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Capítulo 66. El proceso después de la cirugía.


En un momento dado, Alana se fijó en el negro de las braguitas más detenidamente, y se percató que en un pequeño trozo de éstas, había cambiado de color, por lo que la doctora suspiró e intentó controlar su errática respiración. Eso significaba sólo una cosa, y era que Laila se estaba excitando por estar tocándola ella. Y aún no le había visto ni la herida...Estaba perdida. Alana estuvo a punto de bloquearse. La situación en sí la paralizaba, porque con la excitación que llevaba ella misma encima, se le sumaba que en su consulta también se encontraba Isabel. Y tanto su cuerpo como el cuerpo de la paciente que estaba tendida en la camilla, estaban hablando entre ellos, expresando lo que sentía el uno por el otro, y quisieran ellas o no, ambos iban a seguir funcionando por libre, porque cuando uno estaba tan cerca del otro, tenían la necesidad de pronunciarse como sólo ellos sabían.

Alana tuvo que seguir haciendo su trabajo a pesar de estar con la cabeza en otra parte. Sus dedos debían seguir tocando esa piel tan expresiva, por lo que los llevó directamente al apósito, y antes de retirarlo, tocó suavemente con las yemas de los mismos alrededor del mismo, porque Laila tenía la piel enrojecida por esa zona.

-Laila...¿Tienes picazón?- le preguntó la mujer mirándola a los ojos intensamente. Pero de repente se quedó estática en el sitio cuando se dio cuenta de que los ojos de su paciente habían cambiado de color considerablemente y ya no eran tan claros como lucían siempre. A Alana le entraron ganas de abalanzarse sobre su paciente y tuvo que pensar en otra cosa para no hacerlo. El hecho de tener que controlar la atracción que sentía por Laila, la estaba volviendo loca.

-Sí, doctora. La verdad es que me pica bastante y como no me quiero rascar en la herida, lo hago por alrededor.

-Ya veo...Bueno, si te pica es buena señal. Te voy a retirar el apósito para curarte, ¿Vale? Te voy a dar un pequeño tirón - consiguió decir casi de carrerilla. Laila se percató de los nervios que la oncóloga llevaba encima, y la entendió a la perfección, porque ella estaba igual que la doctora. Además, se estaba preguntando qué pasaría si Isabel no la hubiera acompañado a esa cita, porque de estar a solas, la doctora y ella, Laila quizás hubiera intentado de nuevo robarle un beso, y lo que no sabía la joven era si la doctora volvería a rechazarla. Así de mal estaba Laila cuando tenía delante de ella, o a su lado, a Alana, porque debería estar nerviosa por saber cómo había ido la operación, qué posibilidades tenía de curarse y qué tratamiento debería de ponerle la doctora. Esa mujer tenía el poder de relajarla a pesar de estar pasando por una auténtica pesadilla.

Alana por fin pudo centrarse en lo que debía hacer. Le retiró el apósito con sumo cuidado e hizo su trabajo sobre la cicatriz. La doctora estaba contenta porque había ido todo muy bien. Necesitaba que su paciente se curara, pero sabía cuál era el camino que debía recorrer para que eso ocurriera, y la tarea no iba a ser nada fácil, aunque ayudaría la manera de ser de Laila para que finalmente la joven venciera a la enfermedad.

-Esto está perfecto, Laila. No sabes lo que me alegro...-Después de hacer su trabajo, la oncóloga volvió a poner las braguitas de la joven en su sitio, rozando con sus nudillos la piel de la chica, y ésta se removió inquieta en la camilla como consecuencia a dicho roce. Las dos mujeres acababan de vivir una situación única entre ellas. Había una atracción muy latente y ambas sabían que si seguían así, les iba a costar un mundo entero parar a tiempo lo que estaba por ocurrir entre las dos.

-¿Te ayudo a incorporarte?- le preguntó Alana bajándole el vestido lentamente.

-Tranquila, yo lo haré. Muchas gracias - le contestó la joven con una sonrisa que dejó más trastocada a Alana.

Alana volvió a correr la cortina, y se dirigió a su asiento. Laila la siguió, sentándose al lado de su amiga.

-Bueno Laila. Ahora te voy a explicar cómo están las cosas y lo que vamos a hacer para ir avanzando.

-Vale, doctora - le contestó la profesora con algo de miedo en su interior. Isabel decidió darle la mano a su amiga, como solía hacer cuando la acompañaba a ver a la oncóloga.

-Laila, lo que tienes es un carcinoma ovárico epitelial. Estas células del tumor presentan varias características que hemos examinado en el laboratorio, lo hacemos para clasificar a los carcinomas ováricos epiteliales en diferentes tipos. El cáncer está en etapa I, encontrándose el tumor limitado a un solo ovario en tu caso, y es de grado 2, por lo que debemos combinar cirugía con quimioterapia. Mi colega extirpó el ovario en la operación y ahora aplicaremos quimio para eliminar los tejidos que hayan podido quedar cancerosos. Lo bueno es que sólo te han extirpado un ovario y si en el futuro quisieras ser madre, lo podrías intentar.

-Vale...¿Y en qué consiste la quimioterapia, doctora?

-En la quimioterapia se suele usar medicamentos que se inyectan en una vena o se administran por vía oral. En otros casos se puede inyectar a través de un catéter en la cavidad abdominal. La quimioterapia que se utiliza más a menudo consiste en carboplatino y paclitaxel por tres a seis ciclos, dependiendo de la etapa y el tipo de cáncer de ovario. En tu caso, probaremos con tres ciclos.

-Doctora...¿Y el cabello?¿Cuándo se comienza a perder?- preguntó Laila con cierto temor. Tenía una preciosa melena y sabía perfectamente que la iba a perder.

-El cabello suele comenzar a caerse entre dos y cuatro semanas después de empezar el tratamiento, Laila. Aunque también puede ocurrir desde el segundo o tercer día después del primer ciclo de quimioterapia - le contestó Alana a la joven, sabiendo que ésta se había hecho más pequeña con esa pregunta.

Laila agachó la cabeza y enfocó su mirada al suelo. El tener que raparse la cabeza era algo con lo que le costaría lidiar, pero luego quiso ser positiva, pensando que la doctora al fin y al cabo le había dado buenas noticias y si al final se curaba, volvería a tener su preciosa melena. Sólo debía tener paciencia.

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