16.
Simone Masserati
Por primera vez esto, lo que soy, lo que tengo, mi vida misma pesaba. Desde crío me he preparado y he trabajado para convertirme en lo que soy hoy, pero ahora, ahora en un contra.
Si fuese normal, con una vida normal, ya la hubiese tomado de la mano y la llevaría de vacaciones indefinidas recorriendo el mundo. Estuviera los días pensando que puedo comprarle, que regalarle mientras la llevo a comer cada noche. La esperaría en casa con impaciencia después de un día de trabajo ardúo porque ella sin dudas cerraría el día de maravilla. Haríamos lo que hacen las parejas comúnmente. Incluso me hubiese presentado delante de ella de otra manera, no en la que lo hice.
Sin embargo, puedo regalarle el mundo pero no puedo tomar su mano y vacacionar como si no existiese nada más. La forma de conocerla implicó un disparo. Tendrá muchas veces que cenar sola o no hacerlo, esperando por mí a ver si regreso bien. Estará en constante peligro y tendrá muchas personas sobre ella.
Por eso, todo lo bueno que pueda darle, se lo daré. Todo lo que pida se lo concederé.
Soy consiente de que es una guerrera, una mujer jodidamente fuerte y el pavimento de su carácter lo forjó el sufrimiento; por ello he decidido que sí, le enseñaré todo. Porque si en algún momento yo no estoy, ella hará que todo esto por lo que trabajó Michelangelo y por lo que sigo trabajando yo, esté bien alto.
—Todo lo que quiera mi reina —comento. Otro beso cargado de todo lo que la deseo ahora mismo—. Podemos ir con Fany luego, empecemos por ello.
Voy hasta el subterráneo y me encuentro a Alessandro sentado en una de las sillas fumando mientras un hombre probablemente de mi edad está amarrado al centro.
Alessandro se levanta cuando entro y se separa. Me mantengo solo frente a él. El tipo me observa y yo lo sigo. Veamos quién se cansa de esta mierda.
No hablará. Si es de los hombres importantes no lo hará fácil.
— ¿Ha probado la carne humana? —le pregunto tomando dos cuchillos y afilándolos.
Él no dice absolutamente nada.
—Si a ti no te gusta hablar, a mi menos. Entonces, vamos a hacer lo siguiente: yo trabajo y tú, el momento en que lo requieras, me dices qué mafia peruana está ansiosa por trabajar conmigo.
Sigo afilando los cuchillos acercándome a él.
Vamos a consentirle. Pego el cuchillo a su piel intentando librarle de la dermis de su brazo. Es simple, es fácil y no le provocará estragos aún.
Aguanta.
Hago lo mismo en el otro brazo.
—Alessandro alcánzame un plato. Vamos a elaborarle la cena —ordeno.
Corto una de las orejas y las acomodo en el plato junto con lo que he cortado antes. No grita, solo emite un quejido de dolor. Es resistente. Los ojos me sobran los dos, pero solo saco uno y lo acomodo en el plato, el otro seguirá siendo testigo. La mano izquierda la quito. Una vez fuera doy un poco de candela para cerrar. Corto en trozos los dedos, será más fácil a la hora de digerir. Repito acción con los dedos del pie derecho.
—Un plato exclusivo, italiano con toques chinos. Comida cruda y de alta calidad —comento—. Vamos a probarla. ¿Por qué quieres empezar?
Él no dice nada pero gira la cara. Tomo uno de sus dedos y se lo pongo delante de los ojos. Una arcada que no logra disimular cambia la expresión de su rostro.
Le obligo a comerlo, haciendo fuerza.
Otra arcada. Muerde más. Más arcadas. No puede tragarlo.
—Tengo una paciencia increíble para esto. Debes haber escuchado las historias. No vas morir. Puedes resistirte, pasaremos meses en esto.
Introduzco un trozo de sus dedos del pie. Aún no ha tragado el de antes y se le llena la boca. Está a punto de vomitarlo así que tomo la cinta adhesiva y le cubro la boca. Se quedará con los alimentos en la boca hasta que los trague.
—Enciérralo en una de las jaulas. La más pequeña de todas. Dónde solo cabe arrodillado. Mañana continuaremos la alimentación y los cuidados.
Me limpio las manos y salgo de ahí. Probablemente sea el Clan de los Andes Negros. Es la que más actividades tiene y la que probablemente esté involucrada. Sin embargo, algo me dice que es solo el primer escalón de la maldita escalera. Aquí hay más.
Detrás de esta mansión hay una pequeña ducha. Decido pasar por ella, antes de entrar a mi habitación. Unas manos resbalan por mi espalda y sé perfectamente a quién le pertenecen.
Desde mi posición muevo mi mano hasta su antebrazo y la coloco frente a mí, debajo de la ducha. El agua la empapa también a ella dejando el conjunto blanco que la viste, transparente.
Vuelvo a ser preso de Gia Cambell en cuestiones de segundos.
Sus manos rodean mi cintura y yo me aferro a su nuca.
—No puedo aguantar más —susurra.
Bajo mi otra mano despacio por su abdomen hasta colarla por el borde de su short. Gime contra mi boca cuando llego a su sexo.
Miro hacia el lado y Alessandro caminaba de vuelta. No tengo que dar las ordenes, por aquí no vendrá nadie.
Dejo fijo mis ojos en los de ella, al igual que ella en los míos. Sigo moviendo la mano en busca de más. Sus ojos se cierran mientras corre ligeramente la cabeza hacia atrás.
Un gemido sin contención se escapa de su boca y yo azoto antes de seguir embistiéndola con mi dedo. Se aferra a mí mientras su cuerpo tiembla en mis manos. Bajo las manos a su cintura y la rodeo con fuerza cuando su agarre se afloja.
Cuando se recupera se arrodilla al suelo e intenta tomar mi verga. No dejaré que alguien vea como lo hace. Mi parte posesiva me lo impide.
—Aquí no Gia —demando. Ella me observa antes de actuar. Se levanta nuevamente y me toma de la mano. Camina conmigo dirigiéndose hasta pegarme a la pared trasera de la mansión.
Vuelve a agacharse y sin dar chance a protestas libera mi erección. Sus manos se mueven inquietas sobre la longitud volviéndome loco mientras su lengua saborea con una jodida gana la punta, haciendo un sonido placentero al apoderarse del líquido preseminal. Su boca egulle completamente mi verga y una vez dentro traga comprimiendo mi erección con su boca.
Lleva sus ojos en llamas a los míos y los mantiene. La posición en la que está, la forma en la que la veo y la satisfacción que recibe dándome placer a mí hacen que quiera correrme.
Apoyo mi mano en su cabeza, enredo mis dedos en su cabello y empujo. Una arcada le gana pero no se detiene. Sigue frenética absorbiendo mi polla hasta que me corro en su boca. Saboreando con su lengua hasta la última gota.
—Vamos a ver a Fany —comento tomando su mano y caminando hacia la mansión.
— ¿Por qué mierdas te pones tan jodidamente sensual para torturar? —indaga—. Por segunda vez compruebo que no te puedo ver así.
Pasamos por dónde están mis hombres, todos bajan la cabeza. Tiene prohibido mirar a Gia y ahora más que ese conjunto blanco se vuelve transparente.
— ¿Sensual? —cuestiono.
— Sin camisa, pantalones cortos cayendo de tu cintura rasgados y mostrando tu bóxer.
Mis labios se curvan en una sonrisa.
—Es por comodidad. Siempre lo hago así —comento.
...
—Mamá —dijo Fany con voz cantarina al entrar a la habitación. Se envolvieron en un abrazo.
Me observa a mí sentado en la silla de Gia y enarca una ceja.
— ¿Mamá es tu guardaespaldas? Porque está detrás de ti siempre —indaga.
Gia sonríe y se sienta en una de las sillas del frente de su escritorio.
—Ya le he preparado la cena —le informo—. ¿Qué habíamos hablado de la cena? Si eres una chica de palabra lo sabes.
Ella lo mira seria y se acerca a él.
—Si es así puedo compartirla, pero es más mía que tuya —me dice ella.
—Lo siento es más mía que tuya —dejo claro mientas ella cruza sus pequeños brazos a mi lado.
—No —contesta.
—Sí —contraataco.
—Esta bien ¿Por qué? —cuestiona.
—Porque es mi mujer.
—Es mi mamá —apunta ella.
—Ya es mía en papeles —agrego.
— ¿Mía no? —indaga.
—No.
—Entonces sé mi papá —suelta de pronto.
Me quedo callado escuchando sus palabras como eco dentro. Lo haría, pero lo que lo pida ella es jodidamente mejor.
—No lo sé. Tengo que pensarlo —digo y finjo que pienso—. ¿Te portarás bien?
—No lo sé, depende —dice sin merodear.
— ¿Me dejarás a tu mamá mucho tiempo para mí solo? —pregunto.
—A veces —responde.
— ¿Me harás caso?
—Tal vez.
— ¿No pedirás mucho helado de chocolate?
—No lo prometo.
—Pero es que me tienes que convencer piccola y tus respuestas son fatales —me quejo.
Y la respuesta que menos me esperaba es la que me da la cría:
—Pero es que cuando quieres algo, lo quieres y aceptas porque sí, no tengo que convencerte ni imponértelo si lo quieres.
Miro a Gia y esta sonríe. Puedo notar el orgullo hacia la pequeña, en su mirada.
—Tienes razón y para que lo sepas, si todo sale como quiero seré tu padre —le aseguro.
Me dispongo a salir al exterior a fumarme un cigarrillo en lo que Gia recorre y ve los asuntos del olfanato, pero antes de salir, tuve el primer momento de cercanía con la pequeña que me convertirá en padre por primera vez.
Le di un beso a Gia indicándole que estaría afuera. Miré a Fany una vez y ella lo hizo también conmigo. Imagínense dos personas ariscas y poco cariñosa con los demás. Gia me tocó la mano incitándome a qué me acercara yo a ella. Soy mucho mayor y soy el ejemplo, debería acercarme yo. En dos zancadas la tengo enfrente. Me agacho un poco y deposito un beso en su frente. Ella no hace nada pero una sonrisa se dibuja en sus labios.
Le pido a Alessandro que vigile a Gia en lo que resuelvo lo del pacto entre Parisi y Zanini. Me tocó poner una cláusula. Debo ser imparcial en todo lo relacionado con las mafias, pero, la mafia Parisi fue prácticamente familia desde antes de mi padre; no cambiará de dueño. Adriano solo tiene ojos para la cría rubia, pero me toca precaver por si la historia se repite. Después del pacto, donde se le prohibía rotundamente a Adriano, mantener relaciones de ningún tipo con la futura mujer de Adriano pues perdería su mafia, nos reunimos en mi casa. La boda se celebra lo más pronto que podemos hacerlo. Faltan apenas horas.
Ocupo asiento frente a Adriano y le pido a Ivy dos whisky. Sin duda una mujer puede cambiar el actuar de un hombre. Adriano está perdido en sus pensamientos.
—¿Sabes quién es la mujer que se casará con Gian? —pregunto mientras le doy un sorbo al whisky. Tantas cosas en mi cabeza y no he podido averiguar nada. Sin embargo, quiero estar seguro de que por su porte no hay problema para cumplir con el pacto.
—Me importa una mierda —asegura. Alcanza el whisky y le da un buche generoso.
—¿Estás seguro que no quisieras ver ni una jodida foto? —pregunto, una vez más asegurándome de que no hay problemas antes de firmar.
—No. Sea quién sea, para mí es invisible —comenta con total seguridad.
—No olvides el pacto...
—No lo haré Masserati. No jodas más con la puta boda —se queja—. ¿Qué tal si recordamos viejos tiempos?
—Llamaré a Alessandro y nos reuniremos en el campo en una hora —aseguro.
Adriano necesitaba de este juego, como antes. Una forma de respirar cuando se sentía asfixiado. Por mi parte fue una forma de practicar.
Hablé con Gia y me comentó que se quedaría con Fany, que pasara por ella cuando terminara. Envié a Michel con varios de mis hombres a cuidarlas mientras no estaba.
Llegamos al mismo tiempo al bosque. Este juego ya lo hemos jugado más de las veces que podemos contar. Dispersan diez hombres en el bosque y ellos se auxilian de la oscuridad de la noche y los árboles para sobrevivir. Cada uno de nosotros toma su rombo y sale en busca de su presa. Por mi parte, he aprendido a identificar las estrategias de los hombres y aunque ellos emitan el menor ruido posible, los descubro. La oscuridad es mi casa, mi refugio. Se cómo desplazarme por ella. Mi escucha se agudiza mucho más, mi olfato. Percibo el miedo de la presa, la necesidad de vivir. Es así como al recorrer el bosque apilé en el mismo sitio cuatro cuerpos.
Cuando el juego llegó a su fin, nos dirigimos a una de mis cabañas. La policía puede interceptar lo que quiera, que yo me seguiré desplazando.
—Creo que es importante mostrarte a la chica de Gian, Adriano —comento Masserati. Sé que trato mucho el tema pero no dejo que las cosas se me salgan de las manos. Hoy mismo le ordenaré a Alessandro que averigüe la identidad de la chica.
Adriano suelta un bufido de cansancio.
—Simone basta hermano con ese tema. No me importa en lo absoluto. Sea quién sea la chica, la maldita mafia Parisi está primero. No sé quebrará el pacto —contesta con mucha seguridad.
—Los rusos han puesto en marcha su nueva bebida. Las dosis de droga contenida son más bajas, pero más fuerte. Ahora mismo está dominando el mercado —informa Alessandro.
—De todos los campos que tienen para competir los rusos tú has decidido darle caña con las bebidas. ¿Por qué no alimentos? —expone Adriano.
—Porque está en peligro que lo consuma algún niño Adriano —responde Alessandro.
Coloco la botella de whisky. Adriano es el primero que se sirve. Está buscando la forma de olvidarse de que en horas se casará.
—¿Cuando han pensado en los niños en sus negocios? —pregunta Adriano y le da un sorbo a la bebida.
Es cierto. La orden de que no trabajarán niñas en los burdeles es real, pero jamás pensaba en los niños en los negocios. Algunas cosas empiezan a cambiar.
—Ahora es distinto —zanjo.
—Distinto, ¿en qué?
—Si la rubia tuviese idea de adoptar un niño o tuviese a su cargo un montón de ellos a través de una organización que se encarga de los que no tienen hogar ¿lo harías?
—Yo considero que la vida nos está cobrando todas las gilipolleces que hicimos antes —asegura—. Alessandro, deberías probar la bebida y tratar de que tú próxima creación tenga la calidad que aún le está faltando a la rusa.
—He enviado a alguien, pronto sabré que contiene. He identificado una nueva sustancia. No descansaré hasta que mi producto gane el mercado indefinidamente.
Lo de las bebidas de Alessandro es un negocio independiente. Se lo he permitido porque quiero que levante su propio imperio y si es con mi hermana con quién lo compartirá, quiero que asegure su futuro.
—¿Has probado con marketing? —inquiere Adriano y Alessandro se ríe.
—Adriano ¿Has visto alguna vez un mafioso promocionando su producto? Ya tenemos identificados nuestro público objetivo...
—El público de los rusos Alessandro. No sabes una mierda. No debes creer que porque un método no ha sido empleado por otros es inservible. Promocionar tu producto no quiere decir que obligatoriamente debas situarte en la televisión y hablar sobre él, o subir una foto a redes sociales. Hay tantos métodos...
—Ilumíname Adriano.
—Esta tipo de droga la toman como incentivo gran cantidad de empresarios. Tú debes empezar por ellos. En prácticamente todas las empresas hay alguien que trabaja para la mafia Masserati. Utilízalos como medios para promocionarlo entre los propios empresarios. Una vez tengas conquistado el conglomerado empresarial, ve hacia otro segmento.
—¿Quieres entrar al negocio? —pregunta Alessandro.
—Me quedo con el de armas.
Alessandro asiente. Otra ronda de whisky.
—¿Que harás con la rubia, Adriano? —cambio la conversación.
—Buscarla.
—¿Y la futura esposa?
—Simone cuéntame qué harías tú si te obligaran a casarte con otra mujer que no fuese Gia —dice—. El pacto prohíbe casarme con la mujer de Gian. Dentro de unos meses romperé ese maldito matrimonio.
—Solo no quiebres el maldito pacto. Tu padre ha mantenido la mafia Parisi, la levantó cuando estaba en ruinas. Pase lo que pase, sea quién sea no te metas con esa chica. Ya no hay vuelta atrás. Firmaste un pacto.
—Lo sé Simone. ¿Podrías dejar ese tema?
Las horas pasaron y el infierno que veía Adriano llegó.
—Masserati —responde Gia al tercer tono—. Me he dormido muy tarde con los chicos. Ni siquiera sé que hora es...
—Piccola bestia es la boda de Adriano Parisi...
— ¿Otro amigo, esposo? —indaga.
—Lo es —aseguro y escucho el silencio del otro lado de la línea. Con Alessandro le mentí, sin embargo, no tiene caso mantenerme como el hombre que no tiene nada más que su oscuridad con ella—. Alessandro te traerá.
— ¿Matrimonio por amor o concertado? —pregunta.
—Concertado y doble —respondo.
—Está bien. Nos vemos —dice y no cuelga.
— ¿Sucede algo? —cuestiono.
—Qué las parejas normales se despiden más cariñoso que esto —comenta—. Aunque tú y yo no seamos de todo normal, esperaría...
—Te amo piccola bestia —la interrumpo y me juego la mafia que ella ha sonreído.
No me responde nada y yo no espero a que lo haga... simplemente cuelgo.
En el mismo instante me entra otra llamada.
—Don la chica es estadounidense. Le huye a la policía. Se llamaba Emmaline Wast y tuvo una relación hasta hace un año con Adriano Parisi.
Por eso no debía dejar pasar la oportunidad de poner una maldita cláusula. Ahora estoy completamente seguro que Adriano no va a cumplir la promesa.
—Buen trabajo.
La boda se celebraba en el jardín de la mansión once, territorio neutral de ambas mafias. Acompañado de Renzo, esperando a mi chica se desata el murmuro que nos hace mirar. Es Adriano.
—Después hablamos de apariciones idóneas hijo. Has desatado la fiera —comenta Renzo con una sonrisa refiriéndose a las palabrerías de los demás.
—Hermosa nieta —saluda Renzo a Arianna y le da un beso en su mejilla—. ¿Ha sido muy duro tu padre para contigo?
—No —contesta ella. Se acerca a él y susurra:
—No es tan rudo nada, es solo una capa.
—Así que tienes una hija —digo.
—Así es —asegura. Y yo sé perfectamente que esa niña llegó ayer, pero también sé que ante toda Italia es su hija.
Se desata otra vez el alboroto de las personas y llevo mi vista hasta la fuente de procedencia. Esta vez si es mi chica, con un vestido de esos que se pegan arrebatadoramente a su figura y deja al descubierto sus piernas.
—Gia Cambell —comento—. Te excita provocar a los otros, abogada.
—Matrimonio concertado. Próximamente estaremos presenciando como se crucifican cuatro personas. He decido darle emoción al público antes —responde.
—Adriano Parisi, una de las víctimas —sigo. Ella sonríe y le extiende una mano a Adriano.
—Cuando quieras que te ayude con el divorcio me avisas —expresa.
—Podemos iniciar los trámites ya —asegura Adriano.
La boda empieza y cuando Adriano descubre quién es la chica que se casará con Gian, demuelen el piso bajo sus pies. Aún así ninguno de los dos, ni él, ni la cría hacen nada para impedir la boda. Gian es el imbécil que estaba a nada de acabar con la resistencia de Adriano al decirle a la cría la frase de «Eres mía pelirroja». Adriano llevó la mano a su arma dispuesto a disparar y no me quedó más opción que intervenir.
—Adriano hablemos —demanda. Este me observa y le hago una seña.
Aunque deba mantenerme imparcial Adriano es mi amigo, uno de los dos únicos amigos que tendré en mi vida, porque no ha nacido, ni nacerá, más nadie lo suficientemente bueno para ganarse ese puesto.
Espero por Adriano, en lo que él se queda en el mismo sitio debatiéndose si mandar todo a la mierda o pensar y hacer mejor las cosas.
Después de largos segundos me sigue al subterráneo de esta mansión.
—Darle un tiro no va a resolver este problema Adriano —comento.
—Sabías quién era la chica Masserati y no detuviste esta mierda. Sabes que yo no puedo verla con otro tipo. Entiendes que esto va a salir mal —protesta.
—Tienes que controlarlo Adriano. No hay vuelta atrás. Entiende. Se ha llevado a cabo un pacto —le recuerdo.
—Una mierda Masserati. No voy a dejarla en sus manos.
—Escúchame —ordeno y coloco mis manos en sus hombros—, lo arreglaremos.
— ¿Cómo demonios vamos a arreglarlo? —inquiere Adriano enojado.
—Lo haremos. Piensa antes de actuar y ten paciencia. Si te largas con ella vas a dejar a tu padre sin nada, en cambio, si lo piensas y encuentras una forma de deshacerte de Gian podrías conservar ambas cosas.
—No Simone, me cuesta pensar y tener paciencia cuando se trata de la rubia.
—Es pelirroja —sugiero—. Y lo harás, debes hacerlo. Solo así la recuperarás.
El tiempo pasa veloz y yo le intentaba explicar lo de la cláusula pero él estaba sordo, no escuchaba una mierda.
—Adriano —grito y lo agarro de los brazos—. Basta ya, joder. Es tu chica y lo entiendo imbécil. Yo también llenaría de balas a cualquiera por Cambell, pero comportándote como un animal no resolverá nada. La pelirroja busca poder y esa sed de crecer no la dejará sentada en casa mientras tú acomodas sus vidas. Ella ha dado el sí, tiene sus propios planes. No actúes a ti cuenta, jueguen un mismo juego.
—Creo en ella Masserati. Sé que puede jugar a su posta en la mafia Zanini, pero mi mente me jode con el simple hecho de que se ponga en peligro.
—Protégela, pero no la límites —le digo.
Cuando Adriano entiende y yo doy por finalizada esta reunión. Enciende un cigarrillo y sale al exterior.
—No debería fumar, es una cría —dice en alta voz y entiendo, al ver a la cría con mi mujer, que quiere que le transmita el mensaje.
—Abogada Cambell —la digo a mi mujer.
—El mismísimo Simone Masserati, Nicolle —comenta ella—. Cuidado con nombrarle de otra forma que no sea Don.
La miro y solo deseo perderme en ella toda la noche.
—¿Nicolle? —pregunto a la chica de Adriano—. No deberías fumar, eres una cría.
—La misma —contesta y asiento—. La cría ha crecido, lo sabe.
—Iré con los demás —dice.
Asiento y Gia contesta:
—Nos veremos más seguido Nicolle.
—Que así sea.
— Cuéntame...
—Te lo contaré en la mansión de Logan Clark, Piccola Bestia, encima de la cama, en la encimera, en el baño, dónde desees. Te contaré cómo me has tenido desde que entraste con ese vestido que marca esas caderas que voy a agarrar tan fuertes mientras te embisto una y otra vez. Te explicaré por qué no puedes ser Gia con nadie más que no sea conmigo. Te demostraré como me pones desde que has alcanzado la edad de quince años.
— ¿Con quince años ya querías follarme? —cuestiona.
—Empecemos por esa edad.
— ¿Eras grande igual en aquel momento? —indaga acercándose más y removiéndose en el sitio ansiosa por mi respuesta.
—Bastante —contesto.
—Creo que hubiese podido con ella —suelta segura.
— ¿Segura? —cuestiono.
—Sí. Tú eras el que ibas a tener que lidiar con la locura que te provocaría el sentirme tan apretada —comenta contra mi boca.
— ¿Tu crees? —pregunto.
—Podrías comprobarlo.
—Me estás provocando Gia Cambell.
—Lo estoy haciendo Don, porque no sé si tú quieres lidiar con mi estrechez, pero yo si quiero hacerlo con tu tamaño bastante grande.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro