Cap 29: Amelia
La semana había terminado y yo no había vuelto a hablar del tema del concierto, había algo que me pertubaba y llamaba muchísimo la atención; ¿cómo desapareció Amelia sin dejar rastros? Supuse que el caso había salido en los diarios, incluso en las noticias del pueblo, así que me decidí por la opción más fácil, buscar en Google sobre su extraña desaparición, busqué y busqué, pero no encontré nada más que el anuncio de la desaparición, junto con otras chicas.
─¡Tienes visitas! ─ gritó Mayra desde la cocina, ruedo mi ojos y levanto mi trasero de mi silla de computadora y salgo de mi habitación para ver en la sala quien había llegado, para mi sorpresa habían venido Marianella y Candela, ambas mirándome con una sonrisa.
─Buenas, buenas ─ digo abrazándolas, ellas corresponden a mi abrazo.
─¿Quieres que vayamos por un helado?
Busqué a Mayra por todas partes con mis ojos, pero no la encontraba.
─Oh, Mayra se ha ido con Dylan. Nos pidió que cuidaramos de ti ─ dice Mari extrañada ─¿estás enferma?
Niego y me siento en el sofá, ellas me siguen y se acomodan.
─Peor ─ digo molesta, ellas abren sus bocas sorprendidas y me escuchan ─. Por alguna extraña razón hace ya dos días me obsesioné con una desaparición en especial y me parece extraño que no hubieran pistas.
─¿Con quién? Tal vez podamos ayudarte.
─No lo sé ─ saqué mi celular y busqué una foto de la chica de quien me había hablado Connor ─, ésta chica desapareció hace dos años y nadie supo nada. Conocí de vista a su madre.
Ambas muchachas se miran y Marianella rasca su cabeza, toma su celular y me mira un poco nerviosa.
─Venezia, ella es Amelia Johnson, tenía catorce años cuando desapareció.
Parpadeo varias veces recalculando. Entonces Connor tenía dieciocho y ahora tiene veinte pero sigue en el colegio.
─Ya ─ digo ─, ¿qué hay con eso?
─Esa chica fue un caso especial para la policía porque jamás supieron dónde se encontraba o quién se la había llevado ─ decía Marianella, yo me limitaba a escuchar. Cada vez era más difícil saber la verdad. ─ No encontrarás nada. Todos la buscamos por todo el pueblo, pero no apareció y hace un año se cerró la investigación.
─¿Buscaron en la iglesia?
─¿Para qué buscar ahí? Todos aquí respetan bastante la religión católica y serían incapaz de husmear en un lugar sagrado como en las capillas de ahí.
Tomé el puente de mi nariz tratando de calmar mis sentidos asesinos.
─¿Por qué tanto interés en este caso?
─Porque ─ me levanto y busco mis llaves y zapatos ─ aquí suceden cosas raras y yo quiero saber qué pasó con esa chica. Además, yo no soy católica y no me importaría revisar de pié a cabeza esa estúpida iglesia .
Las chicas negaron de inmediato, no hice caso y las arrastré fuera de la casa, cerré con llave y comencé a caminar lejos de ellas.
Por un pequeño momento, recordé a Matt, no sé nada de él desde hace ya unos días y comienzo a sentirme un poco mal de que no me escribiera o siquiera me viniera a ver. No lo entiendo, todo iba bien hasta lo que pasó en ese concierto.
─Bien ─ dijo Cande ─, iremos contigo sólo para que no estés sola en ese lugar. Pero cualquier cosa rara volvemos aquí, ¿entendido?
─Por supuesto ─ las abrazo y caminamos juntas.
*
*
*
─¿Qué tal? ─ dice Cande riendo. La iglesia estaba en total silencio, en frente de nosotras, a unos escasos metros, se encontraba Jesús en su cruz, bañado de sangre artificial y con una expresión total de dolor, me dio un poco de escalofrío estar aquí.
─Bien, veremos si hay alguien ─ camino hacia el altar y busco algún cura o alguien con quien hablar, pero no había nadie, les hago señas a las chicas y ellas caminan rápidamente hacia mí.
─¿No debería haber algún encargado aquí? ─ pregunta Candela, yo pensaba lo mismo. Por lo general la iglesia es intocable para todos, pero siempre había un guardián de los secretos.
─Tal vez esté en el confesionario.
Sin más, caminamos hasta él, no había nadie, pero el ruido de una puerta rechinando nos hizo escondernos dentro del confesionario, Candela estaba sola del lado del que tendría que ir un cura, Marianella y yo en el que uno se confiesa, los pasos de un zapato femenino nos hizo alertar un poco.
─Alberto, ¿dónde mierda estás? ─dijo una voz para nada femenina ─ debemos hablar ahorita misma, ¿entiendes? Deja de ocultarte en tu Dios y ven de inmediato.
Marianella y yo nos miramos por unos segundos, ambas con el ceño fruncido, unos segundos después se escuchó unos pasos rápidos.
─Loren ─ dijo una voz masculina y gangosa ─ ¿qué se te ofrece por aquí?
─Pues confesarme, ¿qué más?
Sentí el miedo demasiado, como si se pudiera oler a kilómetros de distancia, Marianella estaba igual que yo.
─No es día para eso. Vuelve mañana para hacerlo.
Di un pequeño suspiro silencioso, sentía que se me iban a salir los nervios y el corazón en cualquier momento.
─Hice algo realmente malo, padre.
─Sé que sientes la necesidad, pero hoy estoy un poco ocupado, Loren. Debes saber entender que serás perdonado de cualquier pecado.
─Es que ese es el problema ─ la persona que hablaba hizo un silencio ─, no me arrepiento en absoluto.
Hubo un silencio de varios minutos, hasta que los pasos comenzaban a sentirse más cerca que nunca, sentí que aquí íbamos a ser descubiertas, pero un sonido hizo que los pasos ya no se escucharan, sino que comenzaran a alejarse de nosotras, abrí un poco la puerta del confesionario y noté que no había nadie, salí, detrás mío Marianella y abrimos la puerta de Cande, todas corrimos silenciosamente fuera de la iglesia.
─Yo quería saber ─ protesta Cande, Marianella la mira un poco enfadada, caminé un poco lejos de ellas y observé detenidamente la campana dorada gigante de la iglesia a unos metros arriba nuestro.
─¿Quién tiene acceso a la campana? ─ pregunto curiosa.
─Oh, no ─ Candela se mete en mi campo de vista y niega ─ ¡Casi nos pillan!
─No lo hicieron.
─Deja esto, Venezia. ¿Qué ganas tú con esto? ¡nada!
Pensé un poco en sus palabras y tenía un poco de razón, no ganaba nada y no entendía por qué me obsesiona tanto alguien que no conocía. Su desaparición fue rara, pero tal vez Connor necesitaba saber qué pasó con Amelia y me da terror pensar que tal vez alguien de aquí siempre lo supo y jamás lo contó.
─Gano la paz eterna de alguien que la necesita ─ digo sin más para comenzar a caminar a casa, las chicas no se molestaron en seguir mis pasos y se los agradecí en mi mente.
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