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Capítulo 68. Los estragos del amor.


-Laila, cariño, ¿Qué te ha dicho Alana para que hayas salido con esa cara de la consulta?

-Isabel, no es que me haya dicho, es que soy una imbécil.

-¿Por qué dices eso?

-Ella simplemente me pidió un abrazo, y yo me he sobrepasado de nuevo con ella. No paro de cagarla, pero a decir verdad, cuando la tengo tan cerca no puedo desaprovechar dejarme llevar por lo que siento por esa mujer. No puedo evitarlo, es superior a mis fuerzas.

-Vaya Laila, sí estás enganchada a esa mujer. Pero qué fue lo que intentaste con ella…

-La intenté besar. Y ella no me correspondió. Eso es lo que pasó. Entonces…Me siento como una enferma imbécil. Ella intentó animarme y al rechazarme consiguió todo lo contrario. He salido peor de su consulta, porque me rompe el corazón que me rechace así, duele mucho, ¿Sabes?

-Laila, sé que duele, y para colmo se te junta con todo lo de la enfermedad - Isabel cogió de la mano a su amiga y se la apretó con cierto cuidado.

-Alana no siente nada por mí, simplemente debe de sentir lástima, es hora de que abra los ojos. Voy a intentar dejar de pensar en ella para poder centrarme completamente en mi recuperación.

-Me parece muy bien, Laila. Pero, yo creo que lo que le pasa a esa mujer es que tiene pareja y además es tu oncóloga, pero estoy segura que si ella estuviera sola y no fuera tu oncóloga, otro gallo cantaría.

-Isa, no me des mensajes falsos sobre lo que ella siente por mí. Si tan mal está con su novia y aunque sea mi oncóloga, si te besa la persona que te gusta o de la que estás enamorada, yo creo que sí te dejas llevar por lo que el corazón siente.

-Bueno, eso te pasa a ti, que eres una romántica incurable. Nunca has tenido novia porque ninguna mujer te ha llegado al corazón como debe llegarte. Y por fin parece que has encontrado a esa mujer capaz de hacerte replantear algo con ella. Yo creo que sí es Alana, pero necesita su tiempo para cambiar ciertos aspectos de su vida. Yo veo como te mira y te digo que hay amor en su mirada. Te mira embelesada, y no creo que sea porque tus ojos son preciosos. Tú le gustas, y mucho. Luego ha ido a tu casa a verte. Esa mujer no va a ver a todos sus pacientes oncológicos a sus casas, vamos hombre. 

-Lo mejor será que me olvide de ella como sea, debo centrarme ahora mismo en mí, en mi recuperación y en la exposición, tengo que estar a la altura de las circunstancias.

-En eso sí te apoyo, céntrate en ti y lo demás irá viniendo solo, ya lo verás.

Las dos mujeres subieron al coche de Isabel y ésta acercó a Laila a su casa. La joven necesitaba ver a Matiz y tirarse en la cama con él. Acurrucados, todas las penas eran más llevaderas para Laila.

Alana acabó su turno en el hospital asqueada y sin poder quitarse a Laila de la cabeza. La había cagado con ella, porque de nuevo la había rechazado por el mero hecho de no corresponderle. Seguramente le habría hecho daño a la joven comportándose así, pero lo que Laila no sabía era que ella se bloqueaba simplemente con tenerla tan cerca. Se sentía miserable por hacerle sentir así a Laila, porque además a ésta se le juntaba con todo lo que le quedaba por pasar en el proceso del tratamiento para combatir la enfermedad. Quizás sería necesario hablar con ella y ser sincera, no podían seguir así, y si Laila se había abierto con ella en cuanto a sus sentimientos, Alana debería hacer lo mismo. No se esperó ni por asomo que la joven tuviera su olor incrustado en toda ella, como tampoco que se muriera por besarla. Ya tenía mucho más claro que la joven sí sentía por ella, pero también tenía más claro todavía cuáles eran sus sentimientos hacia Laila.

Eran las seis de la tarde cuando Alana cogió su bolso, salió de su consulta y se dirigió donde su corazón le estaba pidiendo a gritos que fuera. Este comenzó a latir desbocado porque no sabía cómo iba a ir la visita a Laila. Quizás la joven no querría saber nada de ella después de lo que había pasado en su consulta, pero Alana necesitaba disculparse con ella y ser sincera en cuanto a sus sentimientos.

Antes de arrancar el coche, le escribió a María diciéndole que esa noche saldría por ahí y que no sabía cuándo llegaría, pidiéndole que no la molestara llamándola. Esa noche le tocaba a ella pagarle a María con la misma moneda. Poco le importaba que ésta se enfadara con ella, si estaba deseando romper la relación y que la abogada la dejara tranquila. Sólo le importaba que Laila estuviera animada, y si ella podía hacer algo al respecto, no dudaba en que lo iba a hacer, por lo que finalmente decidió apagar su teléfono móvil.

Alana llegó en unos minutos a donde vivía la profesora, aunque el trayecto se le hizo eterno. No paró de pensar en cómo se iba a dirigir a la joven y qué le iba a decir. Cuando aparcó el coche, prefirió no pensar más las cosas y se bajó rápidamente de él, dirigiéndose a la vivienda de Laila sin demora alguna. Sólo esperaba no volver a bloquearse con ella, porque entonces sí estaría perdida.

Cuando estaba ante la puerta de la vivienda de la joven, suspiró profundamente y llamó al timbre.

Laila estaba en la cama abrazada a Matiz. Había estado llorando de forma intermitente desde que había llegado a casa. Cuando escuchó el timbre sonar, pensó que sería doña Pilar, por lo que prefirió no levantarse a abrir. No quería que la anciana la viera así. Pero el timbre volvió a sonar, por lo que finalmente se decidió a abrir, sólo esperaba que la anciana no preguntara demasiado, porque no tenía muchas ganas de contarle que la oncóloga le había roto el corazón, además de hablarle del tratamiento que debía llevar a cabo para curarse.

Cuando por fin abrió la puerta y vio al otro lado a Alana, estuvo a punto de volver a cerrar la puerta de lo nerviosa que se puso. Pero Alana estaba igual que la profesora, al ver el rostro de Laila como lo vio, le hizo sentirse la peor persona del mundo, porque no quería que la joven sufriera ni por la maldita enfermedad ni por ella.

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Aviso: El body Art está al caer. Espero que lo disfrutéis. Un abrazo.

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