Cóctel de Caos
Capítulo 11
Vino, canapés, pierna de pollo, sushi, caviar... comida tras comida, y yo sentía que la situación no cambiaba.
—¿Cómo te sientes? —volvió a murmurar Lucas acercándose un poco más a mi silla.
—Pues la verdad, tener a tu noviecita en el mismo sitio —le contesté— no es nada fácil.
Si ya me sentía incómoda en ese lugar, mi incomodidad creció cuando ese socio vino por Lucas y por mí, y nos habló. Para mi infortunio, nos acercó a Vanessa. Ese vestido rojo la hacía lucir despampanante, resaltaba su figura; era perfecta. Se movía con clase, como toda una reina. Al primer vistazo te dabas cuenta de que desde niña había trabajado en este mundo. No le costaba nada usar tacones, se desenvolvía con naturalidad, jugueteaba con su cabello mientras coqueteaba con un hombre de unos cuarenta o cincuenta años. Era joven, pero se notaba la madurez en sus gestos y algunas canas en su cabello, junto con esas arrugas que, en lugar de hacerlo ver viejo, lo hacían más interesante. Al menos eso pude percibir.
El socio nos hizo movernos y Lucas me tomó del brazo. En ese momento, me llené de ansiedad, pues no deseaba que nadie me tocara. Sin embargo, Lucas me tomó con una delicadeza y finura que me hizo sentir completamente tranquila. Para ser sincera, no pude identificar muy bien de qué hablaban. Mencionaron socios, negocios y dijeron que Don Humberto planeó este cóctel junto con el padre de Vanessa, quien, al verme entrar, casi me devoró con la mirada. No conocía el nombre de ese tipo, pero sí lo había visto en la revista cuando se anunció su compromiso. Salía en fotos con la pareja, tomados de la mano, y decían que la sociedad y la unión de las familias era algo maravilloso. Claro, todo el mundo veía ese matrimonio como el negocio del siglo, y yo era la intrusa que se había casado con el "niño bonito".
No presté atención a la conversación; solamente sostenía la mano de Lucas y trataba de mirar la decoración o cualquier otro otra cosa para no escuchar... hasta que mis oídos captaron lo siguiente:
—Su matrimonio fue muy apresurado —dijo el hombre.
Lucas le respondió con un pequeño discurso sobre cómo, cuando hay amor de verdad, no se tiene por qué ocultar. Tenía ganas de decirle que era momento de dejar de fingir, sin embargo, recordé lo que habíamos acordado anteriormente. Él había insistido en llevar los anillos puestos, en fingir ser la pareja perfecta. Recuerdo que me dijo que se pondría un poco romántico para demostrar “el amor verdadero”. Me dio risa interna. Escuché a Lucas decir que para el amor no había diferencia de clases sociales; hablaba como si lo nuestro hubiese sido una película romántica. Hubiese sido perfecto: "la pobre termina con el niño millonario". Jaja, todo podía pasar, menos que me llamaran ladrona.
Lucas besó mis labios. Selló sus labios contra los míos, y en ese instante sentí una corriente eléctrica que me recorrió el cuerpo. Nuestras lenguas se encontraron en un pequeño roce que no duró más de un segundo. Sin embargo, para mí fue suficiente para disfrutar de su dulzura. Poco después, para agregar más romanticismo, lo besé yo. Le dije por primera vez una palabra que no había usado ni siquiera con mi esposo, con quien se suponía que me había casado. Le dije:
—Mi amor.
Aún recuerdo cómo se sorprendió él y tuvo un ligero tropiezo en sus palabras cuando volví a cruzar mis labios con los suyos. Lo necesitaba. Esta vez, el beso fue más largo, más profundo. Íbamos a ser la pareja perfecta. Llegó la cámara del fotógrafo, yo sabía que necesitaba evidencia, así que necesitaba hacerlo. Era mi trabajo. ¿Qué mejor forma de fingir que besándolo? Lo besé, cruzamos nuestros labios mientras la cámara nos capturaba. Sabía que mañana saldríamos en las revistas. Mis amigas Valentina y Sofía tendrían argumentos para volverme loca. Pues no sabían que Lucas y yo nos habíamos besado.
Me las imaginaba por la mañana llamándome en aquel pequeño teléfono que me habían regalado. Ni siquiera me había tomado el tiempo de traerlo conmigo, pero la verdad es que no he tenido tanto tiempo. Después de limpiar la casa, Lucas me dijo que iríamos al centro de rehabilitación. Así que lo intenté y me quise meter en el papel de besarlo. Fue por eso que lo besé, porque sabía que los medios de comunicación lo sacarían de inmediato. Sin embargo, algo en mi interior me hizo saber que en el primer beso, que dimos para complacer al socio, me había quedado con ganas de más.
A diferencia del beso que nos dimos, o más bien que él inició, yo tomé su cuello y nuestras bocas se encontraron de nuevo. Nos enredamos en un beso largo, siendo la pareja perfecta.
—Buen trabajo —susurró Lucas mientras volvíamos a nuestra mesa—. Te besé una vez. Te pido mil disculpas si he fallado o si no te gustó, pero en verdad espero que entiendas. Fue un beso corto, no me atreví a besarte más, pero debemos ir ensayando. Qué gusto que tomaste la iniciativa, quedará claro ante todos los medios que derrochamos amor, y tal vez dejen de pensar que es un matrimonio fingido. O dejen de sentir celos.
—Gracias por besarme. Ya no quería incomodarte, por eso no lo hice, pero me tomaste del cuello y me acercaste más a ti —comenzó a narrar—. Pude sentir cómo la electricidad emanaba de mi cuerpo, cómo me recordaba aquella fragancia.
—Fue un buen beso, parecía de esas escenas de película —le dije—. Además, tú mismo dijiste que debíamos fingir.
¿Quién me creería si no te ayudaba?
—Me habías besado una vez, sí —Afirmo—, pero la verdad es que sentía que te estaba fallando o te podía hacer sentir incómoda.
—No te preocupes —le —respondió Lucas—, y estás más comprometida que yo.
Quería decirle que lo hacía porque me moría por hacerlo, porque, si lo pensaba bien, me había quedado con ganas de más desde el primer beso. Aquel primer beso que me dio frente al socio fue para acallar las malas habladurías sobre lo repentino de nuestro matrimonio. Quería decirle que el beso fue demasiado corto y que me había quedado con anhelo de más, pero lo justifiqué diciendo que era mi trabajo. Lucas lo había hecho para alejar al socio, pero yo lo hice supuestamente para alejar el deseo, para demostrar que era su esposa y que él no era un mujeriego, mucho menos gay o golpeador.
Lucas me contó que, en aquel antro, casi mató a alguien por intentar faltarle el respeto a una mujer. Odiaba que tocaran a las mujeres, y Vanessa aprovechó esa pelea para declararlo golpeador. Quería alejar ese rumor de las mujeres que leían las revistas y admiraban a Lucas, sabía que, en el fondo, aún había chicas que lo hacían. ¿Por qué no proyectarles que era un hombre amoroso como ningún otro? Tenía ganas de hacerlo, pero no me atreví a decirlo, pues, en el fondo, tenía miedo de que me dejara y, simplemente, no lo disfrutara.
Quería que nuestras bocas se volvieran a cruzar, pero sería un secreto que no me atrevería a decir. No diría en voz alta que tenía deseos de besarlo. Nos fuimos a sentar a la mesa, y de inmediato salió lo siguiente:
Don Raúl, el padre de Vanessa, y Don Humberto se encontraban frente a un pequeño escenario con un pedestal, donde parecía que iban a entregar un Grammy. Los dos hombres tomaron el micrófono. Don Humberto, con un papel en la mano y un traje demasiado negro, se veía ansioso, pues movía las manos de un lado a otro.
—Bienvenidos, empresarios y accionistas de empresas de vehículos, películas, inmobiliarias y comida. Colegas, compañeros y a todos los que aquí se encuentran —dijo Don Humberto—. Les damos las gracias por venir a celebrar la sociedad entre la empresa de viajes y transporte Usabiaga y el político y futuro gobernador Raúl González. Esta sociedad consiste en que nuestro transporte se hará cargo de cada concepto presidencial, y dicha empresa prestará sus servicios al gobernador. Es un privilegio para nosotros. Además, se nos otorgarán recursos para manejar el transporte del estado, y el gobernador ha prometido manejar sus negocios separados de la política.
Raúl tomó la palabra de inmediato. Por fin supe el nombre del padre de Vanessa.
—Como aquí sabrán, estoy como candidato a gobernador. Espero que se conceda y todo salga bien. Sin embargo, mis negocios continúan y forman una sociedad potente. Hoy, voy al grano: como empresario de comida —dijo Raúl— puedo unirme a la empresa de transportes. Ellos ayudarán a trasladar nuestros productos a cada estado. Si llego a ser gobernador, esta sociedad continuará. La empresa está muy involucrada y planea ayudar al estado a mejorar. Hoy celebramos una sociedad que puede resultar en conveniencia para todos los ciudadanos. Y si no es así, de todas formas es una excelente manera de seguir negociando. Sigan confiando en mí, sea empresario o político, estaré aquí para ustedes.
Raúl se despidió.
—Celebremos las inversiones que con esta sociedad mi empresa de transporte fortalecerá. Disfruten de la noche y decidan invertir, que recuerden que el mundo está dispuesto a comerse un nombre.
Sabía perfectamente cómo moverse en estos ámbitos. Los hombres y mujeres aplaudieron, y de inmediato Don Raúl hizo una seña para que su hija subiera. Vanessa, con un vestido rojo despampanante, tomó el micrófono.
—Y para celebrar —dijo Vanessa acercándose al micrófono—, esta noche quiero ofrecer una ofrenda de paz. Como saben, aunque nuestros familiares —dijo dirigiendo la mirada hacia nuestra mesa— el representante de dicha empresa, el señor Lucas, y yo no hemos tenido la mejor relación después del rompimiento de nuestro compromiso. A manera de disculpa, quiero pedir un fuerte aplauso e invitarlo a él y a su esposa a subir al escenario. Quiero hacer una ofrenda de paz; me siento que es la mejor forma de manejar este negocio entre nuestras familias y que nos beneficiará a ambos.
Lucas se veía nervioso, como si no quisiera subir. Sin embargo, el foco de la luz ya apuntaba hacia nosotros. Me paré y le di la mano, esperando que se moviera y me siguiera de inmediato. No lo hizo, así que lo apresuré y le susurré:
—Recuerda que es parte de las apariencias.
Subió conmigo.
—He de decirte —continuó Vanessa— que te quiero, y no me importa que no te reconozcas. No me importa que no sepas quién eres; aquí todos te aceptamos. Y a ti, te aconsejo que corras ahora, pues este podría ser el peor error de tu vida.
No entendía a qué se refería, pero todo en mi interior gritaba que no era nada bueno. Vanessa era demasiado víbora como para tener algo bueno entre manos.
—Y como forma de ofrenda y de demostrarte mis buenas intenciones —dijo Vanessa—, quiero que voltees a la pantalla. Creo que ya es momento de que seas quien realmente eres. Ya que tú no te atreves, quiero que te integres a la sociedad con tu nueva identidad.
En cuanto dijo eso, apareció una foto. Lucas se veía desnudo en una cama. A mi parecer, no estaba sobrio. Dudo que hubiera dejado que tomaran esas fotos en pleno uso de sus facultades. Me sorprendió aún más cuando vi un hombre acostado a su lado, con la mano entrelazada con la suya. ¡Dios mío! ¡Tenía que ser un fotomontaje! La forma en que Lucas besaba no daba para ser gay... ¿o sí?
—Lucas tiene un novio, ya deberían saberlo —dijo Vanessa mirándome a mí y colocándome al lado suyo—. Esto hizo que el reflector me cayera encima y me colocara frente al micrófono.
—Yo les dije que era gay. Quiero ofrecerle mi apoyo incondicional para que demuestre su orientación sexual y decirle que el mundo empresarial lo apoya. Te perdono por haberme utilizado, pero es
hora de que te des cuenta que esta mujer no se merece esto. Esta sociedad te acepta, pero te recuerdo al tipo que casi matas a golpes —dijo Vanessa—.
Claro, no se podía quedar tranquila. Me llena de furia recordar que Lucas había sido un golpeador y abusador, y ahora decir que era gay y revelarlo frente a un cóctel...
—Lo siento, pequeña mujer —dijo Vanessa hablando por el micrófono—, pero era nuestro deber como mujeres protegernos entre nosotras. Por eso quise revelarte mi secreto. Aunque no te conozco y fuiste el reemplazo, y fuiste lo que él usó como fachada, he de decirte que caíste en un juego maldito. Gracias por salvarme, Fernanda, y evitar que yo fuera la mujer que terminara casada con él.
En ese preciso momento, lo que parecía una broma de escuela se convirtió en una pesadilla. Una cubeta de agua cayó sobre mí, junto con globos que reventaron. ¡Dios mío! ¡Bromas estudiantiles! Lucas se quedó atónito, y detrás de ella apareció un letrero que decía "La mujer atacada, la mujer manchada", pues no solo era agua, sino pintura y plumas. Aunque estaba segura de que era cosa de Vanessa, de inmediato comenzó a dar órdenes para que me trajeran una toalla.
—¡Lucas! No seas inconsciente —dijo la mujer—, quiero que todos lo vean, han atacado a tu mujer.
Vanessa leyó una nota y dijo:
—"Eres un golpeador. Me vengaré y arruinaré lo más preciado que tienes. Que se demuestre que es una farsa para protegerte a ti. ¿De dónde la sacaste? ¿Del barrio más pobre?"
Era lógico que había sido ella, pero se mostraba como la sorprendida, como si hubiera recibido un ataque del hombre al que Lucas golpeó. Y todos éramos imbéciles por estarle creyendo.
Lucas seguía atónito. Vanessa me jaló hacia la parte trasera del escenario.
—Disculparán, pero la mujer no tiene por qué pagar. Iré a buscarle algo de ropa —dijo Vanessa haciéndose la más resentida posible.
—¡Sácate! —me ordenó casi gritando. Me dio un vestido azul, simple y barato, como los que usaba en casa. No encajaba en el cóctel de noche.
—A ver si con esto aprendes —dijo Vanessa, tomándome de la mano y sujetándome por el cuello—. Aquí no encajas. Ese vestido de pordiosera, deslavado y casi roto, te recordará que no eres digna de esto. No eres una dama de sociedad, y espero que con eso Lucas venga suplicando perdón si quiere que las fotos sean borradas.
—¡Fuiste tú! —le dije con el odio que podía reunir en ese momento.
—Acertaste —respondió, con una sonrisa venenosa—. Toda la sociedad cree que tenía una ofrenda de paz. Aunque, claro, es una impertinencia revelar el secreto de mi exnovio. Yo... yo solo quiero que salga del clóset y sea feliz. ¿Qué tienen de malo mis buenas intenciones?
—¿Qué pretendes? —le pregunté, aún más furiosa—. ¿Qué pretendes tú, viniendo a fingir que tienes un matrimonio?
Salí de detrás del escenario. No soportaba más a Vanessa. En ese preciso momento vi a Lucas tomar el micrófono.
—Quiero decir que esas fotos... son... un fotomontaje.
Me coloqué a su lado y le arrebaté el micrófono de las manos.
—No lo creo —dije, intentando mantener la calma—. No creo que sea verdad. Sé que algunos no me conocen y también sé que, por la ropa que hoy llevo, no encajo. Sé que en este momento no tengo la clase que ustedes, pero créanme que, por la forma en la que me ve, me besa y lo que he pasado con él... no es gay. Esto es una difamación muy mala.
De inmediato, Vanessa salió al escenario.
—Disculpen, yo pretendía poner un video a modo de disculpa, pero las fotos han sido algo sorpresivo hasta para mí. Supongo que mi computadora fue hackeada, tal vez por alguien rencoroso que odia que Lucas se oculte.
Lucas no dijo nada. Simplemente bajó del escenario, jalándome a mí de inmediato. Don Humberto movía la cabeza una y otra vez, como si tratara de entender cómo demonios había pasado esto. Ahora teníamos claro lo que Vanessa quería.
Tenía la mano marcada después de su apretón qué Vanessa me había dejado herida, y estaba claro que no iba a descansar hasta destruir la reputación de Lucas.
Lucas y yo salimos a toda prisa del salón, sin prestar atención a los murmullos que nos rodeaban. Afuera, el aire frío de la noche me golpeó el rostro. Me detuve para respirar y Lucas me miró con desesperación en los ojos.
—No debiste hacer eso —murmuró.
—¿Y qué esperabas que hiciera? —le respondí, aún sintiendo el ardor en la garganta por la humillación y la furia—. ¿Quedarme callada mientras te destruye?
—Esto no es solo por mí, Fernanda. Ella... ella sabe cosas. Puede hacerle daño a más personas. A ti, a mí, a mi familia...
—¿Qué sabe, Lucas? —insistí, intentando no gritar.
Él apretó los labios y miró hacia el suelo. El silencio se volvió insoportable hasta que finalmente susurró:
—Si te lo digo, estarás en peligro. Por favor, confía en mí. No quiero que te pase nada.
Lo miré, sintiendo que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. ¿Qué demonios estaba ocultando? ¿Por qué me había metido en esto sin saber a qué me enfrentaba realmente?
Antes de que pudiera responder, el teléfono de Lucas comenzó a sonar. Su expresión cambió al ver el nombre en la pantalla. Me mostró el número: era un mensaje anónimo.
"Si quieres salvarla, ven solo al lugar que sabes. Tienes una hora."
El pánico se apoderó de mí. Lucas se quedó inmóvil, como si le hubieran clavado un cuchillo en el pecho.
—¿Qué vamos a hacer? —le pregunté, sintiendo que mi voz temblaba.
—Yo iré —dijo, con una resolución que me heló la sangre—. Pero tú te quedas aquí.
—¡No! —grité, sintiendo que el miedo me paralizaba—. Lucas, si vas solo...
—Es la única manera —me interrumpió, tomándome del rostro con ambas manos—. Prométeme que no harás nada estúpido.
No podía prometerle eso, pero asentí. Él me dio un beso rápido, desesperado, y luego se alejó corriendo hacia el auto. Lo vi desaparecer en la oscuridad, sintiendo que mi corazón se rompía con cada paso que daba.
No podía quedarme de brazos cruzados. No después de todo lo que había pasado. Tenía que encontrar la manera de ayudarlo, aunque no supiera a qué nos estábamos enfrentando.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro