Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

¿Salvación o elección?

Capítulo 30

—Fernanda, solo dime que lo deseas tanto como yo. Las palabras de Lucas salieron apenas de su boca. Sabía que necesitaba respuestas, sabía que él las quería, sobre todo yo. Conocía perfectamente la respuesta de su corazón, sabía que creía en lo que anhelaba, en lo que había esperado durante tantos años. Pero, de nuevo, entraban los miedos. Ya era tarde para la incertidumbre, la duda o las preguntas, pues, aunque fuera imposible de creer, algo impactante estaba sucediendo, algo único, algo especial, como lo demostraban las propias palabras. Ell tremendo smoking estaba arrugado a causa de los estirones que yo le había dado. Lucas seguía besando mi cuello, y la urgencia en sus palabras parecía esperar autorización. No me dejó más opción que continuar.

—Sí, sí quiero —respondí en un susurro, que apenas salió. Él se detuvo un segundo, como analizando si había escuchado bien, cuando, de repente, dijo:

—¿Estás segura?

—Sí. No pares, no pares —fue mi súplica instantánea.

Estábamos parados frente a la cama, cuando Lucas, con un delicado empujón, me acostó sobre ella. Se colocó encima de mí. En ese momento, yo era novata. Era tan novata que no sabía cómo continuar. Recordaba cosas que había escuchado con el fuego, no lo niego. No era virgen, tampoco diré eso, pero sí era cierto que en mi vida no había hecho el amor de esta manera.

Primero, Lucas se colocó encima de mí, como un hombre inteligente. Luego me giró de espaldas y bajó el cierre del hermoso vestido. Poco a poco, el vestido terminó cayendo sobre mis piernas y salió por la parte trasera, entre mis pompas. En ese momento, me sentía avergonzada, aunque no fuera algo peor. La ropa interior que llevaba era negra, pero créanme, si yo le estuviera contando esto a Valentina, nunca me habría imaginado que usaría ese tipo de ropa para consumar mi matrimonio, en mi luna de miel, de espaldas y con una delicadeza de maestro. Desató el broche de mi sostén, y mis pechos se pegaron a la cama. Ya era imposible. No dejaba de jadear y sudar. Mi maquillaje ya estaba corrido, pero no dejaba de sentirme viva.

Lucas se sentó encima de mis piernas, abriéndose en dos partes. Tenía esa parte tan prohibida que anhelaba dentro de mí. Estaba encima de mí. Yo, de espaldas, y él, sentado encima de mí. De nuevo, bajó su pecho y me dijo:

—¿Estás segura? Aún no me he quitado nada. Puedo irme de tu habitación, echarme un bote de agua fría. No pasará nada, no te juzgaré.

—No, Lucas, simplemente quiero que lo hagas. Quiero que continúes, quiero que me beses y quiero que esta noche pase lo que tenga que pasar.

Parece que mis palabras fueron una luz verde para él, pues, en automático, me giró y me puso de frente. Yo no sabía qué hacer, era inexperta, pero hice lo primero que se me ocurrió. Lo tenía encima de mis pechos, rozando contra los suyos. Lo empecé a tocar, acariciando su espalda, y con mis uñas recorrí su torso, alrededor de su estómago. Él me levantó, se puso de pie conmigo enroscada. Lo ayudé a deshacerse de la camisa, el moño, y todo lo demás. Me besó ferozmente, apasionadamente, mientras recorría mi cuerpo. Ya estaba enrollada entre su abdomen.

Acarició mis pechos, apretando el pezón una y otra vez, tanto como quiso. No sin antes depositarme en la cama, para quitarse el pantalón. Me estaba viendo completamente desnudo. Cada parte de él exigía más. Ese amigo que había visto anteriormente ya se encontraba totalmente levantado, esperando penetrar.

Se acercó y nos reencontramos en la cama. Me besó, recorrió cada parte de mi cuerpo. Algo que no esperaba. En automático, tomó mi mano izquierda y la llevó hacia abajo. Yo estaba envuelta entre las sábanas, esperando. Metió mi mano contra mi sexo y la hizo moverse, queriendo provocarme, queriendo que estuviera excitada antes de entrar en mí. Mientras hacía eso, él recorría cada parte de mi cuerpo. Se deshizo de las sábanas. Quería tenerme completamente para él. Quería besarme, quería verme mientras me tocaba con mi mano, por orden suya. Me guiaba, se colocaba encima de mí y, después, quitó mi mano para meter sus dedos entre mis piernas, esperando a que lo tocara.

Lo que sabía, lo que me volvía loca.

—Bésame, por favor —le supliqué.

—Espero que te toques y descubras lo que hay en ti. Sé que con nadie más lo has hecho. Quiero que sepas lo que es hacer el amor de verdad y la diferencia entre sentir una obligación.

Lo volví a jalar, porque allí no planeaba hacer nada. Sin permiso alguno, tomé su parte y lo metí dentro de mí.

—¿Te conocías esa parte de patrona? —dijo con sarcasmo.

—Ya, por favor. Estoy dándote el tiempo para que te arrepientas —dijo con una sonrisa irónica y al mismo tiempo alejándose.

Se colocó encima mío y, de repente, me giré para estar encima de él. Lo besé, lo acaricié y, de nuevo, sabía que ya no podría resistirse más. Así que metió su parte dentro de mí. Era duro y blando al mismo tiempo, pero con sus manos y dedos al meterlos, ya había provocado que se calentara y moviera demasiado. Ya me había mojado, ya me había excitado, así que no fue difícil. Con uno que otro movimiento de su sexo dentro de mí, me hizo gritar y gemir. Lucas me había hecho suya.

No me gusta hacer comparaciones, no las haría, pero es que esto era completamente diferente. Lucas me había desnudado, subido y cargado como una pluma. Me había cargado mientras yo estaba enredada entre sus caderas. Estaba sentada, enredada entre sus caderas, esperando, mientras él estaba de pie, a punto de besarme. Quería que se moviera. Al principio, Lucas me sentó encima y enrosque mis piernas contra su abdomen. Nos quitamos todo y me penetró, volviéndome a depositar en la cama con una delicadeza fina, como un niño pequeño. Los actos con Alfredo eran completamente distintos, rudos, y solo él se podía mover. Pero Lucas había permitido que mi cuerpo se enroscara. Literalmente, tenía su cuerpo tan cerca del mío que mi parte pudo sentir su ombligo chocar. Lo amaba sin permiso alguno. Se movió dentro de mí. Fue fácil, ya estaba toda mojada. Metía y salía mientras jugaba. Yo me encontraba encima suyo, mientras él me hacía el amor. En mi primer intento, me hizo mantener la calma. Me penetró ahí, literalmente, y lo obligué a besarme y hacerme suya. Parecía que eso le había gustado. Se movía con delicadeza. Después, lo tenía encima mío, besándome y acariciando su parte. Se movía poco a poco dentro de mí, confiamos momentos hasta que gritó y ambos alcanzamos el clímax. Después, apreté con mis manos su trasero, deseando que este momento fuera suyo. Fernanda gimió entre mi sueño.

—¿Sabes cuánto tiempo llevaba esto? —preguntó él.

—¿Sabes cuánto tiempo necesitaba de esto? —continuó—. ¿Sabes cuánto tiempo he anhelado hacerte esto?

Su parte se movía rápida y veloz, con movimientos en círculos. Me hacía sentir única y especial. La penetración terminó, y para mi sorpresa, Lucas gritó mi nombre. Nos quedamos recostados, el uno al lado del otro, esperando a que el tiempo se hiciera más corto. Quería abrazarlo, besarlo y hacerlo mío todas las noches que fuera necesario.

—¿Qué hora es? —pregunté mientras nos encontrábamos tapados con la sábana.

—No sé, creo que las 6 de la mañana —contestó Lucas con una voz ronca y casi seca.

Me envolví en la sábana. Fui al baño. Lucas me  observó de arriba abajo y me vio cubrirme.

—¿Qué pasa con mi pierna? ¿Espero no haya sido un impedimento? —le pregunté.

—Claro que no, Fernanda. Tu pierna está bien. De hecho, me volvió a quitar la sábana y me dejó completamente desnuda. Me jaló por los hombros y me volvió a tirar sobre la cama. Por un segundo, pensé que me besaría de nuevo, pero no. Teniéndome completamente desnuda y encima mío, me miro como si intentara subir.

