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Liam sentía un nudo en el pecho. Su lobo luchaba por salir mientras que él le mantenía a ralla.
Estaba solo en su casa, cuidando a Samuel. Peter se había ido a hablar con el Sheriff mientras que Malia estaba en una cita con Leo. Una paranoia extraña llevaba días comiéndole la cabeza, no dejándole concentrarse en su vida cotidiana.
Aquél presentimiento de que algo malo iba a pasar estaba siempre presente. Haciendo que más de una vez agudizara el oído para comprobar que en la casa solo estaban él y Samuel. Estaba sentado en el sofá de la sala cuando pudo escuchar un rechinido en el piso de arriba, como si alguien acabara de pisar una de las tablas flojas del suelo. Pero la única tabla floja estaba en el cuarto del bebé, donde ahora Samuel dormía.
Se puso de pie y subió corriendo, siendo seguido por Dalia. Saltándose los últimos cinco escalones y abriendo la puerta de la habitación dispuesto a lanzarse encima de quien estuviera allí. Pero no pudo hacerlo.
Sujetó a su perra antes de que se lanzara contra el hombre.
— Buenas tardes, joven Dunbar.
Deucalion estaba de pie junto a la cuna ahora vacía, sosteniendo en brazos a Samuel. El cual no lloraba ni se quejaba, sino que se mantenía tranquilo en los brazos del alfa.
La sonrisa que le dedicó el hombre hizo que tragara saliva. Reconoció su voz. Era él. Él era a quien había escuchado en su cabeza.
El alfa dio un paso hacia él y Liam retrocedió. Estiró su mano libr hacia Samuel, queriendo cogerlo, pero Deucalion apegó aún más al bebé a su pecho mientras negaba con la cabeza.
— Aún no he terminado con él –Dijo. Haciendo que Liam temblara de pies a cabeza.— Quiero que se acostumbre a mi olor, voy a pasar mucho tiempo aquí, después de todo.
El mayor caminó hacia él y pasó a su lado, saliendo del cuarto y encaminándose escaleras abajo. Liam metió a Dalia en el cuarto y le siguió de cerca, no queriendo perderle de vista ni por un momento porque aún tenía a su hijo en brazos.
Deucalion fue a la sala y se sentó en uno de los sillones individuales. Bajando su vista a Samuel, quien le miraba fijo.
— El niño tiene tus ojos –Resaltó. Aunque parecía estar hablando para sí mismo.— ¿Cómo se llama?
Liam no respondió, estaba ocupado observando como una de las manos del alfa acariciaba la pequeña cabeza de su hijo. Tenía miedo de que le hiciera algo. No le conocía, no sabía de lo que era capaz.
— Acabo de hacerte una pregunta –La severa voz que empleó el mayor le hizo mirarle a los ojos. Sintiendo como su corazón se saltaba un latido.
Deucalion le miró con inexpresividad, como si le estuviera analizando detenidamente.
— Siéntate chico, que hablar contigo mientras estás de pie como estatua es incómodo.
Muy a su pesar, Liam tuvo que obedecer. Caminó despacio y sin apartar la vista de Samuel hacia el otro sillón individual, quedando frente a Deucalion y separados por la pequeña mesa de café. La cual no les llegaba a dar un metro de distancia.
La mirada del hombre estaba clavada en él, bajando cada tanto hacia Samuel. Pero el 80% del tiempo le miraba a él.
Liam sabía que, en algun momento de su vida, Deucalion había sido ciego. Él le había conocido así, con aquellos ojos que miraban sin mirar realmente y aún así daban miedo. Pero ahora que la visión del alfa había sido restaurada, daba aún más miedo.
— ¿En qué estábamos? ¡Ah si! Me ibas a decir cómo se llama el pequeño.
— Samuel –Respondió Liam en un hilo de voz.
— Habla fuerte Liam, me han contado maravillas de tí. Demuéstrame que es verdad eso de que eres firme y serio, no quiero llevarme una decepción.
El rubio volvió a hacer contacto visual con el alfa. Frunciendo un poco el ceño. Se imaginó que estaba frente a la manada, que tenía que verse serio y fuerte, y que no tenía nada a lo que temerle porque era capaz de defenderse.
— Su nombre es Samuel –Dijo esta vez con mucha más seguridad y en voz más alta.
— Así me gusta –Exclamó Deucalion. Sonando realmente satisfecho.— Cuéntame Liam ¿Por qué crees que estoy aquí?
Esa pregunta podía tener varias respuestas. Liam ya tenía varias teorías de por qué Deucalion estaba allí. Pero en el momento ninguna parecía convencerle del todo como para sacarla a la luz.
— No lo sé –Admitió.— ¿Por qué estás aquí?
La sonrisa que antes adornaba el rostro del alfa desapareció, siendo reemplazada por una expresión de seriedad.
— Anda, debes tener alguna idea –Le dijo, como incitándole a hablar.— ¿Por qué crees que vine hoy, sabiendo que Peter no estaba, a hablar contigo?
— Creí que venías a lastimarnos.
Una carcajada más falsa que la quinta pata de un gato salió de la boca del mayor. En sus brazos, Samuel se retorció ante el repentino ruido fuerte. La vista de Deucalion bajo al niño, serio. Pero se suavizó mientras le calmaba.
— Si hubiera venido por eso, ya estarías muerto –Dijo con cierto aire de presunción.— Que aún respires confirma que no, no vine a hacerte daño.
— ¿Entonces a qué viniste?
— A socializar –Repuso.— No sé si lo sabías, pero hace mucho tiempo era amigo de la manada Hale, antes del terrible incendio. Ahora quiero recuperar algo de eso. Ya sabes, por los viejos tiempos.
Por alguna razón, Liam no le creía ni media. Escuchó un auto detenerse frente a la casa y luego irse. Malia había llegado.
NOTA DE LA AUTORA:
¡Chan! Tomen suspenso en toda la cara. Soy muy mala.
En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.
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