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23

Liam quería olvidar el hecho de haber visto a Peter en todo su esplendor mientras se cambiaba. Aunque la imagen mental estaba allí, impregnada en su su cerebro, repitiéndose una y otra vez como un disco rayado mientras él se hundía en el asiento del Mustang.

Se habían vestido y habían ido a por las maletas de Liam para luego emprender camino al pueblo vecino, en el cual iba a ser la reunión.

Como Malia iba con ellos, la chica no le había dejado sentarse adelante. Por lo que había acabado marginado en el asiento de atrás mientras los dos Hale iban riendo y charlando entre ellos sin siquiera percatarse de él.

Peter le miró por el espejo retrovisor, viéndole mirando por la ventana con una expresión del más puro aburrimiento. Sus audífonos no impedían que la música que el menor estaba escuchando la escuchase él también, y si a él le aturdía ni se imaginaba lo que le hacía a Liam.

— Deberías bajar el volumen –Aconsejó en voz alta, para que le escuchase.— Te vas a dañar los oídos.

En lugar de hacer caso, el beta subió el volumen aún más, al punto de que ya no escuchaba lo que Peter le decía.

El alfa frunció el ceño ante el obvio intento por ignorarle que estaba haciendo Liam y regresó su vista a la carretera. Malia, por su parte, fingía que no había visto nada.

(...)

Cuando estacionaron frente a la casa, luego de tres horas de viaje y una parada para cargar combustible e ir al baño, se quedaron boquoabiertos viendo el lugar. Eso no era una casa de playa, era una maldita mansión a nada más metros del mar, con una playa en lo que debería ser el patio trasero.

Liam y Malia se habían quedado con la cara pegada a las ventanillas del auto mirando hacia la casa, mientras que Peter se había bajado.

— Andando –Les dijo.— Y cierren la boca, que les van a entrar moscas.

No alcanzaron a llegar a la puerta cuando Satomi salió con su típica expresión impasible.

— Bienvenidos –Dijo con un tono tranquilo.— Espero que puedan sentirse cómodos en los días que se queden aquí.

— Gracias –Dijo Peter estrechando la mano que la otra alfa le tendía.— Estoy seguro de que nuestras manadas van a llevarse bien.

— Eso espero –Suspiró la mujer sonriendo.— Pasen, por favor, siéntanse como en su casa.

Los tres ingresaron siguiendo a Satomi y, en la sala se encontraba la manada de la alfa, todos de pie uno junto al otro mirándoles con tranquilidad. Excepto por uno de ellos.

En un principio, Peter no le dio importancia, incluso se podría decir que lo ignoró. Pero durante la cena, la mirada asesina que aquél chico le dedicaba a Liam era más que obvia, también lo era el hecho de que Liam le miraba de igual forma.

Debido a eso, la cena fue algo tensa. Puesto que todos los presentes notaban la forma en la que ambos betas se miraban y, a pesar de intentar hablar de cualquier cosa para que ellos centraran su atención en algo que no fuera la cara del otro mientras, al parecer, se los imaginaban muriendo, no había forma de hacer que ellos se centraran en otras cosas.

Cuando acabó la cena, Peter iba a hablar con Satomi acerca de cosas de alfas, mientras que Malia se había ido a recorrer los alrededores y Liam se iba al cuarto que les habían asignado.

Peter había intentado con toda su fuerza de voluntad concentrarse en lo que Satomi le decía. Pero le era imposible, había visto el estado de Liam al irae escaleras arriba. Molesto, agitado, apretando los puños y con una expresión de que en cualquier momento iba a lanzarse encima de alguien.

El alfa no iba a admitirlo, pero estaba preocupado.

Aún así, se obligó a enfocarse en lo que la mujer le estaba diciendo. De esa forma la charla iba a ser corta e iba a poder irse.

Dicho y hecho, cuando acabaron de hablar, Peter prácticamente corrió escaleras arriba. Abriendo la puerta del cuarto que le habían asignado a Malia y Liam, y viendo al chico sentado en su cama usando el móvil.

Suspiró al ver que estaba bien y se dispuso a ir a su propio cuarto.

— ¿Ocurrió algo? –Le preguntó el beta alzando una ceja.

— No, nada –Negó.

— ¿Seguro? –Insistió en preguntar.— Porque entraste como si te persiguiera el diablo.

— No es nada, ya me voy a dormir –Se dio media vuelta y se dispuso a salir.— Iré a buscar a Malia, buenas noches Liam.

— Buenas noches –Escuchó murmurar al menor.

Cuando Peter se fue, Liam dejó el móvil a un lado y se acostó mirando al techo. Bufó con pesadumbre y se metió debajo de las mantas. Había estado rezando que quizás Brett no iba a estar allí, pero como el universo le odia, Brett obviamente estaba allí e iba a tener que soportarle por varios días.

— Ve a pasar tiempo con la otra manada, decían. Será divertido, decían.

El rubio se pasó una mano por el rostro y acabó frotándose el puente de la nariz mientras intentaba que su mente le llevase a un lugar feliz.

Se puso de lado y se tapó hasta la nariz, había elegido la cama que estaba junto a la ventana. Así que, por lo menos, podía decir que la vista de la playa era muy bonita.

Malia entró al rato y la escuchó tirarse en la cama y estirarse cuan larga era, para luego dormirse.

Alguien debería haberle dicho que la coyote roncaba, porque era insoportable. No entendía como una chica podía emitir semejante ronquido, eso debía ser un problema médico.

Otra noche en la que Liam no iba a poder dormir bien.

NOTA DE LA AUTORA:

Pobre Liam, el seguro que se quería ir a dormir con Peter ¿Qué creen que pase ahora? Bret es un pesado, hay que pegarle.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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