Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Enfrentando la Verdad

Capitulo 16

—¿Fernanda, yo? —repetí por segunda vez en la maldita noche.

—¿Tú qué? —me cuestionó ella.

La habitación estaba en silencio, pero en mi mente retumbaban las palabras de Fernanda. No podía dejar que este fuera el final. Cada latido de mi corazón resonaba con la misma pregunta: ¿qué estaba dispuesto a arriesgar por ella? El aire se sentía denso, como si el peso de nuestras decisiones pasadas se cerniera sobre nosotros, y la idea de perderla me aterraba más que cualquier otra cosa.

De la nada, mientras más lo pensaba y los latidos de mi corazón seguían acelerándose, algo inesperado comenzó a suceder. No dije palabras, no pude pronunciarlas. Me quedé pensando, dándole vueltas una y otra vez en la mente, con la habitación en completo silencio. Entonces, las lágrimas comenzaron a salir. Fernanda me tomó de la mano y me miró con una expresión sensible.

—¿Qué tienes? —preguntó con suavidad.

—Perdóname —le susurré—. No puedo más con esto. No puedo seguir así. No puedo hacerte esto... no lo mereces.

—No llores, Lucas —dijo mientras acariciaba mi mejilla y limpiaba mis lágrimas—. No es para tanto.

—Claro que lo es, Fernanda. Siempre arruino lo que toco. Soy una persona destructiva. Nadie debería estar conmigo —sollozaba como un niño pequeño mientras lloraba en su pecho. Ella me dejó reposar mi cabeza en su hombro, mis mejillas húmedas por las lágrimas.

Dios mío, ¿qué había hecho para merecer que esta mujer me quisiera tanto o, al menos, me consolara de esa manera?

—No tienes porqué sentirte culpable. Esto no es tu culpa.

—Claro que lo es —insistí—. El accidente fue mi culpa, mis padres murieron por mi culpa, todo es mi culpa.

—¿De qué hablas? —preguntó, confusa.

—Siempre soy culpable —continué—. Siempre lo soy. En el accidente, yo los distraje. Chocaron por mi culpa.

—Lucas, eras un niño. Eso le podría haber pasado a cualquiera.

—Mi abuelo no sabe cómo cargar conmigo, y tuvo que darme una esposa falsa, a la cual ni siquiera pude cuidar porque me fui a emborrachar y puse en riesgo nuestra farsa. Ni siquiera un matrimonio por contrato puedo mantener.

Sabía que ella estaba a punto de decirme algo, pero en ese momento me llené de coraje. Podía permitir todo, menos que ella me tocara. No quería su compasión. Sabía que iba a abrazarme, pero no quería que lo hiciera. No quería su lástima ni su misericordia. No quería que me viera como el pobre niño huérfano y desvalido, lleno de traumas.

Me levanté de la cama, el dolor de cabeza se mezclaba con el pánico creciente. No podía permitir que la historia terminara así. Tenía que encontrar una forma de arreglar lo que había hecho, de demostrarle que estaba dispuesto a luchar por nuestro futuro, aunque eso significaba enfrentar mis propios demonios.

—Fernanda —dije, con la voz firme—. Necesitamos hablar en serio. Ya no puedo seguir escondiéndome de lo que siento.

Ella me miró, los ojos entrecerrados, como si estuviera sopesando mis palabras. Su expresión era una mezcla de incredulidad y expectativa.

—¿De verdad crees que puedes resolver esto así, Lucas? —preguntó, su voz manteniendo ese tono de dureza, pero con un matiz de vulnerabilidad que no había notado antes.

Asentí, sintiendo que cada palabra que salía de mi boca tenía que contar.

—Sí, lo creo. He estado huyendo de mis sentimientos por mucho tiempo. No quiero que nuestra relación se convierta en una simple farsa por culpa de mis miedos. Te necesito en mi vida, Fernanda. Quiero luchar por nosotros, por lo que podríamos ser.

Un silencio pesado llenó el espacio entre nosotros mientras ella reflexionaba sobre mis palabras. La tensión era palpable, y podía sentir cómo cada segundo se estiraba en una agonía interminable.

Finalmente, ella respiró hondo y dejó caer los hombros.

—Está bien —dijo con voz suave, pero decidida—. Hablemos, pero tienes que ser honesto. No puedo soportar más mentiras.

Su disposición a dialogar encendió una chispa de esperanza en mí. Era el momento de ser vulnerable, de abrir mi corazón a la verdad y arriesgarme a perderlo todo.

—Entonces dime, Lucas, ¿qué sentimientos tienes? —dijo Fernanda, interrumpiendo antes de que pudiera procesar lo que quería decirle—. Dijiste que tenías sentimientos y que has huido de ellos.

Quería decirle todo, quería decirle que me gustaba, que hasta cierto punto tal vez me podría enamorar. Aún no estaba enamorado, o al menos eso creía. Sin embargo, Fernanda me atraía, me gustaba pasar tiempo con ella, pero no se lo dije. No le dije que la atracción que sentía por ella podía convertirse en amor. Al contrario, respondí:

—Fernanda, tengo sentimientos de culpa.

Sus ojos se abrieron un poco y después dijo:

—¿Por qué?

—Porque siento que no te merezco, siento que soy un estorbo y que no soy suficiente como esposo.

—Lucas, esto es una farsa —dijo ella, restándole importancia.

—Lo sé —le contesté—, pero en verdad me importa lo que tú opines. Siento que no soy digno de ti. Eres una persona fuerte, valiente, muy honesta. Te quiero mucho, y tengo miedo de perderte. Puede que me gusten  muchas cosas de ti.

—Lucas —dijo ella, clavando su mirada en mí—, tú dijiste que me amabas. ¿Eso es verdad?

Quería gritarle que sí, pero mi mente aún no estaba lista. Quería ser digno de ella para poder gritarle mi amor eterno.

—No, Fernanda —mentí—. Fue efecto del alcohol. Eres una mujer muy bonita, pero no me enamoraría de ti porque, al menos por ahora, no me siento digno de ti. Si en algún futuro puedo demostrar que te merezco, tal vez...

—No es necesario que lo digas —me interrumpió ella—. Para mí, ya me mereces. Eres una persona fuerte, valiente, honesta. Respetas a la gente y fuiste capaz de defenderte de alguien como Vanessa. No te casaste ni entraste en ese círculo vicioso. Pudiste ser tan egoísta y egocéntrica como ella, humillar a las personas como tu ex novia, y nunca lo hiciste. Eso me hace admirarte y respetarte. Perdiste a tus padres y, aun así, sigues adelante, aunque sabes que la gente espera demasiado de ti. Eso, para mí, es admirable, llevar ese peso. No tienes porqué sentirte culpable o tener miedo de perderme. No me iré de este contrato, pero sí necesito que trabajes en esto. Necesito que confíes en mí y me digas las cosas. No huyas.

Quería decirle, en ese preciso momento, que mi corazón le pertenecía, pero aún no era el tiempo.

—Si vuelves a sentir que eres poca cosa, no te refugies en el alcohol —dijo Fernanda—, al menos no esta vez. Dímelo y trataré de animarte, de demostrarte que este matrimonio puede seguir si ambos trabajamos juntos, ¿entiendes? Olvidemos lo que pasó. Si quieres emborracharte y hacer tonterías, no soy nadie para prohibírtelo. Sin embargo, te pido un favor: ten un poco de discreción. Cuidado con lo que dices, porque no solo arruinas el plan, sino que también me llevas a mí entre las patas. Tuve que sobornar a la mujer que besaste para que no publicara los videos.

—¿Sobornaste? ¿O más bien me sobornó? —afirmé.

—¿Qué mujer?

—Te besaste con una mujer. Tenía videos y pruebas. No tuve otra opción más que tomar algunos dólares de tu cartera para pagarle. Solo espero que no los publique o tu abuelo nos matará.

—Esperemos que tu soborno haya funcionado —dije de inmediato—. Perdón, soy el causante de esto. Soy un desastre. Tienes derecho a creer cualquier mentira.

—¿Por qué te fuiste así? —pregunté con curiosidad, aun sabiendo que lo que la gente decía sobre él no tenía razón de ser enjuiciado.Lucas mostraba lo contrario, pero se aferraba a ser el villano de la película, a aparentar ser ese chico fiestero, desarmado y descuidado que todos veían. 

Yo veía a alguien completamente tierno, que pintaba cerámica conmigo en varias ocasiones, que jugaba voleibol. Pero ayer, parecía que tenía al chico que habían acusado de golpeador.

—Necesitaba olvidar —dijo de inmediato—. Necesitaba sacar algo de mi cabeza, algo que me está consumiendo.

Lo decía con una necesidad que parecía torturarlo, como si ese recuerdo, que el alcohol se negaba a borrar, lo atormentara.

—Lucas, ¿qué es lo que querías olvidar con alcohol? ¿Pensaste que besuquearte con alguien interrumpiría ese pensamiento? ¿Querías sacar algo o abandonar a alguien?

—Quería olvidarme de alguien... de los labios de alguien —confesó con angustia—. Quería olvidarme de todo.

Fernanda guardó silencio, sus ojos permanecían fijos en los míos, evaluándome, intentando entender el peso de mis palabras. Sabía que estaba cansada, pero también que no iba a dejar que yo me escapara tan fácilmente de esa conversación. Me había empujado a enfrentar mis sentimientos, a ponerles nombre, pero yo todavía no estaba listo para hacerlo. No por miedo a ella, sino por miedo a lo que encontraría si me detenía a mirarlo de frente.

—¿Y quién es esa persona, Lucas? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.

Sentí cómo mi estómago se tensaba. Las palabras no salían, como si se hubieran atrincherado en mi garganta, luchando por no escapar. Bajé la mirada, incapaz de sostener la suya, y ella lo notó. Fernanda siempre había sido perspicaz, demasiado para mi propio bien.

—No importa, Fernanda. Lo importante es que no puedo seguir huyendo, y menos contigo. Lo lamento por todo lo que he hecho, por involucrarte en este desastre.

—Claro que importa, Lucas. —Su voz sonó más firme—. No puedes seguir cerrándote cada vez que algo se te escapa de las manos. No soy tu enemiga. Si no me dices qué te está consumiendo, ¿cómo esperas que te entienda? —Hizo una pausa—. No tienes que hacerlo solo, ¿entiendes?

Sabía que tenía razón. En realidad, siempre lo había sabido. Pero había algo tan arraigado en mí que no me permitía soltar esa fachada. Durante tantos años había creído que tenía que soportarlo todo solo, que admitir mis debilidades me haría menos hombre, menos digno. Y ahora, frente a Fernanda, esas creencias se sentían tan absurdas como peligrosas.

Suspiré, sintiendo una punzada en el pecho.

—No quiero arrastrarte conmigo —susurré—. No quiero hacerte daño.

Fernanda dio un paso hacia mí, más cerca de lo que había estado en toda la conversación. Puso una mano en mi mejilla, obligándome a mirarla de nuevo. Su toque era suave, pero también firme, como si quisiera anclarme a la realidad.

—¿No lo entiendes, Lucas? —dijo, sus ojos brillando con una mezcla de comprensión y determinación—. Ya estoy aquí. Ya estoy contigo. No voy a salir corriendo. Si me dejas, estaré a tu lado para que dejemos de huir juntos.

Quería creerle. Realmente quería. Pero ese miedo, esa culpa, seguía ahí, aferrándose a mí con más fuerza de la que podía soportar.

—No soy el hombre que crees que soy —dije, casi en un susurro—. Todo lo que ves es una fachada. Lo que hay detrás es solo un desastre... roto, incompleto.

Fernanda me observó un momento más, y luego, con una ternura que no me esperaba, me abrazó. Sus brazos rodearon mis hombros, y su cabeza se apoyó en mi pecho, como si quisiera tranquilizar mi tormenta interna.

—Lucas, todos estamos rotos de alguna manera —dijo suavemente—. Pero eso no significa que no podamos encontrar la manera de seguir adelante. Si no te sientes digno de mí, está bien. Pero para mí, ya lo eres. Lo que necesitamos es dejar de huir de nuestros propios demonios.

Sus palabras me golpearon como una verdad amarga que había tratado de ignorar. Me di cuenta de que no era solo ella quien necesitaba que yo le confiara mis secretos. Yo también lo necesitaba. Era la única forma de empezar a sanar.

—Fernanda... —susurré, mientras mis brazos, casi de manera involuntaria, la rodeaban, aceptando su apoyo por primera vez—. No sé si puedo hacerlo, pero quiero intentarlo. Por ti, por nosotros.

—Eso es todo lo que te pido —dijo ella, y por primera vez en mucho tiempo, sentí una pequeña chispa de esperanza encenderse dentro de mí

Lucas soltó un suspiro tembloroso, luchando internamente por dar el paso que tanto había evitado. Pero la mirada de Fernanda, la manera en que sus brazos lo rodeaban, lo anclaban en el presente, le daban una fuerza inesperada. Se separó de ella lo suficiente para mirarla a los ojos, sintiendo cómo algo dentro de él se rompía, dejando salir aquello que había mantenido escondido por tanto tiempo.

—¡Eres tú, Fernanda! —gritó, su voz cargada de emoción—. El motivo soy yo... ¡pero también eres tú! Me gustas, Fernanda. ¡Me gustas más de lo que jamás quise admitir!

Fernanda lo miró sorprendida, como si no estuviera segura de haber escuchado bien. Lucas, respirando con dificultad, continuó, como si ya no pudiera contenerse.

—Todo este tiempo, he estado huyendo porque... porque tú me haces sentir cosas que no debería. Desde el principio. Y me asusta. No quiero fallarte, no quiero que esto sea una mentira, una farsa... pero tampoco puedo ignorar lo que siento. ¡No puedo dejar de pensar en ti! —Las palabras salieron apresuradas, casi desesperadas—. Me gustas, Fernanda. Me gustas tanto que a veces siento que me vuelvo loco.

El silencio que siguió fue aplastante. Lucas respiraba agitadamente, como si hubiese liberado un peso inmenso. Fernanda se quedó mirándolo, sus ojos brillando, asimilando cada palabra. Entonces, con una suavidad que contrastaba con la intensidad del momento, alzó una mano y acarició su rostro, trazando con sus dedos el contorno de su mandíbula.

—¿Por qué te tomó tanto tiempo decírmelo? —susurró ella, una pequeña sonrisa curvando sus labios.

—Porque no creía que fuera suficiente para ti —respondió Lucas, más tranquilo, pero con un brillo de emoción aún palpable en su voz.

—Nunca has tenido que ser perfecto —dijo Fernanda, acercándose más—. Sólo necesitaba que fueras honesto conmigo... y ahora lo estás siendo.

Antes de que Lucas pudiera responder, Fernanda acortó la distancia que los separaba. Sus labios encontraron los de él en un beso suave, lento, pero lleno de todo lo que ambos habían estado conteniendo. Lucas se quedó inmóvil por un segundo, sorprendido por la calidez de su boca, por la manera en que su cuerpo parecía encajar perfectamente contra el de ella.

El mundo a su alrededor desapareció. El peso de sus inseguridades, de sus miedos, se desvaneció mientras respondía al beso con una intensidad que ni él mismo esperaba. Sus manos se deslizaron hacia la cintura de Fernanda, atrayéndola aún más cerca, como si temiera que pudiera escaparse de su abrazo. El beso se profundizó, sus labios moviéndose con más urgencia, más deseo.

Se apartaron sólo cuando el aire se volvió necesario, pero incluso entonces no se soltaron. Fernanda apoyó su frente contra la de Lucas, sus respiraciones entrelazándose en el silencio de la habitación.

—No tienes que ser el hombre perfecto, Lucas —murmuró ella—. Me gustas tal como eres, con tus errores, con tus dudas. Estoy aquí porque quiero estar contigo, no porque tenga que hacerlo.

Lucas la miró, incapaz de contener una sonrisa que se extendía lentamente por su rostro.

—¿Esto es real? —preguntó en un susurro, aún incrédulo de lo que acababa de suceder.

Fernanda sonrió de nuevo, esta vez con más ternura, y lo besó suavemente en la mejilla.

—Tan real como tú quieras que lo sea —respondió—. Pero prométeme algo: no vuelvas a huir. De mí, ni de lo que sientes.

Lucas asintió, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía el impulso de huir, sino de quedarse, de construir algo real con ella.

—Te lo prometo —dijo con firmeza.

Y mientras la abrazaba, sintió que, tal vez, este era el comienzo de algo que ni el miedo ni el pasado podrían destruir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro