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Manipuladora

Capítulo 39

Todos nos encontrábamos sentados frente a Lucas. Lo mirábamos, o evitamos hacerlo, mientras que intentábamos consolarlo de alguna manera, pero él no lo permitía.

—¿Abuelo, cómo me pides que me calme? —dijo Lucas, retomando la discusión con Don Humberto.

Cuando llegamos al lugar, Don Humberto y yo lo habíamos encontrado tratando de tomar su auto para ir a enfrentar a Vanessa donde Humberto, con firmeza, lo detuvo, literalmente sentándolo en el sillón como si fuera un niño pequeño.

—¡Entiende, no puedes ir a atacarla! No puedes demostrar que sospechas de ella porque tal vez el secuestrador te investigó muy bien. No tenemos pruebas suficientes para señalarla. Piensa en esto: si ella está detrás de todo, lo más probable es que te estén esperando para tenderte una emboscada. No puedo perderte también.

Lucas lo miró desafiante.

—Es mi esposa.

—Lo sé, hijo, pero eso no importa ahora. No podemos actuar impulsivamente. No tenemos nada seguro. Por favor, dame tiempo.

Lucas apretó los puños con frustración. Finalmente, habló con la voz contenida.

—Está bien, no haré nada si eso quieres. No la enfrentaré... pero si Vanessa está detrás de esto, te juro que pagará. Le haré sentir cada lágrima, cada herida.

Don Humberto lo miró con seriedad.

—No necesitamos un asesino en la familia, Lucas. Controla tus impulsos. Demos 48 horas. Si no hay noticias, buscaremos ayuda de las autoridades.

En ese momento, el teléfono sonó. Lucas tomó aire y respondió, colocando el altavoz.

—¿Quién habla? —preguntó con frialdad.

Una voz ronca y burlona respondió.

—Interesante, Lucas. Ella dijo que te negarías a ir a verla. Podemos negociar esto como gente civilizada.

—¿Qué quieres?

—Quiero tres millones de pesos, una solicitud de divorcio y, como bonus, una noche de pasión con tu ex, . Llámame en dos horas para decidir cómo procederemos.

Lucas apretó el teléfono con fuerza mientras la voz del otro lado colgaba. Todos en la habitación  lo miramos en silencio, tratando de procesar la absurda solicitud.

—Esto es ridículo —dijo Lucas finalmente, lanzando el teléfono al sofá—. ¿Qué clase de idiota secuestra a alguien para exigir una noche de pasión?

Don Humberto trató de calmarlo.

—Esto puede ser una trampa, Lucas. No podemos asumir que Vanessa está detrás de esto sin pruebas. Debemos actuar con inteligencia.

Lucas asintió con frustración, pero su mirada dejaba claro que no confiaba en nada de lo que estaba pasando.

Observó cómo Fernanda me mira mientras hablo por teléfono.

—Está encerrada —dije con voz calmada.

—¿Dónde la tienes? —preguntó Vanessa desde el otro lado de la línea, con un tono más ansioso de lo que quería mostrar.

—Cerca de Toluca. Fue fácil sedarla.

Vanessa sonrió, aunque su tono permanecía tenso.

—Sabes que no podemos permitir errores, ¿verdad?

—Tranquila, Vanessa. Hemos planeado esto por meses. Nada saldrá mal.

—Espero que tengas razón, Rómulo. No puedo permitirme más errores.

—Relájate. Sabes que siempre cumplo.

—¿Qué dices, Vanessa? —continuó Rómulo—. ¿Tienes alguna idea de lo que esto significa para mí?

Vanessa suspiró, consciente de que había cruzado un límite peligroso al involucrarse con él.

—Sí, lo entiendo. Pero no pensé que todo avanzaría tan rápido.

Rómulo soltó una breve carcajada, como si disfrutara del caos que habían desatado.

—Eso es lo emocionante, ¿no crees? Las cosas pasan cuando menos te lo esperas. Fue un placer que mi compadre nos presentara, Vanessa. Un verdadero placer conocerte.

—Y ahora, ¿qué sigue? —preguntó ella, intentando mantener la calma.

—Esperar. Ver si tu querido Lucas es lo suficientemente listo para no arruinarlo todo. Aunque, siendo sincero, me intriga más saber si hará el sacrificio que le pedí.

Vanessa tragó saliva. La voz de Rómulo era tan hipnotizante como inquietante. Su plan estaba en marcha, y ahora solo quedaba esperar a que Lucas tomará una decisión.

Desde el otro lado del teléfono, añadi

—Espero que valores lo que hice por ti, Vanessa. Esta es nuestra oportunidad de cerrar el capítulo que empezamos hace años.

—Si no la encuentran y Lucas paga la humillación que ha causado en mí, tal vez tú y yo, cariño, por fin podamos vivir nuestra historia de amor. Lo prometo.

—Si eso es verdad, ¿me puedes explicar por qué deseas acostarte con él? —dije con un tono que mezclaba incredulidad y rabia.
—Entiende —respondí, casi con paciencia fingida—. Lucas me rechazó en la cama, mi vida.

—Si yo luego lo rechazo, la historia se repetiría. Debo limpiar mi honor, ¿no te parece? Me detuve un momento para respirar, analizando la situación con una frialdad que cualquier oyente juzgaría como carente de escrúpulos. Y, sinceramente, tendrían motivos suficientes.

—Primero, me estoy acostando con el marido de la esposa de mi ex.

Segundo, me acuesto con el chofer para conseguir que la secuestre y así poder llegar a Lucas. Y, tercero, si supieran que he usado a esos dos hombres para mover los hilos, jamás volverían a verme igual

—Jamás sentí algo por Alfredo. Sí, es un excelente Casanova, magnífico en la cama, pero el hecho de que se creyera el rey del mundo, que pensara que cualquier mujer podría corresponderle sin importar su categoría, me ayudó a lo que realmente quería: subirle el ego. No hay mejor forma de manipular a un hombre que inflar su orgullo, ¿no crees?

Me lo dijo asegurándose de que entendiera cada palabra.

—Fue por eso que me acosté con Alfredo. Porque cuando Lucas venga hacia mí, deshecho y buscando consuelo, le juraré que le ayudaré a recuperar a su esposa. Pero no le voy a exigir que se acueste conmigo. En cambio, le diré que le haremos creer a los secuestradores que sí lo hizo. Justo después, pagará el rescate. Pero, en lugar de entregarle a su querida Fernanda, lo que haremos será darle a Fernanda a Alfredo.

—¿Y después? —pregunte, curioso, aunque visiblemente perturbado.

—Después, Fernanda desaparecerá y Lucas creerá que nunca cumplieron con la negociación. Sé que parece arriesgado, y sí, podrían atrapar a los secuestradores. Pero nunca recuperarán a Fernanda.

Me levanté del sillón y caminé con determinación.

El chofer desaparecerá con una buena cantidad de dinero. Alfredo tendrá lo que quiere. Y yo seré la amiga incondicional que consuele a Lucas, que le diga que todo cambió en mí, que sané, y que ahora estoy lista para él. Terminaré amándolo, y al final, Lucas será solo mío.

Una sonrisa triunfante se dibujó en mis labios mientras visualizaba cada paso del plan. Él, aún en silencio, finalmente dijo:

—Es un plan arriesgado, pero perfecto si lo cumples tal cual.

—Lo haré —afirmé, con más seguridad que nunca—. Esto no es solo por venganza Es por justicia.

Salí de la habitación, dejando atrás cualquier duda que pudiera haber tenido. Cada movimiento estaba calculado, cada pieza en el lugar correcto. Ahora, solo quedaba ejecutar.

La noche sería larga, pero al amanecer, todo comenzaría a encajar.

Hablarle con dulzura, Rómulo, con esa voz que las mujeres enamoradas usan para derretir corazones, nunca fue mi especialidad. Lo mío era distinto. Lo mío era el control, el poder, la habilidad de hacer que otros se arrodillaran sin siquiera darse cuenta de que yo era quien había movido los hilos. La seducción no era más que un arma, y yo, su portadora más mortífera.

Cuando Lucas comenzó a despreciarme, no me enfurecí. No al principio. En cambio, me refugié en el chofer. Me metí en su cama, envolviéndolo entre las sábanas con una facilidad que casi me resultaba aburrida. Su aliento entrecortado, sus ojos brillando con devoción, me decían todo lo que necesitaba saber: tenía otro peón a mi disposición.

Alfredo fue sencillo. Un hombre acostumbrado a la rutina y a la insignificancia, fácil de atrapar con un poco de atención y unas cuantas palabras envenenadas de amor.

Lo encontré por primera vez el día que Lucas defendió  a Fernanda y la presentó como su futura esposa. Estaba allí, en la calle del refugio, con la espalda apoyada en la pared, fumando como si nada de lo que ocurría a su alrededor le importara. Pero yo vi la forma en que me miró cuando Lucas dijo esas palabras de que me largara para siempre y que él amaba a otra mujer. Había algo en su expresión, una chispa de interés y resentimiento a la vez.

Más tarde, cuando la rabia y la humillación me quemaban por dentro, lo recordé. Alfredo podía ser útil.

Lo busqué días después, encontrándolo en el mismo sitio, como si estuviera esperando algo, o a alguien. Me acerqué envuelta en un perfume que sabía que lo mataría.

—¿Sabes, Alfredo ? Pues ya había investigado hasta su fecha de bautizo—yo te puedo ayudar dije, dejando que mi voz quebrara con una fragilidad —. Nadie me ve realmente. Lucas... él nunca lo hizo. Pero tú... tú me ves, ¿verdad?

Su rostro, endurecido por años de indiferencia, se suavizó. Ahí estaba, el primer paso de mi plan.

—Claro que te veo, señorita lo hago.

Le sonreí, dejé que mi mano rozara la suya y bajé la mirada, como si estuviera avergonzada. Era un truco barato, pero efectivo. Esa noche lo invité a mi habitación. Lo dejé creer que me había ganado, que su devoción lo había hecho especial.

Pero mientras él creía que compartíamos un momento íntimo, yo solo pensaba en Lucas. Cada caricia que daba era un recordatorio de lo que realmente deseaba: no el cuerpo de Alfredo, sino el alma de Lucas, su apellido, su poder.

Los días se convirtieron en semanas, y Alfredo se convirtió en mi instrumento más preciado. Le susurraba palabras de amor, lo envolvía en promesas que nunca cumpliría.

—Eres mi único refugio, Alfredo. Sin ti, estaría perdida.

Él no lo sabía, pero cada caricia, cada beso, era una cuerda que lo ataba más a mis planes.

Cuando apareció Fernanda, mi odio floreció en formas que nunca imaginé posibles. Esa mujer, con su sonrisa perfecta y sus maneras delicadas, era un peligro. Lucas comenzó a mirarla de una forma que nunca me había mirado a mí, y eso me hizo hervir de rabia.

La primera vez que la vi con él, supe que debía actuar. Pero no era suficiente simplemente deshacerme de ella; no, debía destruirla, borrar su existencia de la mente de Lucas de una forma tan completa que nunca más pudiera recordarla sin sentir dolor.

Volví a Alfredo, esta vez con un plan más oscuro.

—Necesito tu ayuda, mi amor —le dije, dejando que una lágrima solitaria recorriera mi mejilla—. Fernanda está arruinándolo todo. Quiere quitarme a Lucas.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó, con un fervor casi religioso en sus ojos.

Me acerqué a él, apoyando mis manos en su rostro.

—Quiero que la desaparezcas. No para siempre, solo el tiempo suficiente para que Lucas recuerde lo mucho que me necesita.

Alfredo dudó, pero con un beso y unas cuantas palabras cuidadosamente elegidas, lo convencí..

Lo abracé, dejando que mis dedos trazaran círculos en su espalda, mientras una sonrisa fría se escondía en mi rostro.

Lucas sería mío, a cualquier costo. Y si para lograrlo debía destruir a todos a su alrededor, lo haría sin dudar.

El siguiente paso estaba claro.

—Vamos a ver si me viene a buscar ahora. Vamos a ver si cumple los tres requisitos: los tres millones de pesos, firmar el divorcio y la noche de pasión conmigo. Claro, si viene a proponerme algo así, lo rechazaré. Jamás tendremos intimidad, cariño, porque tú sabes que yo te quiero, ¿cierto?

Mientras repasaba esas palabras frente al espejo, ajustaba un mechón de cabello suelto. Mi reflejo me devolvía la imagen de una mujer perfectamente controlada, aunque por dentro era un huracán de emociones. Él siempre terminaba regresando a mí, tarde o temprano. Pero esta vez, Fernanda no podía interferir.

—No puedo tener a esa mujer aquí más de una semana — dijo al otro lado, su tono impaciente.

—Si supieras... si supieras que, en cuanto él venga a rogarme, le diré que sí —respondí para mí misma después de colgar—. Pero no puedo ser tan obvia. Debo manejar mis sentimientos, mis emociones, mi mundo oscuro. Todo debe estar en su lugar.

En ese momento, la sirvienta de mi padre irrumpió sin previo aviso.

—Señorita Vanessa, la busca un comandante.

Giré lentamente hacia ella, alzando una ceja con desdén.

—¿Un comandante? —pregunté, con fingida sorpresa—. Dile que voy en camino.

Me aseguré de que mi aspecto reflejara exactamente lo que quería proyectar: serenidad mezclada con vulnerabilidad. La verdadera Vanessa, la manipuladora, permanecía oculta bajo esa fachada.

Cuando llegué al estudio, encontré al comandante esperándome. Era un hombre robusto, de mirada calculadora. Me saludó con una ligera inclinación de cabeza antes de hablar.

—Señorita Vanessa, necesitamos discutir algunas exigencias relacionadas con Lucas.

Le dediqué una sonrisa cautelosa.

—Por supuesto, comandante. Dígame, ¿en qué puedo ayudar?

—Los secuestradores han pedido tres cosas: tres millones de pesos, que firme el divorcio... y algo más —hizo una pausa, midiendo su tono antes de continuar—. Quieren que Lucas tenga intimidad con usted.

Mi expresión se mantuvo impasible, aunque por dentro sonreía. Esto era perfecto. Fingí confusión mientras inclinaba la cabeza.

—¿Intimidad? —repetí, como si la palabra misma me resultara ajena—. Comandante, eso es absurdo.

El comandante frunció el ceño ante mi reacción. Sus ojos buscaron en mi rostro alguna fisura, algún atisbo de emoción genuina, pero no encontró nada. Yo era una maestra en esto.

—Señorita Vanessa, solo transmito el mensaje. Sé que la petición es… inusual, pero es una exigencia clara.

Me crucé de brazos y suspiré, fingiendo indignación.

—Yo tener intimidad con ese señor… —dejé escapar una risa sarcástica—. Le recuerdo cómo terminó todo: fue un escándalo social. Las dudas sobre su género, su sexualidad… ¡Por Dios, comandante! No puede pedirme esto.

Él no dijo nada, simplemente tomó nota en su libreta. Pero yo, en el fondo, me reía. Sabía que Lucas no tendría opción. Tarde o temprano vendría a mí, con el orgullo roto y la desesperación en los ojos.

El comandante cerró su libreta con un leve chasquido y se levantó.

—Le haré saber su respuesta a los secuestradores.

Asentí con fingida cortesía, viéndolo salir. En cuanto la puerta se cerró, mi expresión se transformó. Me incliné sobre el escritorio, con los dedos entrelazados, y dejé que una sonrisa helada curvara mis labios.

El plan estaba funcionando.

Fernanda ya no era un problema. Lucas estaba atrapado en una telaraña de decisiones imposibles. Y yo… yo estaba exactamente donde quería estar.

Pronto vendría a mí, buscando una salida, buscando refugio en lo único que le quedaba. Y cuando eso pasara, lo tomaría entre mis brazos, lo haría mío de nuevo, lo envolvería en mis redes hasta que no pudiera respirar sin mí.

Porque Lucas siempre había sido mío.

Y aunque ahora no lo supiera, pronto volvería a caer en mi red.

Después de todo, nadie jugaba mejor que yo.

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