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Cap 45: "Temo que te alejes de mí".

MAYRA

Llamo tres veces seguidas a Venezia, pero ella no responde. Sé que está mal porque Matt desapareció y yo me sentía mal porque ella estuviera así. Es una gran chica y se preocupa mucho por mí, es lo mínimo que podría hacer por ella.

─¿Todo bien?─ llega Dylan detrás de mí, me abraza.

─Si.

─¿Te respondió?─ niego, él apoya su mentón en mi cabeza.─ dale su espacio, amor. No lo está manejando del todo bien.

─Sé que no, Dylan─ camino hacia la cama de él y me arrojo con los brazos abiertos en el aire, mi novio hace lo mismo y nos quedamos viendo el techo azul.

─Sé que no quieres hablar de esto, Mayra, pero yo quiero saber eso de ti que tanto te preocupa.

Muerdo mi labio inferior y volteo a verle, él mira hacia el techo, su respiración está calma y sus rizos marrones caen sobre su frente.

─Temo que te alejes de mí, Dylan.

─Nada ni nadie podría hacer eso. Me cambiaste, entraste en mí como nunca nadie lo había hecho y ahora es mi turno, ¿no lo crees?

Él estaba en total razón.

Cuando lo conocí, ni se dignaba a verme o a alguna chica, me costó muchísimo que me dejara conocerle, vi cada parte oscura, sé sus miedos. Pero no estaba segura de si él podría con lo mío.

─Te amo, ¿lo sabes?─ asiento─ pero a veces se hace muy difícil amar a una roca.

Río un poco.

─Mis padres entraron en el negocio de las drogas porque debían pagar la hipoteca. Papá lo administraba bien, pero mamá era una adicta a la mercancía y al alcohol. Pasaron años y años en donde yo iba de acá para allá por las mudanzas. Fue bastante horrible para mí encajar en un lugar y luego marcharme al mes─ me siento en la cama y junto mis rodillas, con mis brazos las abrazo y pego mi rostro a ellas─. Conocí a Venezia a los cinco. Pasé tiempo con ella hasta que mis padres vieron que ella era hija de un alcoholico.

─¿Siendo que vendían drogas?

Asiento.

─Pero ya no hubo más mudanzas. Nos quedamos ahí, en el pueblo donde las menores de edad podían tenerlo todo si se metían con narcos. Yo─ mi voz se hace un hilo, espero unos segundos y vuelvo a querer hablar─... jamás le conté a Venezia, pero hubieron noches donde mi puerta se abría y de ella entraban hombres mayores que...─ no pude seguir. Las lágrimas se dieron el privilegio de salir de mí, siento el cuerpo de Dylan cubrirme.

─No sigas. Siento mucho haberte puesto en esta situación.

VENEZIA

Con un poco de temor, giro la perilla marrón de madera de la cabaña abandonada a unos kilómetros del pueblo, todo aquí era mugre, objetos rotos, paredes agrietadas y con humedad, el suelo cubierto de tierra, piedras, ramas y más. Trago a duras penas mi saliva y camino hacia el lugar de donde provenía una luz amarillenta, lo hago con cuidado de no caerme en el desastre que había aquí.

Si alguna vez dije que amaba la soledad, hoy me arrepiento. Estando aquí me doy cuenta de cuánto amo la compañía de mis amigos, de Matt y de su familia. En mi pecho siento eso que llaman nostalgia.

─¿Hola?─ hablo fuerte, llego hacia donde había una vela blanca, junto a ella estaban mis padres con una sonrisa.

─Tardaste en llegar y odio a los inútiles que llegan tarde. Lo sabes.

La voz de mi padre siempre me dio miedo, como si de un dictador se tratase.

─Lo siento, padre─ bajo mi cabeza, el ruido de sus zapatos hace que mi cuerpo y mente se preparen para lo que viene. Y así fue. Una cachetada a mi mejilla izquierda hizo que volteara mi rostro, no dije nada. Sus golpes ya no tenían efecto en mí.

─Eres tan descarada de venir por ese muchacho asqueroso─ escupió─ ¿acaso no ves que ya te quitó la pureza y te desechará como basura que eres? ¿no aprendiste nada en todo este tiempo?

Mi rostro estaba mirando todo el suelo, mis zapatos, lo que sea para no levantar la mirada.

─¿Por qué pensabas que al irte no te buscaríamos?─ la voz neutral de mi madre me hizo mirarla a los ojos. ─ ¿así nos pagas el haberte dado todo lo que teníamos?

Solo por un instante juré haber visto remordimiento en ella. Pero no es así.

─¿En dónde está él?─ suelto de una vez.

─¿El joven Ríos?─ dice ella. No sé cómo decirle─ no lo sé. Los Zapatas querían probar una nueva droga de Colombia y no tenían con quién. Y, adivina qué─ se acerca a mí y me arranca el collar que Matt me había regalado esa vez─ resulta que tu novio era un adicto suicida. ¿Hicimos mal?

─¡Claro que no!─ sentencia él─ las alimañas así no merecen vivir cerca de nuestras preciadas hijas.

─Sin Matt no hay trato─ digo dándome la vuelta, una mano toma de mi cabello y lo jala hacia atrás, logro ver a mi madre sonreírme maliciosamente.

─Te perdí una vez, cariño. Dos no.

Abro mis ojos y comienzo a forcejear con ella para evitar que lleven un pañuelo con un olor demasiado potente como para hacerme sentir un poco cansada y que mis ojos se cierren de una sola vez.

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