Subía poco a poco cada parte de mi cuerpo. Levantó mis piernas y les dio un ligero beso. Aún se veían rasguños y moretones en cada cicatriz. Depositó un pequeño beso en las rodillas. Tenía unas rayas y, en la parte donde ya no tenía dedos, tan solo depositó un pequeño y leve beso, repasando su lengua sobre ellos.

—Que tu cuerpo no te haga sentir insegura. A mí me gusta. Y este cuerpo es el que esta noche ha sido mío

Si me preguntaran cómo fue tener relaciones con Fernanda, diría que fue magistral, maravilloso, único, especial, divino. Como él  sol solo me hizo sentir: único y especial. Ahora jugábamos como niños pequeños. Yo intentaba quitarle la sábana para entregarme completamente a ella, quería admirar su cuerpo. Aún lo recuerdo: cómo la tenía acostada, cómo besé cada parte de su cuerpo. Quería besar las heridas de su pierna para recalcar que nada ni nadie la había hecho daño. Ella era hermosa, y quería que mis besos se lo demostraran.

La besé cuando fue necesario, hasta que me entregué a ella. Recorrí su cuerpo, su piel, su esencia. No pude entender cómo un hombre de tales grados, como su marido, pudo lastimarla tanto. En dos días nos iríamos de aquí, y mi misión sería oficial. Fernanda sería la única y la última mujer que yo tocaría. Ella sería el ángel divino, sería todo lo necesario, pero yo la protegería.

Salió del baño. —¿Qué ves? Según tú, eras inexperta", le dije con sarcasmo, pero ella insistió.

—Espero que lo hayas disfrutado. Yo no soy una de tus mujeres, pero sí quiero ser la única. Quiero ser la única con la que tengas estas noches. —dijo, colocándose sobre mi pecho y descansando su cuerpo sobre el mío.

Le acaricié el cabello.

—Claro que sí, no tengas duda. Esto será maravilloso, y así serán todas las noches de nuestras vidas.

— ¿Te parece si vamos a caminar por la playa? ¿O si nos bañamos un poco y te animas a entrar al mar? Sé que le tienes miedo —dijo Fernanda—, pero creo que podríamos irnos de aquí, cerrando con broche de oro. Y que disfrutes de vencer ese miedo. Ya hemos vencido muchas cosas.

—¿A qué te refieres? —pregunté.

—Cumplimos lo que se debía hacer en una luna de miel —respondió ella, acercando su boca para besarme—. Se supone que teníamos que consumarlo.

Reímos, y de nuevo miró hacia las sábanas.

—Espero que te haya gustado.

— Fue maravilloso, Lucas. Ningún hombre me había besado ni tocado como tú. Has provocado cosas que nadie más ha hecho. Me has hecho sentir única y especial, gracias.

—Yo también lo he disfrutado, no solo ha sido por gusto o por deseo. Creo que pude sentir lo que es el amor. Los dos hemos sentido lo que es el amor —dije, mientras la miraba.

—Alfredo nunca me habría dejado tocarme, ni explorarme, porque según él, ustedes deben llevar el mando en este tipo de cosas. Pero tú… tú me has hecho sentir parte de esto en todo momento: parte de tu vida, parte del encuentro, parte de tu cuerpo.

— Y así será el resto de la vida, te lo prometo. Te haré sentir mujer cada día, cada parte de ti, y no solo en lo físico. En mi vida, seré tu perro guardián si así lo deseas. Seré el hombre que esperó por ti, que te cuidará cada noche. Porque sí, los dos hemos descubierto cómo hacer el amor, los dos hemos aprendido a sentir.

—Bueno, creo que ya te pusiste cursi —dijo, riendo—. Será mejor que nos movamos. Vístete y báñate, voy a pedir algo de comer. En dos días tenemos que regresar.

—Vaya, con uno nos bastaron para saber que nos hemos querido toda la vida —dijo ella, riendo y saliendo de la habitación.

Era un ángel. Su risa angelical, su cabello despeinado y atado en apenas un molote, me hacían sentir que Fernanda sería mi felicidad. Se colocó un vestido morado y me señaló.

—¡Apúrate! —dijo, depositando un beso en mis mejillas—. Quiero moverme, no quiero pensar nada más, solo en ti.

Salimos del hotel, dirigiéndonos a la playa. Tal vez el mar y sus olas nos traerían ese nuevo comienzo. Ahora entendía: no me había casado para salvarme, me había casado porque yo lo elegí. Yo la elegí.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro