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Capítulo 151. Entre las sábanas...


Las dos mujeres seguían abrazadas, Laila sobre las piernas de Alana. No se había movido ni un ápice. Parecían un solo cuerpo, apretándose una contra la otra. Hasta que la oncóloga terminó con dicho abrazo. Apartó suavemente a Laila de sus piernas, lo que hizo que ésta la mirara algo sorprendida. Si fuera por ella, su posición preferida sería estar a horcajadas sobre Alana. Y a todas horas si podía ser. 

La mujer se dio cuenta del cambio brusco del rostro de Laila. Por lo que decidió intervenir al instante. 

-Tranquila, cariño, sólo que nos estorban las braguitas…Es mejor retirarlas, ¿No crees?

-Sí creo…

Ambas mujeres necesitaban más de la otra, por lo que Alana le pidió a Laila que se recostara en la cama, mientras ella misma se quitaba la prenda. La joven lo hizo sin rechistar y con una sonrisa que no le cabía en su precioso rostro, lo que hizo que la oncóloga palideciera. Laila era la mujer más bella que había visto nunca, y si encima le sonreía de esa manera, podría crear un caos en su corazón. Ella misma se iba a encargar de retirarle las bragas a Laila. Y la cosa no se iba a quedar ahí. Tenía la intención de hacer suya a la joven y también de hacerle sentir un placer que no olvidaría nunca, entre esas cuatro paredes de ese increíble hotel de Nueva York. 

Laila no conseguía relajarse, porque el hecho de pensar que iba a tener encima de ella a Alana, la ponía más nerviosa si cabía. 

Alana cogió a la joven de las muñecas mientras se colocaba sobre ella. Las sujetó sobre la cabeza de la chica. Tenía la intención de que la joven no se moviera mientras ella hacía de las suyas. 

Comenzó a pasar su lengua por la comisura de los labios de Laila. Suavemente. Estaba consiguiendo desquiciar a la profesora, porque mientras su lengua recorría los labios de la joven sutil y sensualmente, sus pechos se posaban sobre los de Laila, rozando, chafando y acariciándose unos con otros. 

-Alana…No voy a aguantar…Así no…

-Claro que vas a aguantar…Amor…Vamos a llegar juntas mientras tocamos el cielo a la vez, ya lo verás. 

-Está bien…

Alana decidió soltar a la joven de las muñecas. Necesitaba ir bajando mientras iba besando la piel de Laila, del rostro, del cuello, de la clavícula y luego del escote. Alana estaba sobreexcitada de nuevo. 

Mientras se deslizaba dejando lamidas y besos infinitos en la erizada piel de Laila, decidió ayudarse con la punta de sus dedos acariciando los brazos de la profesora. Ésta perdió la noción de tiempo y del lugar donde se encontraba. Alana estaba consiguiendo que viviera un momento maravilloso y difícil de describir. 

La oncóloga posó su empapado sexo sobre el abdomen de la joven. A Laila no le pasó  desapercibido lo húmeda que se encontraba Alana. Luego, ésta, se inclinó para coger con sus manos los pechos de Laila y llevarlos a su boca para chuparlos, lamerlos y succionarlos. 

-Alana…Estoy perdiendo la razón…Joder, no sé ni dónde me encuentro…-La joven necesitaba tocar a la oncóloga mientras ella hacía lo que quería con su cuerpo, por lo que llevó sus titubeantes dedos a los perfectos y tersos muslos de Alana, mientras ésta seguía jugando con sus pechos. 

La oncóloga quería seguir descendiendo. Por lo que dejó de jugar con los pechos de Laila y se centró en su abdomen plano y moreno. Pasó su juguetona lengua y sus hinchados labios por toda la zona abdominal de la joven. 

Laila creyó que le iba a dar algo con todo lo que Alana le estaba haciendo sentir y vivir en esa cama de hotel. Desde luego que nunca podría olvidar lo que estaban viviendo en ese momento y además en Nueva York. 

Alana, antes de seguir su camino, miró a Laila con un amor descomunal. Esos dos cuerpos estaban destinados a amarse eternamente, y ambas mujeres lo sabían. 

La oncóloga se dirigió sin más preámbulos a la zona húmeda de Laila. Se moría de ganas por hacerle tener un orgasmo sublime con su lengua. Era la intención que tenía. Cuando ya estaba a unos centímetros de los labios genitales de la joven, decidió pasar la lengua con una suavidad pasmosa, lo que hizo que Laila reaccionara involuntariamente con casi un brinco.

-Joder…Alana…- Laila estaba extasiada pensando en lo que le iba a hacer sentir la lengua de Alana en sus genitales y en su vagina. Y no iba mal encaminada. La oncóloga la tenía a sus pies. En ese momento pensó que la mujer podía hacer lo que quisiera con ella, como también sabía que Alana la iba a hacer la mujer más feliz del mundo. 

Los experimentados dedos de la oncóloga abrieron fácilmente los labios de Laila para poder tener mejor acceso a la entrada de la vagina de la chica. Alana sonrió para sus adentros. Estaba exultante y fascinada. Se sentía la mujer más afortunada del mundo al ser la única que podía tener a Laila de esa manera, sólo para ella. Pero Laila se encontraba igual. 

Alana lamió los labios de Laila ágilmente, mientras ésta no paraba de gemir. En ese instante no podía ni pensar en que alguien la podría escuchar gimiendo. No quería perder la concentración. Sus gemidos poco a poco se fueron intensificando, mientras Alana se excitaba más y más al tener a Laila tan abierta y al escucharla gemir descontroladamente. Su lengua pudo acceder rápidamente a la entrada de la vagina de la profesora y comenzó a moverse entre las paredes vaginales recorriéndolas con ansías. Hasta que la oncóloga supo perfectamente que la joven estaba casi por tocar la cima con el orgasmo que estaba a punto de sacudirla, por lo que ella misma se tuvo que concentrar en tener su propio orgasmo para tocar las dos mujeres a la vez el cielo, como habían planeado. Y así fue. Cuando Laila llevó sus dedos a la melena de la oncóloga, los labios vaginales de la profesora pringaron el rostro de la mujer mientras ambas tenían un orgasmo muy esperado y compartido. No se lo podían creer. Lo que sus cuerpos podían hacerles sentir una a la otra. Sólo ellas podían experimentarlo.

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