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Capítulo 51. La visita inesperada de María.


Alana se dirigió directamente a la cafetería y buscó a Raquel entre todo el personal sanitario que había por allí. La encontró en la barra.

-Raquel, invítame a un café, anda.

-Hombre Alana. Eso de tener a tu paciente estrella ingresada, ¿te lleva a hacer horas extra en el hospital? Esta semana vienes antes a trabajar.

-Lo sé. Pero no es nuevo para ti.

-¿Has ido todos los días a verla?

Las dos mujeres cogieron sus respectivas bebidas y se acercaron a una mesa libre que había.

-Se puede decir que sí, que he venido a verla todos los días.

-Estás fatal, Alana.

-Hoy cuando llegué a su habitación, justo estaba con su vecina, y la pobre estaba vomitando. Me duele verla así…me pone muy mal cuerpo, Raquel.

-Vaya, pero, tú sabes mejor que nadie por lo que va a tener que pasar ahora.

-Sí, lo sé… Y eso me angustia mucho, no sabes cuánto. Cuando una persona te importa tanto, y la ves en esas condiciones, se te parte el alma.

-No sé qué decirte Alana. Sólo que eres su oncóloga y te la vas a tener que comer con patatas. Y no sólo como paciente…Ya me entiendes.

-Lo bueno es que el compañero sólo extirpó un ovario, y cogió tejido para analizarlo. Me dijo que había ido bien, y que lo hayamos cogido a tiempo es una noticia muy buena y esperanzadora. Esa chica tiene muchos sueños que debe cumplir, y estoy segura que lo hará.

-¿Y tú con María?

-Raquel, ahí andamos. Ya la conoces. Hoy estamos bien, luego se pasa conmigo, y después se disculpa.

-Deberías dejarla. Esa mujer no es para ti.

-Raquel, si sigo con María, me obligo de alguna manera a respetar a Laila y al proceso que debe vivir por su enfermedad. Lo que menos necesita ahora es sentir algo por alguien. Debe centrarse en lo suyo, y no quiero ser yo la que le complique las cosas. Bastante tiene.

-Es que…En buen momento os habéis conocido, ella ha tenido que pasar por una enfermedad para conocer quizás al amor de su vida. Y tú, lo mismo, no me fastidies. Alana, me parece bien que respetes los tiempos de Laila. Eso dice mucho de ti, porque sé lo feliz que serías a su lado, pero eso no quita que te plantees el dejar a María. Puedes respetar a Laila y también salir de una relación que te está ahogando. Tú vales mucho, y estás muy mal aprovechada con María. Esa mujer está para estar sola.

-Lo sé Raquel. Sabes, algo de amor me queda hacia ella. Tengo buenos recuerdos de cuando empezábamos la relación. Nos llevábamos bien y ella se preocupaba por mí. No sé en qué momento cambió todo, y se fue la relación a la mierda.

-Con María estás viviendo a medias, y quizás ni eso. Piénsalo, por favor, no necesitas seguir con ella. Económicamente eres independiente, no tienes hijos con ella ni nada por el estilo, de hecho el ático donde vivís es tuyo. Es que en realidad no hay nada que te ate a ella.

-Estoy en ello, Raquel. Pero no es fácil. Ya te he dicho que algo sigo sintiendo por ella, y a eso se le suma que mientras estemos juntas, no seré capaz de tocarle un pelo a Laila. Eso me ayuda a respetarla, porque si te soy sincera, cada día que pasa siento más por ella. Nunca he conocido a una mujer tan especial y única como ella. Es estar a su lado, y yo misma noto que cambio. Me alegra, mi cuerpo se relaja, soy feliz a su lado…

-Eso es lo que tienes que valorar. Una mujer te hace sonreír y la otra te angustia…Así que ya sabes.

Mientras las dos mujeres seguían hablando, apareció de la nada María. Había salido de los juzgados y había decidido pasarse por el hospital para ver a su novia, puesto que ésta le dijo que esa mañana iría antes al trabajo. Lo que no se esperaba era que Alana estuviera con Raquel. Cuando las vio juntas en la cafetería, se acercó a ellas con cara de pocos amigos.

-Hola chicas…

Las dos mujeres miraron a la vez a la abogada. Alana se puso rígida. Por la cara que llevaba su novia, sabía que ésta ya estaba enfadada. Por lo que decidió finalizar la charla con Raquel y marcharse. No quería que le montara algún tipo de escándalo en su trabajo, y menos delante de su amiga.

-Bueno Raquel, me voy. Ten buen turno, hablamos luego.

-Adiós Alana, tú también.

Alana se levantó y salió de la cafetería con María.

-Alana, ¿Podemos hablar a solas?

-Sí, claro…

Ambas mujeres se dirigieron a la zona de las escaleras para tener más privacidad y poder hablar. A Alana le convenía estar a solas con María.

-María, ¿Cómo es que has venido sin avisar? No te esperaba…

-Alana…¿Por qué estás saliendo de casa antes para venir al hospital?¿Qué tienes aquí para que tengas que venir antes de tu turno?

-¿Qué?¿Para eso has venido?¿Para controlar lo que hago?- dijo Alana irritada y alzando algo la voz.

-¿Tienes algo con alguien?¿Y por qué estás a todas horas con Raquel? No quiero que pases tanto tiempo con ella…

-María, vamos a dejarlo. En nada empiezo mi turno y no tengo ganas de ir alterada a trabajar.

-Pues te jodes si vas alterada. Si me estás siendo infiel tendré derecho a saberlo, joder, vienes al trabajo a tontear con cualquier mujer que se te pase por delante…Y luego vas de mujer fiel…

-¡Basta! No quiero seguir hablando.

Alana se iba a dar media vuelta cuando María la cogió fuertemente de la muñeca, apretándole y haciéndole daño.

-Suéltame ahora mismo, me estás haciendo daño y me vas a dejar marca…

-Y si no te suelto…¿Qué vas a hacer?¿Eh? Vamos…Dime…

Alana tuvo suerte y apareció un celador que se fijó perfectamente como María la estaba agarrando a la fuerza, por lo que sin pensárselo dos veces, el hombre intervino.

-Oye, tú, suéltala pero ya…

María decidió soltarla al momento, no le convenía para nada montar jaleo delante de nadie. Y más si la denunciaba ese hombre. Sabía que Alana no lo haría, pero ese maldito trabajador sí podía hacerlo. La abogada decidió marcharse llena de rabia. Ese hombre se había metido donde no lo llamaban y ella tuvo que desistir en seguir conversando con su novia quisiera ésta o no.

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