero...
—No, Sam.
—Pensé que habías dejado de lado tu negatividad.
Tenía miedo. —No soy negativo... Soy realista.
Llegamos a Deya a las seis de la tarde un día antes de la presentación, buscamos un hotel, cenamos y descansamos bien para estar en las mejores condiciones el día siguiente. Paola nos invitó a una actividad que festeja el fin de curso antes de las vacaciones de Navidad y habían muchas actividades además de nuestro toque, sin embargo Paola se encargó de convencer al director para permitirnos ser el acto principal.
Con instrumentos en mano, entramos al instituto a las siete de la mañana y ella nos recibió entusiasta.
—Apenas puedo creer que estén aquí.
Y sonriente nos hizo pasar, explicó de qué iba la actividad y nos dio un pequeño recorrido. El instituto de Deya es una fachada de ladrillo para mil estudiantes, pero con patio grande. Enorme, en realidad. Paola nos señaló el escenario que montaron y nos pidió seguirla hasta el salón de profesores, ahí esperaríamos hasta salir a tocar. En el escenario ya estaba instalado un equipo de audio que cumplía con nuestros requerimientos, por lo que sólo nos quedaba esperar.
—¿Fueron niños estudiosos o problema? —nos preguntó Paola para hacer plática, y sirvió agua y una pequeña refacción en el salón de profesores.
—Yo era estudioso —contesté, viendo de reojo a Sam hacer una mueca de "Ajá, claro"—, Sam si dio mucho problema.
El salón se encontraba vacío. Paola nos pidió acomodarnos y esperar dentro o fuera, según nuestra preferencia. La actividad iniciaría a las nueve.
—Dentro —dije yo, al ver a Sam señalar la puerta. Él quería esperar fuera. Y no. No. No. No.
—Fuera —insistió mi amigo.
—Los dejo solos para que decidan —resolvió Paola y salió del salón cerrando la puerta tras ella.
Al salir ella me sentí más cómodo. Necesitaba esbozar una mueca de "¿Realmente acepté hacer esto?".
—No puedo creer que tendremos una presentación después de tantos años —dijo Sam, echando un vistazo al salón. Yo prefería estar sentado.
—Tocar en un instituto, sin duda mi sueño dorado —bromeé, gruñón.
—Ella se ve entusiasmada.
—Ya que... Sabes que digo idioteces cuando estoy nervioso —dije, apretando mis dientes y acomodando mejor mi cabello.
Necesitaba terminar con todo ya.
—Dices idioteces aunque no estés nervioso, Max. Créeme.
—Eres cruel.
El Festival inició en punto de las nueve, desde donde estábamos escuchamos al alumnado hacer escándalo. Los imaginamos cual ganado en medio del enorme patio, empujándose unos a otros.
—No debí dejar de fumar —le dije a Sam, buscando qué hacer con mis manos; por lo que, para calmar mis ansiedad, cogí mi guitarra y practiqué. Me irritaba escuchar a tanta gente afuera.
—Yo como cuando me siento ansioso —dijo Sam, sacando un chocolate del bolsillo derecho de sus vaqueros.
—Pues pasas demasiado tiempo ansioso, gordo.
Escuchamos al director dirigirse a los alumnos para inaugurar el festival. Escuchamos la presentación de dos bandas conformadas por varios de ellos y le siguió una obra de teatro. Sam se acercó a ver por la ventana en lo que yo continuaba ensayando.
—No sé por qué no quieres salir —dijo—. El ambiente afuera se ve divertido.
Miré mi prótesis. Paola me había pedido dejarla al descubierto, por lo que me sentía fuera de mi zona de confort. Quizá si se tratara de adultos viendome con seriedad o niños, pero eran adolescentes, y yo, en particular, sabía cuán crueles pueden ser los adolescentes. ¡Yo fui un adolescente hijo de... mi madre santa!
—Sal tú.
—No. No quiero parecer estúpido por no conocer a nadie.
—Te ves estúpido solo o acompañado, gordo —reí y él me mostró su dedo medio.
—No sé por qué no puedes decirme cosas bonitas —gruñó.
—Somos amigos, no una pareja gay.
—En eso estoy de acuerdo.
—Aunque...
El gordo se volvió hacia mí y me señaló con dedo acusador:
—No te atrevas a hacer uno de tus números aquí, Max. Un día de estos Ling te va a golpear, lo juro.
Al final Sam me convenció de salir.
Primero nos vimos rodeados por muchas niñas. Les llamo "niñas" porque tendrían entre trece, catorce y quince años, y la mayoría, al parecer, se reúne cerca del salón de profesores.
—Qué guapo —dijo una a otra al oído, viéndome, aunque lo suficientemente alto para que la escuchasen. Sam me codeó.
—¿Tendrá insta? —preguntó otra a dos de sus amigas, también mirándome.
—¿Insta? —le pregunté a Sam, bajando considerablemente el tono de mi voz. Tenía sobre mí muchos pares de ojos curiosos.
—Instagram —dijo Sam y negué con la cabeza, yo evitaba las redes sociales—. Red social de moda. Suhail tiene cuenta. Publica fotos de Londres, del perro de Finley y frases de novelas.
—Me gustó lo de "Publica fotos del perro de Finley" —reí, sintiendo más ojos en dirección a mí.
Los alumnos y alumnas estaban distribuidos en grupos a lo largo del patio y corredores alrededor de este, todos vistiendo un uniforme color azul marino con gris, lo que me hizo sentir más incómodo. Eran un todo mientras Sam y yo, vistiendo casi completamente de negro, destacamos en medio de todos.
—Tiene un Beagle muy lindo.
—¿Por qué no le armas un club de fans al tal Finley, Sam? —dije hastíado de escuchar maravillas de Finley, primero Miranda y ahora Sam.
¿Qué tan especial podría ser Finley? ¿Tenía un lanzallamas en el trasero? Y buscando distraer mi atención en algo más, miré hacia los grupos de adolescentes... la mayoría siseando entre ellos o mirándome.
—El perro estuvo enfermo —continuó Sam, explicando—, Suhail estuvo publicando su progreso.
—"Lamiendo las bolas de Finley" puedes llamar al club.
—En lo personal me alegra que haya mejorado.
—Lamiendo las bolas gordas y peludas de Finley.
—Soy amante de los animales, sabes.
—Lamiendo las bolas gordas y orgullosamente británicas de Finley. Quizá suene mejor así.
—Ese Beagle en particular es bastante tierno.
No sé ni qué demonios es un Beagle.
—Lamiendo las bolas gordas y peludas y británicas de Finley. Fan Club oficial. Ya lo tenemos.
Sam entornó sus ojos. —Mejor ayudo a ese grupo de chicas a organizarte un fan club a ti —dijo, señalando a un grupo de alumnas que también me veían entusiastas.
—Tómale una foto de cintura para arriba —dijeron. Porque claro, a muchas les desilucionó ver mi prótesis.
—No las llames, chicas —bufé, buscando a Paola entre el montón de alumnos—, se oye raro, llámalas "niñas". Llama "chicas" a lo que nos podamos comer.
—¿Ya te animaste a buscar pareja?
—Sólo si es pelirroja y muy pecosa.
—Te puedo conseguir una así.
—¿Cuál es tu necesidad de conseguir dónde meter mi pene?
Al instante que terminé de decir eso, Paola se acercó y nos miró sintiéndose incómoda. Lo demostró al parpadear muchas veces.
—Teníamos una platica educativa —intenté aclarar, sintiendo vergüenza.
—Claro —sonrió ella, forzadamente—. ¿Están listos? —preguntó para cambiar de tema y Sam y yo asentimos—. Han creado mucha expectativa y ni siquiera han subido al escenario.
Nos pidió seguirla y Sam y yo caminamos detrás de ella en medio del bloque de alumnos, tanto niños como niñas. La mayoría nos miró con curiosidad.
"¿Quiénes son?"
"No tiene una pierna"
"¿La pierna será lo único que le amputaron?" rió un niño y sentí la necesidad de volverme para golpearlo.
El director, un señor anciano y notablemente cansado, se situó sobre el escenario y nos presentó como Max Solatano y Sam Delvecchio, Paola nos deseó suerte y nos miró subir al escenario.
Mis manos sudaban. ¿Qué esperaba? Este no era un concierto en un estadio y no nos recibió un profesional. El director y Paola asumieron que Sam y yo sabríamos qué hacer, por lo que nos miramos e instalamos lo más rápido que pudimos nuestros instrumentos. Yo mi guitarra y Sam un bajo. A continuación, nos sentamos uno al lado del otro y vimos con un poco de terror al público adolescente. Se oían murmullos, risas y comentarios del tipo "¿Qué mierda es esto?". Tragué saliva y acomodé un micrófono con pedestal cerca de mi boca. Todos esperaban que dijera algo. Lo que fuera, pero algo.
—Nos va a cantar un inválido —se escuchó a lo lejos y sentí mis orejas arder. Le seguieron risas. Mi peor pesadilla vuelta realidad.
Muchos empezaron a callarse los unos a los otros con el afán de hacer más ruido y el descontrol empezó. Tenía que decir algo... ya.
Mi guitarra resbaló un poco debido al sudor en mis manos y mi voz tembló.
—Perdón por llegar tarde —dije, por fin, sin mirar a nadie en particular. Todos callaron—. Ibamos a venir en avión, pero el control de rayos X que detecta metales en el aeropuerto no me dejó pasar.
Un coro de risas explotó y le siguieron aplausos. Miré a Sam y esté arqueó con humor sus cejas.
Así es, niños, me puedo reír de mi condición.
Liberé un poco de aire y continué hablando. —Lo primero que cantaremos será Yesterday de The Beatles.
—¡Mejor una de Arctic Monkeys! —gritó a los lejos un chico.
—The Beatles son el papá de tus Arctic Monkeys, amiguito —contesté, haciéndole ganar al chico muchos abucheos, seguidos de más aplausos para mí.
Reí un poco y empecé a tocar con acompañamiento de Sam, aunque todavía sintiéndome un poco nervioso.
Yesterday all my troubles seemed so far away.
Now it looks as though they're here to stay.Oh, I believe in yesterday.
Intentando contener mi asombro vi cómo, tanto chicos como chicas, empezaron a sacar sus teléfonos móviles para dirigirlos a mí. Me estaban... grabando. Uno en particular se situó frente a mí para tener una toma de mi prótesis.
No tenía idea de cómo iba a terminar eso.
-----------------
Sé que es un poco extraña la cuestión de tiempos, pero pronto comprenderán c: ¿Si saben quién es el chico que se instaló frente a Max? :O ♥
Capítulo dedicado a @a11111111111111111 por adivinar qué personajes de Secretos y Papeles participarían ♥
https://youtu.be/5m6xgIqfIUU
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro