Un plan sublime
Capítulo 40
Fernanda te extraño, no he dejado de pensar en ti. Han pasado muchas horas desde la última vez que escuché tu voz. Ha sido complicado, difícil de manejar, pero ahora sé que estás en la carretera de Toluca, atada, en algún lugar viejo y oscuro. Las horas se han alargado, pero no quiero rendirme. A pesar de lo que sucedió, estoy aquí, dispuesto a hacer lo que sea necesario para verte libre. Mi mente se ha llenado de preguntas, de incertidumbre, pero hay algo en mi pecho que no me permite dejar de luchar.
Ahora que estoy aquí, en este cuarto del motel, espero escuchar tus palabras, ver en tus ojos la verdad que necesitamos para finalmente acabar con todo esto. Sé que el secuestrador está cerca, que sus ojos también me observan, pero necesito que me demuestres, Fernanda, que todo esto tiene un propósito, que detrás de tu secuestro hay algo más que esta pesadilla.
Sé que todo lo que hemos vivido hasta ahora podría no haber sido más que una mentira, pero no puedo permitirme pensar de esa manera. Porque en cada rincón de mi mente hay una imagen de ti, y esa imagen no me deja descansar.
—Fernanda, quiero que sepas que no es fácil para mí, pero lo hago porque debo. Este es el único camino que veo para encontrarte y salvarte. —Mi voz tiembla, aunque trato de que no se note—. No sé si me crees, pero todo lo que hago ahora es para terminar con esta pesadilla.
La puerta se abre y me encuentro con tu figura, que entra al cuarto, tan distante, tan desconcertante, pero también tan familiar. El aire entre nosotros es denso, cargado de una tensión que ninguno de los dos puede ignorar.
Te miro a los ojos, intentando encontrar algo de la Fernanda que conocí, algo que me diga que, a pesar de todo, hay una salida.
—Lucas… —Tu voz es suave, pero puedo escuchar el miedo detrás de cada palabra—. ¿De verdad estás dispuesto a hacer esto?
Respiro hondo y asiento. Esta es la oportunidad que tengo. Si todo lo que he planeado sale bien, si logras hacer esa llamada y demostrar que estás involucrada, podremos rastrear a esos malditos secuestradores. Pero si no, todo será en vano. Te miro, y aunque mi corazón me grita que esto no es el final, la verdad es que todo lo que hemos vivido hasta ahora me está llevando por un camino del que no hay regreso.
—Sí, estoy dispuesto, Fernanda. Pero necesitas hacer algo por mí. Necesito que llames a tu cómplice. Dile lo que tengas que decir, pero necesito saber que estás metida en esto. Eso es lo único que me va a permitir confiar en ti de nuevo.
Tus ojos se agrandan ligeramente. Por un segundo, parece que todo se detiene. Pero luego, como si todo ya estuviera escrito, sacas tu teléfono, lo miras y, con manos temblorosas, marcas el número.
Dentro de mí, la desesperación comienza a crecer. El momento que hemos estado esperando está a punto de llegar. Esta llamada podría ser lo único que nos permita rescatarte, y yo… yo no puedo permitir que esta oportunidad se escape.
—Haz la llamada, Fernanda —le digo, con una calma tensa que ni yo mismo creo—. Hazla ahora.
El silencio en el cuarto se vuelve insoportable. La luz tenue del motel apenas ilumina nuestros rostros, haciendo que la tensión se vuelva aún más palpable. Puedo escuchar tu respiración, acelerada, pero aún no has marcado el número. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, cada segundo que pasa siento que se me escapa la oportunidad de salvarte.
—Fernanda... —la llamo, mi voz un susurro, aunque mis palabras están llenas de urgencia—. No hay tiempo. Tienes que hacer esta llamada. Es nuestra única opción.
Tus dedos tiemblan mientras finalmente tomas el teléfono y marcas el número. El sonido del tono de llamada corta el aire, y por un instante, me siento como si el mundo entero estuviera suspendido. El secuestrador, el plan, todo lo que hemos estado esperando está a punto de desmoronarse o tomar forma. No sé si esta será nuestra redención o nuestra condena.
El teléfono suena. Yo observo, cada instante, esperando ver en tus ojos alguna señal, cualquier indicio de que lo que estoy haciendo es lo correcto. Finalmente, después de unos segundos que parecen horas, escucho una voz al otro lado.
—¿Sí? —responde una voz grave y rasposa, sin dudas, el cómplice.
Fernanda no dice nada por un momento. Me mira, y aunque su rostro sigue siendo impasible, puedo ver el miedo en sus ojos. Después de un largo silencio, su voz sale, vacilante pero clara:
—El plan sigue en marcha. El divorcio se firmará pronto, pero necesito que las cosas se manejen con cuidado. Estoy en el motel cerca de la carretera de Toluca. No te olvides de lo que acordamos.
Mis entrañas se retuercen al escuchar esas palabras. Esta es la evidencia que necesitábamos, pero el dolor de escucharla colaborar con ellos me golpea como un puño. Sin embargo, trato de mantener la calma. El secuestrador ahora sabe que está siendo observado, y eso es lo que importa.
La llamada se corta, y Fernanda apaga el teléfono, el rostro pálido y lleno de angustia.
—Lo hice, Lucas —dice con voz rota, como si le costara aceptar lo que acaba de decir. No sé si son sus palabras o lo que acaba de suceder lo que me ha dejado helado, pero la situación ha cambiado de forma irreversible.
El secuestrador ya no tiene el control total. Todo lo que sucedió en este cuarto fue grabado, monitorizado, y lo que parecía una trampa, ahora es nuestra esperanza.
—Ahora, Fernanda —le digo, con la voz más firme que puedo—. Ya casi hemos llegado al final. Ellos no saben que la casa está intervenida, que sus palabras están siendo rastreadas. Este es el momento de salvarte.
Ella se queda quieta por un momento, como si finalmente entendiera el alcance de lo que está pasando. Sé que esta es la última oportunidad que tenemos para dar con ellos, para recuperar lo que nos pertenece. A pesar de la angustia, la incertidumbre de lo que vendrá, lo único que puedo hacer es mirar a Fernanda y esperar que, aunque el futuro sea incierto, hemos dado el primer paso para asegurar su
libertad.
La puerta se abre de golpe, y un par de agentes entran rápidamente, alertados por la señal del teléfono intervenido. El comandante se adelanta, y aunque su expresión es dura, hay un atisbo de alivio en su rostro. Todo ha funcionado. La operación ha sido un éxito, y Fernanda está a salvo.
—Bien hecho —dice el comandante, mientras se acerca a nosotros. Su voz es un susurro, pero lleva consigo la promesa de que todo terminará pronto.
Nadie me conoce. Nadie sabe lo que he hecho. Caminando bajo oculto en la oscuridad, pienso en todo lo que ha sucedido. No la conocía, pero desde que la vi, algo cambió dentro de mí. Ella me hizo sentir más fuerte, más capaz, más... especial. Yo solo quería verla feliz, y me prometió que me haría parte de su historia, la que se vengaría de su marido.
Me dijo que me necesitaba, y yo, tonto de mí, no dudé ni un segundo en cumplir lo que me pedía. Me metí tan profundo en su juego que ya no sé dónde empieza ella y dónde termino yo. No sé si lo hago por ella o si me estoy volviendo un prisionero de su amor, un amor ciego.
—Lo que me hizo, lo que me hizo sentir, no tiene perdón. Yo solo quiero venganza. Y tú, tú eres el que me va a ayudar a conseguirlo. Quiero que él se arrodille ante mí, que sufra como yo sufrí. Y para eso, necesito que actúes. Necesito que me secuestres y que lo hagas pagar, porque yo sé que lo harás por mí.
La escucho y cada palabra que dice me cala hondo. Es tan bella, tan seductora, tan... poderosa. No me doy cuenta, pero estoy perdido en su voz, en su mirada. Ya no sé si estoy actuando por ella o por mí. Lo que sé es que nunca me ha fallado. Siempre tiene algo nuevo que decir, algo que me hace sentir como si todo lo que hago, todo lo que soy, fuera por ella. Despierto no puedo evitar recordar mi pesadilla mi dolor me ha causado este horrible sueño
—Lo único que quiero es verlo sufrir. Y sé que tú me ayudarás a conseguirlo. Con los tres millones, nos iremos lejos, y yo seré libre. Lo humillaré, y tú serás el que me ayude a hacerle entender lo que es perder.
Sé que me está manipulando, pero no me importa. En el fondo, lo sabía desde el principio. ¿Cómo no iba a ser parte de su vida si me lo pedía tan dulcemente? Me hace creer que todo esto es lo correcto, lo justo. Y cada vez que me llama, cuando dice esas palabras tan llenas de veneno, siento que soy el único que puede darle lo que necesita.
Yo, Rómulo Acevedo, el que siempre ha sido un simple chofer, ahora soy su héroe.
Cuando me dijo que lo haría, sonrió con esa sonrisa que me mata, esa que me hace sentir que todo lo que hago tiene sentido. El plan es perfecto, me dijo.
—Haz que sufra. Humíllalo. Que se crea el rey del mundo, y cuando menos lo espere, le arrebataré todo lo que tiene. Su orgullo, su vida, su mujer.
—Necesito que le hagas creer que todo lo que hago es por él, que nunca lo dejaré. Que lo único que quiero es hacerle pagar lo que hizo.
Lo que no sabía es ya no lo hacía por él. Ya no lo hacía por su venganza. Lo hacía por ella. Porque ella me lo dijo. Y yo estaba dispuesto a todo por ella. Me hizo creer que lo hacía por mí, por nuestro futuro juntos. Pero nunca lo pensé de otra forma. Nunca me di cuenta de que estaba perdiendo todo. Incluso a mí mismo.
La última vez que la vi, en ese motel cerca de Toluca, me hizo creer que todo era parte de su plan. Me hizo pensar que íbamos a vencerlo, pero en el fondo... ella me había convertido en su esclavo. En el esclavo de su venganza.
—Este es nuestro destino. Si lo hacemos bien, si seguimos este plan, seremos libres. Y tú serás el que me ayudó a vengarme. Serás mi salvador.
Lo hice por ella. Y aunque me esté hundiendo, aunque la oscuridad me esté tragando, aún creo que lo hice por ella.
Ya no sé si lo hice por ella o por mí. Tal vez nunca lo sabré. Tal vez nunca entendí por qué caí tan profundamente. Pero sigo aferrándome a esa mentira, a esa verdad que me dio: "Lo hice por ti." Pero ahora sé que todo esto es más oscuro de lo que imaginaba.
—Pues vaya, Fernanda no sé, dije entrando a la habitación, . En fin, vamos a mandarle una amenaza a tu maridito.
Después de la pesadilla la imagen de una Fernanda mala como una secuestradora me torturaron hasta la madrugada al punto de hacerme gritar me levanto de mal humor mi paciencia está al borde y es lo único que no entiende este estúpido comandante
—Entiende lo que me está pidiendo, me está pidiendo que me detenga Si yo no voy a ver a mi ex pareja, todo se arruinará —respondo con voz tensa.
— Ya le avisé a la señorita Vanessa de las peticiones. Ella está dispuesta a ayudarnos, simplemente haga caso al protocolo. Yo soy un detective, llevo años en esto. Por favor, respéteme, señor Usabiaga, van a volver a llamar. Una cosa fueron las peticiones de los tres millones, y otra cosa era ver a Vanessa donde todo comenzó.
—Ni siquiera he podido ir a buscarla, porque usted no me lo permite —dije tratando de calmar la situación.
— Vamos a cumplir las peticiones del secuestrador. Juntaremos los tres millones y simularemos un encuentro en un hotel cerca del lugar —agregó , decidido a seguir el plan.
—Para engañar al secuestrador, le diremos que le daremos la ubicación y comprobaremos que usted y la señorita Vanessa están en el mismo lugar. La verdad, señor , yo no me confío —agregó Lucas, con tono serio. No confío en que ella me quiera ayudar. Yo no confío la señorita Vanessa. Puede estar aliada con el secuestrador.
— Si es así, intervendremos su teléfono. Si el secuestrador lo vuelve a llamar, le dirá que cumpla el trato, y después él llamará a la señorita Vanessa. Si es su aliada, aceptará y asistirá con la cabeza —dijo el comandante, con firmeza.
—Aunque yo no confiaba en que Vanessa no fuera cómplice, ya voy a confiar en reunirme con ella en el motel y requerir de su ayuda. Aunque hubiera sido más fácil fingir pero si en verdad está en esto, estaría dispuesta a ir al motel con tal de conseguir su objetivo —respondi decidido a continuar con el plan.
Con esas palabras, el comandante cerrarmos la estrategia, esperando que todo se desarrollara según lo planeado. La tensión era palpable, pero el objetivo estaba claro: debía cumplir con el trato, y Vanessa tenía un papel crucial en todo ello. La reunión en el motel marcaría el desenlace de todo, y las consecuencias, para bien o para mal, estaban a punto de desatarse.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro