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Parte XXIII

Hinata no había tenido dimensión de cuan drástico sería el cambio.

Pero al pasar solo cinco días, y mirando fijamente por la ventana de su nueva "casa", fue como un balde de agua fría. Ella parpadeó mirando el paisaje de altos edificios, se había mantenido en esa habitación gracias al reposo que le había mandado el doctor de la clínica y ya no había señales de los golpes que había tenido.

No sabía nada de los Uchiha.. tampoco de los Uzumaki.

Naruto la había llevado a la clínica y luego la había traído a ese departamento, poniéndola en esa habitación y diciendo que era su nueva casa. Ella había estado en shock, probablemente, porque no había preguntado nada. Pero en ese momento sentía el burbujero en su estómago.

Necesitaba saber qué mierda había firmado.

Al día siguiente, una mujer que se presentó como Kurenai, llegó. Trajo ropa nueva para ella, y el desayuno, diciendo que ella la ayudaría en lo que necesitará. Hinata se movió por inercia, perdida en sus pensamientos confusos hasta ese mismo instante.

Estaba vestida de manera normal, una simple malla negra que le llegaba a la cintura y un deportivo de algodón del mismo color. Estaba inquieta, siempre había sido una mujer que estaba en pleno movimiento y quiso patearse en el trasero por ser tan débil esos días.

Era temprano, se había bañado y recorrido la casa, pero él enorme departamento estaba vacío. Salió de la habitación y decidió que saldría a correr para intentar despejarse. También quería preguntarle a Kurenai si ella sabía algo de Naruto. Su celular no lo encontró por ningún lugar, y lo quería de vuelta. Él departamento no tenía teléfono, y la puerta de salida estaba cerrada con yabe.

Se sentía como si fuera una prisionera.

Había cambiado de jaula, pero seguía siendo un pájaro atrapado y se estaba poniendo algo loca.

Las horas pasaban lentamente, y ella se detuvo en la cocina, mirando todo el lujo del lugar. Kurenai le había avisado el día anterior que llegaría después del mediodía por alguna razón, y ella había asentido antes de caer en la realidad.

Abrió la heladera y sacó una botella pequeña de vidrio de agua y se apoyó en la mesada central de cerámica. Se subió de un salto, apoyando su trasero y agitando sus pies de adelante hacia atrás. Tenía una expresión de pocos amigos. Probablemente fuera porque estaba en sus días, siempre se ponía irritable. Tenía un poco de dolor, pero era bastante tolerable.

Hinata miró todo con ojos aburridos, estaba a punto de comenzar a hablar sola si no conseguía algo para hacer. Pero un brillo le llamó la atención. Ella se quedó fijamente mirando ese punto brilloso que se iluminaba si ella se movía un poco. Tomó un poco más de agua, sin alejar los ojos de allí.

Fue tanta su curiosidad, que dejó la botella en la mesada y salto para bajarse. Se acercó al punto, Pero obviamente no llegaría hasta allí. Giró la cabeza, buscando algo para alcanzarlo y agarró una silla. Con frustración, se dió cuenta que no llegaría, pero luego sonrió.

Corrió hacia el recibidor, tomó la mesa de café y volvió corriendo. Dejó la mesa y puso la silla arriba. Dudó un segundo, viendo si la silla podría caerse, pero se dió cuenta que no lo haría. Así que, subió a la mesa, con mucho cuidado subió a la silla y sonrió cuando quedó casi a la altura del pequeño objeto.

Frunció el ceño, no lograba alcanzarlo, pero lo observó un buen rato hasta que finalmente se le ocurrió lo que era. Frunció el ceño.

— ¡Hola! ¿Pueden escucharme?— gritó sin saber si la pequeña camara tenía audio.

Entrecerró los ojos.

— ¡Díganle a Naruto que quiero mi teléfono y quiero salir de aquí!— gritó ofendida.

Ella miró el aparato un buen rato, buscando la forma de alcanzarlo. Se sentía una especie de experimento si observaban todo lo que podía hacer, pero ella no podía salir de ahí.

Había visto estás pequeñas cámaras en internet y sabía que eran a prueba de agua, así que no serviría de nada si lanzaba allí su botella. Pero luego bajó de la silla y de la mesa dió un pequeño salto al suelo. Corrió, abriendo cajones, hasta que encontró las servilletas de tela. Tomó unas cuentas, su puntería siempre había sido buena, pero no sabía si podría lograrlo en el primer tiro.

Volvió a subirse y sonrió a la cámara.

—¡Idiotas!— gritó mientras lanzaba el trapo, este se resbaló y cayó.

Frustrada, lo intentó varias veces hasta que a la cuarta y última, lo logró. Ella sonrió, triunfal y bajó del lugar. Se preguntó si habría más cámaras y, ya que no tenía nada más que hacer, comenzó a buscar.

Naruto suspiró con cansancio mientras el avión aterrizaba. Las cosas se habían puesto difíciles después de la cena en la casa de su madre. Él tuvo que hacer un viaje a la Niebla para tranquilizar al padre de Sakura.

El hombre había estado furioso por como de trastornada había llegado su hija; y aunque él ya no tenía relación con Sakura, quería mantener una buena relación con su padre. Después de todo, el hombre era un prestigioso juez que podría hacerle la vida imposible.

Él era un hombre justo, que se sintió tan defraudado por su hija, cuando Naruto le mostró las pruebas de la traición. Luego el hombre le insistió para que asistiera a una cena importante y él no podía decir que no. Y aunque estuvo lejos, siempre estuvo pendiente de su nueva responsabilidad.

Hinata.

Había mandado a Kurenai, la mujer de uno de sus hombres, para que la cuidará. Los informes de su estado eran buenos, pero ella parecía algo perdida en su nueva vida. Naruto se apresuró a volver apenas tuvo la oportunidad, no le gustaban las imágenes que le mandaban su equipo de ella quieta y sola, como si fuera un fantasma.

Bajó del avión y metió la mano en su bolsillo, sacando su teléfono y lo prendió. Su auto ya estaba esperándolo, después de todo había viajado en el avión de la familia Uzumaki. Se sacó el molesto sacó, desabrochó los puños de su camisa y arremangó por encima de sus antebrazos mientras se sentaba en su cómodo auto.

Cuando sacó las llaves de la guantera, su teléfono empezó a vibrar y vibrar. Naruto tomó aire y lo soltó con un suspiró. Sólo quería llegar a casa, darse un baño, saber cómo estaba Hinata y dormir. Resignado, tomó el aparato de su bolsillo y contestó a la llamada sin ver el identificador.

— ¿Si?

— Naruto, hay problemas.

Él se tensó de inmediato, abriendo los ojos de golpe y mirando su reflejo en el espejo retrovisor. Sus ojos se habían oscurecido y su expresión se volvió dura. Reconoció la voz de Asuma, él esposo de Kurenai. Él se encargaba de la vigilancia del departamento donde había dejado a Hinata.

—¿Qué es?— preguntó mientras apretaba el aparato entre su hombro y oreja y movía sus manos para encender el auto.

— La señorita Hinata..

Naruto sintió la vibración de su auto y se puso en marcha, quería estrangular a Asuma por no decir todo de una vez.

— Habla—, exigió mientras conectaba el teléfono en el altavoz del auto.

Tiró el aparato a un lado y se concentro en salir del aeropuerto privado. Sus dedos se apretaron en el volante hasta ponerse blancos. No podía creer que alguien intentará algo con Hinata, no ahora que estaba bajo su protección. Se dijo que quien sea era un imbécil, no sabía lo que él estaba dispuesto a hacer por la chica.

Su auto ronroneo cuando subió la velocidad una vez que llegó a la carretera.

— Asuma—, gruñó cuando esté no contestó.

— Es que... — la voz del hombre parecía ahogada y eso sólo hizo que su ceño se frunciera más. Luego se sorprendió cuando soltó una risotada que parecía estar aguantando—. Ella ha encontrado tres cámaras en el departamento, señor.

—¿Qué?

—¡Si!— él volvió a reír —. Al parecer está muy enojada, exige verlo y está cubriendo todas las cámaras —, terminó con más risas.

Naruto se detuvo en un semáforo, algo estupefacto y luego sonrió.

—¿Ella encontró tres cámaras?

— Si, señor. Y por cómo va, creo que está apunto de encontrar la cuarta.

—¿Dónde está Kurenai?— preguntó más tranquilo, manejando un poco más relajado y como si estuviera en una carrera.

— Ella tenía un control prenatal.

— Oh, de acuerdo. ¿Y que haces ahí, entonces? Hombre, deberías estar con tu mujer — le dijo mientras doblaba en una esquina. El silencio del otro lado le hizo suspirar—. Vete de una vez, Asuma. Estoy regresando al departamento. No pasa nada si no hay vigilancia unas horas. Yo me encargo.

— Gracias, Naruto.

— Si, si—, dijo cortando la llamada y sonriendo.

Bueno, Hinata era más inteligente de lo que había pensado. Y al parecer, ya no parecía un fantasma en su casa. Sonrió más cuando un pensamiento le llegó:

No sería aburrido tenerla en su casa.

Continuará...

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