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El ligero golpe de aquella bota contra el suelo de madera era el único sonido que se había escuchado por algunos momentos. Chris mentiría si dijera que no estaba nervioso, porque lo estaba, no todos los días la recién nombrada matriarca de los Calaveras llegaba a su casa para atender asuntos con él. Normalmente no tenía ningún asuntos con los Calavera, los evitaba lo más que podía.
La vista del Argent se fue hacia los dos hombres que habían llegado a su casa junto con la nueva matriarca. Uno era joven, un adolescente, y el otro era un sujeto de edad algo avanzada y robusto.
— Disculpe que tenga dudas, señorita...
— Leonora –Dijo la matriarca Calavera con una sonrisa.
— Leonora, discúlpame por tener dudas ¿Pero qué asunto tiene usted exactamente qué atender en Beacon Hills?
El Argent observó como la sonrisa de la chica se ampliaba un poco más. Fue algo ligero, apenas perceptible, no lo hubiera notado si no estuviera revisando su lenguaje corporal. Pero lo vio, aquél ligero temblor en sus comisuras que desapareció casi tan rápido como apareció.
— He venido porque quiero ver a mi hermano, me enteré que está en el hospital y no puedo estar sin saber cómo se encuentra –La preocupación en el tono de la chica parecía verdadera.
— ¿Quién es su hermano? –Le preguntó, algo dudoso.
— Leonardo Calavera, mi joven e intrépido hermano que siempre se mete en problemas –La matriarca Calevera suspiró.— Quiero asegurarme de que le estén cuidando bien, pero quería tener su permiso para andar por el pueblo, solo serán unos días.
Chris dudó por un momento, pero acabó asintiendo con la cabeza. Negarse a un pedido de una recién nombrada matriarca podría tener peores repercusiones que dejarla ir por el pueblo a gusto.
— Mientras solo sean unos días...
— ¡Perfecto, muchas gracias! –La cazadora se puso de pies, sonriendo.— Ya te dejaré de molestar, no quiero quitarle más tiempo, señor Argent.
La matriarca Calavera le hizo una seña con la cabeza a sus acompañantes y estos se fueron hacia la puerta, saliendo ellos. Chris acompañó a Leonora en un silencio que se le hizo algo incómodo, pero tampoco hizo nada para romperlo.
— Gracias por su permiso, Señor Argent –Le volvió a sonreír la chica una vez que estuvo fuera.— No se va a arrepentir.
Luego de ver como se iban y cerrar la puerta, Chris volvió a la sala y se sentó en el sofá. Se pasó las manos por el rostro un par de veces, aquello le había resultado agotador e intenso. Por alguna razón, tenía el ligero presentimiento de que si iba a arrepentirse de haber dado permiso a Leonora para andar libre por el pueblo. No la conocía, no sabía de lo que era capaz, y la chica no le transmitía nada específico como para adivinar sus intenciones. Se la notaba impredecible, le recordaba a Kate, y no sabía hasta que punto era bueno que alguien fuera como su hermana.
(...)
Leonardo se encontraba en su cama del hospital. Llevaba solo un par de horas, Liam había ido hace un par de horas para hablar con él acerca de lo que había ocurrido. Luego hablaron de cosas más personales, de cómo estaban los demás, de Samuel, de cómo llevaba que se acercara la luna llena. Cosas que consiguieron distraer su mente de la noticia que Malia le había dado el día anterior. Lo malo fue que el universo parecía odiarle y quería que tuviera bien claro quien era ahora la matriarca de los Calavera. Puesto que el karma hizo que ella golpeara a su puerta.
La vio entrar y por un segundo creyó que estaba soñando. Por debajo de la manta que le cubría hasta el abdomen se pellizcó la cadera. Sintió el pequeño dolor, no era un sueño, ella de verdad estaba allí.
— Siempre acabando en el hospital ¿No Leo? –Le preguntó mientras se adentraba en el cuarto y cerraba la puerta.— No puedes mantenerte lejos de problemas, nunca has podido y parece que nunca podrás.
— ¿Qué haces aquí? –Su voz sonó más hostil de lo que había querido.
— Hey, a mí me hablas bien –Le exigió, fingiendo estas ofendida.— Que ahora no soy solo tu hermana, soy la nueva matriarca de nuestra familia.
— Tú familia, querrás decir –La corrigió.— Dejé de ser un Calavera cuando me mordieron ¿O ya lo olvidaste?
— Aish, tu siempre reclamándome por eso –Leonora rodó los ojos.— Era una broma, no sabía que lobos cerca, lo juro, nunca haría nada para lastimarte hermanito.
Leo la miró mientras se sentaba a los pies de la cama. Eran gemelos, siendo Leonora la mayor por 2 minutos, toda la vida tuvieron los mismos ojos, el mismo cabello negro, el mismo tono bronceado de piel. Físicamente eran iguales, siendo la única diferencia notable el género y los cambios que este producía en los cuerpos de ambos. Pero mentalmente no eran iguales, mientras que él se preocupaba por las consecuencias de sus actos, su hermana siempre lo veía todo como un juego y a las personas como jugadores. Era muy raro que se tomara algo en serio, por eso no podía creer que fuera la matriarca.
Iba a reclamarle que si había sido su culpa, que si hubiera hecho caso y se hubiera quedado en casa esa luna llena él no hubiera tenido que salir a buscarla y no habría acabado mordido. Pero la puerta se abrió de par en par y ambos hermanos miraron hacia esta, Malia estaba de pie allí, mirando directamente a Leonora. La cazadora le mantenía la mirada, sumándole una sonrisa chula.
— Tú debes ser Malia –Dijo de repente su hermana ¿Cómo conocía a Malia?
La coyote se veía igual de sorprendida porque la chica le conociera. Leonora miró a ambos y rió al ver que le miraban confundidos.
— ¿Qué? ¿Pensaste que no me enteraría de que tengo cuñada? –Leonora hablaba con una tranquilidad que asustaba.— Tengo gente en todos lados, hermanito.
NOTA DE LA AUTORA:
La aparición oficial de Leonora. Malia y Leo quedaron como re impactados ¿Ustedes qué creen de ella? Cuéntenme que me interesa.
En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.
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