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Peter intentaba mantener la calma, pero estaba muy tenso. Primero porque Satomi iría a su casa, invitada por Liam, para terminar la conversación que habían comenzado en la veterinaria de Deaton. Y segundo porque la reciente declaración de Scott le tenía nervioso.

Estaba seguro de que el joven alfa no estaba mintiendo, pero le sorprendía que Deucalion hubiera realizado aquella maniobra. Normalmente el otro alfa era de el tipo que atacaba y luego preguntaba, pero sus formas de ataque eran tan brutales como espontaneas y siempre conseguía lo que buscaba sin importar que fuera aquello. Pero esa era una de las razones por la que le desconcertaba que hubiera querido poner a Scott en su contra, sabiendo que el alfa verdadero tenía ese título porque era incapaz de matar siquiera a una mosca. Pero el hecho de que pasaron varios meses sin recibir ningún ataque, le confundía aún más.

Deucalion compensaba su falta de paciencia con la capacidad de manipular a cualquiera sin hacer mucho esfuerzo. Por eso era un completo misterio el por qué lo único que había oído del alfa ciego en esos meses era de la boca de Scott.

Liam, por su parte, intentaba mantener la calma por ambos. Viéndose sereno mientras con ayuda de Malia acomodaban todo para que la casa estuviera presentable luego de todo el conflicto con el otro alfa. No le gustaba admitir que Peter había arrojado algunas cosas solo para intimidar a Scott, pero así había sido.

Mientras tanto, Peter se había quedado cuidando a Samuel en la habitación. Estaba dándole de comer al niño cuando escuchó el carro de la otra alfa detenerse frente a su casa. Cerró los ojos mientras se aferraba a su hijo. Deseando realmente no tener que bajar. Necesitaba un poco más de tiempo. Aunque fueran unos minutos.

— ¡Ya llegaron! –Gritó Malia desde el piso de abajo, a sabiendas de que él no estaba en su mejor momento.

— Bueno, papá tiene que ir a ser un buen alfa –Le dijo a su hijo con una sonrisa mientras lo dejaba en la cuna.— Deséame suerte, cachorro.

Dejó el biberón del niño encima del mueble donde guardaban la ropa y salió de la habitación. Dejando entrar a Dalia como su remplazo.  No entendía por qué el animal reaccionaba mal con Derek, mientras que a Satomi, la cual era una completa extraña, ni siquiera se le acercaba.

Bajó las escaleras intentando aparentar que no estaba considerando la idea de lanzarse por una ventana y sonrió al ver a la otra alfa junto a la entrada, acompañada por Leo.

— Me alegra verte tranquilo, Hale –Confesó la mujer, adentrándose más en la casa.— Por como saliste corriendo, creí que algo malo había ocurrido.

— Fue una falsa alarma –Repuso el alfa menor sin entrar en detalles.— Ya está todo bajo control.

— Así lo veo –Asintió la mujer.— Tienes una bonita casa, por cierto. Mejor que ese departamento feo en el que vivías antes.

Malia y Liam tuvieron que reprimir las ganas de reír. Satomi les miró unos segundos con su mirada más crítica para luego voltear hacia la puerta de la casa, la cual aún estaba abierta.

— Leo, entra de una vez, tienes a Liam esperando.

Ante la orden, el mencionado apareció en el umbral, dedicándole una sonrisa a Liam mientras se adentraba en la casa. Los dos alfas llevaban desde el día anterior al nacimiento de Samuel sin hablar, aunque ninguno de los betas que asuntos importantes podían surgir en tan solo un par de días. Pero eso era lo que sería hablado ese día.

— Vaya... –La coyote estaba frente a Leo antes de que este pudiera entrar del todo en la casa.— Hola, no nos han presentado oficialmente. Soy Malia.

El beta de Satomi le miró con una sonrisa, demostrando cierto interés. Peter rodó los ojos y guió a Satomi hacia la sala, queriendo evitar el coqueteo de su hija. Ya tenía suficiente con cada vez que pedían una pizza y la coyote intentaba ligarse al repartidor. Estaba al tanto de que más de una vez lo había conseguido. Malia había heredado el encanto de su padre. Y eso ahora era una maldición para Peter.

Una vez en la sala, e ignorando los coqueteos de su hija con el otro beta y las risas de Liam, Peter se centró completamente en la otra alfa. La invitó a sentarse en el sofá y ella aceptó, sentándose derecha y de forma muy correcta, con su bolso sobre sus piernas. Llegando a verse elegante a pesar de su mayoría de edad.

— No llegaste a decirme en la veterinaria el por qué de tu visita –Recordó el alfa Hale, sentándose en el sofá adyacente al que se encontraba la mujer.— ¿Algo de lo que deba preocuparme?

— Me temo que si –Asintió la mujer.— Hemos estado recibiendo amenazas constantes, estos últimos días. Más precisamente desde que te fuiste de mi casa.

— ¿Qué clase de amenazas? –Quiso saber Peter.

Observó mientras Satomi abría su bolso y sacaba unas fotografías impresas, las cuales parecían haber sido tomadas con una de esas viejas cámaras instantáneas. Algo antiguo para el gusto de Peter, pero funcionales a la hora de conseguir evidencia y de tenerla lista rápidamente.

Cogió las fotos que le tendía la mujer y pudo ver a qué se refería ella. Eran cinco fotos en total, en todas se veía el mismo símbolo hecho con sangre y, debajo de esta, el desafortunado animal que había sido usado para hacerlo. Los símbolos se veían en diferentes lugares, Peter pudo saber que el de la primera foto estaba en una roca a los límites del territorio de la alfa budista y el de la última foto se encontraba en uno de los muros del hogar de la manada de la mujer.

Peter reconocería ese símbolo donde fuera que se lo mostraran. No era la primera vez que aquello aparecía cerca de su familia o aliados.

Arrugó un poco las fotos ante la fuerza que estaba ejerciendo sobre estas.

— Deucalion.

NOTA DE LA AUTORA:

Un poco de tensión para ustedes. Porque eso es bueno para el corazón... En realidad no, pero esta es mi historia y hago lo que quiero perris. Así que se van a tener que aguantar la tensión. Soy muy malota.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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