¿Te vas a casar con tu mejor amigo?
Capítulo 1
Expediente de Lucas Usabiaga
Edad: 22 años
Estudios: Ingeniería mecatrónica
Estatura: 1.70 m
Características físicas: Ojos cafés, amielado piel blanca, cabello oscuro, complexión delgada.
Rasgo distintivo: Retracción social, tendencia a la soledad y comportamiento dual.
Evaluación psicológica:
Lucas Usabiaga presenta un comportamiento contradictorio que alterna entre la rebeldía superficial y una inclinación por la soledad y el aislamiento. Si bien su entorno lo percibe como un joven despreocupado e irreverente, Lucas posee una inteligencia superior a la media, lo que le permite sobresalir sin esfuerzo en sus estudios. Este rasgo, lejos de motivarlo, lo ha llevado a subestimar el entorno académico y desarrollar un profundo desinterés por el sistema educativo tradicional. Lucas encuentra aburrida la estructura formal de la educación, prefiriendo el aprendizaje autodidacta y la experimentación en campos como la robótica y la tecnología.
Pese a su imagen externa de "fresa" y su apariencia desinteresada, Lucas tiene un gran interés por la mecatrónica y las aplicaciones tecnológicas. Su comportamiento rebelde y antisocial es, en gran medida, un mecanismo de defensa frente a un mundo que percibe como incomprensivo y que lo ha subestimado, en particular su abuelo, quien lo considera un "bueno para nada". Esta fractura familiar ha contribuido a su retraimiento, particularmente tras la pérdida de sus padres.
Hobbies:
Tocar el piano, leer, armar mecanismos complejos, y asistir a sesiones de fisioterapia, actividad que ha despertado su interés como posible futura carrera.
Ayudar a los demás a través de la fisioterapia, terminar su carrera en mecatrónica y crear soluciones tecnológicas que sirvan al bienestar físico.
Miedos:
Lucas evita grandes multitudes, el mar y las alturas, lo que se puede interpretar como una tendencia a la claustrofobia emocional.
Expediente de María Fernanda Vargas
Edad: 24 años
Estudios: Derecho
Estatura: 1.43 m
Características físicas: Ojos cafés almendrados, piel clara, cabello castaño.
Rasgo distintivo: Estrabismo y movilidad limitada debido a maltrato físico.
Evaluación psicológica:
María Fernanda Vargas es una joven marcada por su pasado de violencia doméstica, lo que ha afectado tanto su salud física como emocional. Fue víctima de maltrato por parte de una pareja abusiva, lo que la llevó a buscar refugio en la Fundación Carita Feliz, donde ha estado recuperándose emocional y físicamente. Pese a su traumática experiencia, María Fernanda ha mostrado una sorprendente capacidad de resiliencia y fortaleza emocional. Aunque ha sufrido pérdida de fuerza en sus piernas, lo que requiere sesiones regulares de rehabilitación, se ha mantenido independiente y ha logrado construir una vida estable trabajando por su cuenta en el sector de la limpieza.
María Fernanda tiene una actitud combativa ante la vida, negándose a depender de nadie, aunque ha desarrollado una profunda admiración por Lucas Usabiaga, quien la apoya en su recuperación. A través de una propuesta de matrimonio por contrato, ambos han considerado unir sus fuerzas, no solo para asegurar la protección de María Fernanda ante su ex pareja agresiva, sino también para que Lucas pueda acceder a las ventajas familiares que le ofrece su abuelo, en un intento de ambas partes de mejorar sus condiciones de vida.
Hobbies:
Leer, bailar, la moda, y los viajes.
Sueños: Terminar su carrera en derecho, obtener su propia casa y formar una familia lejos de la violencia.
Miedos: A causa de su trauma, María Fernanda siente un miedo profundo hacia las armas de fuego, el fuego y las arañas.
Relación con Lucas:
A pesar de la cercanía y el apoyo mutuo, María Fernanda insiste en ver su relación con Lucas como una amistad fraternal. Sin embargo, su dependencia emocional de él, combinada con su gratitud, sugiere un lazo más complejo que un simple contrato de matrimonio.
Conclusión del análisis de casos:
Ambos candidatos presentan características complementarias que los hacen idóneos para un matrimonio por contrato basado en beneficios mutuos. Lucas ofrece estabilidad emocional y protección a María Fernanda, mientras que ella le aporta una conexión emocional genuina, basada en el apoyo y la confianza. Esta simbiosis es ideal para el éxito de un acuerdo contractual, con la posibilidad de que la relación evolucione hacia algo más profundo a medida que ambos continúan desarrollando sus respectivas carreras y sanando sus traumas personales.
Todos nos encontrábamos reunidos en la oficina, nos emocionaba mucho que Justin pudiera poner en su informe hasta lo que le convenía a Fernanda y a hasta deducir un futuro que ella todavía ni decidía.
-¿Están seguros de esto? -preguntó por tercera vez en medio de la conversación, después de que Sofía y yo les expusimos lo que habíamos recopilado.
El hombre sacudió el folder en su escritorio, observándolo de arriba abajo. Luego movió los ojos hacia el techo y finalmente le dedicó una mirada tenue a Marcela. La mujer de cabello castaño no dijo nada; se revolvió más en su silla. No opinó ni afirmó, sino que, al contrario, se quedó a la expectativa.
-¿Qué opinas? -le preguntó a la mujer, pero esta se limitó a negar con la cabeza-. Marcela, necesito saber qué opinas.
-No lo sé... Justin y Sofía han recopilado toda la información. Tal vez sea lo mejor para poder proteger a nuestros chicos. A ella la amenaza su pasado, su marido, y tú tienes un desprestigio total en tu empresa porque creen que educas a tu nieto como un estúpido.
-Señor -le dije de inmediato-, Sofía y yo no somos íntimos amigos, pero si algo tenemos en común es que ella vive con María Fernanda y yo soy su mejor amigo de juerga y de parranda de su nieto. Fue fácil para ella y para mí obtener esta información. Es la primera vez que trabajamos en conjunto; son compatibles para tener un matrimonio fingido, se lo aseguro. A los dos les conviene, señor Humberto.
-Continúo -dijo Justin, dando sus argumentos-. Señora Marcela, Lucas conoce muy bien su pasado. María Fernanda no tendría ningún miedo ni ninguna reserva con Lucas; su relación no será física, por favor, y esto tiene que ser ya. Recuerde, las cosas están demasiado tensas. Usted necesita a alguien que asista a ese evento.
-¿Pero no será demasiado sospechoso que de la nada se hagan marido y mujer? -preguntó Don Humberto, con la ceja un poco levantada.
-Sí, pero vamos a decir que han tenido algunas citas por ahora. La presencia de María Fernanda, o más bien su presentación a la sociedad, debe ser en esa cena.
-¿Cuándo es el evento?
-El sábado informo Justin
-Perfecto, estamos a miércoles. Tenemos tiempo suficiente -intervino Marcela-. ¿Cuándo quieres que traiga a la chica?
-Lo más pronto posible -contestó Humberto.
-Está bien. Tenemos a nuestros protagonistas; que entren en este juego. Se tendrán que casar por conveniencia de ambos.
-Valentina, ¿cuál es la urgencia para verme?
-Ya te lo dije, ella quiere verte.
-¿Marcela? -pregunté.
-Sí, Marcela quiere verte. No es cosa mía, quiere que vayas a su oficina ahora.
-Fernanda, deja de reclamar y hazlo -dijo la mujer-. Valentina, entiende, eso es demasiado raro.
Caminamos por la casa. En la casa había pequeños sitios: la cocina y la habitación de mujeres, un gran patio en el que jugábamos básquet y una red de voleibol. Subimos las escaleras, pues hasta el segundo piso estaban la cocina y el taller de arte y pintura. Era una casa vieja de dos pisos. Las habitaciones estaban hacia atrás, la cocina en el medio, y un gran patio en el que jugábamos.
-Entiende, Valentina -le dije, continuando-. Es demasiado raro que primero pase lo del tipo ayer, claro, y ahora te solicitan como si fueras tan importante.
-¿Y qué tiene de raro? -dijo la mujer con algo de sarcasmo-. No me compete, pero mínimo algo sé. Lucas es uno de nuestros benefactores. Su abuelo da mucho dinero.
-Tú misma lo dijiste -dijo Valentina mientras caminábamos-. Él es benefactor, no el que da el dinero, es su abuelo. Recuérdalo.
-Pues qué casualidad. Recuerda que le hicieron un escándalo porque el tipo se agarró a golpes en un bar y dejó a su novia plantada en el altar.
-Y dicen que es gay.
-¿Quién? -preguntó Valentina.
-La ex novia. Dice que es gay por romper su compromiso con ella y no casarse.
-Eso es una falsedad, Fernanda. Deja de creer tales cosas, la mujer está amargada.
-¿O sea que dices que la mujer se está vengando?
-Basta ya. -Nos detuvimos en medio del patio-. Fernanda -dijo la mujer encarándome-, debemos hablar de esto después.
-Te gusta mucho el espectáculo, claro. Ellos viven una vida de fantasía, mujer -dijo Fernanda mirándome y rodando los ojos
-. No son como yo, una mujer golpeada y abusada por su marido, que el tipo la amenaza cada 5 minutos con venir por ella y golpearla. Tienen una vida perfecta.
-La vida perfecta no existe, Fer -dijo la mujer-. Hasta ellos sufren.
-¿Por qué van a sufrir, Valentina? Tienen una vida perfecta, una vida de lujos, dinero, arrogancia... La mayoría de las veces están solos -dijo Valentina, mirándome de nuevo. Caminamos por las escaleras, subiendo uno a uno los escalones. En dos días, brincábamos como dos niños pequeños. No parecíamos dos mujeres maduras, sino adolescentes.
Tocamos la puerta del despacho de Marcela, un despacho rústico y viejo. Cuando ella se acercaba con sus tacones sonando sobre el piso de madera, la puerta crujía con un sonido rechinante. Era obvio que la puerta tenía mil años de antigüedad.
-Gracias, Valentina, la convenciste de venir -dijo Marcela, volteando a ver a Vale.
-Ya, ¿cómo convencerme? -intervine-. ¿Acaso no soy lo suficientemente madura?
-No quieres hablarme -dijo Marcela mientras Valentina se despedía bajando las escaleras-. Toma una buena decisión -gritó-. Y no te precipites, por favor.
-Estaba molesta contigo por la tontería que me dijiste la otra vez. Dijiste que debo denunciar a mi marido. Ya te dije, para la policía, el delito ya prescribió y no me puedo divorciar. Es hasta que la muerte nos separe, Fernanda. ¿Qué edad tienes? Mereces tu libertad y vengarte de ese maldito. Debe ir a prisión, el daño que te hizo no sólo fue físico, sino mental. ¿Dónde se queda eso?
-Por eso me molesté contigo, porque intentas ser mi terapeuta -dije, pasando a su despacho.
-Ya le dije a tu psicólogo, te lo repito a ti -dije, sentándome frente a ella, mientras Marcela se colocaba las manos en la cintura. Hoy vestía unos jeans y tacones negros, combinados con una camisa blanca atada en un nudo. Su cabello lacio y suelto caía sobre sus hombros. A pesar de su edad, unos 42 años, lucía más joven de lo normal. Cualquiera que la viera podría decir que era mi hermana, pero también me recordaba a mi madre. Mi madre solo era tres años mayor. Me tuvo siendo joven, una adolescente, y fui educada para casarme y quedarme para siempre. Pero en un intento, mi esposo Alfredo me mató. No solo físicamente, abusó de mí, me golpeó. La policía llegó, y aquí estoy.
Nos vinimos de nuestra comunidad para poder progresar. Nos mudamos a la gran ciudad. Villa Sol está cerca de México y me daba prioridad para hacer cosas; a mi esposo le daban un mejor trabajo, pero fue nuestra perdición y nuestra liberación. Fue el lugar de libertinaje que nos arruinó la vida. Recuerdo cómo uno de los vecinos me pidió una taza de azúcar. En ese momento, me toqué el cabello y jugueteé con él, mientras mi esposo llegaba a casa. Me vio con ese hombre y me dijo que era una mujer mala, que lo estaba engañando, que había abusado de nuestra confianza, que no merecía estar con él. Me casé a los 15. Ahora soy una mujer de 24, legalmente independiente, legalmente fácil.
Fui vendida. En mi comunidad es muy común que el hombre te negocie por una vaca o por un muerto; en mi caso, fue una vaca y un caballo. Mi esposo tenía 30 años, y yo, 15. Era algo "bueno". Cuando llegamos, ya era mayor de edad, tenía 20 años. A los 20, me llevaron a Carita Feliz, una casa para mujeres maltratadas en Ciudad de México. Ahí conocí a Marcela. Actualmente llevo 4 años ahí. Tenía 5 años de casada cuando nos mudamos, y pensé que tal vez sería una solución, pero al final fue mi pesadilla.
Ahora, llevo 4 años y en este tiempo he aprendido a pintar joyas, muebles, cuadros. Sé hacer pulseras, sé cocinar postres, es mi especialidad. No me gusta la comida salada, el arroz se me quema, pero la repostería me apasiona. Me gusta mucho cortar el cabello, aunque estoy practicando. Me gusta el maquillaje, pero en otras personas, no en mí. Y, como posdata, tengo una prótesis en la pierna porque, en un accidente de auto, perdí la fuerza en una pierna y me hicieron una prótesis. Mi esposo intentó cortarme la pierna con una guaparra, pero, gracias a la intervención médica, no me la amputaron. Sin embargo, quedó muy mal herida. Me pusieron una férula y necesito terapia, pero no la he hecho. Me he enfocado en estudiar. Terminé primaria, secundaria y preparatoria. Estoy por entrar a la universidad. Me gustaría estudiar derecho, leyes, o cualquier otra cosa que me permita defender a las mujeres del maltrato psicológico y llevar a sus agresores a prisión.
Sin embargo, a pesar de que quiero dedicarme a leyes y defender a mujeres, no puedo, ni quiero, atreverme a defenderme del mío. No puedo meterlo a prisión; eso sería traición contra las leyes de mi educación.
-¿No te parece absurdo? -dijo Marcela, sacándome de mis pensamientos.
-Es muy estúpido -dijo la mujer con tono de sarcasmo y riéndose-. ¿Vas a estudiar derecho, pero no quieres defender tu propio caso? Debes denunciar a Alfredo.
-Otra vez con eso, ya te lo dije. Mi educación es que hasta que la muerte nos separe. Nuestra comunidad nos educa para casarnos desde muy jóvenes, ya lo sabes. No voy a romper eso. No voy a mandar a mis padres a la tumba.
-¿Por qué te torturas? -preguntó Marcela. Su pregunta me tomó por sorpresa. Abrí un poco los ojos y los rodé hacia el techo. La cubierta de madera, decorada con líneas circulares y un diseño de caracoles, dejaba entrever el clásico de las instituciones.
-¿Torturarme? -pregunté. -¿Por qué me torturo? Hablas como si no me interesan, y ni siquiera yo misma elegí el derecho .
-Porque según tú no vas a permitir las injusticias.
-Argumentó Marcela, pero permites una en ti misma. Permites que un abusador, violador y casi asesino ande suelto por la ciudad, abusando de otras niñas menores de edad. Él es solo un hombre de más de 30 años. ¿Por qué permites eso? Si tanto vas a defender las leyes, si vas a aplicar algún tipo de cosa, empieza por ti misma. No permitas que terminen dañadas personas inocentes.
-¿Y tú tienes la solución? -le pregunté.
-Ya te lo dije, no lo hago porque tengo miedo y porque no voy a poner en riesgo a mi familia. Si lo hago, él puede tomar represalias. Te recuerdo que todavía está en mi comunidad. Todavía está, y nosotros tenemos un juramento. Esa es la vida que nos tocó, Marcela, entiéndelo.
-La vida que te tocó, Fernanda, te tocó ser intercambiada por una vaca. Te tocó que te usarán. Comienza a tomar valor. Porque tú misma lo dijiste, lo de que no quieres romper y proteger las leyes de tu educación, y no quieres fallarle a tus papás, es una total falsedad. Tú y yo sabemos que lo que te acobarda es el miedo. Pero, ¿qué más pruebas quieres? El maldito tipo ha mandado mensajes anónimos amenazándote en el correo que llega con una carita feliz. ¿Qué esperas? ¿Que el tipo te mate mañana y ya no tengamos que decir nada cuando salgas a la calle o al supermercado? ¿Cuando yo tenga que soltarte y dejarte ir de esta institución? A poco crees que te la vas a poder pasar todo el tiempo encerrada aquí.
-Deja de huir -recalqué.
-Yo no huyo -Marcela-. Simplemente ya te expliqué que no voy a arruinar esto. Y si me quieres dejar ir, pues fácil, me vuelvo con él y se acabó. ¿En serio te gusta el maltrato?
-Yo sé que no te gusta -dijo Marcela-. Sé que no te gusta porque veo tu cara, veo tu forma de ser. Tienes emprendimiento, has hecho cosas para aprender, has estudiado. Haz algo por ti misma.
-Marcela, si para esto me querías... -dije, parándome hacia la puerta y colocando la mano en el cerrojo-. A punto de girarla, llamaron a la puerta
-Adelante -dijo Marcela.
Sofía, mi mejor amiga, entró. Ella y Valentina eran dos mujeres abusadas; una de 30, la otra de 29, y yo de 24, la polluela. Inmediatamente, Sofía articuló:
-¿Ya le dijiste?
-No -respondió Marcela-. En eso estaba antes de que entraras.
-¿Qué sucede? -pregunté.
-Mira esto dijo Sofía mostrando una muñeca de trapos
No sabía qué era aquel trapo, cabello de estambre y un vestido rosa. Tenía varias agujas clavadas en el estómago, en la frente, en la cabeza. Pero en la cabeza tenía clavado un mini cartel que decía: "Voy por ti. No puedes huir. Firma: Alfredo."
-Ese tipo no va a parar -dije a Marcela con algo de sarcasmo-. Por favor, te está mandando una muñeca. Sofía y yo hemos visto, Sofía es mi mejor amiga, y siempre exagera todo. Además, busca la manera de complacerte la mayoría del tiempo. Si tú dices una cosa, lo va a hacer.
-Hablas como si yo fuera la mini Marcela -dijo Sofía con sarcasmo.
-La verdad es que sí -respondió Marcela-. Por favor, ¿qué más pruebas quieres? Este tipo te está mandando una muñeca, y está bien claro que es una amenaza.
-No quiero ninguna prueba porque no lo haré.
-¿Cuánto te falta para irte de mi casa? -preguntó Marcela con tono más serio.
-¿Para qué? -respondí-. ¿Para irte de carita feliz ?- ¿por esto? Además, se supone que tú nos tienes que apoyar hasta que terminemos nuestros proyectos, y el mío todavía no me alcanza porque no he terminado la universidad.
-No puedes correrme -dije con tono más serio y con la voz un poco más suave, como rogando por mi permanencia-. No tienes que denunciarlo si no quieres, pero tengo que pedirte algo importante.
-¿Conoces a Lucas, el nieto de Don Humberto? -preguntó Marcela.
-Sí -respondí.
-Como favor especial para él y para Lucas, debes ir a una cita con él, a una fiesta, y acompañarlo a un cóctel.
-Por favor, Marcela, yo no tengo nada decente para vestirme.
-No te preocupes, esta noche se te entregará un bello vestido y te llevarán a la casa de Don Humberto para que te arregles, y de ahí saldrás a la fiesta. Y vete acostumbrando -dijo Sofía-. Pues esa casa será tu nuevo hogar.
-¿Qué quieres decir? -pregunté.
-Espera, aún no te lo decía -dijo Marcela-. Tú quieres permanecer aquí sin que yo te moleste para que denuncies a tu marido. Tu quieres permanecer aquí y que carita feliz solvente tu carrera y tu apoyo, y que yo no te obligue a denunciar a tu marido. Sí, muy bien. Don Humberto y yo necesitamos que te cases con Lucas.
Abrí los ojos como platos y casi me atraganté con mi saliva . ¿Acaso me había puesto el pantalón color caqui al revés o la blusa blanca que traía estaba mal puesta? ¿Qué estaba soñando? ¿El mundo al revés?
-Escucha -dijo Marcela, tomándome de las manos para sentarme frente a ella nuevamente-. Sofía se quedó parada a nuestro lado. Don Humberto necesita que su nieto limpie su nombre. Necesita que salga de ese escándalo. Tú sabes perfectamente que a Lucas lo están pintando como mujeriego que anda con mujeres del estereotipo modelos y físicas. Ahora lo están acusando de golpeador, lo cual no cuadra, porque se supone que él es uno de los representantes de carita feliz. ¿Cómo puede maltratar a una mujer si ha convivido con mujeres maltratadas? Se murmura que su novia, la señorita Vanessa, lo está acusando de ser gay porque dice que no tuvo la decencia de casarse con ella, así como de cumplirle en actos de pareja. La solución es que se case para limpiar su nombre.
-¿Y yo? -pregunté-. ¿Qué papel juego en todo esto?
-No se puede casar con una mujer de alta sociedad porque ninguna familia de dinero va a querer cargar con el desprestigio que trae Lucas en este momento. Además, se murmura que hay fotos con un hombre en actos comprometedores, aunque cabe aclarar que son fotos falsas. Ninguna familia del círculo de Don Humberto se va a querer mezclar con eso. Por eso, se casaría con una mujer completamente fuera del perfil de Vanessa. Tú eres una mujer con un pasado, y la familia no se molestaría en mencionarlo. Esto rompería el perfil y el rango que Lucas tiene de mujeres. Eso le quitaría la fachada de mujeriego y también lo de gay.
-¿Entonces me quieres para darle quemones a la noviecita? -pregunté.
-No lo veas así -dijo Marcela-. La única solución que se nos ocurrió es que fuera una mujer que nadie se espera, para que la alta sociedad no pueda creer que fue un matrimonio por conveniencia, sino por amor. Si Don Humberto casa a Lucas con una mujer de su círculo social, podrían decir que es por un negocio o por apoyo. Contigo, no descubrirán el contrato. Vamos a montar que es una novela donde se enamoraron y no les importó su clase social. Así, él no pudo corresponderle a la novia porque ya estaba perdidamente enamorado de ti.
-¿Y si quieres otro argumento más? -dijo Sofía-. Las mujeres con las que Lucas se mezcla todas son conocidas por Vanessa. Digamos que ya las desprestigió. Si una de ellas se mezcla con ellos, el ataque social sería demasiado.
-Lo entiendo -dije, mirándolas a ambas-. Entonces el objetivo es que Lucas se case con una mujer que nadie se espera para que pueda limpiar su nombre con más facilidad.
-Sí, el contrato sería por 6 años -respondió Marcela-. A tus 30 dejarías de ser la esposa de Lucas. Recibirás $20,000 mensuales por los 6 años. Después, te darán una casa a tu nombre, un auto y $50,000 al finalizar el contrato.
--Son $10,000 al mes lo que te van a pagar por estar como esposa y $40,000 al terminar todo el contrato. Además, al iniciar te darán otros $20,000 y la casa a tu nombre.**
-Gracias, Sofía, por corregir -dijo Marcela-. Espera, ¿cómo sabes tanto?
-Lo investigué. Yo soy parte de esto. Lo estamos haciendo por tu bien porque queremos protegerte y darte ese porvenir que tanto anhelas, además de protegerte de Alfredo. Ya mereces una vida tranquila. Por favor, acepta esta protección. Acepta. Es tu salvación. Es tu única elección. Además, ¿qué te cuesta? Se podría decir que Lucas es un niño soñador, estudiante e inteligente, y tú tienes algo de admiración por él.
-Espera, ¿todas las preguntas que me hiciste eran para esto?
-Sí. Necesitábamos saber si ustedes funcionarían como pareja. Lucas también te quiere y te admira como mujer. Entonces, ¿por qué no iniciar como los buenos amigos que no se tienen que enamorar?
-¿Qué esperan?
-Esperamos que estés a salvo -dijo Marcela, encarándome de nuevo-. No pretendemos que te cases ni que pase nada. Se van a divorciar al terminar los 6 años, se acabó. Pero los dos se admiran y son muy buenos amigos, entonces su matrimonio podría congeniar de maravilla.
-Perdón que interrumpa -dijo Valentina, llamando a la puerta-. Sofía abrió la perilla y Valentina se asomó-. Marcela, tendrás que venir a la puerta. Alfredo está golpeando y está algo borracho. Está tocando los timbres y está grafiteando la pared diciendo que esta es una maldita traición.
-Voy a llamar a la policía -dijo Marcela, mirándome a mí-. Voy a hacerlo ahora.
-No me pidas que no lo haga.
- Si lo haces, no aceptó la propuesta de matrimonio -dije con firmeza-.
-Eso quiere decir que te vas a casar con Lucas, ¿sí?
-Sí. Déjenlo que se vaya. Se cansará.
Fernanda tenía razón; a los pocos minutos, Alfredo se fue.
Salí de la oficina de Marcela un poco contrariada. Dios mío, ¿cómo se atrevían a decirme que pase por las canchas y me incline para pasar la red de voleibol? ¿Cómo iba a casarme con uno de los nietos más importantes del transporte de México? Don Humberto había sido mi benefactor. Aún recuerdo cuando Marcela estaba siendo entrevistada sobre su trabajo en Carita Feliz. Don Humberto me prometió que me pagaría la carrera, el estudio y el trabajo. Me ha pagado los cursos, la prepa, la universidad; estoy a punto de comenzar. Debería estar feliz, pero casarme con su nieto y convertirme en parte de la familia era un plan que jamás, jamás, había considerado.
Llegué a mi habitación y me senté en la cama. Por fortuna, no había nadie. Revisé debajo de mi litera y encontré una revista. En ella estaba Lucas: ojos separados, piel blanca, cabello castaño. Sus ojos miel me atrapaban, me enroscaban en una noche, diciéndome una y otra vez lo mucho que lo amaba. La revista decía que él era el futuro del transporte y el comercio, pero también mencionaba que su cabeza rebelde podría llevarlo a la deriva y arruinar su futuro. Según los medios, Lucas prometía un buen futuro, pero también lo desprestigiaban, diciendo que era un "Nini". Ahora, al unirse con el político Raúl y su hija Vanessa, se decía que llegaría muy lejos. La revista dejaba la pregunta de si Lucas podría salir adelante y defender la empresa de transporte de sus padres, que había sido manejada por su abuelo tras la muerte de sus padres en un accidente. Eso me recordaba el accidente donde mi pierna se lesionó y ya no puedo caminar bien.
Alejandro su padre estaba casado con una mujer maravillosa, Doña Lucía, que decían tenía una belleza magistral. Ahora resulta que este chico por el que escondía las revistas, y que cada vez que venía a jugar al básquetbol o convivir me hacía latir el corazón, iba a ser mi esposo. Nunca me sentí una mujer decente para él. Siempre quise decir que éramos solo amigos, por la admiración y el respeto que le tenía, ya que él y su familia me habían ayudado mucho. No puedo negar que me he preguntado cómo sería estar con él íntimamente, besar esos labios delgados y finos, esa boca rosa que parece humectada por los ángeles. Pero ahora eso era imposible. Iba a ser su esposa. Esto era un sueño.
Traté de continuar el día como si todo estuviera normal: ayudar a las chicas con la comida, diseñar, limpiar, prepararme para la universidad. Faltaban dos meses para comenzar, debía estar preparada para cualquier cosa. Sofía y Valentina se burlaban de mí por mi nerviosismo. Valentina se acercó a mí y, mientras se recargaba en la mesa de la cocina, dijo:
-Tu admiración por Lucas y las fotos que contemplas antes de dormir parecen que se van a cumplir en la realidad. Ahora no tendrás que verlo solo en fotos; podrías buscar un pretexto para fugarte a su habitación por la noche.
-¡Basta, mujeres! -dije, encarando a ambas-. No quiero escucharlas.
-Sabemos que te gusta Lucas. Estás enamorada de él. Lo único que no quieres hacer es renunciar a tu marido por miedo a que la policía no lo atrape y venga a matarte. Pero si no te liberas de tus cobardías, jamás vas a ser feliz -dijo Valentina.
-¡Basta, Valentina! -dijo Sofía-. ¿No ves que en los brazos de Lucas podría encontrar la felicidad?
-Respétalo. Lucas es un benefactor y da mucho dinero.
-Yo no me puedo casar con él -les dije-. ¿Por qué es un contrato? No me voy a enamorar. Me voy a casar con mi mejor amigo, la persona con la que más hablo, la que más conozco. Él admira mi fuerza y valentía; cada vez que viene, me trae un detalle. Es el único hombre que sabe que no me gustan las rosas más que las blancas.
-Entonces, ¿todavía lo dudas? -dijo Valentina-. Es tu salvación o tu elección. ¿Qué tal si te enamoras y termina como en una novela coreana? Aprovecha esta oportunidad. Te casarías con el hombre que admiras y respetas, con tu mejor amigo.
Salí de la cocina, abandonando a las mujeres. No quería escuchar más, pero algo era cierto: mi admiración podría desencadenar un sentimiento de amor hacia Lucas. Pensar en eso me hacía palpitar, me hacía sentir plena, pensar en eso era algo mágico. Pero, seamos honestos, yo era una mujer golpeada, maltratada, con traumas y un pasado de clases sociales diferentes. Jamás se fijaría en alguien como yo.
Me encerré en la habitación, recostando mi cabeza en la almohada. Al pasar las horas, Valentina tocó a mi puerta.
-No fuiste a comer -dijo-.
-Es verdad, me quedé dormida -le respondí, mirándola.
-Marcela se fue. Catalina me dijo que te avisara que el transporte llega por ti en media hora para que vayas a la cena. Catalina es algo así como la cuidadora mayor de la institución cuando Marcela no está.
-Está bien -le dije-. Puedes quedarte aquí. Necesito opiniones sobre qué me voy a poner.
-¿Por qué no le preguntas a Sofía?
-Basta -le dije-. Ambas son mis amigas. Además, Sofía no tiene tan buen gusto y está en el taller. Somos las tres mosqueteras, ¿te olvidas?
Valentina sugirió un vestido negro corto con florecitas blancas, que me cubría hasta las rodillas. Me puse unos tacones pequeños y Valentina me ató una coleta. A las 6:10 llamaron a la puerta. Mi cabello castaño parecía una completa locura. Por más que intentaba domar los mechones rebeldes, no daba para más.
-Listo, señorita -dijo el chofer, mientras Valentina y Sofía me acompañaban a la puerta-. Aquí comienza tu nueva vida. Recuerda, te vas a casar con tu mejor amigo.
Al llegar a la mansión, me quedé maravillada ante la imponente fachada. La puerta principal se abrió, y me recibió un majestuoso vestíbulo con pisos de mármol y una escalera de caracol de hierro forjado que subía a los pisos superiores. El lugar estaba decorado con elegancia, con tapices y cuadros de gran valor en las paredes. Las lámparas de cristal y los candelabros iluminaban el espacio con una luz cálida y acogedora.
-Bienvenida, Fernanda -dijo un hombre que se acercó con una sonrisa cálida-. Don Humberto.
Don Humberto era un hombre de alrededor de 60 años, con una presencia imponente. Su piel era blanca y su cabello, canoso y bien peinado, contrastaba con sus ojos azules, que reflejaban una mezcla de sabiduría y amabilidad. Su rostro estaba surcado por algunas arrugas que denotaban la experiencia de una vida llena de logros y desafíos. Vestía un elegante traje oscuro que resaltaba su figura imponente, y su porte y manera de hablar transmitían una autoridad serena y respetable.
-Mucho gusto que estés aquí Gracias por aceptar ayudarnos -dijo, extendiendo su mano con un gesto amable.
-El gusto es mío, Don Humberto -respondí, estrechando su mano.
Don Humberto me condujo a una sala de estar, decorada con sofás de cuero y una gran chimenea en el centro. La decoración era sofisticada, con toques clásicos y modernos que creaban un ambiente acogedor y elegante.
-Me alegra que hayas llegado. Lucas estará aquí en un momento. Espero que te sientas cómoda y que esta casa pronto se convierta en tu hogar -dijo Don Humberto, indicándome un asiento con un gesto cortés.
A medida que me sentaba, no pude evitar sentir una mezcla de nervios y emoción. Estaba a punto de comenzar una nueva etapa en mi vida, y aunque el camino no era el que había imaginado, sentía que estaba dando un paso importante.
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